Después de permanecer unos minutos en sus brazos, ambos nos soltamos de mala gana. La calidez de su abrazo aún persistía en mi piel cuando ella habló con seriedad.
—Te agradezco por salvarme y cuidarme hasta ahora, Yamato, pero debo regresar con mi clan. Seguramente están preocupados por mí.
Su determinación era evidente, pero también lo era su fragilidad. Negué con la cabeza y le respondí con suavidad:
—Karin, tu cuerpo aún no está en condiciones de moverse, mucho menos de viajar. Necesitas al menos dos meses de reposo para recuperarte de la mayoría de tus quemaduras. Además, existe la posibilidad de que Mahairu y sus cómplices del clan León del Fuego estén buscándote. Para él sería un desastre si se descubre que intentó aprovecharse de la hija de la líder del clan Pétalos de Sangre.
Ella guardó silencio, pensativa. Finalmente, suspiró con resignación.
—Tienes razón… Si me voy en este estado, no tendré forma de escapar si vuelven a encontrarme. La opción más prudente sería quedarme aquí. Pero no quiero causarte problemas, ni que te veas envuelto en un conflicto con el clan León del Fuego por mi culpa.
Sonreí con tranquilidad.
—No es ningún problema para mí, Karin. De hecho, sería un honor tener a alguien tan hermosa como tú en mi humilde hogar.
Ella me miró con sorpresa antes de apartar la vista, sonrojándose visiblemente.
—P-Por favor, no me halagues tanto, Yamato… Y tampoco es necesario que seas tan formal. Solo llámame Karin.
—Está bien, pero solo si tú también me llamas Yamato, sin formalidades.
—De acuerdo, Yamato.
...****************...
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Durante ese tiempo, descubrí muchas cosas sobre ella. Karin no solo era una guerrera excepcional, sino también una persona dedicada y disciplinada. Pasaba la mayor parte de sus días entrenando, con el firme propósito de superar a su madre algún día. Pero más allá de su destreza en el combate, tenía una faceta delicada: disfrutaba cuidar de las plantas, regándolas cada mañana con paciencia y esmero.
También supe que su postre favorito era el helado de cerezas, y que, a pesar de la dureza de su entrenamiento, tenía un alma dulce y compasiva. Karin poseía una nobleza genuina, una que no se dejaba corromper ni siquiera por el odio hacia quienes le habían hecho daño.
Sin darme cuenta, me había enamorado de ella.
No solo por su belleza, sino por la luz que irradiaba su corazón.
El día en que su recuperación llegó a su fin, sentí un vacío inexplicable en el pecho. Su herida había sanado casi por completo, y ya no tenía motivos para quedarse en mi barco. Pero cuando me despedí de ella, me regaló unas palabras que hicieron latir mi corazón con fuerza.
—Disfruté cada momento que pasé contigo, Yamato. De verdad. Pero debo irme… Mi madre y mis amigas deben estar muy preocupadas por mí.
Intenté disimular mi tristeza, pero entonces ella añadió con una sonrisa cálida:
—No te preocupes, vendré a visitarte de vez en cuando. No quiero que te sientas solo. Después de todo, eres el primer hombre al que puedo llamar amigo.
Antes de que pudiera responder, Karin se acercó y, sin previo aviso, depositó un beso en mi mejilla.
Mi cuerpo entero se tensó.
El calor de sus labios fue tan suave y ligero como el roce de un pétalo al caer. Me quedé paralizado, sintiendo el ardor en mi rostro mientras ella se alejaba con una expresión divertida.
—Nos vemos pronto.
Y se fue.
...****************...
Pasó una semana antes de que volviera a visitarme.
Esta vez, en lugar de quedarnos en el barco, decidimos salir a explorar. Fuimos hasta un bosque cercano, que justo en ese momento estaba comenzando a vestirse con los tonos dorados y rojizos del otoño.
Las hojas caían suavemente con el viento, pintando un paisaje de ensueño.
Caminamos lado a lado, sin prisas, disfrutando de la tranquilidad del bosque. Era una de esas tardes en las que el tiempo parecía detenerse, donde cada segundo junto a ella se volvía un recuerdo imborrable.
Lo que aún no sabía… era que esos días de paz no durarían para siempre.
Pasamos mucho tiempo hablando sobre nuestros sueños y metas. En algún punto de la conversación, le confesé mi mayor aspiración:
—Mi sueño es convertirme en el mejor pescador del mundo y superar a mi padre algún día.
Karin sonrió con dulzura y, sin dudarlo, respondió:
—Ante mis ojos, ya eres el mejor pescador del mundo. No conozco a tu padre, pero estoy segura de que ya lo has superado.
Reí con suavidad y negué con la cabeza.
