Las luces parpadeaban encima de ella, no había ningún rayo de luz proveniente del exterior lo que indicaba que era de noche.
Ante eso se reincorporó como pudo, despertó en medio del pasillo del edificio. Se escuchaba solitario, y además de cargar un fuerte dolor de cabeza se encontraba desarmada.
—¡Las reglas del juego son simples, comisario! —Exclamó la voz del desquiciado de Vini a través de un altavoz. —Solo podrás correr y esconderte. si llamas a alguien para que te rescate, pierdes. Si logras salir del lugar con vida, ganas.
—¡Maldito hijo de puta, no seguiré tus juegos!
—Corre lo más rápido que puedas, Erika comisario. —Dijo Vini. —Te daré la ventaja de un minuto...
De repente Eri escuchó unos pasos aproximarse a lo lejos, al final del pasillo se paró Vini con lo que parecían ser cadenas colgando. Sangre goteaba de él, pero eso no era lo más aterrador, sino la motosierra que cargaba en sus manos.
Eri se terminó de espantar cuando las luces sobre ella explotaron, dejando solo la luz que iluminaba al hombre lunático. Apenas inició el conteo Eri no dudó en correr lejos del pasillo.
Observó por la ventana que estaba en el piso más alto, lo que la hizo maldecir. A ver, las reglas decían que si lograba salir ganaría, así que haría todo lo posible; saltar de la ventana era su última opción.
Se consiguió un ascensor, pero Eri sabía que este no respondería tan rápido a su llamado, por lo que decidió bajar por las escaleras. Apenas bajó la primera porción escuchó la escalofriante risa de Vini.
—Tres, dos, uno... ¡Allá voy!
El vibrar de la motosierra aceleró el corazón de la comisario, la desesperación y la adrenalina subieron al límite. Corrió lo más que le permitieron las escaleras, las del primer piso estaban bloqueadas por una reja, por lo que tuvo que entrar al segundo y encontrar una manera de bajar.
Los pasos de Vini y el sonido de la motosierra se hacían más cercano, Eri en estado de pánico entró a una habitación y cerró la puerta con seguro. Ella nunca había experimentado ese tipo de miedo, sentía que su alma quería salir.
La mafia no había grabado nunca el miedo en ella, como lo estaba haciendo Vini. La mafia al menos era predecible, los psicópatas no lo eran.
Era escalofriante pensar que podía morir ahí y nadie se daría cuenta hasta que encontrarán su cuerpo descuartizado o picada en pedazos para alimentar a los animales.
Se estremeció con solo pensarlo, se escondió debajo de un escritorio con la intención de calmarse y moderar su respiración. Debía luchar, no había llegado lejos para que un desquiciado la asesinara.
Decidió romper las reglas y llamar a alguien por ayuda. Presionó el número de la fiscal, pero este repicó sin resultados. Lo intento una y mil veces, en vano, de inmediato era mandada al buzón de voz.
—Susana, necesito ayuda. Es Victor, es un criminal y quiere asesinarme. Por favor, ayúdame... —Habló Eri con voz temblorosa.
Estuvo a punto de marcar al 911 cuando escuchó como golpeaban la puerta. Eri temblaba del miedo, abrazó su celular mientras escuchaba como la motosierra era la que ayudaba a romper la puerta.
Tuve que haber llamado a Makar...
Pensó Eri en medio del llanto, él sin duda hubiese contestado y habría hecho lo posible por venir a salvarla. Tan idiota, perdió el tiempo llamando a la fiscal que nunca atendió.
—¿Estás aquí, preciosa? —Escuchó a Vini, a la par con el sonido de la motosierra.
Eri se cubrió la boca y observó los cuadros colgados en la pared fijamente, como en un intento de enfoque alterno en lo que Vini merodeaba por la habitación.
No va a encontrarme, no va a encontrarme...
—¿Sabes pequeña? Cuando era niño era mi especialidad encontrar personas perdidas. —Canturreaba el hombre entre risas burlonas.
Era increíble como había cambiado al actuar como un oficial tranquilo y sereno a un demente sanguinario que apenas hablaba erizaba su piel. De repente escuchó como algo se quebró, disimuladamente Eri divisó que Vini rompía cada cámara de seguridad que se atravesara en su camino en conjunto a las luces, sumergiendo todo a la oscuridad.
