CAPÍTOL DOTZE (12) - Nací para Esto.

Últimamente, una gran confusión se desarrollaba en la mente de Makar.

Luego de la muerte de su padre creyó que uno de sus deseos se cumpliría finalmente: ser libre. Desde que era un niño no conocía más que ese mundo, vivía rodeado de violencia y desconfianza, vivía huyendo a cada momento de ser atrapado por crímenes que en ese tiempo no había cometido.

—¿Mamá? —El despertó a mitad de la noche asustado por unos ruidos fuertes que venían de la habitación de su madre. Aunque estaba un poco asustado, tomó su osito de peluche y salió de su habitación a investigar.

Después de la Masacre de Fráncfort y de estar postrado en una camilla durante meses Makar se dio cuenta de que su deseo se cumplió, era libre de las cadenas de la mafia, todos pensaban que él estaba muerto.

Si, tal vez era un preso en contra de su voluntad, pero tampoco el se esforzaba en escapar. Y la razón fue porque su deseo se cumplió, más no de la forma que esperaba.

Esa libertad vino acompañada de la soledad.

—¿Mamá, estás ahí? —El pequeñó Makar entró en la habitacion de su madre, las puertas se encontraban abiertas de par en par. —¿Papá?

El pequeño de seis años se sorprendió de ver a su padre en la habitación de su madre, usualmente llegaba tarde por cuestiones de su nuevo trabajo.

—Hi-hijo. —Lindroich reaccionó nervioso, ocultando su arma detrás de su espalda. —Ve-Ven aquí.

Él solo tenía a Erika. Era lo más cercano que tenía a un ser querido en ese momento.

Admitía que más de una vez pensó en reclamar su herencia, pero eso significaría perder su libertad y encadenarse eternamente a la mafia. Sin embargo, le daba remordimiento traicionar a su gente.

Makar se acercó a su padre y le dio un abrazo de añoranza. Lindroich cargó a su hijo y se sentaron en la cama, el pequeño estaba tranquilo hasta que vio la sabana blanca que crubía a su madre y a su amigo desnudos manchada de un líquido rojo.

—Debes empacar tus cosas, hijo. Vendrás conmigo a un viaje muy largo. —Le informó su padre.

—¿Q-Qué pasó con mamá, papá? —Preguntó el pequeño confundido. —Ella me dijo que no podía entrar a su cuarto mientras estuviese con su amigo...

Lindroich suspiró sin saber como explicarle de buena manera la situación a su pequeño. Pero ahora su alma se encontraba podrida, y Makar no sería un niño para siempre.

Su padre sacó el arma que escondía y se lo mostró a su hijo sin pudor.

—Tu madre me engañó, hijo. Así que la puse a dormir como castigo. —Le reveló el adulto con oscuridad en su mirada. —La maté.

Lidiaba con una carga que no pidió, aunque curiosamente era una en la que se desenvolvía con maestría. ¿Había nacido para esto? ¿Para dedicarle su vida al negocio de la mafia?

El no podía pertenecer a la policía, no se identificaba con los principios de la ley a pesar de que los trabajos fuesen técnicamente "similares". Y al igual que Eri, tenía el presentimiento de que tarde o temprano lo descubrirían, y sin importar que quisiese remediar sus errores o salvara millones de vidas a ellos no les importaba. Viviría encerrado.

Nunca estaría con Erika si pasaba su vida entera en prisión.

—Mi señor. —El guardaespaldas se mostró ante él.

—¿Hiciste lo que te pedí?

—Si, las niñas fueron regresadas directamente a sus familiares. —Afirmó el guardaespaldas. —Y le dimos su merecido a Jacharí.

Makar volvió a tomar el mando. Su padre estaría orgulloso en cualquier lugar del infierno que estuviese viéndolo, mientras que Makar se cuestionaba remotamente si esto era para él.

Había nacido para esto.

...⭐️...

Erika no creía en el amor a primera vista.

¿Que no creía? ¡Que va! Estaba segura de que esa mierda no existía, era un cuento de hadas que se inventaba la gente inmadura.

Pero Eri había descubierto que no existía el amor a primera vista, existía la impresión. Ese gesto, esa maniobra, ese gancho que hizo que finalmente cayese a sus pies. Esa gesto que hace el amor nacer.

