La Vida vida de un Sobreviviente, Parte 11: El Pasado de Yamato (9)

Habían pasado cuatro años desde que dejamos aquella ciudad para comenzar una nueva vida en la capital del país. A lo largo del tiempo, a través de distintos medios, pude enterarme de que la noticia que acaparaba todas las conversaciones era la misteriosa desaparición de Karin Yamamoto, la heredera del clan Pétalos de Sangre.

La última vez que alguien la vio fue pocos días antes de su ceremonia de compromiso con Yonko Kaneda, el heredero del clan Tigre Blanco. Desde entonces, su paradero se convirtió en un enigma insondable, como si la tierra misma se la hubiera tragado.

Las teorías sobre su desaparición se multiplicaban. Algunos aseguraban que había sido secuestrada por mercenarios enviados por un clan rival con cuentas pendientes contra los Pétalos de Sangre. Otros afirmaban que había huido para evitar un matrimonio impuesto, mientras que algunos especulaban con un destino más siniestro: que había sido asesinada y su cuerpo ocultado en algún rincón remoto del país.

Pero lo que más llamaba la atención era el estado en el que había quedado su madre tras la desaparición. Consumida por la desesperación, perdió la razón y llegó a tomar medidas extremas con tal de encontrar a su única hija. Ordenó el cierre de puertos y rutas de transporte como si tuviera el poder absoluto de un shōgun, paralizando el comercio y la movilidad del país en su búsqueda frenética. Su obsesión la llevó incluso a acusar al clan León del Fuego de haber secuestrado a Karin, aunque su líder negó rotundamente la acusación y le advirtió que no lanzara acusaciones infundadas sin pruebas.

Tiempo después, se encontró un quimono perteneciente a Karin flotando en un río, lo que reforzó aún más la teoría de su muerte. Se especuló que había caído al agua y se había ahogado, o que había sido asesinada y su cuerpo arrojado a la corriente, condenado a perderse para siempre.

La verdad, sin embargo, era muy diferente.

Karin había tomado la decisión de deshacerse de su ropa para borrar cualquier rastro de su identidad y evitar que la reconocieran. En lugar de los finos atuendos de una princesa, adoptó vestimentas sencillas, propias de una persona común y corriente. Así, con un nombre nuevo y una vida completamente distinta, se convirtió en un fantasma a los ojos del mundo.

Había terminado de hacer las compras para la comida de esa tarde y decidí regresar al bote. Al acercarme, vi a Karin esperándome en la cubierta con una sonrisa radiante, observándome con alegría mientras me aproximaba.

A solo unos pasos de distancia, de repente, ella dio un gran salto desde donde estaba y se abalanzó sobre mí, rodeándome con sus brazos. Antes de que pudiera reaccionar, sentí sus labios suaves y delicados presionarse contra los míos en un beso que, incluso hoy, sigo extrañando.

Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Quería que aquel momento durara para siempre. Pero la magia se rompió de golpe cuando una voz burlona interrumpió nuestra burbuja de felicidad:

—Vaya, vaya, miren nada más lo que tenemos aquí. Oigan, si van a hacer ese tipo de cosas, háganlo en otro lado. Algunos seguimos solteros, ¿saben? No es justo que nos hagan sentir incómodos con tanta muestra de amor en público —dijo un joven de mi edad, con una sonrisa socarrona.

Era un muchacho algo regordete, de ojos marrones y cabello castaño rizado. Vestía un quimono de mangas largas, que llevaba arremangado, y sandalias de madera. Su nombre era Teruki, un buen amigo que había conocido en aquellos tiempos, cuando me alojé en la ciudad por primera vez.

—Oh, vamos, Teruki. No es mi culpa que sigas soltero y tengas que soportar esta vergüenza todos los días. Deberías empezar a buscar una esposa antes de que te conviertas en un viejo amargado y feo —dije con una sonrisa divertida mientras rodeaba la cintura de Karin.

