CAPÍTOL DISSET (17) - Verdad Bajo Presión.

..."LOS VIGILO, HIJOS DE PERRA..."...

Era la frase que estaba escrita con sangre en la celda de Jacharí. Mientras ella se encontraba ahí, boca abajo, cubriendo de su sangre el suelo y las paredes. Eri no le podía dar explicación a lo que veía, hace unos minutos estaba viva... ¿En qué momento pasó?

—En su frente está tachada la frase "Traidora" —Le informó la fiscal, observando la escena junto a la comisario. —Según investigaciones, era una práctica que los hombres de Lindroich hacían.

¿Makar? No, el no pudo haber matado a Jacharí. Ambos tenían una mala relación pero tampoco era como si él se molestara en matarla. A lo mejor fue uno de sus hombres...

No, debía ser Leo. Era de quien esperaría eso, por el simple hecho de fastidiarla, y una cosa lo delataba...

—Si, pero los hombres de Lindroich nunca escribían en la pared. —Aclaró Eri. —Eso es algo que haría un sólo asesino a sangre fría: El Diablo Vindobi.

—¿Vindobi? Ni siquiera se sabe si está en el área. —Comentó el oficial Gutiérrez.

Claro, no podía decir que El Diablo la acosaba para revelarle la ubicación de Makar, eso si seria más grave que el haber asesinado a una criminal.

—¡Maldita asesina! —La entrada a las celdas fue ultrajada por una adolescente cubierta de lágrimas de furia. —¡Fuiste tu! ¡No soportabas verla con vida, maldita! ¡Eres una asesina!

Los oficiales trataron de detener a Mariam y de que no viese el cuerpo de su madre fallecida. Eri no pudo evitar sentir lástima por la joven, era mucho con tener que asumir que su madre pasaría sus últimos días en la cárcel a que de repente apareciera muerta.

—Yo no lo hice... La última vez que la vi seguía viva. —Argumentó la comisario.

—Es la principal sospechosa porque es la última que la vio. —El novato de Víctor la incriminó, mientras sujetaba Mariam para consolarla. —Además, testigos dicen que lo último que escucharon fue a Jacharí gritando maldiciones hacia usted.

—¿Crees que yo perdería mi tiempo haciendo garabatos en la pared? Esto es una idiotez... —Expresó Eri con hartazgo.

—Lo dice la mujer que tiene la reputación de querer "exterminar" a todos los criminales. —Dijo el novato nuevamente, despertando la ira de la comisario.

—Buscaré pruebas de ser necesario. —Determinó Eri para luego irse de la escena del crimen, bajo las miradas de todos.

Caminaba por el tribunal y los presentes la juzgaban con la mirada, pero a ella no le importaba. No la iban a hundir, le demostraría a ese maldito mafioso con quien se estaba metiendo y que tendría que dar una pelea mucho mayor.

De inmediato Eri se acercó a la sala de seguridad, donde estarían las grabaciones captadas a través de las cámaras de seguridad que poseía en tribunal. Eri sabía que El Diablo solía hacer ese tipo de estrategia a la hora de asesinar, consistía en infiltrarse, hacer su cometido y luego escribir frases turbias con sangre en la pared.

Solamente necesitaba una prueba, y esa se encontraba en las cámaras de seguridad. Analizaba cada detalle que fuese relevante en las grabaciones, de repente alguien entró a la sala de seguridad sin tocar, y Eri no se dio cuenta hasta que tenía al intruso detrás. Por el susto de la comisario casi iba a sacar su arma, pero al ver de quien se trataba agradeció no hacerlo.

Quien entró fue la pequeña Viridiana, la hija de la fiscal con un vaso de café en sus manitas.

—Oh, me asustaste Viridiana... ¿Qué haces aquí? —Preguntó Eri aliviada.

—Mi mami dijo que te diera esto, Eri. —Dijo la niña extendiéndole el vaso de café.

—Gracias pequeña, de verdad lo necesitaba. —Correspondió la comisario mientras le dedicaba una sonrisa y volvía a su trabajo.

—¿Por qué la gente dice que eres mala, Eri? —Soltó la niña. Eri se entristeció.

—¿Qué gente dice eso?

—Lo escucho muy seguido. —Comentó Viridiana. con inocencia. —Pero tu eres buena, ¿verdad?

Eri suspiró agotada, le encantaría hacer las cosas bien y que los demás lo reconocieran.

—Siempre trato de hacer lo correcto, pequeña. —Pronunció Eri para acariciar con ternura el cabello de la niña. —Ve con tu madre, no la dejes sola.

La niña se fue y Eri siguió divisando las cámaras mientras se acababa todo su café. No obstante, se suponía que el café debía dejarla despierta, no darle un ataque de sueño que al final no pudo resistirse...

