La tejedora.

Mil veces había tejido, no era su primera vez, aun así, sus manos temblaban, la noche anterior vio a un viejo hombre, que usaba para caminar un nudoso bastón; Riva estaba huyendo de su ciudad natal pues ese mismo señor ordenó a todos hacerlo, ella fue una de las últimas en salir, y la que más tiempo se había demorado en el camino, pues llevaba a su anciana madre:

_ Vete hija mía _ le dijo su madre sentada en el sillón de la casa _ yo casi no puedo caminar y seré una carga para ti _ la tejedora abrazó a su anciana madre

_ ¿ Cómo crees mamá que me voy a ir sin ti? _ preguntó llorando _ a paso lento iremos, no te preocupes.

Luego recogió lo imprescindible para el viaje: ropa, comida y agua, cuando llegó a su cama, en la cabecera, observó el estambre, las agujas y los hilos, muchas veces los había utilizado desde que su madre le enseñó; en ese momento lo recordó, Riva tendría unos siete años, cuando comenzó a tejer, su mamá aún guardaba su primera obra, era un pequeño mantel, para una mesita de juguete, eso siempre lo llevaba en el bolso la anciana mujer.

Una vez en las puertas de la casa, miraron quizás, por última vez el interior, a su mente vino las veces en que jugó, corrió, amó y tejió en esa casa; con lágrimas en los ojos cerraron la puerta y comenzaron su viaje hacia Azielpa.

Fueron unas de las últimas en abandonar la ciudad, el lento caminar de su madre las retrasaba mucho, aun así, la llevaba del brazo.

Riva era una mujer muy fuerte, aunque nunca se había ejercitado, su madre decía que esa fortaleza era hereditaria, ya que ella en su juventud fue una temible guerrera, esto siempre alegraba a Riva casi tanto como a su madre. Pero esos años de gloria de la anciana guerrera habían pasado hace mucho tiempo, ahora era "solo una vieja", como ella misma decía, estaba más cerca de noventa que de los ochenta, arrugas adornaban su blanquecina piel, en los últimos años había ganado mucho peso pues casi no se levantaba de la silla logrando que sus piernas se entusiasmen casi por completo.

Cinco días después lograron salir de los alrededores de su ciudad y tardan otros siete en perderla de vista; en ese tiempo descansaban diez o doce veces por día y tenían que dormir muchas horas.

Riva temía que su madre no fuese a aguantar el viaje, pero no tenían otra opción, si hubiesen decidido quedarse en la ciudad, no estuviesen vivas, si se rendían ahora, solo les iba a esperar la muerte, tenían que llegar a la capital del reino de los melchores cuanto antes.

Una noche mientras preparaba la hoguera sintió ruidos a lo lejos, sintió miedo, pero quiso ir a observar; caminó un largo tiempo hasta que llegó a un lugar y quedó con la boca abierta, enseguida se agachó donde estaba y se escondió detrás de unos arbustos, vio a miles de bárbaros en su campamento, a lo lejos observó una hoguera gigante y supuso que era su ciudad natal.

Arrastrándose y sin llamar la atención salió del lugar, cuando llegó a donde estaba su madre, contempló como esta dormía plácidamente, sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar. Según lo que vio, no tenían ningún tipo de salvación, si seguían a ese ritmo los bárbaros les darían alcance y no quería abandonar a su madre.

Partieron muy temprano en la mañana, pues el sol aún no había salido, comieron unas manzanas y tomaron mucha agua y retomaron su camino.

En la noche volvieron a detenerse, prácticamente no habían adelantado casi nada; Riva sentándose comenzó a tejer y fue entonces cuando llegó el anciano hombre con su bastón nudoso:

_ ¿Puedo pasar la noche con ustedes? _ preguntó mientras se acercaba, Riva lo observó de arriba a abajo y sintió paz cuando lo miró a los ojos

_ Claro que puede mi señor _ en un plato le sirvió un poco de caldo que había preparado, el hombre lo aceptó y después de comer, amarró su burro a un árbol

_ Ustedes son las últimas melchores que están por esta zona _ comentó el hombre

_ Es por mi culpa _ dijo la anciana _ si no fuese por mí, ella _ señalo a Riva _ ya se hubiese salvado

_ Pero madre _ dijo Riva quien no pudo terminar la frase pues el hombre la interrumpió

_ No es su culpa señora _ dijo con dulzura _ ella tenía que estar en este lugar y en este momento para que yo hablase con ella, pero antes tengo una pregunta que hacerte _ el hombre se acercó a la anciana _ ¿Usted es la gran Rut? _ la anciana sonrió

_ Ya sabía yo que tu cara me resultaba familiar _ dijo la anciana _ tú eres el joven siervo del antiguo profeta _ Abel rio a carcajadas

_ Bueno, ya no soy tan joven, pero ese soy yo _ Riva escuchó atentamente la historia que contó su madre a continuación:

_ Hace mucho, pero mucho tiempo, cuando yo era una afamada guerrera, se acercó a mí un gran hombre, era el profeta, me encomendó una misión, tenía que ir al territorio de las hordas y buscar un antiguo libro, este joven _ dijo señalando al profeta Abel _ fue conmigo y me ayudó.