Y eso fue lo que sintió esa noche.

Cuando conoció a Makar por primera vez en su cautiverio en Ripe no lo vio como alguien malo, debido a que había sido el primer hombre que no la maltrató o abuso de ella en esa época. Con el tiempo, fue que empezó a sentirse cómoda con su presencia, llegó al punto de extrañarlo y de apreciar su compañía.

Eri se excusaba diciendo que eso no era amor, sino que su adolorida mente se fue adaptando a él para superar el dolor y la soledad del cautiverio, una especie de Síndrome de Estocolmo.

¿Pero ahora cómo se explicaba? No podía, no había excusa. Ver a Makar actuar de esa forma y el cómo la defendió delante de todos esos mafiosos hizo que todos sus sentimientos se descontrolaran.

—Lamento mucho tu perdida, Erika... —Reflejando gran tristeza, Susana se acercó a ella para consolarla, pensando que su trance se debía al "fallecimiento de Makar".

Por obvias razones Eri dio la excusa de que Makar murió durante el atentado en el Casino para justificar su ausencia. Lastimosamente, muchos de sus compañeros no habían tenido la misma suerte.

Fue un golpe muy duro para todo el escuadrón, entre ellos solo vivía el silencio y la tristeza. Los cuerpos de los oficiales fallecidos fueron velados con honor y respeto en Las Vegas, para luego ser transportados a sus ciudades natales donde las familias decidiría como darles sepelio.

—No importa, mi mayor interés es descubrir quién liberó a Jacharí. —Evadió Eri con indiferencia.

Ese era el mayor misterio que debían enfrentar, ¿Quién había liberado a Jacharí? Y podía apostar a que la persona que había liberado a la mafiosa también le había informado a los mafiosos de su presencia en el Casino.

Desde ese día todos los oficiales estaban en guardia, y no tenían noticias de Mariam o Rose Anne, lo que hacía preocupante su destino.

Erika quiso investigar junto a Susana la celda donde tenían encerrada a Jacharí, y para su sorpresa se encontraron a César interrogando a sus compañeros. Herrera también lucía abatido, de milagro sobrevivió al tiroteo en el Casino, más su deterioro se debía a que no había noticias de su hermana.

—Si buscan alguna señal de forcejeo no la encontrarán. —Comentó César de antemano. —La puerta fue abierta con llave, como si nada.

—No puede ser, yo misma la encerré después de la llamada. —Pronunció Susana. —¿Dices que alguien la ayudó a escapar.

—En efecto, por eso ando preguntando quien andaba de guardia en el momento que escapó. —Complementó César.

Eri notaba como el chico estaba dedicado, quería atrapar a la asesina de su padre para encerrarla tras las rejas. Erika comprendió su sentir, por lo que decidió acompañarlo en la búsqueda.

Eri y César salieron a reunirse con el resto de oficiales, la mayoría seguían depresivos, a los que César había interrogado sacaban sus conclusiones de quien podía ser el traidor.

—Los oficiales que estaban de guardia al momento eran Alfonso Gutiérrez y Víctor Bertucci. —Anunció la comisario. —Más les vale tener información sobre la fuga de Jacharí o serán los primeros culpables.

El silencio volvió a minar el área, nadie quiso decir nada, ni siquiera los implicados.

Fue ahí cuando Víctor levantó la mano para hablar.

—Mi compañero Gutiérrez desapareció toda la tarde mientras yo vigilaba el cuartel, no lo vi hasta que volvieron con la indeseada noticia. —Hablaba Víctor, reflejando su dolor. —Yo creo que es sospechoso.

—¡Mentiroso, eso es mentira! ¡Estuve ayudando a la fiscal en la tarde, al que yo nunca vi fue a ti!

—¡Negación, el primer signo de un traidor! —Señaló Víctor indignado.

Una discusión comenzó, sobre quien tenía la razón y quien no. A veces a quien elegían era con quien se llevaban mejor. Susana se molestó y con un disparo al techo los calló a todos.

—¡Silencio! ¡Estamos tratando un tema serio! —Exclamó la fiscal. —Que poco profesional de todos ustedes, de verdad es decepcionante su comportamiento.

