CAPÍTOL DEU (10) - Beautiful, Dirty, Rich.

..."No tengo dinero."...

¡Esa era la frase de oro en la vida de Mariam!

Mariam despertó ese día como cualquier otro, a las 4 de la mañana para empezar su rutina de skin care. La adolescente dormía con una mascarilla humectante por toda la noche, se la quitaba al despertar junto a unos rollos que mantenían las ondas en su cabello.

Miles de cremas antimanchas, antiarrugas y antiojeras paseaban por el rostro de la adolescente, que a decir verdad no las necesitaba. Pero toda esa costumbre le fue inculcada por su madre.

Que por cierto no había llegado a casa, aunque tampoco le extrañaba ya que ella solía salir tarde del bar atendiendo negocios o quizá tratando de conseguirle padrastro. En fin, llegaría pronto a fingir ser la miserable vendedora del mercado que nunca tiene dinero.

Cuando el sol salía era que comenzaba su maquillaje para la escuela, su madre no llegó por lo que tomó una barra de chocolate y empezó con su maquillaje que se suponía debía ser sencillo, más no lo sería... ¡un momento!

¡¿Una barra de chocolate?! ¡Acaso estaba loca!

Mariam corrió al baño y en un instante se ocasionó el vómito para expulsar la barra de chocolate. Si su madre se enteraba de que ella comió iba a llamarla gorda lo que quedara de la semana.

La comida era un peligro para su figura, sobre todo los dulces, así que prefería expulsarlos antes de que hicieran efecto.

Debía estar lista para cualquier momento que un mafioso millonario entrará por la puerta del bar y conquistarlo. Desde que su madre heredó esos millones por acostarse con el viejo de Lindroich, ¿Qué le impedía repetir esa estrategia?

Era joven, pero se la consideraba madura para su edad. O al menos eso era algo que su madre quería que se mentalizara.

Recordaba que su padre quería que tuviese una infancia normal, más de una vez se desataba una pelea entre sus padres por el tema. Luego de que su padre murió no tuvo relevancia.

Con su maquillaje estilizado, su cabello bien peinado, su uniforme con falda corta y bolso de marca, Mariam salió rumbo a la escuela creyéndose diva y empoderada.

—Señorita Mariam.

La adolescente frenó ante la voz de un hombre, al girar vió que era uno de los guardaespaldas de su madre.

—¿Qué pasa, gorila? —Preguntó Mariam de mala gana.

—Su madre ha sido arrestada. —Reveló.

Mariam quedó boquiabierta, no supo si creerlo o no. No quería debilitarse con la primera.

—Estás mintiendo. —Negó Mariam al instante. Pero la expresión del guardaespaldas no daba buen augurio. —¿¡Y qué mierda hicieron ustedes para evitarlo!?

—Eso no es algo que podamos discutir ahora, tenemos otro objetivo ahora.

Mariam no entendió nada, de repente sintió como unos brazos fuertes la sostuvieron por detrás y un pañuelo con fuerte olor la hicieron caer en la oscuridad al olerlo.

...⭐️...

...DEPARTAMENTO DE POLICÍA....

¿Cómo era esto posible?

Se suponía que Jacharí estaba encerrada en ese mismo sitio, a menos de que tuviera un teléfono lo cual dudaba mucho le hubiese llegado ese mensaje.

¿Y amenazando a su propia hija? ¡Tenía que verla cuanto antes, maldito Víctor que no se quitaba de en medio!

—¡Mi querida comisario, que coincidencia encontrarla por aquí! —Para terminar de complicarlo todo, Gabriel Fregoso entró al departamento con su irritante sonrisa soberbia.

—¿Quién es usted? —Cuestionó Flor con el ceño fruncido.

—Yo soy Gabriel Fregoso, niña. La voz número uno de la Europa hispanohablante. —Se presentó el periodista. Eri rodó los ojos disgustada. —Usted tan joven y hermosa trabajando a estas horas, comisario. Eso me parece muy cruel...

—¿Qué tiene que ver la belleza con cumplir mi deber? —Expresó Eri furiosa.

—Me desagradan los periodistas, no les importa la familia o la privacidad de las personas. —Murmuró Flor aquel comentario que desagradó al periodista.

—Largo de aquí niña, tengo algo que quizás pueda interesarle a la comisario con respecto al caso.

Eri alzó una ceja, verdaderamente incrédula de que Gabriel tuviese algo importante. Él insistió en ir los dos a la oficina, de seguro para molestar a la novata.

