El profeta

En una cueva de las montañas hermanas, habitaban dos hombres, uno de ellos, Abel : era el profeta de los Melchores. Era alto para ser un Melchor, delgado y con calvicie pronunciada, su siervo Aziel era todo lo contrario, joven, pequeño, sobre sus hombros caía una cabellera negra y espesa.

_ Aziel _ le dijo al joven _ prepárate hoy partiremos a Azielpa.

_¿Por qué mi señor? _ preguntó este

_ " Llegará el día en que los enemigos del gran rey atacarán el reino de los melchores " dice la antigua profecía, " ese día siete valientes viajaran a las islas de la niebla para buscar al caballero de la armadura de león y sus huestes" _ mirándole fijamente agregó _ ese día a llegado.

Aziel preparó los asnos, les dió de comer y beber, y sujetándo las riendas colocó una manta sobre cada uno.

El profeta tomó su bastón nudoso y su zurrón, llenándolo de comida y algún papiro antiguo.

Los dos montando en los asnos iniciaron la marcha hacia la capital.

Las hermanas como conocían al sistema montañoso ubicado al sur de la capital, eran siete montañas, una al lado de la otra, dando la ilusión desde abajo cual si fuese una fortaleza. En esas montañas el caballero león ungió al primer profeta, dándole la misión de predicar sus mandatos, los cuales llevaba Abel en el zurrón.

Desde donde estaban, divisaban todas las ciudades, desde el norte hasta el sur, observó desde Lavi-Lavi hasta Ittaigil. Y al lejano este veía las dos murallas separadas por el mar:

_ Observa el noreste y dime : ¿ Que ves? _ el siervo agudizó la vista para observar hacia la mencionada dirección.

_ Veo humo _ el profeta sonrió y apretó el paso.

_ "El ejercito enemigo asolara donde ponga el pie" , dicen las antiguas escrituras _ volteándose al siervo agregó _ apresúrate, todos tenemos una misión en nuestra vida y esta es la nuestra.

Se internaron en el tupido bosque " Soledad ", lleno de una diversa variedad de árboles : robles, manzanos, cerezos, almendros, anoncillos, entre muchos otros; enredaderas, trepadoras, rastreras, y muchas otras que desconocían el nombre, según se dice una tribu aborigen habitó en la zona tiempo atrás, pero a la llegada de dos tribus principales los Melch y los Ores, los oborigenes fueron desapareciendo hasta no dejar rastro.

Y adentrándose en un pequeño claro Abel notó el cansancio de sus asnos y prefirió descansar en aquel lugar.

_ Pasaremos la noche aquí _ dijo el profeta a su siervo _ dales de comer y hazlos descansar, los pobres lo merecen.

El muchacho no perdió el tiempo, les dió de beber y los hizo pastar, más adelante construyó una pequeña tienda para su señor e hizo una hoguera para pasar la fría noche:

_ Hace mucho tiempo _ contaba a la luz de la hoguera el profeta, mientras cenaban un pedazo de cordero _ dos tribus vivían en una guerra eterna que había destruido casi todo el territorio, todo esto cambió cuando una orda de salvajes invadió sus dominios, el sabio rey de los Melch se alió con la reina guerrera de los Ores para hacerles frente, pero aún así, no lo lograron, rogando pidiendo ayuda, y este vino allende del mar, los reyes ancianos de las islas respondieron sus plegarias, mandaron al caballero de la armadura de león, que en esas tierras pasó a conocerse como el caballero león, el junto a sus ejercitos hicieron retroceder a las huestes enemigas y los Melch y los Ores se unieron en una sola nación, uniéndose en matrimonio sus monarcas, e hicieron un pacto con el caballero _ el profeta suspiró _ dicho pacto no se cumple actualmente, es por eso que nos invaden de nuevo _ tocó el hombro de su siervo _ debemos rogar otra vez a los retes ancianos.

_ Pero señor _ dudó Aziel _ ¿ Los reyes ancianos viven aún?

_ Claro joven _ sonrió el profeta _ hay cosas que aún no entiendes, pero no te preocupes, pronto las entenderas.

A la mañana siguiente retomaron su viaje, por el camino, se encontraron a un hombre tirado en el suelo, rápidamente los viajeros aumentaron el paso hasta dar con el.

El siervo lo levantó del suelo y montandolo en su asno, siguieron su camino hasta llegar a la sombra de un baobab.

El hombre estaba muy herido, gemía de dolor, en un momento abrió los ojos y se asustó, pero el profeta le dijo :

_ Tranquilo, no te haremos daño _ lo tranquilizó _ yo soy Abel, el profeta, ahora estas fuera de peligro _ el hombre agarró el manto del profeta con dificultad.

_ Gracias por ayudarme _ dijo entre gemidos _ estoy agradecido de que usted, siendo el gran profeta, se haya preocupado por alguien como yo _ y llorando agregó _ yo no soy nada, y no merezco su ayuda _ el profeta conmovido, cerró sus ojos y tocó cada una de sus heridas, en un abrir y cerrar de ojos estaba curado, el asombro del hombre no se hizo esperar y enseguida se arrodilló para tocar sus pies _ Gracias _ decía llorando de alegría _ eres un buen enviado, si quieres desde hoy puedo ser tu siervo _ el profeta sonrió:

_ Gracias, pero ya tengo un siervo, pero ve a tu casa, toma a tu mujer, a tus tres hijos y ve rumbo a la capital cuanto antes _ el hombre asombrado por lo que le dijo el profeta hizo una reverencia y se marchó.

