Estaba recostado bajo la sombra de un árbol, en un apartado rincón del patio donde usualmente almorzaba solo. Era el único lugar donde podía escapar de las miradas y los cuchicheos después de mi último enfrentamiento con Harper.
De pronto, una dulce voz interrumpió mis pensamientos.
—Hey Ethan, ¿puedo acompañarte?
Atónito, levanté la mirada para encontrarme con una radiante sonrisa enmarcada por rizos castaños. Era Sarah, la linda chica que se sentaba a mi lado en clases. ¿Qué estaba haciendo aquí?
—Yo um...claro, siéntate,— balbuceé incorporándome torpemente.
Sarah se acomodó a mi lado, sus ojos color miel cálidos y amistosos.
—Espero no estar interrumpiendo tu soledad, pero pensé que tal vez te vendría bien algo de compañía—, explicó sin dejar de sonreír.
No pude evitar ruborizarme ante su gentil atención. Sarah era la viva imagen de la dulzura. Y por alguna extraña razón había elegido hacerme compañía en mi autoimpuesto exilio.
Quizás este inesperado giro era la señal de que mi suerte estaba cambiando para bien...
Sarah y yo conversábamos animadamente mientras almorzábamos, disfrutando de la agradable compañía mutua. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí genuinamente relajado.
De pronto, un alboroto a la distancia captó nuestra atención. Entrecerré los ojos y pude distinguir a un grupo de estudiantes que arrastraban a un chico menudo hacia los callejones laterales.
Mi primer impulso fue correr en su ayuda. Pero la mano suave de Sarah sobre mi brazo me detuvo.
—No te metas, solo empeorarás las cosas,— susurró en tono de súplica. Sus preocupados ojos café me imploraban quedarme junto a ella.
Titubeé, con la urgencia de intervenir corriendo por mis venas, reavivando instintos protectores del pasado. Pero no podía arriesgar el primer indicio de paz y conexión genuina que había encontrado en Sarah.
Con un nudo en la garganta, observé impotente cómo los abusones se perdían de vista, llevándose a su indefensa víctima. El dolor de la culpa ya conocida se retorció en mis entrañas. ¿Acaso estaba condenado a repetir los errores de mi historia una y otra vez?
Estaba debatiendo si seguir mis instintos e intervenir a pesar de la súplica de Sarah, cuando una figura alta emergió repentinamente de entre las sombras del callejón.
Contuve el aliento incrédulo cuando me di cuenta que era Harper, encarando al grupo de abusones con fiera determinación.
Aún estaba procesando la inesperada aparición de Harper cuando, para mi completo shock, lo vi lanzar un certero golpe contra el rostro del líder de los abusones.
Jadeé impresionado mientras Harper aprovechaba el desconcierto para derribar de otra patada al segundo agresor. Claramente tenía entrenamiento en lucha cuerpo a cuerpo.
Con ágil precisión, esquivó un torpe contragolpe del tercer bravucón para luego someterlo contra la pared, retorciendo su brazo en una llave perfectamente ejecutada. Vi el destello plateado de lo que parecía una navaja caer al suelo.
—¿Esto no es lo que buscaban? Malditos imbéciles,— ladró Harper con fiereza.
Mientras Harper se enfrentaba audazmente a puñetazos contra los abusones, yo me quedé paralizado presa de la duda y los viejos temores. En el pasado habría actuado sin pensarlo, pero ahora la inseguridad se había apoderado de mi voluntad.
Cuando vi a Harper derribar de una patada al segundo agresor, el impulso de intervenir se reavivó. Pero antes de poder reaccionar, Sarah me jaló de la mano hacia los arbustos cercanos.
—Rápido, agáchate antes de que nos vea,— susurró nerviosa. Obedecí en automático mientras ella vigilaba la escena con ansiedad.
Desde nuestro precario escondite, observé impotente el desenlace, con la adrenalina corriendo por mis venas recordándome mi deber de ayudar. Pero una vez más, mi momento había pasado.
—Ese Harper puede ser un completo idiota, pero claramente no tiene miedo a enfrentarse a abusones,— reflexionó en voz baja.
Asentí lentamente, sintiendo el peso de mi cobardía y los errores del pasado. Quizás después de todo, Harper y yo no éramos tan diferentes.
Mientras Harper se enfrentaba ferozmente al abuso frente a él, yo me escondía entre los arbustos, inmovilizado por el miedo y la duda. La ironía de nuestros contrastes frente a la intimidación no se me escapaba.
Harper encarnaba el coraje para alzar la voz ante la injusticia, aun ante riesgo personal. Yo era la parálisis de la cobardía, ocultándome, temiendo a que el pasado me persiguiera.
Sarah también pareció notar la dicotomía, mirándome con una mezcla de lástima y decepción.
—Deberíamos hacer algo...—, susurré sin mucha convicción.