—Agradezco el halago, pero aún me falta mucho para llegar a su nivel, especialmente en la pesca. No por nada le decían "el Pescador de Diez Mil Peces".
Karin abrió los ojos con asombro.
—¡¿El Pescador de Diez Mil Peces?! ¿Tu padre es el hombre que capturó más de diez mil peces en un mes?
El entusiasmo en su voz me sacó una sonrisa.
—Así es —respondí con orgullo—. Mi padre logró esa hazaña cuando era joven. Pescó más de diez mil peces en un solo mes, sin ayuda de nadie, solo con su propia fuerza y su caña de pescar… La misma que yo uso de vez en cuando.
Karin me miró con admiración, como si de pronto hubiera descubierto algo increíble sobre mí.
—He escuchado historias sobre tu padre —dijo después de unos segundos—. Se dice que, tras capturar todos esos peces, donó la mayor parte a los pobres y necesitados.
Asentí con una leve sonrisa.
—Así es. Mi padre siempre tuvo un gran corazón. No le importaba si alguien era un desconocido, un amigo o un enemigo; si veía a alguien en problemas, hacía todo lo posible por ayudar.
Karin sonrió con calidez.
—Pues en ese aspecto, tú y él son muy parecidos.
Fruncí el ceño, incrédulo.
—No lo creo, pero… gracias por el cumplido.
Ella soltó un suspiro y, con una leve expresión de molestia, replicó:
—Por supuesto que sí. Me salvaste del mar y me cuidaste sin esperar nada a cambio. Gracias a ti puedo ver la luz del día otra vez… Gracias a ti podré volver a ver a mi madre. Eso es algo que jamás olvidaré.
Antes de que pudiera responder, sentí sus manos suaves tomar las mías con delicadeza. Luego, se acercó lentamente, hasta que nuestros rostros quedaron a solo unos centímetros de distancia.
Mi corazón empezó a latir con fuerza.
Pude notar que sus mejillas estaban teñidas de un leve carmesí, al igual que las mías.
Y justo cuando estaba a punto de recibir mi primer beso de una mujer humana…
Una carcajada interrumpió el momento.
—Ja, ja, ja… Hasta que por fin te encontré, Karin. ¿Me extrañaste?
La voz nos hizo girar de inmediato.
Al ver de quién se trataba, Karin se quedó petrificada.
Frente a nosotros, con una sonrisa arrogante en el rostro, se encontraba un joven de mi edad. Su cabello castaño se agitaba ligeramente con el viento, y su atuendo tradicional japonés, con tonos rojos, carmesí y negro, resaltaba los símbolos dorados de un león rugiente.
A su lado, dos hombres de aspecto similar, vestidos con el mismo uniforme, lo acompañaban con una actitud desafiante.
La tensión en el aire se hizo palpable.
Algo me decía que las cosas estaban a punto de complicarse.
No lo reconocí de inmediato. En ese instante, no sabía quién era. Sin embargo, bastó con ver la expresión en el rostro de Karin y escuchar el temblor en su voz, quebrada por el miedo, para darme cuenta de que algo terrible estaba por suceder.
—No… ¿qué está haciendo él aquí? ¡Debería estar en su clan, castigado por lo que intentó hacer conmigo!
La sorpresa me paralizó. Instintivamente, le pregunté quién era aquel joven, pero la respuesta que me dio Karin me dejó sin palabras.
—Es el heredero más fuerte del clan León del Fuego: Mahairu Shimura. El mismo que intentó abusar de mí y me dejó malherida aquella vez… cuando me encontraste.
Mahairu, al ver nuestra confusión, soltó una carcajada llena de arrogancia.
—¿Sabes cuánto tiempo te he estado buscando desde nuestra última "conversación"? No deberías huir de un hombre que se siente atraído hacia ti, ¿sabías eso?
La rabia en sus ojos era palpable. Luego, su tono se tornó feroz, cargado de una ira incontrolable.
—¡Por tu culpa, mi padre me regañó y me encerró en mi habitación durante una semana sin comer! ¿Tienes idea de lo que se siente pasar hambre, siendo yo de la realeza? ¡Mis comidas siempre fueron las mejores del país, y de repente me vi privado de todo! ¡Fue un total infierno, maldición!
Una sonrisa torcida apareció en su rostro, una mueca de satisfacción enferma. Se acercó un paso más, su mirada fija en Karin con una expresión que helaba la sangre.
—Pero como "compensación" por lo que me hiciste pasar… —su voz se deslizó con perversidad—. ¿Por qué no continuamos "eso" que dejamos antes? Te prometo que lo disfrutarás tanto como yo… y mis compañeros también lo haremos.
La tensión en el aire era insoportable, como una cuerda a punto de romperse. La amenaza en sus palabras era clara, y el peligro se palpaba a cada instante.
...Continuara....
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