El agua estaba helada y oscura bajo el manto de la noche. Sobre mí, la luna llena brillaba majestuosa, rodeada de un mar de estrellas que titilaban con indiferencia. Mientras me hundía en las profundidades del Mar Dulce, la desesperación me envolvía como un manto de sombras.
Intenté moverme, luchar contra la marea y nadar hacia la superficie, pero mi cuerpo se negaba a obedecerme. Cada fibra de mis músculos estaba entumecida, cada intento de respirar se convertía en un tormento cuando el agua helada invadía mis pulmones. El ardor en mi pecho se hizo insoportable, y mi visión comenzó a oscurecerse. La conciencia se desvanecía poco a poco, sumiéndome en una negrura aterradora.
Lo último que sentí fue la inmensidad del mar reclamándome. Luego, todo se apagó.
Saito, completamente absorto en la historia de Yamato, apenas notó el paso del tiempo. Su mente viajaba con cada palabra, cada imagen narrada con crudeza y emoción. Finalmente, tragó saliva y preguntó con nerviosismo:
—Señor Yamato… ¿murió?
—Desafortunadamente, sí… ¡pero sobreviví! —exclamó Yamato, alzando un puño al aire con dramatismo.
Saito suspiró aliviado, aunque no pudo evitar reírse con nerviosismo.
—¿Y qué pasó después?
Yamato cruzó los brazos y continuó:
—Cuando desperté, me encontraba en una humilde casa de madera. Miré a mi alrededor, pero no había nadie. Intenté incorporarme, pero un dolor punzante en el pecho me lo impidió. Bajé la mirada y vi mi quimono azul oscuro, rasgado y manchado de sangre. También tenía vendas cubriéndome hasta el cuello.
El desconcierto me embargó. No recordaba cómo había llegado allí. Todo era un caos en mi mente… hasta que la verdad me golpeó con la fuerza de una tormenta. Recordé el filo de la daga de mi suegra atravesando mi pecho, el frío del mar tragándome entero…
El corazón me latía con fuerza cuando una puerta shōji se deslizó de golpe.
—¡Yamato, estás despierto!
Era Teruki. Su rostro mostraba preocupación, pero sus ojos brillaban con un alivio genuino.
—¡Me tenías muy preocupado, amigo! —exclamó con una sonrisa tensa—. ¡Ya empezaba a pensar que no despertarías!
La luz del sol se filtraba detrás de él, obligándome a entrecerrar los ojos.
—¿Teruki? ¿Qué pasó? ¿Qué hago aquí? ¿Y Karin? —pregunté con ansiedad.
Teruki bajó la mirada, su expresión se ensombreció.
—Lo de anoche… fue un desastre. Cuando te apuñalaron y te arrojaron al mar, tu suegra se llevó a Karin a la fuerza. Ella no dejó de gritar tu nombre, llorando como si le hubieran arrebatado lo más preciado en su vida…
Un dolor profundo me atravesó el pecho, pero esta vez no era físico. Algo dentro de mí se desgarraba con cada palabra de Teruki. Tragué mi angustia y me obligué a escuchar.
—Cuando las cosas se calmaron un poco, me lancé al agua para buscarte. Por suerte, logré encontrarte y llevarte de vuelta a tierra firme. Expulsaste un montón de agua, incluso por la nariz, y pensé que reaccionarías… pero volviste a desmayarte. No tuve otra opción que traerte aquí. Sabía que si la líder del clan o sus hombres te encontraban, te matarían sin dudarlo. Te curé como pude y has estado inconsciente desde entonces.
Sentí un nudo en la garganta.
—¿Cuánto tiempo estuve dormido?
Teruki tardó en responder.
—…Tres días.
Abrí los ojos de par en par.
—¡¿Tres días?!
Asintió con seriedad.
—Durante ese tiempo, los rumores se esparcieron como fuego. Ahora toda la ciudad sabe lo que ocurrió. Pero lo más preocupante es la decisión que tomó tu suegra con respecto a Karin.
Un escalofrío me recorrió la espalda.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, temiendo la respuesta.
Teruki suspiró con pesar.
—Para contener los chismes y limpiar su imagen, la líder del clan decidió reanudar la boda entre Yonko Kaneda y Karin… La ceremonia será hoy, frente al palacio de los Pétalos de Sangre.
Mi mundo se detuvo.
El cuerpo me ardía de furia, pero la desesperación era aún más fuerte. Sin pensarlo, intenté ponerme de pie. Un dolor abrasador me recorrió el pecho, pero lo ignoré. No podía quedarme quieto.
—¡Yamato, detente! —Teruki me sujetó con firmeza—. ¡Tus heridas no han sanado! Si sigues forzándote así, te abrirás la herida y…
—¡No me importa! —rugí—. ¡Lo único que me importa es mi esposa! ¡Me necesita ahora mismo!
