CAPÍTOL SET (7) - Nacida con Sangre...

Los hombres de la líder de aquella mafia le dieron la pésima noticia de que su último cabo suelto no murió en el incendio, sino que las autoridades habían logrado capturarla.

No obstante, en vez de reaccionar con rapolicíaexpresión no abandonaba la impresión. Sus hombres solían enviarle fotos como prueba de que sus palabras eran ciertas, y hubo una que la dejó totalmente perpleja.

—¡Hay que huir de aquí, tienen a Rose—Anne! ¡Ella no tardará en soltar la sopa y dar con nosotras! —Mariam llegó alterada, a advertirle a su jefe. —¡Hay que irnos de Europa hacia África, América, a donde sea lejos de aquí!

—No perturbes a la jefa, niña. —Recriminó el guardaespaldas.

—¡¿No entiendes, gorila?! ¡La policía está a un paso de descubrirnos! Y me preocupa no tener noticias de mi hermano... —Pronunció la adolescente preocupada. —¡Mi señora, por favor! ¡¿Qué tanto ve que no puede escucharme?!

La jefa seguía sin escucharla. No podía creer a quien veía en aquella fotografía: el hijo del viejo Lindroich.

—Está vivo. —Murmuró como pudo. —¿Cómo mierda...? ¿Trabaja con la policía ahora?

La mujer tenía muchas dudas, mientras pensaba Mariam se acercó a ver las fotos. Eran varias con la casa en llamas, el estado de Rose-Anne y la comisario Erika Irasuegui acompañada de un hombre.

—Vaya, no pensé ver a la comisario llorando por algo. —Comentó Mariam para si misma. —¿Qué haremos, jefa?

—Rose-Anne fue lleva' al psiquiátrico de la ciudad, la policía quiere que recupere la cordura antes de ser interroga'. —Explicó la mafiosa. —La mataremos, y diremos que fue suicidio.

—¿Y qué harás con ellos? —Señaló Mariam a la comisario y a su compañero.

La mujer sonrió, ellos se llevarían la mejor parte.

...⭐️...

—¡Yo soy Gabriel Fregoso! Les doy las buenas nuevas desde Barcelona a toda la Europa hispanohablante. —Se empezaron a transmitir las noticias desde el televisor. —Hoy vengo a darles la actualización sobre el incendio de la Casa de Pietro Vasco, y se ha confirmado que el fatídico incendio solo dejó perdidas materiales, pero la familia está intacta, sana y salva. Gracias a la comisario Erika Irasuegui y a las autoridades competentes que atendieron a tiempo la situación...

El incendio en la casa de la familia Vasco salió en las noticias, la conmoción se dio debido a que el incendio fue provocado por la hija mayor de la familia en un intento de suicidarse.

Habían pasado tres días desde el incendio. Rose Anne se encontraba recibiendo tratamiento en un hospital psiquiátrico y cuando tuviese una estable salud mental, se le interrogaría.

El padre de la adolescente cuando despertó le agradeció una y mil veces a la comisario Erika Irasuegui, pero más a Makar por haber salvado a su hija más pequeña. Tanto que Makar no supo que más decir.

Durante esos días pensó mucho en las palabras de la fiscal con respecto a liberar a César.

Pensó mucho en las palabras de la fiscal con respecto a liberar a César, no podía volver al Departamento sin una respuesta definitiva, respuesta que Erika aún no quería dar.

Pero aún no estaba apurada, justo hoy iría al hospital psiquiátrico a interrogar a la joven Rose-Anne, quería ser la primera en interrogarla sin falta. Apenas le faltaba pocas calles de camino para llegar hasta que se cruzó con el hombre que más odiaba en el planeta.

—¡Comisario, que coincidencia encontrarla por aquí! —No era suficiente con escuchar esa irritante voz todos los días en las noticias, escucharlo de frente era peor.

—¿Coincidencia? Más bien diría acoso... —Contestó Eri con desdén. —Dame una razón para no darte un tiro aquí y ahora, Fregoso.

Gabriel río divertido. Desde que Eri conoció a ese periodista amarillista en la Masacre de Fráncfort no hacia más que entrometerse en los asuntos que no debía.

—¿Va camino al Departamento? Supe de su suspensión, comisario.

—Que raro que no lo has publicado en tu periódico.

