CAPÍTOL CINC (5) - Sancionada, otra vez.

...CEMENTERIO DE MONTJUÏC, ESPAÑA....

Era una mañana nublada, aquel cielo con tonos grises no permitía el paso de un rayo de sol. Tal vez, y el cielo también se encontraba de luto.

Los planes de Eri no eran aparecerse en el funeral de la última víctima, pero debía hablar con su superior la Fiscal Susana Morao, y ella se encontraba presente en el funeral para darle el pésame a los familiares de Yorgelis Ramos.

Eri llegó al cementerio de sudoeste, vestida de negro como todo aquel que había venido a darle un último adiós a la adolescente. Sus padres y hermanos eran los que lucían sus ojos hinchados de tanto llorar, soltando todo ese dolor contenido.

Eri odiaba los funerales. Se ahogaba de la irritación con el llanto de las personas, lo hacían como si ya no hubiese esperanza, como si todo estaría mal a partir de ahora.

Aunque a veces se preguntaba si ese odio se debía a que si Eri llegase a morir... ¿Quién iría a su funeral? Absolutamente nadie. Ni la madre que la parió, su abuela que la crió o sus hermanas con las que creció. Todos la odiaban.

Por un momento pudo ver a la jovencita antes de que la enterraran, su rostro pálido como una sábana y vestimenta madura. La vida se iba en un corte. Una chica que apenas empezaba a vivir se marchó antes de tiempo.

Finalmente pudo ver a la fiscal, divisando el entierro debajo de un árbol acompañada de su pequeña hija Viridiana. La niña se encontraba aburrida, quería correr por las tumbas y explorar, pero su madre no se lo permitía.

—¡¡Erika!! —Exclamó la niña con emoción, abrazándola.

—Comisario Irasuegui. —Saludó Susana con formalidad. —¿Qué tal va el caso?

—Prosperando, como es de esperarse. —Informó la policia. —Anoche logré que un amigo se metiera en el sistema para descubrir quién había eliminado el video de Yorgelis...

—¿Amigo? ¿Qué amigo? —Interrumpió la fiscal con pilleria.

—Un amigo. —Contestó Eri con seriedad. —Hay una persona involucrada, su nombre es Mariam Herrera. Y curiosamente, también tiene conexión con las demás víctimas.

—Interesante ¿Necesitas una orden de allanamiento a su vivienda?

—No creo que una adolescente se resista, de todos modos pienso interrogarla solamente. Pero si quería que se mantuviera al tanto...

El llanto de la madre de Yorgelis las Interrumpió, se le rompió el corazón con la primera paleada de tierra al ataúd. Se aferró a su esposo y a sus hijos, y el dolor se le transmitió a los presentes.

Erika envidiaba a esa adolescente, pues a ella nunca le hubiese llorado su madre si llegaba a morir por culpa de esos delincuentes. Pero estaría dispuesta a vengarla, porque esa niña sufrió por culpa de la mafia y los verdaderos culpables debían pagar.

Por víctimas como ella, quería cambiar el mundo.

...⭐️...

...DEPARTAMENTO DE POLICIA....

—Pase.

Al escuchar la voz de la Comisario Irasuegio, César pasó a la oficina con algo de desconcierto.

—¿Me mando a llamar, comisario? —Preguntó el oficial.

—Lo hice. —Afirmó Eri revisando unos papeles. —Necesito un compañero que anoté un interrogatorio que pienso hacer esta tarde. La fiscal me recomendó que fueses tu.

César abrió los ojos completamente con aquella información. ¿Él y la comisario juntos en una misión? Era un día que no creyó posible, como un ascenso.

—A-A su orden, comisario. —Dijo el chico de la sorpresa.

No dijeron palabra alguna en el transcurso del camino, de por sí Eri no era de comunicarse con el escuadrón a menos de que fuese importante. César en cambio, no sabía como entablar aunque sea una pregunta que le sirviese como consejo.

Erika Irasuegui poseía un prestigio en el mundo de la ley, cada caso que se le daba lo resolvía en cuestión de horas. Tenía títulos, certificados y medallas de reconocimiento en cantidad. Podía ser seria o cruel, incluso habían rumores de que la apodaban La Sádica debido a que supuestamente torturaba a los delincuentes de forma inhumana, pero no debías ganarte la simpatía de todos para ser exitoso... ¿verdad?