Eri no podía ver mucho, más escuchaba como los pasos de Vini se acercaban a su escondite. Contuvo la respiración como pudo, por su mente pasaban las cosas que haría si la atrapaba.
Unos minutos después, escuchó como la puerta se cerró, disminuyó todo sonido de presencia ajena y de la motosierra. Eri se quedó ahí unos segundos más, por si era una trampa o si podía escuchar algo más que no fuese su acelerado corazón retumbar en sus oídos.
Precavida salió de su escondite, y caminó con cuidado por la oscura habitación hacia la puerta. Una vez que salió corrió en silencio por el pasillo en busca de una salida, era difícil con todas las luces apagadas y las cámaras de seguridad rotas.
Eri solía reírse de las películas de terror, usualmente de las protagonistas estúpidas que tenían la salida frente a sus narices pero no escapaban. Nunca imaginó sentirse en la misma situación.
Los caminos estaban bloqueadas, por lo que siempre tenía que volver sobre sus pasos buscando otra salida en medio de las luces parpadeantes. No obstante, notó que los suaves pasos que escuchaba no eran los suyos solamente.
No quiso quedarse ahí parada a esperar lo peor, aceleró sus pasos y justo cuando dio la vuelta en una esquina fue sorprendida por un fuerte golpe que la tumbó al suelo.
—¡Te encontré! ¡Jaja! ¡Gané, gané! —Cantaba Vini se victoria mientras encendía la motosierra. —No puede hacer nada ahora, comisario...
Claro que si, tenía solo una opción y morir descuartizada a la mitad no era una de ellas.
Era hora de saltar por la ventana.
Como pudo Eri se reincorporó y comenzó a correr lejos de Vini que la perseguía con una risa maquiavelica.
—No sirve de nada correr, no hay salida.
Los sentidos de Eri se apagaron cuando fijo su atención en la ventana por la cual saltaría, dejo de escuchar la motosierra y las risas. Si iba rápido, o iba lento, no lo sentía. Solo iba a saltar, y si salía viva de ahí o no, estaba a punto de descubrirlo.
Estuvo suspendida en el aire esperando el fuerte golpe del suelo, cuando sorpresivamente cayó sobre un montón de basura que hizo más suave su caída.
Las luces de policía fueron su gloria, a toda prisa Eri corrió hacia las patrullas que eran lideradas por la fiscal. Aleluya, había escuchado su mensaje.
—¡Susana, gracias a Dios! —Expresó Eri recuperando el aire.
—Irasuegui, ¿Qué ha pasado?
—Víctor, él es el traidor. —Decía la comisario con dificultad al tener la respiración ajetreada. —Está allá adentro, quería matarme con una motosierra.
Los oficiales detrás de ellas intercambiaron miradas irrelevantes, y la fiscal no es como si se hubiese sorprendido en realidad.
—Inspeccionaremos el lugar, entren. —Ordenó Susana, entrando al edificio junto a un escuadrón.
—No se ve muy bien..
—Luce ida de si...
Seguía aturdida por la situación, pero eso no le impidió escuchar los murmullos de los policías sobre su estado. Era obvio que iba a estar así de mal, ¡Estuvo a punto de morir!
—¡Eri! —La fiscal la llamó desde la puerta. —¿Quieres acompañarnos?
Erika dudó en si volver a entrar, aun sentia escalofrios en su cuerpo. Ni siquiera se le dio a elegir en realidad, de una se le cedió un arma y la acompañaron al edificio.
...⭐️...
—¿Estás segura de que eso fue lo que viste? —Dudaba Susana, quien sostenía una conversación con Eri en el departamento sobre lo que pasó la noche anterior.
—Es verdad, si las cámaras estuviesen intactas lo verías con tus propios ojos. —Insistía la comisario. —Tenía hasta la prueba de ADN que confirmaba su identidad verdadera, pero ese maldito tuvo que haberla destruido.
—Si sabes que lo que me dices es una locura, ¿No? Víctor no es Víctor sino un tal Vincenzo que en realidad de Vini ¡No estás clara en lo que dices!
—¿¡Por qué estás empeñada en no creerme!?
—¡Lo digo porque yo misma lleve a Victor a su casa! —Recalcó Susana con hartazgo. —Él no se quedó a atacarte ni nada, porque yo lo ví alejarse del edificio.