—Quiero que hablen nada más los que fundamenten los testimonios de Víctor y Gutiérrez. —Habló Irasuegui. —Fiscal, ¿Es cierto lo que dice Gutiérrez?

—Si, pero también es cierto que no estuvo conmigo toda la tarde. Es más, creo que pasé mayor tiempo con Víctor que con Gutiérrez. —Comentó Susana.

—¿Alguien más?

Hubo silencio por algunos minutos, ante la presión de los superiores la que se atrevió a subir la mano fue una novata con lentes: Flor Elisalde.

—Yo... no se si sea importante, pero creo que Víctor es sospechoso. —Decía con inseguridad. —Desde que llegamos caminaba por los pasillos de las celdas más de lo habitual.

—¡Ja! ¿Ahora es un crimen patrullar? —Se defendió Víctor incrédulo.

—¿Y no es sospechoso que patrullar en exceso hizo que la prisionera escapara?

La discusión no pudo seguir. De repente a la sala entró alguien que dejó a todos los oficiales atónitos, nadie sabia como llegó ahí, pero al que más le causó furor fue a César.

—¿Ma-Mariam...?

César corrió hacia su hermana, quien lucía confundida y fuera de sí, el policía la abrazó con fuerza, aliviado de que estuviese viva. Eri también estaba conforme de verla en buen estado, y aunque tenía dudas del porqué se encontraba ahí, pensó que pudo ser obra de Makar.

—Llamen a la madre de Rose Anne, verifiquen si ella está con ellos. —Pidió Eri para comprobar.

—¡N-No me toques! —Mariam apartó a su hermano. —Tu estás feliz mientras que mi madre está allá afuera, herida y atada...

—¿Qué?

Los oficiales salieron apresurados de la sala, encontrándose efectivamente con Jacharí desmayada en la entrada de la comisaria. Sus heridas ni siquiera había sido tratadas y a su vez era cubierta de suciedad.

Nadie entendía lo que ocurría. Pensaban que los mafiosos habían regresado a Jacharí y a las niñas en una recaída de arrepentimiento.

—¡No se queden ahí, ayuden a mi mamá! —Gritaba Mariam alterada. Todos se encontraban estáticos al ver el cuerpo. —¡Son unos inútiles, ven que alguien muere frente a ustedes y no hacen más que mirar! ¡Cómo no es su madre no saben lo que sienten, desgraciados!

—Mariam, relájate. —Su hermano la sostuvo.

—¿¡Cómo pretendes que me relaje si veo a mi madre morir y no hacen nada!?

—La situación es complicada...

De inmediato buscaron atención médica para Jacharí, se la llevaron a urgencias pero le cambiaron las cuerdas que la ataban por esposas.

—Ya entiendo todo, ¿Antes de ser humana y mujer, es una criminal, no? —Cuestionó Mariam alterada. —¡Todos son unos hijos de perra! ¡Malditos!

—¡Mariam!

—¡Ella es la única persona que tengo! —Mariam comenzó a llorar de la desesperación.

—¡Mariam, me tienes a mi! ¡Tu hermano! —Exclamó César.

—¡Yo no te quiero! ¡Eres un maldito! —Mariam le empujó con toda su rabia. —¡Sé que siempre odiaste a mi madre por quitarte a papá, pero esto es injusto para mi! ¿¡Acaso quieres que sea infeliz por el resto de la vida!?

—¡Pues si Mariam, es razonable que odie a la asesina de nuestro padre! —César estalló, impactando a la adolescente.

—¿Qué? ¿Qué dices? —Mariam no podía creer esa revelación. —¡Estás mintiendo! ¡Mi mamá no lo mató, fue la tuya con sus celos enfermizos!

—¡Ella misma me lo dijo, Mariam! —Le recalcó César, haciendo que su hermana la viese a los ojos. —Tu bien sabes que papá murió en extrañas circunstancias...

—No quiero escucharte... no...

Mariam se derrumbó a llorar en el suelo, no había nada que la consolara en ese momento. Su vida estaba destrozada, colapsada. Eri y Susana observaron la escena apenadas, solamente se retiraron para que los hermanos tuviesen privacidad en su dolor.

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