El comerciante

El siervo tardó más de lo esperado buscando a su joven señor, pero no lo encontró donde esperaba, sino estaba apostando en una pelea de esclavos. Al enterarse de que el gran profeta lo esperaba en su casa estuvo apunto de desmayarse, pero recomponiéndose acompañó a su siervo.

Cuando el joven comerciante llegó se arrodillo ante el profeta Abel :

_ Levántate hijo de Lavar _ luego preguntó _ ¿ Dónde estabas? _ el joven tornandoce rojo de verguenza tartamudéo en voz baja

_ Señor, usted sabe donde estaba, le ruego que me perdone y no diga nada _ el profeta acariciando su barba se volvió a Lavar y le dijo

_ Comenzemos hijo mío.

En el transcurso de la cena, la familia de Lavar habló con el profeta y este le profetizó varias cosas que le aconteserian en un futuro cercano, el único que no dijo nada en toda la cena fue Carmelo, quien no levantó la vista de su plato.

Cuando termino la cena, levantándose y limpiando su boca, el profeta añadió:

_ Me pareció deliciosa la cena, pero ahora tengo que aclarar el motivo de mi visita _ girandoce hacia Carmelo dijo _ hijo, tienes que venir conmigo para realizar una misión que salvará todo este territorio _ el joven comerciante sorprendiendoce en sobremanera añadió

_¿ Yo? _ tosió el joven _ ¡No puede ser! yo no puedo, ¡ Mírame! usted sabe como soy _ el profeta sonrió

_ Exactamente por eso, tienes que ser tu, ya sabrás que hay una amenaza desde el este, una horda de bárbaros nos atacan y tienes que partir hoy mismo _ el padre arrodillándose lloró a los pies del profeta

_ Gracias _ dijo entre sollozos _ nos honras con tu petición, claro que irá contigo _ la esposa de Lavar dió un paso al frente

_ Pero querido _ no logró terminar la frase, pues el profeta lanzandole una mirada imponente la calló al instante .

El joven Carmelo acompañó a regañadientes al profeta, juntos salieron a las afueras del establecimiento:

_ Muchacho _ dijo el profeta con voz ronca _ ahora no lo entiendes, pero debes hacerlo, si no todo lo que conoces desaparecerá _ Carmelo en verdad no lo entendía, pensaba que el profeta estaba equivocado o que pronto despertaría de una borrachera en brazos cálidos, pero no fue así _ mira, nos atacan por el este, la única esperanza es que vallas al mar, cuando estés en la arena, veras a un barquero, monta en su barca y sabrás que tendrás que hacer _ luego vió alejarse al profeta y sintió un gran tedio en su corazón, no quería cumplir aquella misión.

Al entrar en su casa vio a su padre muy feliz en el sillón, en sus labios traía la vieja pipa del abuelo y sus ojos lo observaban orgullosos, era la primera vez que su señor padre sentía ese sentimiento hacia su hijo menor.

Hasta la media noche estuvo obligado a escuchar un gran discurso de su padre, de como el abuelo había luchado en las guerras nómadas y de de los valores familiares, eso no era que no le interesara, pero para el gran Carmelo había cosas más importantes : apostar, beber vino hasta perder el conocimiento, dormir bien acompañado y otras cosas que los jóvenes deberían hacer.

En cambio su madre estaba desconsolada, cuando logró encontrarla notó como lloraba a cántaros arrodillada frente a su cama, pero eso no parecía importarle a nadie más, exepto a él.

Su madre era muy diferente a su padre, ella si lo entendía, lo apoyaba, siempre le defendía cuando su padre le decía que era un vago que derrocharia la fortuna familiar en vicios y malos deseos, su madre abogaba que él era un joven, y como tal debía disfrutar la vida y los placeres que esta da.

Toda la noche pensó en su misión, en el profeta, en el llanto de su madre y en los ojos orgullosos de su padre.

Para despedirlo sus padres ordenaron preparar un gran desayuno, muchas frutas, ensaladas, variedades de carnes y vino, pero para su desdicha, no en abundancia.

Toda su familia lo acompañó hasta la puerta principal, los hombres iban alegres conversando, riéndose y contando chistes, mientras que su madre sollozaba constantemente. Al llegar a las puertas se despidió de todos, sus hermanos lo abrazaron y bromearon acerca de su misión, su madre besandole la frente lo despidió y lloró pegada de su cuello, pero la mayor sorpresa se la llevó cuando miró a su padre, pues con lágrimas en los ojos le dijo lo orgulloso que se sentía de llamarlo hijo.

