CAPITOLO DUE (2) - Prisioneros.

Tal vez cuando mencioné que Eri no permitiría que ningún criminal andase por el mundo arruinando su paz, pues...

Digamos que en este caso hizo una excepción.

Ahí estaba ella, de brazos cruzados viendo como sacaban a su rehén de una celda. Este prisionero era Makar Lindroich II, quien se sentía aliviado de salir, pero con una sonrisa nerviosa se esperaba el sermón de la comisario.

Ambos salieron de la base policíaca, afortunadamente no había nadie alrededor que viese la escena que se iba a desencadenar.

—¿Eres imbécil, verdad? —Cuestionó la comisario. —¡TE PREGUNTÉ QUE SI ERAS IMBÉCIL!

—No grites. —Habló Makar con total tranquilidad.

—¿¡Cómo me explicas que quisiste hackear el departamento universatorio con un falso titulo de bachiller!? —Le preguntó Eri confundida. —¿¡Y TÚ PARA QUE CARAJO QUIERES ESTUDIAR EN LA UNIVERSIDAD!?

—Para trabajar.

—¿¡Trabajar!? ¿¡TRABAJAR!? —La vena de la ira comenzaba a marcarse en la frente de la oficial. —¡Sube al auto, ahora!

—No grites.

—¡NO ESTOY GRITANDO!

Eri hizo un ejercicio de respiración, tratando de calmarse se subió al auto junto al chico que solo miraba tranquilo hacia el frente. Sin decir nada, Eri arrancó el auto en dirección al departamento, o más bien la prisión donde Erika retenía a Makar en secreto. Ambos se mantenían en completo silencio hasta que se cruzaron con una tasca en el tráfico.

—A ver si entendí. —Dijo Eri más calmada. —Hackeaste el departamento universatorio para buscar opciones universitarias y... ¿trabajar?

—Correcto...

—¡Yo me encargo de dártelo todo! —Exclamó la Comisario. —¡Y por si fuera poco no eres un invitado, eres un prisionero y la única razón por la que te tengo es para que me ayudes a capturar a El Diablo Vindobi!

—Si sigo encerrado en ese departamento más tiempo juro que derrumbaré el edificio. —Contestó Makar ansioso. —Mientras tu juegas al gato y al ratón, yo me aburro encerrado en un pequeño departamento.

—Si los de la policía cibernética no fuesen mis amigos todo se arruinaba. —Suspiró ella con hartazgo. Makar trató de esconder su risa. —¡No es gracioso, no puedes exponerte así! ¡Si alguien descubre quién eres nos meteremos en un gran lío!

—Morí a los 6 años, ¿lo olvidas? Mi padre me asesinó junto con mi madre. Y si no morí ahí, morí en la Masacre de Francfort. —Argumentó Makar. —En pocas palabras, soy un fantasma para la sociedad.

—Me importa un bledo, no volveras a tocar una computadora en tu vida.

—No soy una puta rata de laboratorio, soy un ser humano.

—No eres un experimento, si en verdad quieres que tu existencia sirva de algo me ayudaras a acabar con la mafia de Leonardo Vindobi. Él es el culpable de todas esas muertes en Fráncfort, no yo. —Decretó Eri con firmeza. —Pero luego de hoy parece que tengo que ponerte en tu lugar.

—Bien, si para investigar me quieres entonces déjame acompañarte en tu trabajo. —Pidió Makar.

—¿Perdón?

En el auto reinó el silencio, Makar miraba a la chica que de inmediato soltó una risa ácida.

—¡Que gran chiste! ¡Tú no puedes ser policia! —Decía Eri en medio de carcajadas.

—¿Por qué no?

—¡Porque es una locura! —Exclamó Erika. —¿Un antiguo lider de la mafia siendo oficial de policia? ¡No me hagas reír!

—Di lo que quieras, pero no me quedaré tranquilo. Haré algo para entretenerme, así sea recoger cada partícula de contaminación que posee esta ciudad. —Dijo Makar con frustración, cruzándose de brazos.