Teruki bufó y cruzó los brazos, fingiendo indignación.

—Sí, claro, como si fuera tan fácil encontrar a una chica linda como Karin en estos días. Lo que realmente no entiendo es cómo alguien tan feo como tú logró conseguir una novia tan bella.

Mejora y corrije esto también, pero más entendible: Ese comentario sobre mi apariencia hizo que se me marcara una vena en la frente de ira. Estaba a punto de responder cuando Karin intervino:

—Vamos, Teruki, no seas tan malo con él. Para mí, es el chico más atractivo del mundo.

Dicho esto, me besó en la mejilla con sus delicados labios, lo que me hizo sonrojar un poco.

—Demonios, parece que la suerte siempre está de tu lado, ¿verdad? No solo en la pesca, sino también con las mujeres —murmuró Teruki, frunciendo el ceño con un toque de celos.

Y luego, como si nada, lanzó la bomba:

—Oye, por cierto, ¿ya hablaste con ella sobre "ese" asunto?

Mis ojos se abrieron como platos al escucharlo, e inmediatamente le hice señas para que se callara.

—¿"Ese" asunto? ¿De qué hablas? —preguntó Karin, arqueando una ceja con sospecha.

Intenté pensar rápido en una respuesta que no arruinara la sorpresa, pero Teruki, como siempre, no ayudaba en lo absoluto.

—¿Acaso no le has dicho nada todavía? Pensé que esta mañana dijiste que se lo ibas a contar —insistió Teruki, cruzándose de brazos.

—Me estoy confundiendo... ¿Qué es "ese" asunto, Yamato? —dijo Karin con el ceño fruncido y las manos en la cadera.

La ansiedad me carcomía. Si seguía hablando, arruinaría la sorpresa. Pero antes de que pudiera hacer algo, Teruki continuó:

—Si tú no lo dices, lo haré yo. Karin, Yamato quiere que tú seas su espo—

No terminó la frase porque, en un acto reflejo, me lancé sobre él y le tapé la boca con las manos.

—¡¿Qué intentabas hacer, tonto chismoso?! ¿No pensaste en las consecuencias de tus palabras? —le reclamé, fulminándolo con la mirada.

—¡Oye! ¡No me llames tonto chismoso! No es mi culpa que seas un cobarde y no te atrevas a decirle a Karin que quieres casarte con ella —respondió Teruki, enfadado.

—Oigan ustedes, ¿de qué están hablando? ¿No estarán hablando de mí, verdad? —preguntó Karin, cada vez más confundida.

Intentando calmarla, respondí con una sonrisa nerviosa:

—No te preocupes, amor, solo es una charla entre hombres, nada más.

Luego, giré hacia Teruki con enojo y le dije en voz baja:

—¡Oye! Estoy tratando de proponerle matrimonio, ¿ok? Lo iba a hacer, solo que... no he encontrado el momento adecuado.

Teruki soltó una risa sarcástica.

—Sí, claro, "no has encontrado el momento adecuado"... Eso mismo me dijiste hace un mes. Y hasta ahora, ni boda, ni invitaciones, ni siquiera un pastel de bodas para que pueda comer, ¿verdad?

Respiré hondo y, con firmeza, declaré:

—Esta noche será diferente. Me armé de valor y compré un anillo con lo poco que me quedaba de la pesca. Planeé todo: las velas, la comida, el lugar, los cubiertos, la propuesta… Todo será perfecto.

—Sí, claro, todo será perfecto… hasta que te acobardes y no hagas nada o arruines el momento con alguna de tus payasadas de siempre —respondió Teruki con una sonrisa burlona.

—¡Oye! Se supone que eres mi amigo. ¿No deberías apoyarme o al menos darme ánimos?

—Yamato, me agradas, pero no puedo mentirte. Eres un cobarde. Seguro que preferirías enfrentarte a un tiburón antes que declararte a tu novia de cuatro años.