Montó en su camello, sujeto las riendas con una mano y se despidió agitando la otra, mientras más se alejaba más pequeños veía a su familia, hasta que desaparecieron de su vista.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos bajó del camello, y a la sombra de un árbol sentándose sacó su pellejo y comenzó a beber.

Entrecerró los ojos, dió dos o tres cabezazos y quedó profundamente dormido, al despertar notó que la oscuridad lo había engullido completamente y a tientas buscó las piedras de fuego, luego de golpearlas un par de veces, hizo una fogata. Al momento sintió el calor del fuego y se sintió tranquilo, todo a su alrededor se iluminó, empaló un conejo y comenzó a asarlo.

^ Antes de irme agarré dos bolsas, una tenía caballos de oro, la otra pescado de plata, me pregunto: ¿ Qué pasaría si empezara una nueva vida en otro lugar? ^ pensó Carmelo mientras mordía un trozo de carne ^ De seguro mi madre moriría de pena, mi padre y mis hermanos me odiarían eternamente y eventualmente darían conmigo en uno de sus viajes ^ llevándose las manos a la cabeza suspiró, tuvo deseos de gritar pero fue interrumpido por una enfermiza voz chillona:

_ Disculpe joven _ al voltearse el comerciante vio a una joven bien vestida, vestía lino fino, tres pulsas de oro colgaban de sus brazos y unos pendientes de oro daban vueltas en sus orejas _ ¿ Me puedo sentar?

_ Claro que si _ dijo zalamero _ ¿Desea algo más?

_ A decir verdad sí, me podrías invitar a cenar, tengo hambre _ ^ Bueno de seguro me pagará algo por mis servicios, porque si no, seré yo quien me quede sin nada ^

Ambos sentándose compartieron la cena, Carmelo no perdió oportunidad para contemplar su belleza y de vez en cuando le invitaba a tomar más vino.

La desconocida, alegre por el vino, habló de su vida personal sin ningún problema:

_ Soy una viajera acaudalada _ decía la misteriosa mujer _ he viajado de un lado a otro por este extenso territorio, me enfrenté a todo tipo de males ,logré amasar una inmensa fortuna, cuando nadie esperaba que lo hiciera _ tomando un poco más de vino agregó _ ¿ Y tu, cuál es tú historia? _ Carmelo rascándose la cabeza sintió vergüenza ^ ¿Qué le puedo decir?^

_ Bueno, vivo en Lavi-Lavi, vengo de una acaudalada familia de comerciantes y soy el menor de cuatro hijos _ dudo un momento antes de continuar _ y ahora estoy enfrascado en una importante misión

_ ¿ Te darán mucho dinero? _ interrumpió la mujer

_ La verdad es que no, pero me fue encomendada por alguien importante

_ ¿ El rey te envía? _ volvió a interrumpir

_ No, fue el profeta _ pero antes de terminar la oración su acompañante rió a carcajadas

_ ¡No me digas! _ exclamó entre risas mientras le daba palmadas en la espalda al joven comerciante _ ya veo que es un viaje gratis, si yo fuera tu, no lo haría _ Carmelo sonrió avergonzado, en realidad, no quería cumplir con la misión, y sabía que no ganaría nada de valor haciéndola, y ¿ Por qué no seguir escuchando a aquella desconocida?

La noche transcurrió muy rápido, la desconocida le contó mil historias, cientos de formas para amasar grandes fortunas, entre risas y vino llegó la mañana

_ Muchacho _ dijo la desconocida _ pareces un hombre inteligente, deja toda esa basura del profeta y ve por el mundo ganando dinero, será mejor para ti _ didiciéndolesto montó en su camello y antes de partir quitándose un anillo lo lanzó hacia el comerciante _ toma, como paga por tu comida _ dando media vuelta se marchó.

Carmelo montó en su camello, cambio de rumbo y dirigiéndose al sur, se alejó del camino principal, una sonriza se dibujaba en su rostro y de vez en cuando silvaba una canción.

_ Debería impezar por la ciudad de Elonislam _ dijo en voz alta, como si conversara con alguien _ luego iré a Ittaigil, según he escuchado es donde más compañía calida hay _ y siguió así un buen rato hasta que vió a un hombre vendiendo unas obras de alfarería:

_ Disculpe joven _ dijo el hombre _ ¿ Desea alguna obra de alfarería? _ Carmelo bajó de su camello, siempre le habían gustado las vasijas de barro, y esas como pudo comprobar eran de muy buena calidad :

_ ¿ Quién fabrica estas obras maestras? _ quizo saber el joven _ deben costar una fortuna

_ Un artista siempre agradece cuando valoran su obra _ Carmelo sorprendiéndose tomó una lámpara en sus manos preguntó el precio _ son tres pescados de plata _ de buen grado el comerciante pagó su nueva lámpara y la acomodó en su zurrón