—Es una forma de demostrarle que respeto los asuntos que sucedan en nuestra intimidad... —Añadió Gabriel, jocoso.

—¿Qué quieres, Fregoso? —Cuestionó Eri con repulsión.

—Llámeme Gabriel, por favor insisto...

—¿Qué quieres? —Insistió la comisario.

—Esta bien, me atrapó. —Añadió el periodista alzándose de hombros. —Me gustaría saber su opinión sobre los asesinatos de las jovenes del Monseñor, y cuál es su relación con la Purga de Fráncfort de hace unos meses...

—¿De dónde sacas que esto tiene que ver con eso?

—Una mafia está detrás de todo esto. Y no sería sorpresa que el Diablo lo esté haciendo para molestarla. —Insinuó el periodista.

—Definitivamente has comenzado a delirar con tal de llamar la atención, Fregoso. —Eri trató de ignorarlo y seguir su camino.

—Lo digo porque no han encontrado el cuerpo de El Diablo Vindobi. Estos sucesos pueden estar dando indicio de su existencia...

—¿Matando niñas? ¡Largo de aquí, Fregoso! —Lo espantó la comisario como si fuese un perro.

Eri llegó al Asilo Mental, directamente preguntó por Rose-Anne. Una de las enfermeras la dirigió sin problemas a la sala donde la paciente recibía su terapia correspondiente con la doctora Marisela Jiménez.

Erika habló con anterioridad con esta psiquiatra, tenía un currículo muy bueno así que podía asegurar que la adolescente se encontraba en buenas manos. Le pidió que testificara cada palabra de Rose-Anne, a su vez que lograra indagar con respecto al caso.

—Yo si fui engañada, creía que eran caramelos ácidos, nunca pensé que contendrían droga. —Se sinceró la adolescente en respuesta a la doctora sobre el origen de sus traumas. —El día de la Masacre de Francfort murió nuestro jefe, y el cargo lo tomó esa mujer...

—¿Cómo se llama esa mujer?

—Yo le digo la Esposa Oscura, siempre anda tras las sombras y habla de sus maridos. Su verdadero nombre lo desconozco. —Rose Anne tragó saliva antes de continuar. —Ella quiso venderle mi cuerpo... A viejos enfermos. Con cada una de mis amigas, incluso algunas lo fueron. Esa mujer las amenazó diciendo que si le decíamos algo a las autoridades un video de ellas con esos señores sería publicado, y que tenía contactos en la policía para que no nos creyeran...

—Nada de lo que dijo esa mujer es verdad, todos estamos para apoyarte, ¿Si? —Le reconfortó la doctora Marisela.

—La Esposa Oscura... —Saboreó Eri ese sobrenombre. Era una pista.

Luego de ese ligero interrogatorio el reloj de arena que marcaba el tiempo de la sesión se detuvo, por lo que la doctora se despidió de Rose Anne y permitió que las enfermeras se la llevaran a su habitación.

—Cuídenla bien, no le quiten los ojos de encima. —Pidió la comisario a la enfermera.

Eri pensó en retirarse de ahí, trataría de averiguar algo con lo poco que tenía y esperar a que Rose Anne se mejorará para pedirle más detalles.

Pero una idea loca para ella pasó por su cabeza, a veces se insultaba mentalmente con la intención de no hacer esa estupidez, mientras que a otra parte de su mente le daba curiosidad.

La doctora Marisela Jiménez anotaba sus últimos apuntes en su libreta cuando vio entrar a la oficial, apenas llegó giró el reloj de arena y se sentó frente a ella.

—¿Comisario? ¿Qué...?

—Cállese y escúcheme, que para eso le pagan. —Interrumpió Eri.

Erika iba a comprobar si con ayuda de un especialista podía tener un poco de paz mental. Sentía que todos esos recuerdos de su pasado eran una tranca para ella poder seguir avanzando en su trabajo de hacer justicia.

Le contó todo. Desde su crianza hasta la traición de su padre, cuando los colombianos la secuestraron y al enterarse de que su padre no pagaría por recuperarla se la llevaron a Italia, donde tiempo después se enamoró de su secuestrador. Luego Eri decidió ayudar a Susana Morao a vengarse de su padre poniéndolo tras las rejas, el como su madre y sus hermanas la rechazaron y finalmente como siguió estudiando hasta convertirse en la Comisario que era ahora.