—¡¿Y qué piensas hacer?! —me encaró Teruki, frunciendo el ceño—. ¡¿Irrumpir en la boda y exigir que te la devuelvan?! ¡Si vas así, solo conseguirás que te maten otra vez, esta vez de verdad! ¿Eso quieres?
Abrí la boca, dispuesto a discutir… pero no encontré palabras.
Teruki tenía razón.
Si me lanzaba a lo loco, sin plan alguno, solo acabaría muerto, y Karin seguiría atrapada en su destino forzado.
—Sé que la amas —dijo Teruki con voz seria—. Sé que darías la vida por ella. Pero eso no será suficiente para enfrentar a uno de los clanes más poderosos del país.
Las palabras me hirieron más que cualquier puñal.
—Entonces… ¿quieres que me quede aquí sentado, mientras la obligan a casarse con un hombre al que no ama?
—Es la única opción sensata.
—¡No! ¡Me niego a aceptar esta maldita locura! —grité, intentando levantarme otra vez.
Pero esta vez, el dolor fue insoportable. Un ardor desgarrador me obligó a apoyar la espalda contra la pared, sujetando mi pecho con fuerza.
—¡Yamato! —exclamó Teruki, corriendo hacia mí. Se inclinó y maldijo entre dientes—. ¡Maldita sea, la herida se abrió! Te advertí que no podías hacer esfuerzos.
No lo escuché. Apenas podía oír algo más que mi propia respiración entrecortada.
Las lágrimas de impotencia cayeron sin que pudiera detenerlas.
—Soy… tan inútil —murmuré, la voz quebrada—. Si tan solo fuera más fuerte… Si tuviera más poder, Karin seguiría conmigo…
Teruki se quedó en silencio unos segundos. Luego, suspiró y dijo con suavidad:
—Lo siento, Yamato. Ojalá pudiera ayudarte… Pero como tu amigo, tengo que decirte la verdad: no hay nada que puedas hacer ahora.
Apreté los dientes.
—Es mi esposa… y la amo…
—Lo sé. Pero al menos intentaste protegerla. Incluso lograste herir a su madre, una de las maestras elementales más poderosas del país. Eso no es poca cosa.
Respiré hondo, intentando calmar el temblor en mi voz.
—Gracias, Teruki… por ser mi amigo.
Él sonrió con tristeza.
—No hay de qué.
Un año pasó desde aquel día. Me recuperé completamente de mis heridas y dediqué cada momento a reparar mi barco.
Las noches eran lo peor. No pasaba un solo día sin pensar en Karin… en su sonrisa, sus abrazos, su voz.
Pero nunca la olvidé.
Ni una sola vez.
Yamato suspiró profundamente antes de mirar a Saito.
—Esa fue la historia de mi vida, chico… ¿Qué te pareció?
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Saito estaba asombrado, con los ojos bien abiertos por la historia que acababa de escuchar. Tanto fue su impacto que, por un momento, no supo qué decir y se quedó en silencio.
Entonces, Yamato habló con una leve sonrisa:
—Es una historia difícil de creer, ¿no es así? "El pescador que se enamoró de la heredera de un clan"... suena como una novela ligera, ¿no crees?
Saito negó con la cabeza y respondió con sinceridad:
—No, no es eso, señor Yamato. Es solo que su historia es increíblemente buena, y no supe cómo reaccionar. Entonces… ¿nunca volvió a hablar con Karin?
Yamato bajó la mirada por un instante antes de responder:
—No, chico, y la verdad… es mejor así. No quisiera incomodarla apareciendo de repente frente a su puerta, revelándole que sigo con vida, cuando ella ya tiene un nuevo esposo… y quizás también hijos.
Saito parpadeó sorprendido por aquella confesión.
—¿Usted sabe si ella tuvo hijos?
—No lo sé —contestó Yamato con un suspiro—. Nunca volví a saber nada de ella, salvo que se casó nuevamente… pero con el tiempo, seguramente formó una familia.
El pescador dirigió su mirada a la ventana de su barco, esperando ver la luz del día, pero solo encontró oscuridad.
—Vaya, ya es de noche… Parece que perdimos la noción del tiempo, niño —comentó con una sonrisa, al notar la expresión de sorpresa en el rostro de Saito.
—¡Es verdad! Estaba tan sumergido en la historia que no me di cuenta de que ya había anochecido —respondió Saito, aún impactado.
Yamato soltó una carcajada.
—Ja, ja, ja. Parece que sí, ¿no? Bien, como te dije, puedes quedarte aquí si lo deseas. Y si gustas, puedo prepararte otro pescado, ¿qué dices?
—¡Me encantaría! —respondió Saito con entusiasmo.
Así, Yamato procedió a cocinar otro pescado igual al anterior. Cuando terminaron de comer, recordó algo importante y, con un tono más serio, le dijo:
—Vaya, casi se me olvida… Tengo algo más que contarte sobre el clan Seinshun.
Saito lo miró con curiosidad.
