13. Ethan

Esa mañana me preparé para salir al almuerzo como de costumbre. Pero justo cuando me dirigía a la puerta, vi a Sarah esperando fuera del salón, charlando animadamente con Will.

Fruncí levemente el ceño al verla reírse de algo que le susurraba él al oído. Últimamente esos dos parecían más cercanos desde que comenzaron a salir. No me molestaba que Sarah con alguien, solo me molestaba que saliera con el idiota de Will.

Sarah me vio en ese momento y su sonrisa se congeló un segundo al notar con quién había estado por salir. Sus ojos cafés me miraron con extrañeza, casi incredulidad.

Tosí incómodo y salí rápidamente de allí bajo su escrutinio.

—¡Harper!— lo llamé, apresurándome a alcanzarlo. Harper se volteó con su acostumbrado gesto huraño, pero pude detectar un atisbo de sorpresa en sus ojos al verme decidido a acompañarlo.

Mientras almorzábamos, decidí explorar los límites de esta extraña e incipiente —tregua— con Harper preguntándole.

—Oye... Voy a ir al centro de juegos del centro comercial después de clase. ¿Quieres venir?—

Harper pareció atragantarse con su emparedado y me miró como si hubiera sugerido ir a Marte de paseo.

—Espera...¿me estás invitando a salir contigo?— preguntó incrédulo.

—Bueno, técnicamente no,— admití rascándome la nuca. —Sería una buena oportunidad para que te relaciones más allá de la aula ¿no crees?

Después pensé en mis palabras y me morí de la vergüenza ante la existente mirada de Harper.

—Olvida lo que dije, soy un idiota.

Harper frunció los labios con desconfianza. Podía ver los engranajes girando en su mente, buscando alguna trampa oculta en mi ofrecimiento.

—Si que lo eres, si quieres invitarme a algún lado no lo hagas al centro comercial,— resopló ásperamente. —Seguro soy la última persona que que buscaría algo ahí .

—Tonterías, todos tenemos gustos diferentes, tal vez podamos divertirnos en los videojuegos,— argumenté quitándole peso. —Al menos que seas un mal jugador.

Harper puso los ojos en blanco, pero detecté la sombra de una sonrisa divertida en sus labios.

—No juego videojuegos— Dijo Harper como si se divirtiera verme decaído.

—Oh cierto, ahora que lo pienso lo que te gusta es golpear personas,— comenté con una sonrisa en mi rostro, no quería que Harper tomara mal mis palabras.

Harper desvió la mirada, incómodo ante mi mención de ese recuerdo.

Enarqué una ceja, curioso por ese cambio, pero Harper cortó el tema rápidamente aclarándose la garganta.

—El punto es que no me llaman la atención los videojuegos precisamente,— dijo retomando la conversación original. —Así que si planeas que vaya a ese centro comercial, tendrá que ser para otra cosa.

Asentí lentamente, archivando mentalmente ese aparente abandono de su rutina atlética para indagar más adelante.

—A todo esto, ¿prácticas artes marciales? Podría ahorrar para comprarte unos guantes— pregunté con genuina curiosidad, retomando el tema anterior.

Harper picoteó distraídamente su comida, pensativo ante mi pregunta.

—Solía hacer karate cuando era más joven,— reveló finalmente. —Luego mamá prefirió que dedicara ese tiempo a concentrarme en los estudios que andar por ahí golpeando cosas,— agregó con una mueca.

—Ya veo...qué lástima, parece que realmente lo disfrutabas,— comenté, sin dejar de bromear con Harper, pero en algún momento él pareció divertirse con mis acusaciones y me siguió el juego.

—Bueno, en su momento me frustraba no poder seguir con las artes marciales pero ahora entiendo que ella solo quería protegerme evitando que me metiera en problemas— admitió Harper encogiéndose de hombros con resignación.

Asentí en silencio. Parecía vislumbrar por primera vez al adolescente común detrás de la fachada ruda que Harper se empeñaba en proyectar. Y resultaba bastante cercano para mi propio yo interno.