Pero su alma no estaba tranquila, seguía perturbada y ella quería dejar todo eso en el olvido.

—Por favor, dígame cómo soluciono esto...

La doctora no podía hablar, seguía procesando todo lo que la comisario le estaba diciendo. No era una historia fácil, menos fácil de procesar con la rapidez en que fue dicha.

—A ver... por lo que entiendo, fuiste secuestrada, vendida y abusada durante tu juventud, hasta que caíste en manos de un secuestrador diferente a todos los demás, a tal punto en que dices que sufriste Síndrome de Estocolmo por el hecho de que te sentías enamorada, y la situación llegó al grado de que el propio secuestrador te ayudó a salir de ese mundo. Te volviste policía, apresaste a tu padre y a tu mamá no le gustó. —Resumió la doctora con el ceño fruncido. —Ahora tu pasado te atormenta después de volver a reunirte con el secuestrador, y dices que el síndrome de estocolmo sigue vigente.

—¿Sino que otra explicación tendría, doctora?

—Mm... ¿Amor?

—¿Qué clase de amor puede desarrollarse en ese tipo de atmósfera? —Preguntó Eri indignada.

—Comisario... perdón, Erika. —Corrigió la doctora. —Sólo tu sabes muy en tu interior lo que en verdad sientes por él.

—¿Y si yo lo sé, entonces de qué me sirve hablar con usted?

—Yo estoy aquí para orientarte.

—Yo no necesito que me oriente, necesito que me arregle.

La doctora Marisela rió divertida por aquella suplica.

—Todavía o aceptas el amor de ese chico... porqué aún sientes desprecio hacia tu forma de ser, ¿no? —Más que una interrogativa era una afirmación.

—¿Mi forma de ser? No, no siento desprecio de mi. —Negó Erika, de repente sus semblante adaptó un aura oscuro. —Siento asco... Asco de mi cuerpo, de mi pasado, de mis decisiones... cada acción que tomo es un retroceso.

—La única forma de que ese auto desprecio desaparezca es que veas tus virtudes. —Recomendó. —Por alguna de esas virtudes ese chico debería estar enamorado de ti.

—¿Qué virtudes? Yo no tengo virtudes, solo soy una miserable. —Recalcó Eri con rabia. —Soy una farsa. Ni siquiera tengo lo que se consideran los principios necesarios para mantener el puesto de Comisario. No tengo un país al que amar, no tengo una familia que proteger... solo pretendo plantear mi propia justicia con lo poco que tengo.

La habitación quedó en silencio con aquel veredicto. El reloj de arena se terminó hacia bastante rato, no obstante el asunto estaba tan potente que ninguna de las dos le tomó interés.

—Admito que lo sospechaba, pero ahora me lo hiciste más claro. —Afirmó la doctora Marisela. —No eres española... ¿Verdad, Erika?

Eri suspiró derrotada, esa era otra mentira con la que se sustentaba ante todos.

—Soy de Latinoamerica. —Soltó Eri.

—Latinoamerica no es un país. —Comentó, dandose cuenta de que la comisario queria omitir esa parte. —¿Te decepciona tu país, no?

—Ya no es lo mismo de antes... —Murmuró Eri decaída. —España me ha brindado un hogar, por primera vez siento esperanza y orgullo en la gente...

—Estoy segura de que en tus país también hay personas orgullosas de su nacionalidad.

—Si es así entonces ¿Por qué se van?

—Por personas como tu padre. —Mencionó Marisela con seriedad. —Pero un mal gobierno no tiene por qué definir nuestras raíces.

—Yo soy orgullosamente latina, nacida con sangre Venezolana....—Reveló la doctora, impactando a Eri. —¿Y tu? ¿Eres orgullosamente latina?

Eri tragó saliva nerviosa, la verdad tenía tiempo que no pensaba o siquiera mencionaba el nombre de su nación. Siempre trato de evitarlo, de hacerlo a un lado. Pero no podía evitarlo, ya era parte de ella, y no iba a negar que extrañaba su tierra.

—Soy orgullosamente latina, nacida con sangre... —Una lágrima salió sin permiso de sus mejillas. —Mexicana de corazón.

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