—¿En serio? ¿De qué se trata?
Yamato suspiró antes de responder:
—Es algo que ocurrió no hace mucho… exactamente hace dos semanas. Uno de los eventos más sangrientos y brutales que ha vivido nuestro país: El Exterminio Seinshun.
Saito sintió que su curiosidad se encendía aún más.
—¿El Exterminio Seinshun?
Yamato asintió con gravedad.
—Todo comenzó cuando el gran shōgun de nuestro país, Krouger Kawasaki, ordenó la eliminación de cada miembro del clan Seinshun. No importaba si eran adultos, ancianos o niños… Todos fueron cazados y asesinados como si fueran una plaga que debía erradicarse.
Saito abrió los ojos de par en par.
—¿Por qué haría algo así?
—Porque los acusaron de alta traición —explicó Yamato—. Se decía que el clan Seinshun planeaba aliarse con un país extranjero para apoderarse de nuestra nación. Aprovechando un día de reposo, cuando todas las actividades laborales y militares estaban suspendidas, Kawasaki esperó a que los Seinshun estuvieran dentro del país. Incluso hizo que aquellos que estaban de viaje o en misión regresaran… Y entonces, ordenó la masacre.
Saito escuchaba en silencio, atrapado por cada palabra.
—Yo mismo presencié los horrores de aquel día —continuó Yamato con el ceño fruncido—. Vi a maestros elementales de distintos clanes masacrar a los Seinshun sin piedad. Ancianos, niños… nadie fue perdonado. Quise ayudarlos, pero vi a otros morir calcinados hasta los huesos por intentar lo mismo. Sentí miedo… y me quedé callado. No hice nada. Es algo que me avergüenza hasta el día de hoy.
Saito tragó saliva.
—¿Y… el clan no intentó defenderse?
—Lo hicieron —asintió Yamato con pesar—. Lucharon con todas sus fuerzas, pero estaban en desventaja. Kawasaki no solo los atacó con su ejército, sino que también unió a ocho clanes poderosos en su cruzada de exterminio. Selló todas las fronteras, impidió cualquier escape… y después de diez días de horror, la mayoría de los Seinshun ya habían sido aniquilados.
El joven sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Los últimos sobrevivientes fueron acorralados en una ciudad que pertenecía a su clan —prosiguió Yamato—. Allí se encontraba su líder, Raizer Seinshun… a quien llamaban el Destello Azul de la Muerte, por su dominio absoluto del rayo.
En cuanto Saito escuchó ese nombre, sintió que algo dentro de él se removía.
Un dolor punzante lo golpeó en la cabeza, tan intenso que se encorvó en su asiento.
—¡¿Saito?! —exclamó Yamato, alarmado—. ¿Estás bien?
Saito no respondió. Su mente se vio inundada por imágenes borrosas, sombras y gritos de desesperación.
Y en medio de todo, la silueta de un hombre, cuya cara no lograba distinguir. Su voz le llegaba como un eco distorsionado:
"Tú eres Saito Sein… hijo de… y de… Mi amado hijo… ahora eres la única esperanza de que nuestro… no sea olvidado…
Debes buscar la verdad… ¡Prométeme que lo harás! Por favor, hijo… prométemelo.
Saito sintió su corazón acelerarse.
"Lamento no poder estar contigo… y más aún, dejarte esta carga sobre los hombros…"
"Si no me encuentras en esta vida… búscame en la siguiente."
De repente, el dolor cesó.
Saito jadeó, tratando de recuperar el aliento.
—¡Saito! —insistió Yamato, todavía preocupado—. ¡Dime, muchacho! ¿Estás bien?
Saito parpadeó, confundido.
—Sí… sí, estoy bien —murmuró, aún aturdido—. Solo… sentí que mi cabeza iba a explotar…
Respiró hondo y, sin poder evitarlo, preguntó:
—Y… ¿qué pasó al final con los Seinshun?
Yamato lo miró en silencio durante unos segundos, antes de contestar con voz sombría:
—Creo que ya sabes la respuesta, chico.
Saito asintió lentamente.
Yamato, viendo que la noche avanzaba, se estiró con pesadez.
—Será mejor que vayamos a dormir. Tengo mucho trabajo mañana… y tú también deberías descansar.
—Está bien…
Yamato le señaló una cama junto a la suya, y Saito se acostó en ella. El pescador se sumió en un sueño profundo casi de inmediato… pero Saito no.
Su mente seguía revuelta.
"¿Qué fue eso? ¿Quién era ese hombre…? ¿De qué hablaba? ¿Acaso fue mi imaginación… o fue un recuerdo?"
Se revolvió en la cama, sin encontrar respuestas.
"No entiendo nada."
Así pasó un buen rato, hasta que, finalmente, el cansancio lo venció. Y por primera vez en mucho tiempo… soñó.
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Comments
Izy Maldonado
bonita historia 👍💯
2024-11-23
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