 —¿Qué tienes para decirme, Fregoso?

—Bueno. Como te habrás dado cuenta soy un poco obsesivo, sobre todo con el tema de la mafia que me encanta...

—Sé concreto. —Pidió Eri.

—La mujer a la que arrestaron, Jacharí Romero, era amante del fallecido viejo Lindroich. —Reveló con tono de suspenso.

—¿Y? —Cuestionó ella indiferente.

—Oh, pensaba que tardarías más tiempo en asumirlo.

—El murió y ella heredó su bar, su dinero y sus hombres, nada raro. Si no tienes más que decir...

—'Perate, déjame terminar. —Intervino Gabriel. —Me enteré de eso cuando me infiltré en un bar de mala muerte, casi muero incluso, además de eso supe que El Diablo Vindobi quería acabar a esta mujer, debido a que hay rumores de que ella oculta a un hijo de Lindroich.

Aquella confesión si le cayó como agua fría a la comisario. El Diablo sospechaba que Makar estaba vivo, y obviamente las riñas ocasionadas por los padres en la mafia debían pagarla hasta los hijos.

—Ese es a quien Leo en verdad quiere acabar... ¡Pero claro, solo son teorías! —Culminó el periodista emocionado. —Sabía que te impactarías con esa información...

El periodista se calló al ver como un hombre entró a la oficina sin permiso. Tal como si lo hubiesen invocado, a Eri casi le daba un infarto al ver a Makar frente a ella.

—¿Qué haces tú aquí?

—¿Interrumpo algo? —Cuestionó observando despectivamente a los dos.

—No, él ya se iba. —Contestó Eri.

—Cla-Claro, un gusto comisario. Espero verla pronto. —Gabriel se retiró a toda prisa ante la mirada asesina que recibía por parte del recién llegado.

La expresión de Makar no lucía muy contenta.

—Le gustas a ese tipo. —Dijo entre dientes.

—¿Qué te doy, un premio? Oh no, mejor pregunta: ¡¿Qué haces aquí?!

—Pensaba que me necesitarías para rastrear a Mariam Herrera. —Comentó el chico.

—¿Cómo lo supiste? —Eri frunció el ceño.

—Me llegó esto a tu laptop.

Makar le mostró a Eri que le había llegado un vídeo a su correo, además del mensaje similar al que había recibido en su celular, la miniatura del video mostraba a varios hombres con la adolescente atada a una silla, cubriéndole los ojos y la boca.

Cuando estuvieron a punto de reproducirlo otra persona entró a la oficina sin permiso. Eri vio despectivamente a la fiscal, quien entró con una sonrisa.

—Lo siento, no pude evitar verte entrar. —Dijo en referencia a Makar mientras le extendía la mano. —Soy la fiscal Susana Morao, un placer ¿Y tú joven?

—Yo soy Makar... —Aceptó estrechar su mano con dudas.

—Mmm... me suena un poco el nombre. —Ese comentario de la fiscal puso nerviosos a los dos. —¿Eres el amigo que le hackea a Eri?

—Si, pero ya se iba...—Convidó Eri incómoda.

—¿Y a qué te dedicas, Makar?

—A ver Netflix y a lamentar mi existencia. —Contestó con sarcasmo.

—Lo que pasa es que... Makar es extranjero, y sus papeles no han llegado para empezar a trabajar. —Excusó la comisario.

—Que pena... ¿Y de casualidad no te gustaría trabajar para nosotros, Makar? Un hacker como tu nos sería muy útil, te pagaríamos muy buena pasta. Trabaja mientras los papeles llegan. —Ofreció Susana amablemete. —¿Qué dices Eri?

Makar mira Eri sin poder creer la propuesta que le estaban tendiendo. No era para menos, Eri tampoco lo creía posible.

—Si... ¿Qué dices Eri? —Preguntó Makar alzando una ceja.

—¿Claro?

—¡Bien! Dejaré que Díaz te dé el recorrido por el Departamento y te diga lo que debes hacer. —Afirmó la fiscal de buen humor.

—Gracias, pero será después de esto... —Makar quiso que la fiscal se fuera, sin embargo ella de entrometida quiso saber qué hacían.

Susana rodeó el escritorio viendo la miniatura del video, su reacción cambió a una sorprendida. Eri se sostuvo la frente con sus manos aguantando sus impulsos de histeria.

—¿Quién te mando eso, Erika? —Cuestionó la fiscal.

—Es lo que quiero descubrir.