Eri miró a Makar por un momento, suspiro y luego dirigió su vista a la carretera. Si se tratase de otro criminal ella no hubiese dudado en asesinarlo. Pero de cierta forma Eri estaba agradecida, ya que gracias a Makar ella era lo que es hoy en día.

No tanto porque fue el criminal que más persiguió por años, sino que hace 7 años cuando fue vendida, Makar fue la única persona que no la maltrató e incluso la ayudó a escapar. Aquellos buenos tratos hicieron que Eri no viese a Makar como un enemigo, el fue importante en su vida, además de ser su primer hombre...

—¿Quieres que te dé un oficio? —Preguntó Erika repentina.

Makar la observó interesado en la propuesta.

—Sería lo menos que podrías hacer por mi, ¿no crees?

—Te ofrezco un trabajo como mi prostituta personal, ¿Te sirve?

Makar se sonrojó sorprendido y casi se ahoga con su proñia saliva. Erika rió por su reacción. Makar trató de dejar su vergüenza de lado.

—¿Prefieres desperdiciar mi potencial mental, solo para saciar tu apetito sexual? —Cuestionó Makar haciéndose el ofendido.

—Era una broma, genio. —Aclaró Eri, regresando a su semblante serio.

Lo que Eri no esperaba era que Makar también podía jugar de esa manera.

—Si es una broma entonces no te molestara que te bese en este momento... —Makar se acercó a su oído para susurrar estas palabras mientras acariciaba el muslo de la oficial. —Que te cargue entre mis brazos y te recueste sobre el asiento...

—Esto es abuso hacia la ley. —Eri apartó su mano, concentrada en conducir.

Sin embargo Makar continuó susurrandole con provocación.

—Que te quite ese uniforme y aprieté tus hermosos pechos, y que después de una sesión de caricias escuchando tus gemidos te haga mía. —Makar rozaba sus labios con el lóbulo de su oreja, causándole escalofríos a la policía. — Dejando la gentileza de lado, te daría tan duro como tu me lo pudieses con cada grito... Mírame a los ojos y dime si lo que he dicho es mentira.

Erika tragó saliva con la intención de no perder la compostura.

—Te buscaré un nuevo departamento. —Decretó Eri, como si nada.

Makar se rindió, recostando sobre su asiento y cruzando sus brazos nuevamente.

—Está bien, ignorame todo lo que quieras, pero no podrás evitar lo inevitable.

—Eso te pasa por hablar como si fuesemos algo.—Denigró Eri.

—Si lo somos. O al menos eso es lo que quiero creer... —Murmuró el chico observando por la ventana. —Que me quieres más que para resolver una misión.

Makar se sentía atrapado, como si estuviese viviendo la misma situación con su padre. No podía hacer nada más que perseguir y hacerle la vida de cuadritos a Leonardo Vindobi. Makar hubiese deseado la muerte de ese desgraciado que ahora lo hacía perder el tiempo nuevamente, pero está vez Makar se encontraba bajo las órdenes de Erika Irasuegui. Pero a diferencia de su padre, la indiferencia de la oficial le dolía más.

Eri le trató de buscar otro departamento a Makar, no le agradaba tenerlo encerrado, más no podía exponerlo. Se arriesgaba a perder su puesto si se enteraban de que encubría al hijo del que fue uno de los mafiosos más peligrosos de Europa.

Era tan irónico como Makar era muy diferente a su padre, y años atrás se notaba más la diferencia.

Siempre recordaría el día en que conoció a Makar...

Hace 7 años...

...RIPE, ITALIA....

Ripe era un pueblito en el que solo vivían viejitos tranquilos en armonia con la naturaleza. La mayor parte de sus alimentos eran cosechado de sus huertos lo que los hacía más frescos, y la vista de las montañas también era una de las cosas por las que este lugar era el hogar de Makar.