—Preferirías que estuviese muerta, ¿verdad? —Soltó Eri, fulminando a la que creía su amiga con la mirada. —Si hubiese muerto descuartizada en sus manos, solo así me creerías.
Susana suspiró con frustración, ansiaba que ese conflicto tuviese un fin. Susana si estaba intrigada sobre lo que pasó anoche, cuando entraron vieron todas las entradas y escaleras bloqueadas, además de que las cámaras de seguridad se encontraron rotas. Sin embargo, todo lo que Erika testificaba era una total locura sin sentido, ya que no hubo presencia de alguien más en ese edificio.
La fiscal se sentó en su escritorio, aunque invitó a Eri a sentarse frente a ella está no la obedeció.
—Eri, he pensado que deberías descansar...
—¡NO! Maldita sea, no necesito descansar p unas putas vacaciones. —Se opuso Eri alterada. —El desgraciado está entre nosotros, se ganó tu confianza y en cualquier momento puede acabarnos...
—No está a discusión, necesitas relajarte. —Interrumpió Susana, sacando un papel de su cajón junto a un bolígrafo para escribir. —Tal vez debas ir a contarle tus inquietudes a un profesional.
Eri apretó los dientes de la impotencia, la fiscal se estaba burlando de ella.
—Me acusaron a mi de asesinar a Jacharí, te recomendaron que me interrogaran como animal y lo aceptaste. ¿Por qué cuando yo acuso a alguien, piensas que me equivoco?
—Porque al menos la acusación en tu contra tenía algo de sentido...
—¡Mamiii!
La pequeña Viridiana entró a la oficina con el uniforme escolar a abrazar a su madre, uno de los oficiales fue quien la trajo de la escuela.
—Hola hija mía, ven, siéntate con mami. —Susana recibió a la niña y siguió escribiendo, esperaba que la presencia de la pequeña aliviara la tensión.
Eri vió a Viridiana con intriga, luego sus ojos bajaron hasta la carta que escribia la fiscal, una nueva orden de suspensión junto a una recomendación de prueba psicológica. Erika sintió como su corazón volvía a partirse en pedacitos.
—Me he preocupado por ti... y tu solo me escupes en la cara como si no fuera nada. —Erika estalló, sin importarle la niña. —Eres una maldita zorra huele culos que llora ante un escándalo.
—¡No me hables así frente a mi hija! —Regañó Susana.
—¡Yo no soy la mala aquí, la mujer que envenenó a su colega con el café que trajo su niña lo es! —Reveló Erika, dejando a Susana sin palabras. —Metete tu papel por donde te entre, no me vas a sancionar nunca más.
—¿Qué te hace pensar que no puedo? —Cuestionó la fiscal con autoridad.
De repente, Eri sostuvo su placa y la tiró sin cuidado en el escritorio de la fiscal. Su ojos reflejaban determinación en conjunto a las palabras que soltó:
—Renuncio.
Los oficiales metiches escuchaban la discusión detrás de la puerta, y la mayoría al escuchar lo que dijo la comisario no pudieron evitar asombrarse o incluso desmayarse. Harta y con todos sus límites desbordados, Erika abandonó su placa y se dio la vuelta para salir del departamento, sin dirigirle la mirada a nadie.
—¿Pero qué ha pasado? ¿Cómo ha podido hacer eso?
—¿Se fue así sin más? ¿Qué ocurrió?
—No se alarmen... ella volverá. —Los tranquilizó la fiscal, todo el departamento estaba conmocionado por la retirada de la comisario. —No tiene otra vida u otro propósito a parte de este... Sé que Eri volverá.
En realidad, Susana no estaba segura de que eso fuese a ocurrir, aunque mantenía la esperanza.
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Comments
Julia Monta88lvan
lietal le cree a todos menos a ella ...
Erika renuncia y no vuelvas hasta q ella te ruege o acepte q se equivoco y debio creerte
¡¡¡¡Y donde demonias estabas Makar!!!!
¡¡¡¡si no hubiese sido x Susana Eri estuviera muerta!!!!
¡¡¡Idiota!!!!
Ay mi Eri nose pq pero algo va a pasar y te recompensaram x todo lo q has tenido q soportar
2024-01-14
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