...⭐️...

Anonadada y con sentidos torpes, Eri despertó sorpresivamente en lo que parecía ser una sala de interrogación. Su primer impulso fue tratar de levantarse pero estaba esposada a la silla. Mayor fue su asombro al ver frente a ella a dos oficiales, el detective Robles y César. Ambos hombres la veían de forma despectiva.

—Señorita Erika Irasuegui, será mejor que conteste nuestras preguntas con la mayor sinceridad posible. —Habló el detective Robles.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí? —Murmuró Eri confundida, apenas recuperaba al consciencia.

—¿Usted asesino a Jacharí Romero?

—No sean idiotas, suelténme. —Forcejeó la comisario queriendo liberarse.

Sabía que el detective le seguía haciendo preguntas, sin embargo, su mente entró en cólera al querer ser liberada de inmediato. Como si fuese una pesadilla, esa situación la hizo volver al momento en que descubrió la corrupción de su padre y lo que marcó la desgracia en su vida.

—¡Suelténme!

—Respóndanos primero, ¿Es verdad que Jacharí tenía un secreto de usted que no quería que se descubriera? —Insistió el detective. César no podía decir nada, se quedó en shock por la reacción de Eri.

—¡He dicho que me suelten! —Exigió alterada.

Las lágrimas no habían salido de los ojos de Eri hasta que el detective la golpeó. La alteración en la chica se había calmado, si, pero algo dentro de ella se quebró...

—Por favor comisario, necesitamos que coopere... —Le dijo César, algo apenado.

Eri no respondió, luego de unos segundos en silencio levantó su mirada reflejando un semblante asesino. La comisario podía ver que de fondo la observaban más personas que preferían mantenerse fuera de la vista.

—¡Sé que estás ahí, Susana! ¡¿Esto es en serio?! —Gritó con toda la fuerza de sus pulmones. —¡Sabes que yo no lo hice!

—Todas las pruebas la incriminan a usted... —

—¡¿Cuáles?! ¡Quiero verlas! —Exclamó con su voz quebrada. —¡La única maldita prueba que tienen es que fui la última en verla, y eso ustedes no lo saben!

—Tenía razones para hacerlo, comisario. —Una de las personas del fondo habló, dio unos pasos hacia adelante para dejarse ver. Flor Elisalde miraba a su idolo con tristeza. —La asesinaste porque la señora Jacharí asesinó a tu novio. Es una venganza de su parte, además de que usted no se mostró satisfecha con su sentencia.

Ahora Eri lo entendía todo, fue idea de la novata. Ella planeó ese interrogario, y los demás estuvieron de acuerdo. Eri estaría orgullosa de no ser porque la acusada era ella misma.

—El no está... —Eri tragó saliva. —Él no era mi novio, ni alguien importante para mi... Él me ayudaba mientras ustedes se rascaban las panzas y me ocultaban información. —Sin poder aguantarlo más, explotó. —¡No merezco esto! ¡Yo me mató todos los días tratando de resolver casos, de hacer justicia! ¿¡Y me agradecen de esta forma!? ¡No! ¡Pero siempre los defienden, sienten lástima por esos malditos criminales y psicópatas! ¡Ellos asesinan a la gente sin piedad, no yo! ¡Ellos son los monstruos, no yo! ¿¡Cuándo será en maldito día en que entiendan eso!?

—La comisario Irasuegui ha dicho la verdad. —Soltó una voz masculina detrás de ella.

Todos seguían perplejos por las palabras de la comisario, ella en cambio observó hacia atrás como pudo para ver a un hombre con un dispositivo de detector de mentiras. Tanto era su dolor que no supo que estaba atada a un detector de mentiras.

—Pueden soltarla. —Demandó la fiscal desde las sombras. Luego se escuchó una puerta cerrarse.

El detective Robles se fue disgustado de ahí, y el que se acercó a desatar a la comisario fue César.

—Lo siento mucho... —Se lamentó el oficial.

—No me toquen. —Eri lo evadió bruscamente. Quiso salir de ahí a toda costa.

...⭐️...

—La comisario nos odiara después de esto.

César se encontró con Flor en la salida del edificio, luego del interrogario que le hicieron a la comisario quería despegar un poco la mente. Por un lado se sentía culpable, más por otro quería descifrar una señal de quien podía ser el asesino de Jacharí.

—No dejo de pensar en lo que dijo. —Murmuró la oficial novata. —Debe ser horrible hacer tu trabajo y que al final... todos te vean como el villano.

—Lo que más me apena es que no tiene una familia en que refugiarse, ella solo vive de esto... —Añadió César.

—Es por eso que pensé que pudo haber matado a Jacharí. Ese chico era el único ser cercano a ella, y verlo morir en el Casino tuvo que ser un golpe muy fuerte. —Argumentó Flor casi convencida.