_ ¿ Donde vives tú? _ preguntó el joven

_ No tengo casa fija _ fue la respuesta del alfarero _ las aves tienen un nido al que regresar, pero yo no lo tengo, soy un andariego, que va por los caminos vendiendo sus obras y dando el dinero a los pobres _ Carmelo no lograba comprender, ^ ¿Cómo es posible que un gran artista como él fuese pobre? ^ pero antes de formular la pregunta una lágrima resbaló por su mejilla _, pero nunca más será así, el profeta está diciendo en los pueblos, aldeas y ciudades que nos atacan desde la muralla este

_ ¿ Tu crees en esas cosas? _ preguntó Carmelo en tono indiferente, el hombre mirándole asustado exclamó

_ ¡ Claro! fue el profeta quien lo dijo, y el no miente _ Carmélo miró fijamente las obras de alfarería, rascó su cabeza, las vena de cuello comenzó a incharse, respiró profundo y sacó dos bolsas del zurrón:

_ Ten buen hombre _ dijo extendiendo las bolsas _ da esto a los necesitados y esto también _ se quitó el anillo de su deseo índice _ ¡ Tengo una misión que cumplir! _ y puso rumbo al mar.

Cuando llegó a la orilla del mar era la hora de la pesca, pues vio a varios pescadores echando sus redes al mar, cuando de repente observó una extraña barca, era pequeña, lo justo para llevar dos personas, una vela sobresalía y un remero lo observaba fijamente:

_ Sube _ gritó el remero mientras lo apuntaba con su dedo índice _ es hora de irnos _ el joven comerciante amarró su camello de un poste y con paso lento se dirigió a la barca, montó y cuando se hubo sentado, el barquero remó con fuerza

_¿ A donde me llevas señor? _ preguntó el joven consternado, el barquero le dedicó una leve sonrisa

_ Al palacio del gran rey, pero eso ya lo sabías ¿ o no?

_ Si, eso lo sé, pero no se que hacer cuando llegue _ en su cara sé notaba un poco de desesperación _ ¿me darías un consejo?

_ No, no puedo _ respondió el barquero _ pero recuerda que la abaricia no es buena, pues envenena con dulzura el corazón más noble _ aunque Carmelo sabía leer, escribir y contar, prefirió no voler a preguntar nada así.

De un momento a otro el barquero dejó de remar y Carmelo se dio cuenta de que habían entrado en la gran niebla, sintió miedo,, pero a la vez paz, sintió tristeza y alegría, se sintió vivo pero a la vez que algo en eélestaba muriendo.

Al amanecer desembarcaron en una hermosa isla, Carmelo vio que los alrededores del castillo habían cientos de árbol frutales, sintió el olor que desprendían los manzanos y limoneros, se antojó de comer alguna pera y se mareó al percibir el olor a guayaba.

El castillo era una fortaleza bien protegida por cuatro torres, dos a la izquierda de la puerta y dos a la derecha, alrededor habia una fosa con agua, como protección para invasiones; la puerta wra de roble, los remaches de hierro y bronce.

Cuando estuvo delante de la gran puerta esta se abrió y bajó transformándose en un puente levadizo. Del interior del castillo salió un hombre vestido con trajes de algodón y lino, alto de barba rala y pelo negro:

_ Bienvenidos al castillo de mi señor _ dijo el hombre abriendo los brazos _ yo soy el siervo del rey de este castillo, ahora el monarca no se encuentra, pero yo estoy aquí para servirte _ Carmelo agradeció al hombre y juntos entraron al palacio.

Mientras caminaban por la gran sala, observó cientos de candeleros, los de la derecha eran de oro puro, mientras los de la izquierda eran de plata, todos tallados de manera muy fina y precisa. De momento el siervo se detuvo frente a una puerta de madera:

_ Este será tu dormitorio _ dijo abriendo la puerta _ descansa un poco, si así lo quieres _ añadió mientras señalaba otra puerta _ o puedes darte un baño _ luego de decir esto se marchó.

Carmelo observó atentamente el cuarto, era amplio, la cama estaba ubicada en el centro, tenía una mesa al costado izquierdo, encima de esta un candelabro, muchos libros, entre ellos uno abierto y una silla; del lado derecho una erguía una gran ventana que daba la vista al mar y a la niebla, pero lo extraño que la niebla estaba al oeste; siguió observando la habitación y en las paredes vio diversos cuadros, algunos tenían frutas, mientras que los otros tenían animales extraños que nunca había visto : uno era un elefante raro, con unos gigantes colmillos y gran pelaje, fue el que más llamó la atención del joven, otro era como una lagartija, pero mucho más grande y feo, sus colmillos eran como espadas y estaba cubierto de plumas, mientras que otro era un ave reptiliana pero sin una sola pluma y con un gran pico, finalmente miró hacia el suelo, una gran tela roja extendida con diversas líneas que forman dibujos era la alfombra.