Se crió en ese lugar aprovechando su aislamiento, su padre operaba a sus hombres desde ese sitio antes de mudarse a Fráncfort. Makar en cambio siempre pasaba su tiempo libre en su casa en el bosque.

Justo una noche su vida cambiaría, el día en que Makar fue llamado con urgencia por aliados Colombianos, quienes pedían que custodiara a la hija de una persona importante, ya que en sus terrenos todo era un caos.

Aunque Makar pensaba que todo en Colombia siempre era un caos, pero igual aceptó, no tenía problema y su padre no se encontraba en el pueblo. Se enteró de que la chica era hija de un militar de alto rango y que la estaba buscando con esmero, por lo que esperaban que les pagará para luego entregarla.

Cuando llegaron, Makar salió a recibirlos en las puertas de su mansión.

—¡Benvenuto, Luiggi! —Habló él en italiano. Lo hizo para fastidiar, ya que ellos no hablaban otro idioma que no fuese español.

—Mini Lindroich, cuanto tiempo... —Saludó agotado el líder, de nombre Luis.

De inmediato Makar divisó al líder acompañado de dos colombianos más que sostenían a una chica. Sin embargo, la muchacha lucía golpeada, con moretones y una mirada perdida en sus pensamientos.

—¿Es ella nuestra nueva Favorita? —Preguntó en español.

Makar solía denominar a sus víctimas con el término "Favorito".

—Si, te aviso que es algo desobediente, no tienes límites si necesita castigo. —Comentó Luis.

—¿Sin límites?

—Lo que tu creas conveniente.

Luis sostuvo bruscamente el mentón de la chica obligandola a mirarlo.

—Escuchame bien, será mejor que te portes bien y obedezcas. Esta será la última oportunidad que te doy, y más te vale que le des a mi amigo una buena impresión. —Exigió Luis de forma severa. —Vas a obedecer en todo lo que te digan, ¿Entendido?

Erika no dijo nada, solo bajó la mirada. Lo único que quería era que todo terminará.

Makar llamó a sus hombres para que se llevarán a Eri a una habitación de la mansión, mientras que el quiso quedarse charlando con su amigo un rato más.

—Quedaré en gran deuda contigo, Mini Lindroich. —Agradeció Luis a punto de retirarse.

—¿Tan rápido te marchas? Llevamos años sin vernos, al menos permite que te invite un trago. —Ofreció el italiano.

—Me encantaria Mini Lindroich, pero debo volver lo antes posible, deje las cosas vuelta un caos en Colombia. —Se excusó para así retirarse.

Makar no le prestó atención a Eri por mucho tiempo, siguió atendiendo su trabajo haciéndose pasar por su padre. Sus peones eran los que se encargaban de darle de comer y darle de vestir.

Así pasaron los meses, y a Makar le extrañó que Luis no diese señales de vida, intentó comunicarlo pero nunca lo logró. Ahora Makar no tenía ni idea de qué hacer con la chica.

—¿Come bien? —Le preguntó a uno de sus peones sobre el comportamiento de la prisionera. —¿Y cómo se porta?

—Es de pocas palabras, pero no ha dado problemas. Si no está durmiendo mira la ventana por horas. —Le informó el trabajador. —Si no sabe que hacer con ella puede llevarla a un prostíbulo si desea, señor.

—Mmm... iré a verla para ver que hacemos con ella.

Makar se extrañó del veredicto de sus trabajadores Luis le había especificado que la chica era desobediente, y que incluso no dudará en castigarla de ser necesario. Pero él no supo que hacer al verla a ella tranquila, sentada en la ventana comiendo su cena como si nada.

—Me advirtieron que cuidaría de una chica rebelde, pero lo único relevante que haces es observar la ventana todo el día. —Le habló Makar, sentándose junto a ella.

Eri nunca le dirigió la mirada, seguía comiendo y admirando el paisaje que mostraba la ventana.