Negó amargamente, atenazado por la vergüenza.
—Sólo empeoraría las cosas. No queremos meternos con Harper,— musitó derrotada. No tenía caso fingir un valor del que claramente carecía.
Así que nos quedamos allí, ocultos e impotentes, mientras otros assumes los riesgos que yo no estaba dispuesto a correr. La historia de mi vida últimamente. Apreté los puños hasta sentir dolor, odiándome por mi debilidad.
A pesar de estar ocultos entre los arbustos, seguía con vista clara de la pelea que Harper libraba contra los tres abusones. Y a decir verdad, estaba siendo un espectáculo impresionante.
Harper peleaba con la gracia letal de una pantera, esquivando golpes y contragolpeando con magistral precisión. Sus puños y pies eran meros borrones, impactando quijadas y estómagos en rápida sucesión.
Hizo una patada circular que derribó al más grande de los agresores como un árbol talado. Antes de que el grandulón tocara el suelo, Harper ya le había reventado la nariz de un codazo crujiente al líder del grupo.
El tercero intentó huir cobardemente, sólo para que Harper lo placara con un grito furioso. Sarah apartó la vista cuando el chico comenzó a suplicar piedad bajo una lluvia de golpes de Harper.
Nunca imaginé que detrás de esa fachada seria y solitaria se escondiera semejante guerrero formidable. Pero ahí estaba Harper, pateando traseros abusones sin sudar una gota. De pronto ya no me parecía un matón cualquiera. Sarah y yo intercambiamos miradas igual de atónitas.
Quienquiera que fuera en realidad Harper, acababa de subir enteros en mi consideración.
Finalmente, los tres bravucones yacían gimiendo en el suelo, con moretones hinchándose en sus caras y la derrota absoluta reflejada en sus semblantes. Harper se irguió sobre ellos, apenas sin aliento, desafiante como un gladiador en la arena.
—Lárguense de aquí antes de que los haga papilla, idiotas. Y ni se les ocurra volver a meterse con ningún estudiante, ¿me entendieron?— ladró en tono amenazante.
Los abusones farfullaron aterrados y se apresuraron a cobijarse detrás de su líder, que tenía la nariz rota e hinchada hasta deformarle la cara. Tosiendo sangre y maldiciones, el grupo se retiró tan rápido como sus magulladas piernas se los permitieron.
Cuando Harper se aseguró de que ninguno de los abusones se atrevería a volver, se irguió adolorido y se sacudió el polvo de las manos con una mueca. Ayudo al estudiante a levantarse, fue entonces que reparó en nuestra presencia.
Sus ojos se entrecerraron al vernos escondidos torpemente de los arbustos donde nos habíamos refugiado como ratones asustadizos. Distinguí un atisbo de desprecio en sus facciones antes de recomponer su expresión neutral.
—Vaya, vaya, miren nada más quién tenemos aquí,— resopló cruzándose de brazos frente a nosotros. —El imbécil y su novia metiche.
Me sonrojé intensamente ante el insulto, sobre todo al ver la mirada dolida de Sarah.
—Nosotros no...— comencé a explicar débilmente, pero Harper nos cortó con un gesto desdeñoso de la mano.
—Ahórrenselo, los vi espiando todo escondiditos. Un par de idiotas curiosos, eso son,— espetó antes de marcharse rengueando, no sin antes dirigirnos una mirada de profundo desdén.
Mientras Harper se alejaba, no pude evitar sentir una renovada sensación de respeto hacia él. Al menos tuvo el valor de intervenir cuando nadie más lo hizo.
—Guau, eso sí que no me lo esperaba para nada,— comenté aún impresionado por sus impecables habilidades de combate.
Sarah resopló con amargura.
—Sí, cuando nadie está viendo puede hacerse el héroe anónimo. Pero luego vuelve a ser el mismo patán arrogante de siempre,— se quejó cruzándose de brazos.
La miré pensativo.
—Vamos, por algo defendió al chico. Sólo que le gusta mantener las apariencias de chico rudo,— opiné.
—Por favor, lo único que le importa es quedar bien parado aumentando su reputación de bravucón temible,— replicó Sarah con una mueca.
Asentí lentamente, aún meditabundo. Esta pequeña muestra de valentía no borraba el mal historial entre Harper y yo. Pero definitivamente agregaba nuevas tonalidades grises a mi perspectiva sobre quién era realmente mi enigmático compañero de clases.
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Comments
Elizabeth Moreno
ahora admiracion y respeto y luego enamorarse
2024-03-10
1
💖mis tesoros💖🛐🛐
este de aqui va a enamorarse primero 🤣🤭
2024-02-11
1
💖mis tesoros💖🛐🛐
no digan "ladro" q de la nada me imagino al personaje diciendo "woof woof" 🥲🥲🥲
2024-02-11
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