Sintiéndose cansado, se sentó en un sillón y mientras veía las llamas pensó ^ Hasta la fecha no me ha faltado nada, siempre que he querido algo lo he conseguido, mi madre me consentía en todo y gracias al dinero de mi padre vivo con muchos lujos, tengo vicios, me gustan las peleas de esclavos, las bebidas fuertes y las cálidas compañías, pero aun así me siento solo ^ interiorizando sobre estos asuntos, el joven comerciante quedó profundamente dormido, solo logró despertarse cuando sintió los toques de la puerta, se levantó de la cama y abrió:

_ Disculpe usted que interrumpa su sueño _ decía con cortesía el siervo _, pero es la hora de la cena, haga el favor de acompañarme _ otra vez caminaron por un largo pasillo, subieron una enroscada escalera y pasaron por la sala del trono, allí observó un hermoso trono cubierto por rubíes, zafiros y diamantes; pero no se dirigían hacia allí, luego de girar tres veces a la derecha llegaron al gran comedor. La mesa principal era inmensa alrededor de ella había catorce sillas, contempló los vasos y platos, todos estaban impecablemente limpios. Luego de sentarse vio como el siervo se arrodillaba ante él, no entendía la razón, traía una toalla y un balde con agua:

_ ¿Qué haces? _ preguntó sobresaltado el joven comerciante

_ Te estoy sirviendo señor _ y añadió el siervo _ debes estar limpio para lo que se avecina _ aunque un poco incómodo, Carmelo dejó que el siervo continuara con su acometido.

Cuando terminó de lavar sus pies, levantó una magia y en un segundo la mesa se llenó de comida de todo tipo, pero antes de que Carmelo preguntara nada este dijo:

_ Disfrute por favor _ hizo una reverencia _ cene en paz y tranquilidad.

No se decidía que comer, había carnero, buey, conejo, pollo; frutas variadas: Manzana, pera, guayaba, cereza; bebidas de todo tipo: refrescos, hidromiel, cerveza, vino; en fin Carmelo comió de todo un poco.

Luego de terminar la cena, el siervo lo condujo a un sillón cerca de la chimenea y depositó una copa de oro llena de vino en su mano, el joven comerciante la llevó a sus labios y cuando pasó por su paladar, una ola de recuerdo llegaron a su mente.

Una vez cuando era niño jugaba con un muchacho de la calle muy a menudo, hasta que su madre lo descubrió y después de regañarlo con severidad le dijo que no podía volver a jugar con su amigo. Otro recuerdo llegó a su mente, esta vez él iba con sus hermanos, un mendigo les pidió monedas y cuando Carmelo se las iba a dar, sus hermanos se burlaron por ser bobo. Recordó cuando era adolescente y se enamoró de una campesina, su madre montó la cólera más grande que nunca había visto le pagó al padre de la joven para que la desposara con otro campesino más y le prohibió bajo pena de perder toda su herencia que jamás debía volver a verla:

_ Todo esto hizo gran mella en ti _ dijo una voz ronca que Carmelo no logró identificar, pero que venía del trono _ pero también recuerda cuantas veces pudiste ayudar a alguien, pero no lo hiciste _ el joven comerciante se echó a llorar, pues recordó cosas malas que había hecho en el pasado: Una vez robó una gran suma de dinero a su padre para beber hasta emborracharse con sus supuestos amigos, recordó como los esclavos en el rin pedían clemencia y el se reía, recordó como manipuló la vida de sus seres queridos solo por diversión y lloró amargamente.

_¿Por qué lloras, muchacho? _ Carmelo logró identificar esa inconfundible voz chillona, era la mujer rica que vio en el camino _ te dije que te fueras lejos de aquí, pero no me hiciste caso, ¿Por qué?

_ El profeta dijo que todos corríamos peligro, y yo le creo _ dicho esto la mujer desapareció y delante de él vio al siervo que con una sonrisa y los brazos abiertos dijo:

_ Bien hiciste en venir, pero mejor hiciste al darle todo lo que tenías a los pobres _ dándole unas palmaditas en la espalda agregó _ vete en la barca y espera la respuesta a la orilla del mar, yo le haré saber a mi rey que cumpliste con la misión que te fue encomendada.

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Eriel Ricardo Velázquez

Eriel Ricardo Velázquez

¿Quién era esa mujer?

2024-01-16

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