Un urgente mensaje

Sintió un fuerte dolor en su muslo izquierdo, pero no le prestó atención, prefirió no ver lo que se imaginaba, prefería no ver lo evidente.

Cuando estuvo a una distancia razonable de la muralla, observó su muslo sin dejar de cabalgar, la flecha era de madera blanquecina, las plumas tenían un aspecto viejo y desagradable; estaba encajada en su piel hasta la mitad y le producía un punzante dolor cada segundo que permanecía en la bestia. Se percató en ese momento que el capitán no le había dicho el nombre del caballo:

_ Te pondré lucero _ le dijo mientras tocó con las espuelas al animal, el caballo aumentó la velocidad _ lo siento, amigo mío, pero tengo un urgente mensaje.

La noche cayó y en ningún momento quiso detenerse:

_ No te mueras por favor _ le dijo a Lucero _ y por favor perdóname, pero tenemos que ir más rápido _ tomó una pequeña fusta que colgaba de su montura y golpeó al caballo, este relinchó apretando aún más la velocidad _ ¡De verdad que lo siento amigo! Pero tiene que ser así.

Al amanecer divisó la ciudad de Lavi-Lavi ^ Puedo descansar cuando deje atrás el puente, cuando atraviese el río "Caliente" descansaré.

_ Y tu también Lucero _ jadeo el mensajero _ estás sudando mucho.

La ciudad de Lavi-Lavi era bastante grande, pero en nada se comparaba con la capital, la gran ciudad del rey Yahir, Azielpa, como la nombró los primeros reyes de los Melchores, hacia allí se dirigía.

Recordó nostálgicamente la ciudad, cuando era niño y jugaba al escondite o a lanzar piedras, pero su juego preferido era la guerra, se imaginaba que era un fiero caballero al mando de un gran ejército, montado en un pura sangre, con una plateada armadura y en sus manos una magnífica espada ^ Bueno ahora soy un caballero, tengo un corcel y estamos en guerra pensó amargamente.

Cuando hubo dejado atrás el puente se desmontó del caballo, acto seguido cayó sobre sus rodillas, sintió sus pies entumidos y un gran dolor en su herida.

Sentado en el suelo se rasgó el raído pantalón de herrero y vio la flecha clavada en su muslo; tomó un pequeño tronco del suelo, lo mordió, sujetó con ambas manos la saeta y jaló hacia arriba en un arranque de furia; fue tal el dolor que sintió que rompió el tronco con sus dientes, de la herida suspiraba un amarillento pus y un líquido ligado con sangre negra, arrastrándose llegó hasta el río y lavó su herida, sacó de su zurrón un pellejo y lo llenó de agua, luego tomó otro tronco y puso en práctica algo que aprendió de su padre, hizo un torniquete, sintió un poco de dolor, pero sabía que por lo menos tendría dos días antes de perder la pierna.

Levantándose como pudo, sujeto de su caballo, caminó hacia la sombra de un manzano. Comió una docena y muchas más el caballo, ambos las devoraron ansiosos pues tenían un hambre atroz. Guardó cuantas pudo en su zurrón.

_ Lo siento Lucero _ dijo Josafat mientras montaba en su lomo _, pero tenemos que partir, el reino cuenta con nosotros, cuenta con el caballero Josafat.

Partieron sin más miramientos, y pronto retomaron la máxima velocidad.

Sintió como el aire despeinaba su cabellera, vio diversos árboles en su viaje, de estar en otra situación se hubiese detenido a observarlos y descansar bajo sus sombras, como hizo seis años antes cuando él y su padre fueron a vivir en la muralla, la causa fue sencilla: la muerte de su madre. Muy dulce era Ana, recordó a sus padres, siempre juntos, siempre amorosos, nunca se peleaban, siempre se apoyaban mutuamente, hasta que un día su madre enfermó y poco a poco el brillo de los ojos de Ana fue opacándose, hasta esfumarse por completo, al igual que la felicidad de su padre.

^ ¡Concéntrate idiota, tenemos una misión!^ los bellos de su cuerpo comenzaron a erizarse y empezó a sentir frío.

