Saito partió con la encomienda de Yamato, llevando consigo la carga de peces. El pescador lo observó alejarse con una sonrisa amplia, sintiendo un genuino afecto por el niño. Mientras lo veía perderse entre las calles, pensó con alegría:
"Ese chico... Parece que disfrutará recorriendo la ciudad por su cuenta. Probablemente termine haciendo lo mismo que yo en mi juventud. Je, je, je."
De repente, una idea se instaló en su mente.
"Tal vez debería proponerle que trabaje conmigo como pescador. Si mis sospechas son ciertas y ha sido abandonado, es probable que no tenga un lugar al que regresar. Dejarlo solo en la capital sería peligroso… Además, no me vendría mal algo de ayuda. Ya no tengo la fuerza de cuando tenía veinte años, y un joven enérgico como él podría aliviarme varias cargas."
Con esa reflexión en mente, el tiempo pasó sin que se diera cuenta.
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Treinta minutos después, Saito llegó ante un modesto restaurante con un gran letrero que decía "Chacos", acompañado de la imagen de un pez. Desde afuera, el local parecía pequeño, y al entrar, comprobó que los muebles, aunque gastados y envejecidos por los años, estaban sorprendentemente bien cuidados. A pesar de la falta de mantenimiento evidente, el lugar tenía cierto encanto rústico.
Se acercó al mostrador, dispuesto a entregar el encargo, cuando de repente, una joven emergió de detrás de la recepción cargando una bolsa de harina. Su repentina aparición lo tomó por sorpresa, haciéndolo dar un paso atrás.
La chica, de aproximadamente dieciséis años, tenía el cabello negro y los ojos igualmente oscuros. Su piel clara y tersa reflejaba un cuidado meticuloso, y su porte desprendía una mezcla de sencillez y gracia. Vestía un uniforme de trabajo compuesto por un vestido negro y una bata blanca ceñida a la cintura, adornada con el emblema del restaurante: la figura de un pez.
La joven misteriosa dejó la bolsa de harina sobre el mostrador y, al levantar la vista, notó la presencia de un niño pequeño que la observaba con una mezcla de asombro y timidez. Su expresión de susto, contrastada con las dos bolsas blancas que sostenía con ambas manos, le pareció enternecedora.
Una sonrisa cálida se dibujó en su hermoso rostro antes de inclinarse ligeramente hacia él.
—¡Pero qué niño tan adorable! —exclamó con dulzura—. Nunca te había visto por aquí. ¿Te mudaste recientemente? ¿Quiénes son tus padres? ¿Dónde vives? ¿Cuál es tu nombre? ¿Tienes novia?
Saito quedó paralizado ante la ráfaga de preguntas. No sabía cuál responder primero, así que optó por las más esenciales.
—Lo siento, pero… no sé de dónde vengo ni quién soy. Solo vine a entregar esto que me pidió un señor llamado Yamato Kimura.
La sorpresa se reflejó en los ojos de la joven. Un niño sin recuerdos de su origen le parecía desconcertante, pero lo que más le llamó la atención fue el hecho de que Yamato lo hubiera enviado hasta su restaurante. Ese hombre no solía confiar en nadie, mucho menos en un niño tan pequeño e indefenso. ¿Quién era realmente este chico?
¿Será su nieto? —pensó ella, frunciendo ligeramente el ceño—. No lo creo… Yamato nunca tuvo hijos, que yo sepa. Quizás solo sea un niño que se ofreció a ayudarlo por dinero o algo similar.
Aún intrigada, la joven decidió hacer otra pregunta.
—¿Recuerdas al menos tu nombre o apellido?
El pequeño asintió.
—No recuerdo mi apellido… pero mi nombre es Saito. Así que, si quieres, llámame así.
La joven sonrió con ternura.
—Saito, ¿eh? Encantada de conocerte. Mi nombre es Izumi Izusuki.
El niño la observó con más detenimiento y, por primera vez, notó lo hermosa que era. Sus mejillas ardieron levemente, pero logró contener el rubor con gran esfuerzo.
Izumi retomó la conversación con una expresión amable.
—Entonces, viniste a entregar un recado en nombre de Yamato… ¿Eres su hijo o algún pariente suyo?
Saito negó con la cabeza.
—No, solo me pidió que trajera esto.
Dicho esto, levantó las bolsas que le había dado Yamato y se las mostró a Izumi. Ella las tomó y, al abrirlas, vio que contenían pescado fresco, aún conservando su brillo natural y sin ningún rastro de mal olor.
—Como siempre, de excelente calidad —comentó con una leve sonrisa.
Acto seguido, sacó una pequeña bolsa del mostrador y se la entregó al niño.
—Dásela a Yamato y dile que, como siempre, agradezco su mercancía.
Saito asintió y se giró para marcharse, pero antes de cruzar la puerta, Izumi lo detuvo con un comentario inesperado.
—Espero verte más seguido, Saito. Hace tiempo que no veía a un niño tan encantador como tú por estos lares.
El pequeño se giró con una sonrisa sincera.
—Yo también lo espero.
Izumi lo contempló en silencio por un momento antes de añadir, con una expresión juguetona:
—Ahora que te observo mejor… Para ser tan joven, eres bastante lindo y adorable. Tanto que me dan ganas de saltar el mostrador y comerte a besos.
Lo dijo con un tono pícaro, solo para molestarlo, esperando verlo avergonzado. Pero la respuesta de Saito la tomó por sorpresa.
—Si una jovencita tan hermosa como usted hiciera eso… no tendría ninguna objeción.
Izumi se quedó boquiabierta, sintiendo un leve calor subir a sus mejillas. Nadie, salvo su padre, la había elogiado con tanta naturalidad antes.
Saito, sin darle mayor importancia, le dedicó una última sonrisa antes de despedirse.
—Debo irme. Tengo que entregarle esto al señor Yamato. Cuídese mucho, señorita Izumi.
Y con esa despedida, salió del restaurante.
Izumi se quedó viéndolo marcharse, sumida en sus pensamientos.
—"Qué niño tan extraño… No recuerda quién es ni de dónde viene, pero tiene la educación y elegancia de un caballero. Algo que muchos hombres hoy en día no pueden presumir. Y además… es increíblemente lindo para su edad. Seguro lo será aún más cuando crezca."
Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios al imaginarlo unos años mayor.
—"Si ese es el caso… entonces esperaré a que cumpla la mayoría de edad. Y cuando lo haga… lo haré completamente mío. Y eliminaré a cualquier solterona desesperada que intente arrebatármelo."
...Continuará....
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Comments
Ánh sáng
No puedo creer lo que acabo de leer, necesito más please
2024-01-06
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