—Aquí es. —Decretó Eri al estacionar la patrulla.

César y la comisario bajaron en un barrio que a pesar de no ser el más humilde, tampoco era el más acomodado de la ciudad. Se dirigieron a una pequeña casa descuidada y tocaron la puerta.

Mientras esperaban Eri le ordenó a César que sacara la libreta y anotara absolutamente todo.

—¿Cuál es el nombre de la sospechosa? —Preguntó César inocente.

—Mariam Herrera.

El policia palideció con aquello, no pudo objetar cuando la puerta de la casa fue abierta por una mujer. Era de mayor edad, y por la pijama junto al cabello desarreglado se notaba que apenas despertaba.

—Buenas tardes, soy la comisario Erika Irasuegui del Departamento Contra el Crimen Organizado. Disculpe las molestias, pero me gustaría pasar y hacerle unas preguntas. —Pronunció mostrando la placa.

La mujer miró a los lados sin entender.

—¿A mi? —Se apuntó confundida.

—A usted, y a Mariam Herrera si está presente.

—Y-Yo no hice nada, se lo juro oficial. —Murmuró la mujer temblando.

—No la acuso de nada. —Aclaró Eri ante el miedo. —Solo encienda su radio y escuche una canción, si en verdad son inocentes nos iremos en menos de 3 minutos.

La comisario entró a la casa de inmediato, era pequeña y desordenada con ropa y utensilios dispersos por todos lados.

—¡Ma-Mariam, ven aquí! —Exclamó la mujer, de seguro era su madre. —Disculpen el desorden, oficiales. El trabajo no me da tiempo de nada.

—No se preocupe.

—¿Qué quieres, mamá? —Preguntó de manera grosera la adolescente saliendo de la habitación maquillada y vestida, más cuando vio a los policías, incluyendo a su hermano, cambió su actitud. —¿Q-Qué hacen ellos aquí?

—¿Y tu a donde ibas así de arreglada? —Dudó su madre.

—A comprar... ¿pan?

—Buenas tardes señorita Herrera, soy la comisario Erika Irasuegui y me gustaría hacerle unas preguntas.

—¿So-Sobre?

—Sobre sus compañeras fallecidas.

A Mariam casi le da un infarto al escuchar el nombre de la chica, intento mantener la calma y responder las preguntas de la forma más relajada posible. No debía levantar sospechas, eso implicaba no mirar a su hermano, quien también se notaba nervioso.

Las preguntas consistían en si ella conoció a las víctimas, que relación tenían y demás cosas. Todas las respuestas fueron neutrales o negativas.

—Tengan, me gustaría darles más. —Su madre les ofreció una tasa de café.

—Claro, la más solidaria. —Murmuró Mariam fastidiada.

—Tienes razón hija, no conozco otro ser humano que sea más solidaria y sexy que yo. —Dijo la mujer con vanidad.

—Dios mío, ¿Solidaria? Deberías aparecer en tacaños extremos. —Denigró Mariam con disgusto. —¿Y sexy? Si hablamos de curvas eres más cuadradada que un cubo de Minecraft.

—¿Minecraft? ¿Qué es eso?

—Nada mamá, nada... —Suspiró Mariam avergonzada.

—Bueno, eso era todo lo que tenía. Si se entera de algo importante no dude en contactarme. —Avisó la comisario. —Mi compañero César anotó todas sus respuestas. Pero tranquila, le prometo que su veredicto hace más corto el camino para descubrir la verdad y hacer justicia por sus compañeras.

Mariam asintió con la cabeza, Eri agradeció el café y se levantó dispuesta a irse.

—Ustedes no harán nada, pero yo si... —Murmuró Mariam jugando con sus dedos.

—¿Y qué piensas hacer, señorita?

Mariam se sobresaltó al descubrir que lo que dijo en voz baja fue escuchado por la comisario. Tenía un oído de gato. Hasta César y su madre se asustaron con la reacción.

—P-Pues... ya sabe, todo lo que este a mi alcance. Lo que la policía ordene, ya sabe, de forma segura... y legal. Jeje... —Explicó nerviosa.

—Entiendo, cuento con usted señorita Mariam. —Dejó pasar la comisario, retirándose junto a su compañero de la casa.