Esa noche acamparon cerca de la ciudad de Camarin, pero el profeta prefirió no entrar asegurando que no era el momento de visitar la ciudad.

Mientras la madera crispiaba devorada por el fuego, el profeta enseñaba a su siervo los papiros que llevaba en el zurrón:

_ Aziel, siervo mío, ¿ Cuántas veces te he leído este libro?

_ Cada noche señor _ sonrió el joven _ Usted me le un fragmento y lo explica para que lo logre comprender.

_ Muy bien _ dijo mientras abría el papiro _ hoy te enseñaré algo que nunca has escuchado: Los siete reyes viven en las siete isla detrás de la gran niebla, están sentado en sus siete tronos y viven en siete grandes castillos, cada castillo tiene un siervo que a su vez es un mayordomo, nadie puede navegar entre la niebla a no ser que el siervo mande a su barquero para qye lo busque en las orillas de mar Agudo.

_ Señor _ dudó unos segundos el joven para después preguntar _ ¿Por qué alguien tendría que ir a las islas de los reyes?

_ Buena pregunta siervo fiel, en la capital obtendrás la respuesta a tu sabia pregunta.

Azielpa la capital del reino de los Melchores, era inmensa, luego de pasar la primera muralla, donde los guardias se postraron ante el profeta y atravesando la gran puerta de reble se encontraba un laberinto de casas; un sabroso olor a pan y dulces de distintos tipos, desde donde estaba logró ver la segunda muralla que se alzaba como segunda defensa y protección para la clase alta, en las puertas de la segunda muralla se encontraron a un hombre que pedía limosnas, era lisiado de nacimiento que con gran pesar llegaba todos los días a las puertas a pedir limosnas:

_ Gran profeta _ dijo el lisiado _ ¿usted tendría la amabilidad de darle a este inmundo lisiado algún carnero de bronce? _ el profeta al verlo sintió lástima

_ No tengo ni eso, ni pescados de plata y muchos menos pescados de oro _ extendió su mano y agregó _, pero tengo esto para ti _ y agarrándolo con fuerza lo levantó, el hombre no lograba creer lo que pasaba, pero luego de tocar los pies del profeta y agradecérselo, con lágrimas en los ojos corrió por toda la ciudad gritando su dicha.

Los viajeros pasaron por el camino de las flores y una joven doncella luego de postrarse ante él, buscó algo en su cesta, y le regaló un ramo de flores:

_ Hija mía _ dijo el profeta mientras acariciaba su cabeza _ dentro de un año te desposaras y serás muy feliz en tu vida, además tendrás muchos hijos _ la doncella sonrojada agradeció y caminó aprisa.

Cuando llegaron al palacio, en vez de ir hacia la corte, el profeta se desvió rumbo a los jardines. Al llegar se arrodilló y limpió con sus manos un pequeño obelisco, raído por el paso del tiempo, dijo alguna plegaria en otra lengua y depositó el ramo de flores de la doncella.

_ Siervo mío _ dijo con voz cansada _ se están perdiendo las tradiciones de este país y ese es un poderoso veneno que acabará con los melchores, de seguir así.

En la corte estaba el rey Yahir sentado en su trono, al lado suyo su esposa, la reina Vanna, al llegar el profeta ambos se levantaron del trono y se acercaron a él para tocar sus vestidos:

_ Profeta Abel _ dijo el rey cuando se sentó en el trono _ le iba a mandar a buscar

_ Lo sé rey Yahir, por eso vengo _ su mano derecha sujetaba el nudoso bastón, y su izquierda descansaba en su espalda _ tenemos un gran problema al noreste de aquí

_ Eso mandó a decir el capitán Enós _ agregó el rey _ una tribu bárbara viene a destruir el reino

_ Es más que eso, rey de los melchores, eso es un castigo por alejarnos de las antiguas tradiciones

_ ¿Qué puedo hacer señor profeta? _ preguntó el rey consternado

_ Abrir tus puertas y dejar que el resto de tus súbditos, que viven en otras ciudades se refugien aquí

_ ¡Aquí! _ se alarmó el rey _ no tenemos espacio, además creo que debo movilizar el ejército para hacerles frente.

_ Como rey tú decides, pero en verdad, si mandas a tu ejército morirán todos _ los guardianes detrás de los reyes murmuraron algo y la reina tomó la palabra

_ Entonces buen profeta _ dijo la reina con tono dulce _ ¿Qué nos recomienda aparte de abrir las puertas?

_ El ejército enemigo es inmenso _ dijo el profeta mientras caminaba de un lado a otro _ necesitan semanas enteras para moverse solo un poco, mi siervo y yo iremos a las ciudades vecinas dando la voz de alarma, no te preocupes, yo sé que hacer, tu misión es proteger a tu reino, ¡Cumplela!

El profeta Abel y su siervo Aziel salieron de la presencia del rey, mientras caminaban por los pasillos una joven criada les brindó comida

_ ¿Cómo te llamas? _ preguntó el profeta, luego de comerse el pan

_ Soy Tamar mi señor _ dijo la sierva _ no soy nadie, no merece ni saber mi nombre.

_ Te equivocas _ dijo el profeta mientras sonreía _ eres una elegida.

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Comments

Estrella Mustelier

Estrella Mustelier

Un señor muy sabio

2024-01-20

5

Eriel Ricardo Velázquez

Eriel Ricardo Velázquez

Está historia está muy interesante

2024-01-16

3

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