Llegué a casa sintiendo un enorme peso en el pecho. Mi primer día había sido nada como lo imaginé. En lugar de una nueva oportunidad para reinventarme, ahora tenía a gente susurrando a mis espaldas y al aparente al loco de la clase chantajeándome. Genial.
Me quedé en frente de la puerta de la casa, observando lo que diría a las preguntas de mi madre, tenía que mostrarle que no le causaria más problemas.
Entre a la casa luego de calmarme y me encontré con mi madre y mi hermano Nathan en la cocina.
—¡Ethan! ¿Cómo te fue hoy?— preguntó mi mamá con una gran sonrisa, mientras revolvía algo en la estufa.
—Sí, cuéntanos todo sobre tu primer día, cerebrito,— se burló Nathan desde la mesa. Rodé los ojos pero sonreí.
—Estuvo bien. Un poco abrumador ser el chico nuevo, pero los demás estudiantes parecen agradables.— Decidí omitir los detalles sobre Harper por ahora. No quería preocuparlos.
—¿Hiciste algún amigo?— presionó mamá.
—Um, algo así. Un tal Harper se ofreció a prestarme sus apuntes para ponerme al corriente.— Levanté la mochila donde aún estaban las copias arrugadas.
—Uyyy, ¡mi hermanito ya tiene novio nuevo!— rio Nathan. —Pronto serás el cerebrito de la clase.
—Ja, ja, muy gracioso,— repliqué con sarcasmo, pero sonreí. —La verdad sí planeo esforzarme este año.
Mamá me dirigió una sonrisa de orgullo. —Me alegra oír eso, cielo. Estoy segura que les demostrarás a todos de lo que eres capaz.
Asentí con decisión. Costara lo que costara, encontraría la manera de solucionar este lío y comenzar de cero.
Una vez dentro de mí habitación, tiré mi mochila al suelo con más fuerza de la necesaria. Las copias que Harper me había dado salieron volando, regándose por la alfombra. Las miré con desdén, recordando la amenaza velada en su ofrecimiento inicial de amabilidad.
Suspiré con frustración y me dejé caer en la cama, fijando la vista en el techo. No podía creer que mi temperamento ya me hubiera puesto en problemas el primer día. Lo último que quería era más drama como en mi antigua escuela.
Tenía que encontrar la forma de solucionar esto. No iba a permitir que la historia se repitiera. Con determinación, comencé a elaborar un plan para arreglar la terrible primera impresión que había dado.
En la privacidad de mi habitación, decidí investigar más a fondo a Harper en redes sociales. Quizás encontraría algo para utilizar en su contra o alguna debilidad que explotar.
Tecleé su nombre en la barra de búsqueda de Instagram y revisé su perfil con ojo crítico. Para mi decepción, parecía el estudiante ejemplar: fotos en eventos académicos y de voluntariado, todas con brillantes sonrisas que mostraban sus dientes perfectos. En una estaba hasta sosteniendo un cachorrito, el muy farsante.
Mientras continuaba scrolling, sólo confirmaba lo que ya sabía: Harper era irritantemente guapo y parecía llevar una vida perfecta. Sus miles de seguidores y comentarios aduladores eran prueba de su popularidad. Todo acerca de él destilaba encanto y carisma.
Apreté los dientes con frustración. Tenía que haber algo más. Algún indicio de por qué los demás estudiantes parecían temerle y evitarlo. Una reputación tan impecable no podía ser real.
En una estaba hasta sosteniendo un cachorrito, el muy farsante.
Apreté los dientes con frustración. Tenía que haber algo más. Algún indicio de por qué los demás estudiantes parecían temerle y evitarlo. Una reputación tan impecable no podía ser real.
Había algo raro en él que no podía descifrar. Por impulso, decidí echar otro vistazo a su Instagram.
Mientras pasaba las fotos, noté un patrón curioso: Harper casi siempre estaba solo. Ya fuera posando contra lujosos autos, en eventos escolares, o en elegantes restaurantes, rara vez había alguien a su lado.
Fruncí el ceño al llegar a una serie de fotos antiguas con la leyenda —Feliz cumpleaños mamá.
En ellas, una elegante mujer mayor abrazaba a un Harper de unos 12 años, ambos riendo a la cámara. Algo en su lenguaje corporal me resultaba extrañamente frío.
Seguí bajando hasta que una selfie reciente de Harper captó mi atención. Estaba sentado solo en un restaurante con una opulenta tarta frente a él.
—Otro feliz cumpleaños para mí— decía la leyenda con una carita sonriente.
Por alguna razón, la imagen hacía un nudo en mi estómago. ¿Dónde estaban sus supuestos amigos? ¿Su familia? ¿Por qué celebraba solo?
De repente, sentí la imperiosa necesidad de averiguar más sobre su vida. Quizás ahí residía la clave para entender a este extraño y solitario personaje.
Pasé horas revisando el perfil de Harper hasta altas horas de la noche. Estaba decidido a encontrar algo, cualquier cosa, que demostrara que su perfecta vida en redes era una farsa.
Justo cuando pensé haber hallado una discrepancia en las fechas de uno de sus logros académicos, mi hermano Nathan irrumpió ruidosamente en mi cama, lo más seguro es que la luz del celular no lo dejará dormir.
—En serio, Ethan, deja de darle refresh a tu novio y duérmete ya. Mañana tienes escuela,— se burló mientras me arrebataba el celular de las manos.
—No es mi novio,— repliqué de mala gana, estirando el brazo para recuperar mi teléfono.
Nathan echó un vistazo a la pantalla y soltó una risotada.
—Sí, claro, estoy seguro que todos se quedan despiertos hasta la madrugada stalkeando a un desconocido.
Me sonrojé, sin saber qué responder. ¿Tan obvia era mi creciente obsesión con Harper? Antes de poder defenderme, Nathan me golpeó juguetonamente con la almohada.
—Hora de dormir, Romeo. Mañana hay más tiempo para enamorarte perdidamente de ese tal Harper.
—Ya te dije que no es mi novio. Harper es sólo un imbécil que está intentando fastidiarme,— repliqué bruscamente.
La sonrisa burlona de Nathan se desvaneció.
—Espera, ¿ese tal Harper te está molestando? No me digas que vamos a tener los mismos problemas que en tu otra escuela.
Su tono preocupado me hizo sentir una punzada de culpa. Le debía a mi hermano portarme bien esta vez.
—No, nada de eso— me apresuré a tranquilizarlo. —Tuvimos un mal comienzo pero no dejaré que la historia se repita. Confía en mí, puedo manejarlo.
Nathan me estudió en silencio por unos segundos que se me hicieron eternos. Finalmente soltó un suspiro.
—Está bien, confiaré en ti. Pero sabes que puedes decirme si las cosas se salen de control, ¿de acuerdo?
Asentí, experimentando una oleada de gratitud hacia mi hermano.
—Lo sé. Y lo de la otra escuela fue un grave error que no pienso cometer de nuevo. No volveré a perder el control, lo prometo.
Nathan me dedicó una última sonrisa antes de volverse a acostar en su cama y dejarme sumido en mis conflictivos pensamientos sobre Harper.
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Comments
Isa_23uwu
no es bueno presentar a alguien como una buena persona ante tu familia, puede traer problemas, simple experiencia
2024-05-13
0
🌸匠UwU🌸
Esta parte se repitió:0
2024-02-14
5