—Oye, quizás podríamos retomar eso juntos en algún momento, podrías enseñarme lo básico — sugerí con una sonrisa tentativa.

Harper abrió los ojos con sorpresa pero luego una media sonrisa amarga asomó en su rostro.

—No insistas, lo he dejado, aunque si quieres saber lo que me gusta, estoy en el club de pintura,— reveló rascándose la nuca casi con timidez. —Sé que puede sonar tonto pero las personas del club no son unos idiotas.

— Eso suena genial,— repuse con una sonrisa sincera ante esta nueva faceta artística de Harper. —Yo dibujo horriblemente mal.

Harper pareció algo más animado al ver que no me burlaba de su pasatiempo. Quién hubiera dicho que el rudo presidente estudiantil escondía un costado tan creativo.

Inspirado por su timidez, decidí tentar un poco más mi suerte con una propuesta atrevida: .

—Oye...ya que te gusta dibujar, ¿alguna vez has considerado hacer un retrato sobre mí?— sugerí con un tono exageradamente presumido, en plan de broma.

Harper abrió mucho los ojos, claramente tomado por sorpresa. Por un momento creí notar un leve sonrojo en sus mejillas usualmente pálidas.

—Yo...este...¿q-qué?— tartamudeó, mirándome como si le hubiera sugerido posar desnudo.

No pude evitar reírme un poco de su reacción. Nuestras miradas se encontraron y le sostuve el gesto con una sonrisa traviesa.

—Vamos, si se te da tan bien dibujar, creo que sería un buen modelo para que practiques más retratos,— insistí alzando las cejas de forma insinuante.

Si antes estaba sonrojado, ahora Harper parecía un semaforo en rojo. Balbuceó una excusa incompresible y prácticamente salió huyendo de la mesa, muerto de vergüenza.

Me quedé mirando divertido cómo se alejaba a toda prisa. Quién lo diría...resulta que había descubierto el punto débil detrás de esa fachada ruda del temible presidente estudiantil.

—Eh...será mejor que nos vayamos ya, las clases comenzarán pronto,— anunció evitando enfocarme a los ojos.

Contuve otra risita. Verlo tan fuera de base por unos simples comentarios era muy gracioso.

—Está bien, tienes razón, dejemos las tonterías,— concordé soltando un falso suspiro de resignación. —Supongo que dibujar a este apuesto rostro es demasiado trabajo.

Harper puso los ojos en blanco ante mi persistencia en fastidiarlo, pero detecté cierta diversión mal disimulada de su parte.

—Eres increíble, algún día alguien bajará esos sumos de ego,— resopló mientras recogía su bandeja.

—Oh vamos, admite que ya no me ves como un completo idiota como antes,— repuse triunfante siguiéndolo.

Harper negó con la cabeza pero una sonrisa definitiva se dibujaba ya en su rostro.

—Sigues siendo un idiota...pero uno bastante persistente,— admitió al fin.

Sonreí abiertamente ante ese primer reconocimiento. Sin dudas estábamos progresando.

Mientras caminábamos de regreso, no pude evitar sentirme optimista respecto al progreso de esta particular amistad. Harper realmente estaba poniendo de su parte por ser más sociable y dejar de lado su actitud hostil.

Inspirado por ese pensamiento, en un impulso le pasé un brazo alrededor de los hombros en actitud camaradera.

—En serio Harper, sé que esto no es fácil para ti pero te agradezco el esfuerzo,— expresé con sinceridad.

Harper se tensó inicialmente ante el inesperado contacto físico pero gradualmente se fue relajando.

—Sí, bueno, solo espero que no te hagas de enemigos a todos nuestros compañeros de clase,— admitió algo incómodo rascándose la nuca.

—Olvídalo, la mayoría son unos idiotas,— insistí restándole importancia al asunto. —No te preocupes, les ocultare que en realidad tienes sentimientos.

Harper me dirigió una mirada evaluadora pero asintió lentamente, esbozando una leve sonrisa, haciéndome reír.

Siguió permitiendo el brazo sobre sus hombros mientras retomábamos el camino entre un ambiente mucho más distendido.

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