Iba saliendo del salón cuando sentí que alguien me jalaba del brazo. Me giré sorprendido para encontrarme cara a cara con Harper, que me miraba con un extraño brillo en los ojos.
—Oye, sobre esa charla de ayer donde me contaste sobre tus problemas en la otra escuela...lamento haber reaccionado como un idiota,— dijo rascándose la nuca con actitud culpable. —Es obvio que juzgué mal tu situació.
Lo miré frunciendo el ceño, confundido por este súbito cambio. —Ah...no hay problema, supongo.
—La verdad es que ahora tengo más curiosidad sobre ti, Ethan. Quiero decir, ¿cómo pasas de ser un ratón de biblioteca a casi matar a golpes a un tipo?— Su tono era una mezcla de morbo y admiración.
Sentí que la sangre comenzaba a hervirme. Sabía que la amabilidad de Harper era demasiado buena para ser real. El muy manipulador solo estaba buscando alguna nueva debilidad que explotar.
—Eso no es asunto tuyo,— respondí bruscamente. —Ya te conté lo que necesitabas saber, así que déjame en paz.
—Muy bien, Ethan, vamos a aclarar esto de una vez. Cuéntame exactamente qué pasó con ese tipo que golpeaste antes de mudarte aquí.
Lo miré boquiabierto ante su demandante tono. ¿Quién se creía?
—Ya te dije que eso no te incumbe,— repetí molesto, intentando esquivarlo.
Me sujetó firmemente del hombro, deteniéndome.
—Claro que sí me incumbe. Necesito toda la información si quiero reevaluar la opinión que tengo sobre ti.
Resoplé exasperado.
—No tengo por qué darte explicaciones para ganar tu aprobación.
Harper entrecerró los ojos.
—Bien, entonces seguiré creyendo que eres un salvaje irracional con instintos violentos.
Apreté los puños, sintiendo que llegaba al límite de mi autocontrol. ¿Quién demonios se creía para juzgarme? Respiré hondo y conté hasta diez antes de hablar.
—Cree lo que se te dé la gana,— respondí cortante, cruzándome de brazos a la defensiva.
Harper enarcó una ceja.
—Vamos, algo debiste haber hecho para que el tipo acabara hospitalizado. Cuéntame tu versión.
Podía ver la morbosa curiosidad brillando en sus ojos. Apreté la mandíbula con furia contenida.
—Francamente no veo cómo eso es asunto tuyo, Harper,— siseé entre dientes. —Mis problemas personales y mis secretos no son tema de conversación para satisfacer tu retorcido gusto por el chisme.
Harper pareció tomarse un segundo para procesar la rabia en mi tono. Algo titiló en su mirada antes de recomponer su arrogante expresión.
—Como digas, solo intentaba ser amable,— se defendió de mala gana.
—Pues métete en tus propios asuntos y déjame tranquilo de una vez.
Los enfrentamientos con Harper despertaron amargos recuerdos que llevaba meses tratando de sepultar. Imágenes que pensé olvidadas volvieron a mi mente como dagas.
Recordé aquellos idílicos primeros meses en mi antigua escuela, cuando rápidamente entré al equipo de basketball y me adoptó un grupo de populares compañeros de curso. Pasábamos el rato, jugábamos videojuegos, bromeábamos en los entrenamientos. Incluso había una chica que me gustaba.
Por primera vez en mucho tiempo me sentí genuinamente feliz y optimista con mi vida social. Hasta que un fatídico día descubrí a uno de mis nuevos amigos intimidando y robando dinero a un indefenso estudiante de los clasificados como ñoños.
La víctima que mis falsos amigos atacaban no era un estudiante al azar. Era Alex, mi mejor amigo de la infancia con quien me reencontré brevemente al ingresar a esa escuela.
Con la emoción de ser aceptado por los chicos geniales del equipo, había relegado mi amistad con Alex a un segundo plano. Apenas cruzábamos palabra en los pasillos, por más que yo lo saludara efusivamente. Alex me evitaba, y ahora entendía por qué.
Mis antiguos amigos debieron amenazarlo para mantenerlo callado y aislado. Mientras yo me codeaba con ellos, ajeno a la pesadilla que le estaban haciendo vivir a mi propio amigo. Me invadieron la vergüenza y la culpa.
Si Alex no hubiera estado en peligro ese día, ¿me habría sigo importando el sufrimiento de un inocente? ¿O los habría encubierto como todos los demás? Sacudí la cabeza, negándome a considerar esa posibilidad.
Reviví el momento en que Alex y yo nos separamos al entrar a secundarias diferentes. Nos prometimos solemnemente mantener el contacto, pero la distancia y nuestras vidas separadas se interpusieron.
Años después, cuando nos reencontramos por sorpresa en los pasillos de mi nueva escuela, la alegría inicial pronto se tornó amargura. Vi cómo Alex agachaba la mirada y se encogía al ver acercarse a mi grupo de amigos. Y cómo evitaba mirarme a los ojos cuando lo saludaba, avergonzado.
Luego presencié impotente la escena del yogurth siendo volcado sobre su cabeza por negarse a hacer la tarea de uno de los abusones. Las carcajadas de mis supuestos colegas y la humillación en los ojos de Alex al cruzar miradas estarían para siempre grabadas en mi memoria.
Todo sucedió demasiado rápido. El empujón, la bandeja de comida volando, el sonido sordo del puño conectando contra la mandíbula. Mis nudillos palpitando, la adrenalina corriendo por mis venas.
Debí haberme imaginado que mis explosivas emociones contenidas estallarían tarde o temprano. Pero nunca pensé que sería con la fuerza de un volcán haciendo erupción.
Vi todo rojo cuando ese cretino derribó a Alex de un empellón, soltando amenazas e insultos si no le entregaba la tarea. Algo se quebró dentro mío. Antes de razonarlo, mi puño ya estaba incrustado en la cara del abusón.
Tan pronto como mi puño conectó, el caos estalló en la cafetería. Los gritos y jadeos de los estudiantes se mezclaban con los reclamos furiosos de los abusones. Varios profesores corrieron a separarnos, mientraspedíamos auxilio para el líder de la banda que yacía gimiendo en el suelo.
En cuestión de minutos, los dos éramos escoltados sin contemplaciones a la dirección entre insultos y amenazas. Podía sentir cientos de ojos clavados en mi nuca, y los murmullos crecían como reguero de pólvora por los pasillos.
Después vino la adrenalina bajando, la mano punzante, y la espera agonizante por el veredicto final. Mis padres no tardaron en aparecer; igual de furiosos y decepcionados que los padres del otro tipo.
No me defendí, no había excusa para lo que hice. Cuando el director anunció solemnemente mi expulsión inmediata, sólo pude asentir en silencio, con la cabeza gacha y lágrimas amargas resbalando por mi rostro.
Mientras cruzaba cabizbajo las puertas de la escuela por última vez, todos mis sueños sobre un nuevo comienzo perfecto se desmoronaron en migajas. Todo por defender a un amigo al que ya casi no reconocía, pero que nunca me arrepentiría.
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Comments
Guada
sera bipolar?
2024-04-05
3
💖mis tesoros💖🛐🛐
Ah- el comentario iba aca jajsjajs🤣🤣🤣🤣
2024-02-11
1
💖mis tesoros💖🛐🛐
El acaso tiene doble personalidad o q ? 😦?
2024-02-11
1