—Comprendame, no es fácil asimilar que te vendieran como si nada... —Pronunció ella en un hilo de voz. —Ahora que mi vida terminó... me arrepiento de tantas cosas.

—Arrepentimiento. —Remarcó el joven. —Es un sentimiento complejo, pues sientes las ganas de volver en el tiempo, pero no puedes. El arrepentimiento solo se cura con el perdón.

—¿Seré capaz siquiera de perdonarme algún día?

—Por supuesto. Porque si miras alrededor, la única persona que estará siempre para ti, serás tú misma. —Makar percibía el miedo en la muchacha. —Tranquila, no tienes porque pensar mal de mí.

—Yo... ¿He escuchado tu voz antes? —Preguntó Eri al hacer contacto visual.

—Bueno, a decir verdad... nunca había conocido a una chica tan voluntariosa.

—¿Eras tu el que hablaba en la prueba de rapunzel? —Cuestionó Eri sorprendida. —¿Tú estabas ahí?

—No exactamente, pero si. Ya sabes, la tecnología te hace estar en todos lados. Luis me pidió una prueba para probar tu lealtad, y esa fue la que hice.

En Colombia Luis quería cerciorarse de que Erika no escapara, así que la sometió a la "Prueba de Rapunzel" donde se probaba la avaricia y la lealtad de una persona. La prueba consistía en pintar la mayor cantidad de dibujos posibles: mientras más pintabas, más ganabas.

La mayoría de las personas se quedaban pintando por la eternidad con la intención de conseguir dinero, la codicia los hacía claros traidores.

En cambio Eri, pintó hasta que recaudó la cantidad de dinero que ella consideró necesaria para sobrevivir, e incluso encontró la manera de escapar de la torre junto a otro prisionero. Lo que demostró que se podía confiar en ella.

—¿La hiciste tu solo? —Preguntó Eri interesada. —Admito que fue una dinámica divertida.

—Si, me gusta crear pruebas y trampas, mis favoritas son las que incluyen explosivos. ¿Quieres ver?

Makar invitó a la chica hacia el televisor, en la pantalla comenzó a mostrarle sus inventos. Eri nunca supo se interesó en la mecánica, ingeniería o siquiera números, pero Lindroich lo tenía con colores y de una forma en la que hasta un niño de preescolar lo aprendería, sobre todo porque algunas armas tenían nombres de cuentos infantiles.

—¿Y cómo se llama esta? —Preguntó Erika señalando un proyecto en proceso.

—Le puse La Lámpara de Aladino, pienso que tenga el mismo mecanismo de un reloj de arena tradicional, pero de una forma que la persona este adentro y que encuentre la forma de salir. —Explicó el inventor. —El cómo es lo que aún estoy averiguando.

—Wow, eres muy... creativo. Diria incluso que todos estos inventos están avanzados a nuestra época. —Opinó apenada. —Disculpa... ¿Puedo preguntarte algo?

—Dilo sin problemas.

—¿Cómo te llamas? ¿O cómo puedo llamarte?—Lindroich se impresionó un poco por esa pregunta. —Lo digo porque asumo que Lindroich es tu apellido, y es un poco raro.

—¿Te molesta llamarme Lindroich?

—Es que es muy complicado. —Añadió con vergüenza. —Aunque sea para saciar mi curiosidad...

—Makar. Makar Lindroich. —Le extendió su mano.

—Makar... nombre raro, pero no es feo. —Eri correspondió al apretón —Yo soy Eri....

—Erika Irasuegui, el placer es mío. —Dijo Makar en tono divertido.

—Por favor, dime Eri.

—Solo si usted me dice Makar. O el amor de tu vida, los dos funcionan. —Comentó guiñándole el ojo, causando un sonrojo en la chica.

Ese momento fue el que inicio una época en la que Makar experimento lo que era un verdadero hogar, ya que después de un arduo día de trabajo siempre había alguien en casa esperándolo con una sonrisa...

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