—Honestamente, me pareció raro no ver su cuerpo entre el de nuestros compañeros. —Pensó César. —Bueno, eso no importa. Importa es que hay un asesino suelto, y que debe pagar por su crimen.

—Ahora que lo pienso... tu también tenías razones para matarla, César. —Mencionó Flor, sospechando. —Después de todo ella fue la amante de tu padre, y quien lo asesinó al fin y al cabo.

—Admito que si tenía rencor, pero no la vi en todo el juicio. Estaba muy ocupado en vigilar… a ellos dos.

Con la mirada fulminante de César, señalaba a la distancia el como Víctor consolaba a Mariam en su dolor. Flor no pudo evitar reir ante los celos de su compañero; no obstante, a lo lejos le extrañó ver que el auto de la comisario seguía allí. Estaba anocheciendo y ella tenía el permiso de irse, más no lo hizo.

—¿La comisario aún no se ha ido? —Preguntó Flor.

—No lo sé, creo que si. ¿Por qué? —Comentó César.

—Su auto sigue ahí. —Resaltó la novata pensativa. —Que raro... ¿Qué estará haciendo aquí todavía?

Mientras ellos seguían pensando en el desarrollo del caso, Mariam y Víctor hablaban como si nada a pesar de notar las miradas asesinas de César. Aunque como era de esperarse, esas miradas amenazantes motivaba más a los dos a hablar.

—No le creo, ella la mató, no creo que sea inocente… —Sollozaba Mariam.

—Tranquila Mariam, llorar no hará que Erika vaya tras las rejas. Debemos encontrar otra forma de encarcelarla. —Añadió el novato en son de alivio.

—Oficial Víctor, venga a buscar su almuerzo al despacho principal. Cambio. —Habló una voz por su radio.

—Jum... que raro que repartan el almuerzo a esta hora. —Dudó Víctor. —Aunque algo de agua no te hará mal, vuelvo en seguida.

Mariam asintió, a lo que Víctor se adentró en el edificio nuevamente. Llegó al despacho principal y abrió la puerta lentamente. Se sorprendió de ver a una persona sentada en el escritorio, ocultando su rostro detrás de un periódico que leía.

—Vengo por mi almuerzo, oficial. —Habló el novato.

—Me temo que tenemos otros asuntos que discutir, Víctor Bertucci. —El periódico bajó, mostrando el rostro intimidante de la comisario. —O mejor dicho, Vincenzo Zanicchi… o bueno, tus amigos te llaman Vini, ¿No?

El oficial quedó perplejo ante aquella acusación. Sin embargo, trató de mantener la compostura y no hacer algo que seguro lamentaría después.

—¿Puedo saber de dónde sacó tal invento, comisario? —Evadió el joven con risa nerviosa.

—Además de tu actual reacción notablemente nerviosa, con la copa que tomaste durante el brindis me di cuenta de que coincidia con un tal Vincenzo Zanicchi, y no con Víctor Bertucci. A la vez, pude observar por las cámaras que el último hombre que vio a Jacharí horas precisas a su muerte, fuiste tu. —Reveló Eri levantándose del escritorio para sacar su arma. —Y para hacerlo más poético, lo hiciste similar a como lo haría tú jefe.

—Yo no la mate. —Al decir eso, una mirada retorcida se manifestó en el rostro del chico. —Fue V quien lo hizo, y se suponía que tu debías ser la culpable.

—Tu fuiste quien liberó a Jacharí el día que nos infiltramos en el casino, ¿verdad?

—¡Porque tu y el señor Makar merecían morir! —Exclamó desquiciado.

El muchacho se acercó amenazante a la comisario, pero está ya lo estaba apuntado con su arma.

—Suelta tus armas, las manos donde pueda verlas. —Exigió Eri para acercarse al criminal y esposarlo.

—¿Los demás lo saben?

—¿Qué cosa?

—Que la comisario justiciera escondía a un criminal bajo su manto. —Vini daba vueltas en círculos, tratando de esquivar a la comisario con sonrisas macabras.

—No sé, de qué hablas.

—Incluso te acostaste con él, de no ser porque tomaste una pastilla estarías embarazada de él. —Rió el criminal en burla. —Mi Diablo no es tonto.

—Pues que sea él quien venga a rescatarte.

—No es necesario.

Eri no entendió el mensaje hasta que sintió un fuerte golpe en la cabeza que la dejó inconsciente de inmediato. Antes de cerrar los ojos, pudo ver a Mariam detrás de ella que la había golpeado con una botella.

—Juguemos un poco, comisario... ¡Jajaja! —Vini la agarró bruscamente del cuello. —Será mejor que corras, porque solo te daré la ventaja de un minuto...

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