A pesar de salir al aire fresco César no podía respirar, sintió la mirada asesina de su hermana en todo el interrogatorio. Debía pensar que la había acusado, pero la situación también lo tomó por sorpresa. La coincidencia era demasiado grande.

—Por un momento pensé que estallarías al encontrarte con tu hermana, César. —Dijo la Comisario con un tono frívolo que lo hizo estremecer.

—Comisario, yo...

Erika acorraló a César contra la patrulla, su corazón latía ajetreadamente por la preocupación, los nervios, el temor hacia Erika Irasuegui. ¿Cómo lo había descubierto tan rápido?

—Todos en la comisaria saben que odio los delincuentes, sobre todo los corruptos. —Pronunció Eri furiosa, a punto de torcerle el brazo. —¡Y ahora vienes tú, a encubrir a una delincuente!

—Le juró que no tengo que ver en nada, comisario...

—¡Una demonio! ¿Crees que no lo vi? Esa niña tiene una actitud de zafia que me demuestra su habilidad para usarte.

—Yo solo quise ayudarlas, no supe que estaba metida en algo malo. —Jadeaba César, quejándose el dolor en su brazo.

—Oh, pobrecito... ¡Yo no trato con víctimas! —Eri dejó de lastimar su brazo para empezar a ponerle las esposas. —Debería encerrarte porque eres un maldito traidor. Pero ahora tenemos un interrogatorio pendiente.

Esa tarde Eri metió preso a un comprometido oficial de policía, por lo que la comisaria no tardó en explotar de la sorpresa. No era menos decir que César era amigo de casi todos, y los que no lo consideraban un buen muchacho (razón por la que César podía encubrir junto con sus compañeros a su hermana) por lo que la noticia los desconcertó.

Esto provocó que miraran despectivamente a la comisario, ella no era fiel ni con su propia gente. Debido a esto no tardaron en darle a conocer la noticia a Susana Morao, que no era un secreto para nadie que tenía una relación estimada con César.

—¿Por qué metiste a Herrera preso? —Enfrentó Susana molesta, entrando a la oficina de Eri sin permiso. —¡Es uno de mis mejores hombres! ¿Qué sucede contigo?

—Es un corrupto, está saboteando las investigaciones de las víctimas porque su hermana es la culpable.

—¿¡Y dónde están las pruebas!?

—De no ser por una novata no hubiese descubierto el video de Yorgelis, vídeo que César intentaba ocultarme. —Argumentó Eri.

—¿¡Y dónde están las pruebas!? ¿Tienes un testigo, algún veredicto? ¿¡Qué te asegura que César esta involucrado en esto más que en tus suposiciones!? —Cuestionaba la fiscal alterada. Más Eri no pudo responder a eso. —Vi un gran potencial en ti cuando te conocí, pero esto es un abuso.

Eri chasqueó la lengua frustrada, solo porque el maldito de César era simpático con todos tenía el apoyo, más ella que tenía la razón la subestimaban por hacer su trabajo limpiamente.

—Hasta que no liberes a Herrera, no contaras con el apoyo de la policía. —Decretó Susana antes de salir de la oficina.

—¿Disculpa?

—Estás suspendida Irasuegui, otra vez.

Aquella noticia le cayó como un golpe de agua fría, junto a la mirada decepcionada de la fiscal y el portazo que dio al salir. ¿Otra vez? ¡Si habia vuelto hace poco! ¿Y por esa ridiculez?

—¡Maldita sea! —Exclamó pateando la silla de su escritorio.

¿Por qué mierda eran así? ¡Todo por los malditos sentimientos, todos se iban a morir por culpa de sus estúpidos sentimientos! Los cegaban ante la ley. Y ella que quería vengar la muerte de muchachas jóvenes... ¿Era la culpable? ¿La que tenían que silenciar?

Llena de rabia tomó sus cosas y salió del Departamento con pasos pesados, los que la vieron podían jurar que desbordaba humo por las orejas.

¿Ahora que se supone que haría? No podía continuar investigando si no tenía los recursos del departamento, estaba totalmente estancada. Y no quería liberar a Herrera, era una falta a su moral y principios.

Su destino iba a ser a una licorería donde compraría 2 botellas de vino y se las tomaría hasta que no pudiese despertar, de no ser porque a su teléfono llegó un mensaje desconocido muy sospechoso.

"Calle Avinguda de Collserola.

Molins de Rei.

Intenta salvarla Sádica, si puedes."

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