_ Lucero, amigo mío, creo que estoy envenenado, necesito que vayas más a prisa o si no moriremos todos _ en ese momento sostuvo la fusta, pero antes de golpear al caballo, este aumento la velocidad _ gracias, amigo _ dijo mientras secaba el sudor de su frente _ que bueno que me comprendes.

En la distancia vio las ciudades de Noah- Zuriel y de Barack- Talá, sabía que el río Rojo estaba justo en medio de esas ciudades.

Una vez cuando tenía cinco o seis años fue a la ciudad de Noah-Zuriel a vender armaduras y armas al ejército de la ciudad. No era grande, ni tenía las mejores casas, ni tenía el honor de ser la más antigua de las ciudades, pero poseía un encanto único que hasta ese día no logró descifrar.

Al amanecer del segundo día traspasó el río Rojo, las ciudades y el puente, pero sentía muy cansado y un fuerte dolor en su pierna.

Desmontándose del caballo, pensó que caería, pero no fue así, en parte porque se sostuvo del animal. Se sentó en la hierba mientras el caballo pastaba, sacó una manzana del zurrón y la comió, luego otra y finalmente devoró la última manzana que le quedaba, sacó el pellejo y tomó agua y poniéndose en pie le dió a diocaballo.

_ Un día más, amigo _ le dijo con lastimosa voz _ solo un día más y podremos descansar _ el animal lo miró con sus cansados ojos y hasta le pareció a Josafat que le asentía con la cabeza.

Sostuvo con dificultad las riendas del caballo, ubicándose a un lado, intentó brincar, pero no lo logró, el dolor en el muslo era muy fuerte, lo volvió a intentar sin resultados, la tercera vez, al brincar, el caballo se agachó un poco, y con gran dificultad se acomodó en el lomo del animal.

_ Vamos mi amigo _ sonrió _ convirtámonos en héroes.

El caballo galopeó a gran velocidad mientras respiraba con dificultad, Josafat notó como a intervalos el animal bajaba su velocidad y el sudor corría por todo su cuerpo. Por otra parte, el nuevo caballero sudaba también, pero sintiendo frío, en momento se nublaba su vista, perdió en dos ocasiones la consciencia y casi cayó del caballo.

Al anochecer el dolor en su muslo era insoportable, cuando amaneció y miró su pierna se aterrorizó , era negra como la noche, al tocarla latía como si tuviera corazón propio e emitía un calor que contrarrestaba el frío que sentía por todo su cuerpo

_ Ahora no podemos detenernos, amigo _ dijo mientras se quebrava su voz_ ya veo a lo lejos la ciudad, veo a Azielpa desde aquí, oigo las ovasiones de los ciudadanos _ tocó la cabeza del animal _ ¿ No las oyes tu mi amigo? Oyelas, presta atención, dicen : Josafat, Josafat, Josafat, montado en su corcel _ soltó una frenética carcajada _ pronto llegaremos.

Antes de que el día llegase a su fin, vio como crecían ante sus ojos las murallas de la capital, vio las dos torres, la gran puerta, sintió el olor a pan, pescado y carne, se sintió niño, se volvió a sentir amado

Volvía a su ciudad luego de seis años, del trabajo, del frío, del calor, del dolor. Volvía y nunca más se iba a ir.

Justo antes de llegar a la puerta el caballo cayó muerto de cansancio, Josafat voló por los cielos antes de caer en tan dura piedra. Los guardias de la ciudad corrieron a socorrerlo y con mucha dificultad explicó lo que pasaba:

_ Nos atacan, vengo de la muralla del Este, todos han muerto, el rey, el rey debe saberlo, soy Sir Josafat, me nombró el capitán Enós, las viejas historias, las viejas historias son ciertas, por favor, notifiquen de inmediato al rey _ diciendo esto sintió cansancio ^ Mamá, que bella estas, no has cambiado en nada^, sus ojos comenzaron a cerrarse; Josafat sintió paz por un momento, sonrió y luego no volvió a sentir dolor.

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Comments

Estrella Mustelier

Estrella Mustelier

Está triste este capítulo

2024-01-20

6

Eriel Ricardo Velázquez

Eriel Ricardo Velázquez

Pobre hombre

2024-01-12

4

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