Eri se sentó en su escritorio y reprodució el video, con Makar y Susana de cada lado escucharon los sollozos de Mariam y consecutivamente habló uno de los hombres similar a los guardaespaldas a los que se enfrentó Eri en Catarsis.

—No pienses que todo ha acabado, maldita Irasuegui. —El hombre apuntó con su pistola a la adolescente. —Si no liberas a nuestra jefa en este instante, Mariam y todas las chicas a las que creíste salvar conocerán el infierno.

Uno de los guardaespaldas se dirigió a la adolescente y le arrebató la mordaza de la boca.

—Por ahora se encuentra bien, pero no por mucho... ¿Verdad muñeca? —Comentó el hombre acariciando a Mariam del mentón.

—¡No me toques imbécil! ¡AUXILIOOOO! —Exclamaba Mariam con voz llorosa. —¡Quiero que me liberen! ¡Todos estos gorilas son unos pobres que sobreviven de un salario mínimo!

El guardaespaldas ofendido le dio una cachetada para que se callara y volver a ponerle la mordaza.

—No intentes buscarnos Irasuegii, porque no nos encontrarás. —Pronunció el hombre apuntando con su arma la sien de la menor. —El reloj corre, y nosotros no tenemos paciencia.

Por último se escuchó el sonido de un disparo, más la imagen se oscureció lo que no dejó muy en claro a dónde fue esa bala.

Eri suspiró, de un movimiento se levantó de su escritorio con la intención de salir de la oficina.

—¿A dónde vas, Eri? —Preguntó Makar.

—A liberar a un traidor...

...⭐️...

Dentro de esa fría y gris celda dentro de prisión, un antiguo oficial de policía se encontraba sentado en la incómoda cama liberando suspiros pesados. Sus compañeros ya le habían servido de comer, pero no era como que tuviese el apetito despierto.

Últimamente las celdas tenían movimiento por la llegada de un nuevo preso, César en cambio prefería evadir el contacto visual con sus anteriores compañeros. La mujer a la que habían apresado tampoco le importaba.

Cesár se rascaba su barba descuidada mientras observaba la pared en la que tenía anotado los días que llevaba en esa celda. La rabia y la ira no hacían más que crecer en su interior, si no hubiese querido dársela de héroe ayudando a su hermana no estaría en esa situación. Abuso de la ley, de su juramento y de la confianza de sus compañeros con tal de salvar a Mariam.

¿Y qué ganó?

—Hasta cuando estaré encerrado, ¡Señor! —Golpeó aquella cama con enojo.

Estaba hasta el hartazgo de eso, se arrepentía una y mil veces. A veces le daba por maldecir a su hermana, pero el verdadero culpable de estar ahí era él mismo.

—Vaya, vaya... quién diría que compartiría prisión con el hijo de mi enemiga, la sucia de Silvia. —Escuchó una voz femenina que venía de otra celda.

César se levantó con el ceño fruncido y se aferró a los barrotes de la celda.

—¿Señora Jacharí?

En eso las risas de la mujer resonaron en la prisión haciendo eco.

—¿Cómo alguien moralmente correcto y estudiao' ha terminao' en prisión? Moriría pa' ve el rostro decepcionao' de tus padres al vete aquí. —Se burlaba la madrastra de César.

—Estoy aquí porque intente encubrir a mi hermana...

—¡Jajajaja! Ere un tonto al igual que tu padre, Mariam te ha manipulao' como yo a él. —Reía Jacharí con malicia. —Por eso fue fácil envenenarlo con su propia comía' para quedame con to' su dinero...

—¡Desgraciada! —César exaltó en cólera golpeando las rejas. —¡Yo sabía que mi padre no pudo morir de un día para otro! ¿¡Fuiste tú!? ¡Tú lo mataste maldita zorra!

—Ya no llores, de to' modo tu vida está acaba'

—¡NO! ¡Nunca debí ayudarlas, ni a Mariam o a usted! —Gritaba con voz quebrada. —¡Son unos monstruos, por su culpa estoy aquí encerrado desde hace varios días! ¿¡Y ahora te atreves a decirme eso!?

La rabia de César quedó en segundo plano cuando un séquito de policías encabezado por Erika Irasuegui entró con pasos pesados a la celda. La comisario apenas hizo contacto visual con él, más su verdadero objetivo era la mujer que escondía su sonrisa lentamente.

—¡Jacharí Romero! —Exclamó Eri con un tono militar mientras sacaba su pistola para amenazar a la apresada. —¡Dinos ahora qué fue lo que hiciste con tu hija!

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