Las historias siguieron durante la noche y al amanecer el profeta le dijo a Riva:

_ Tienes una misión especial _ la tejedora siguió tejiendo mientras lo escuchaba _ tienes que ir al mar y montar en una barca que te llevará a una de las siete islas, allí te entrevistarás con el rey y le pedirás ayuda _ Riva comenzó a temblar

_ ¿Qué pasará con mi madre? _ el profeta tomó a la anciana de la mano y la subió a su asno _ irá conmigo a la capital, yo tengo que hablar con el tozudo rey Yahir que no está cumpliendo con su misión _ la tejedora quiso decir algo, pero su madre la interrumpió

_ Encantada de ir con usted señor profeta _ mirando a su hija le dijo _ mi misión yo la cumplí con éxito, ahora te toca a ti _ rebuscó algo en su bolso y se lo entregó _ toma _ la joven cogió el mantel que reconoció al instante _ siempre lo he llevado conmigo, ahora te toca a ti, algún día enséñale a tus hijos a tejer y así seguirás con la herencia familiar.

Cuando perdió de vista madre, lloró con armadura, antes de que partiera le regaló un sobretodo tejido por ella mientras huían y su anciana madre sonrió orgullosa.

El mar no estaba lejos de allí, así que aceleró lo más rápido que pudo para terminar su misión cuanto antes.

Al llegar observó a cinco personas alrededor de una hoguera y vio una barca de un pescador a lo lejos, sentándose en una roca, esperó.

Varias horas después apareció un barquero, comprendió que era ese y se acercó, el barquero no dijo nada y ella tampoco; la barca era para dos personas, poseía un único mástil en el centro y la insignia dibujada en la vela eran lenguas de fuego.

El viaje fue un tanto aburrido, así que, sacó sus instrumentos y comenzó a tejer. Cuando desembarcaron le regaló al barquero una bufanda, este sonriendo la ayudó a bajarse del bote y le orientó hacia donde tenía que ir.

Quedó sumamente maravillada con el castillo, era inmenso, blanco como la espuma, cuatro torres emergían desde su interior, las puertas eran de algún tipo de madera blanca y estaba tallada siete tronos en las mismas.

_ Bienvenida _ dijo una apacible voz detrás de ella, al voltearse vio a un hombre con vestiduras blancas, su mirada daba paz y tranquilidad, su sonrisa era hermosa y el trato fue de una persona muy educada _ Soy el siervo de este castillo, mi señor no se encuentra, pero si me acompaña podemos esperarlo.

El siervo la llevó por diversas habitaciones, le enseñó el castillo desde arriba hasta abajo y hubo algo que llamó su atención, pasó por siete habitaciones muy parecidas, cada una tenía un trono en el centro, pero a la misma vez eran completamente diferentes:

_ Esta es tu habitación _ dijo el siervo _ puedes descansar

_ Necesito pedirle ayuda a usted _ dijo la tejedora _ mi país está siendo invadido por una malvada tribu bárbara _ el siervo se compadeció de ella

_ Mira _ dijo señalándole un cajón _ allí encontrarás lo que necesites para realizar un hermoso tesoro, voy a venir en la mañana, si no está terminado no te podré ayudar.

Cuando Riva abrió la caja sonrió, era hilo, aguja, telas y tijeras, así que se puso manos a la obra.

En la mañana el siervo llegó y tocó la habitación, la tejedora abriéndole le enseñó el trabajo: era una hermosa manta con bordados de plata en las esquinas, el siervo negó con su cabeza

_ No _ dijo _ esa no me gusta

_ Dame otro día, yo la haré para mañana _ el siervo se lo permitió.

Esa noche se esmeró el doble, tejió como nunca, abrió los demás cajones, cosió, picó, cortó y remachó y sonrió cuando el siervo tocó la puerta.

Tomó el traje en sus manos, era muy hermoso, tenía varios colores vivos, era como un cielo con estrellas que corrían de un lado a otro, los detalles eran de oro y plata, pero este volvió a negar con la cabeza

_ No me gusta _ miró a los ojos a la muchacha _ no quiero esto, necesito un tesoro mejor _ la joven comenzó a llorar, pues no sabía que podría hacer, pensó en su tierra, en su ciudad y en su madre, todo iba a ser destruido por su culpa, hasta que una idea pasó por su cabeza; rebuscó algo en su bolso y se lo dio al siervo, este sonrió agradecido

_ Esto es lo que estaba buscando _ dijo mientras sujetaba en sus manos el pequeño mantel _ no te preocupes la ayuda irá a tu tierra.

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Yenisvel Ricardo

Yenisvel Ricardo

Tiene buenos sentimientos

2024-01-09

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