Eso me enfureció.

—¡No entiendo por qué siempre te cuento mis planes si solo sabes decir que soy un miedoso, un cobarde o un idiota con las mujeres!

—No es mi culpa que seas un miedoso, cobarde e idiota con las mujeres, ¿verdad? Solo digo lo que veo —respondió Teruki, susurrando para no alertar a Karin, que ya comenzaba a sospechar.

"¿De qué estarán hablando esos dos? ¿Y por qué susurran? ¡Aggg! ¡La curiosidad me está matando! Mejor me acerco a escuchar."

Así que, sigilosamente, se acercó a nosotros.

Yo, fastidiado, exclamé:

—Bien, tú ganas. ¿Quieres una boda? ¡Tendrás una boda! Será tan increíble que te dará envidia verme con Karin siendo felices.

—Oh, no te preocupes por mí, amigo. A mí lo que me interesa es el pastel de bodas —respondió Teruki con una sonrisa descarada.

Entonces, de repente, escuchamos una voz detrás de nosotros:

—¿Boda? ¿Qué boda? ¿Quién se va a casar con quién?

Tanto Teruki como yo saltamos del susto.

Se hizo un silencio incómodo hasta que Teruki, intentando improvisar, respondió:

—¿Boda? ¿De qué estás hablando, Karin? Nadie ha dicho nada de una boda.

—Literalmente te acabo de escuchar decirlo. Pero dime, ¿quién se va a casar?

Con gotas de sudor en la frente, Teruki tragó saliva.

—Ah… esa boda. Lo que pasa es que mi primo, que vive en el extranjero, se va a casar. Se lo estaba contando a mi buen amigo Yamato.

Karin lo miró con sospecha.

—Qué raro… Pensé que no tenías ningún familiar cercano aparte de tus padres.

—Claro que los tengo. Solo que no suelo hablar mucho de ellos.

Karin lo observó fijamente con los brazos en la cadera. Después de unos segundos que parecieron eternos, dijo:

—Está bien, te creo.

Nos relajamos… hasta que ella preguntó:

—Entonces dime, ¿cómo se llama ese primo tuyo?

Teruki palideció. Yo también. Él me había dicho antes que no tenía primos.

—Eh… su nombre es… ¡¡Enrique!! —gritó de repente.

Yo lo miré en estado de shock, seguro de que todo estaba perdido.

—¿Enrique? —preguntó Karin, extrañada.

—Así es. Nació en el extranjero, ¿sabes? Por eso el nombre.

—¿En serio? ¿Tienes un primo llamado Enrique, que vive en el extranjero y se va a casar también en el extranjero? No suena un poco ridículo eso.

—Si no me crees, pregúntale a tu novio —dijo Teruki, pasándome la presión.

Karin giró hacia mí con una mirada inquisitiva.

—¿Es cierto, Yamato?

Sabía que no quería mentirle, pero tampoco quería arruinar la sorpresa. Así que, sin hacer el cuento largo, tomé sus manos y la llevé al barco.

—Karin —dije, mirándola a los ojos—. Desde que llegaste a mi vida, has sido mi apoyo en todo. No importa cuán difícil fuera la situación, nunca te quejaste ni pensaste en irte.

—Así es… —respondió ella.

—Por eso, sé que eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida.

Me arrodillé, saqué el anillo y, con todo mi valor, le dije:

—Karin Yamamoto, ¿quieres hacerme el hombre más feliz del mundo y casarte conmigo?

Ella llevó las manos a su boca, con los ojos abiertos por la sorpresa.

—¿Lo dices en serio?

—Más que nada en el mundo. Quiero despertar a tu lado, formar una familia, envejecer juntos…

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

—¡Sí! ¡Acepto ser tu esposa, Yamato!

Ese fue el momento más feliz de mi vida… aunque nunca imaginé lo que vendría después. Algo que me perseguiría por siempre…

Continuará.

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