Yo Soy La Reina Del Fuego

Yo Soy La Reina Del Fuego

PRÓLOGO • Un trono usurpado...

...REINO DE RIWA...

La hora del ocaso anunció el final de aquel día de otoño.

Los mercaderes suspiraron aliviados al ver que se acercaba la hora de finalizar un agotador día de trabajo. Las chimeneas comenzaron a esparcir humo, anunciando que se estaba elaborando la cena, los niños y los jóvenes de la capital culminaban sus estudios y emprendían el camino de regreso a sus hogares.

El gran castillo situado sobre una colina se iluminaba con los rayos del sol. En el balcón principal, desde el que se podía admirar todo el pueblo y los horizontes más lejanos del mar, posaba un hombre alto de piel morena, ojos oscuros y cabello castaño. Su porte elegante y altanero delataba que era un miembro de la nobleza. Se encontraba con las manos apoyadas en el barandal y una sonrisa victoriosa que no podía ocultar.

—Es hora. —le dijo a unos soldados que lo acompañaban. —Suenen las campanas.

Aquel fue el primer decreto que dio Cédric Ravenly y que cambiaría por completo la historia de Riwa. El pueblo, que pensaba que vivirían un día como cualquier otro, se equivocaría al escuchar las campanas del palacio sonar.

La gente comenzó a alarmarse, pues el sonido de las campanas indicaban que se avecinaban malas noticias.

Los habitantes del pueblo se acercaron al Templo de los Cuatro Dioses. El clérigo real apareció con un pergamino en la mano y, bajo la atenta mirada de todos, anunció lo siguiente:

—¡Queridos habitantes de Riwa! ¡Es mi deber informarles de que el rey ha muerto!

Todos se alarmaron con la noticia, muchos empezaron a gritar y a lamentar la pérdida de su soberano. Los negocios se cerraron de inmediato en señal de luto, las personas corría asustada por las calles y los niños veían todo a su alrededor con confusión. Los mensajeros a caballo abandonaron la capital para expandir la noticia a las otras provincias del reino.

El caos apenas había comenzado.

—¡Nuestro rey, Miorino Phoenix, acaba de morir por su mortal enfermedad!

—¿Ahora qué será de nosotros? ¿Qué será del reino? ¡El rey ha muerto sin dejarnos un heredero! —Exclamó un habitante del pueblo, a lo que otros más le dieron la razón.

—El rey declaró en su lecho de muerte que, por falta de heredero, nombrará a su mano derecha, Cédric Ravenly, regente del reino de Riwa, hasta que su única descendencia cumpla la edad de asumir el trono. —Declaró el clérigo real.

—¿La princesa? ¡Una mujer no puede gobernarnos! —Se opuso un pueblerino.

—¡Queremos un rey!

—¡Riwa caerá en el caos sin un rey que la dirija!

—¡Cálmense todos! —Exclamó una voz repentina.

Majestuosos corceles llegaron al templo, llamando la atención de la multitud desesperada. Cédric Ravenly y sus caballeros fieles se presentaron ante la corte y el pueblo con la intención de aclarar dudas.

—¡Sé que muchos no están conformes! ¡Pero desafortunadamente, esa fue la última ley de su majestad, por lo que es nuestro deber cumplirla! —Pronunció Cédric, a lo que muchos habitantes protestaron con disgusto. —Sin embargo, estoy de acuerdo con ustedes... ¡Riwa sin un rey puede caer en la miseria!

—¡No queremos depender de una princesa recién nacida, queremos un rey!

El pueblo alzó la voz, ya que la mayoría estaba del mismo lado. Cédric suspiró intentando ocultar su sonrisa de felicidad y se dirigió al viejo clérigo.

—Maestro, ¿no dice la quinta ley ancestral que siempre hay que escuchar al pueblo y atender a sus recados? Porque Riwa no es del rey, sino del pueblo. —Cuestionó Cédric, y el clérigo real consultó un pequeño librito de las leyes ancestrales para verificar que lo que decía Cédric era cierto. —Por lo tanto, si ustedes piden un rey, es nuestro deber dárselo. ¡Y yo me ofrezco como su siervo, mi querido pueblo! ¡Como quiso nuestro difunto rey en su lecho de muerte, me encomendó la misión de protegerlos y guiarlos hacia un mejor futuro!

—¡Rey Cédric Ravenly! —Gritó uno de los caballeros, grito que animó a los habitantes del pueblo.

—¡REY CÉDRIC RAVENLY!

—Escuche, maestro, Riwa me quiere a mí como su rey. —Vociferó Cédric, incitándolo a hacer oficial su proclamación.

—Lord Ravenly, no es tan sencillo. —Dudó el clérigo. —Tendríamos que convocar una reunión del concejo para decidir...

—El concejo no tiene el poder que tiene el pueblo. —argumentó Cédric, extendiendo las manos como si quisiera abrazar a la multitud, mientras este lo vitoreaba. —¡Los Phoenix están muertos! ¡Y Riwa no puede morir con ellos!

Los habitantes del pueblo alzaron las manos y gritaron en señal de apoyo, alabando al que querían como su rey y presionando al clérigo para que lo hiciera oficial. El clérigo real llamó al capitán de la guardia real y le susurró algo al oído. El capitán asintió con la cabeza antes de exclamarles al pueblo:

—¡El pueblo ha hablado! ¡Se ha decidido desterrar a la princesa y nombrar a nuestro gran ministro real, Lord Cédric Ravenly, como nuevo rey de Riwa!

Todos alabaron a su nuevo rey, el primero que ellos elegían democráticamente en 400 años y medio. Sin titubear, todos se arrodillaron ante Cédric.

—Capitán Silvestre, Sir Befano. —Llamó el nuevo rey a dos caballeros, quienes levantaron la mirada al instante. —Como su rey, daré mi primera orden. Hablarán con mensajeros para que expandan la noticia a las provincias del reino y cada gobernante se incline ante mí y me jure lealtad.

—Sí, su majestad. —Asintió Sir Befano.

—Pero antes... —Cédric se acercó a los caballeros y miró a los lados para percatarse de que no le oían. —Vuelvan al palacio y desháganse de esa traidora y su cría.

—Sí, mi lord... di-digo, su majestad. —Corrigió el capitán Silvestre Saravi, y se retiró de ahí junto al otro caballero tras realizar una reverencia.

Mientras todo esto ocurría, en el castillo reinaba todo lo contrario a la alegría que se respiraba afuera. En las habitaciones y los pasillos perecían diversos cuerpos sin vida bañados en sangre, entre ellos sirvientes y caballeros leales a la dinastía Phoenix.

Dos mujeres cubiertas por capas negras eran las únicas con vida en aquel lugar. Ambas buscaban alguna salida, pero no podían evitar llorar al ver la cantidad de cadáveres de conocidos en el suelo, sabiendo que habían muerto de forma cruel.

—¡Mi reina, aquí! —Habló una mujer de baja estatura, la doncella de la reina recién viuda, que corría cargando un bulto.

Siguieron corriendo por los pasillos, era inevitable no pisar la sangre derramada, por lo que accidentalmente marcaban sus pisadas. Finalmente llegaron al pasillo que buscaban y, antes de que se percataran de que estaban solas, presionaron una piedra que se movió y abrió un pasadizo secreto en la pared. Las dos entraron y siguieron corriendo con aún más calma, ya que estaban escondidas.

—No debemos parar, tenemos que salir de aquí cuanto antes. —Exclamó la reina Jolene Lomond de Phoenix, con su bebé en brazos.

—No se preocupe, majestad, nadie conoce estos pasadizos. —aseguró la doncella.

—Viste cómo ese maldito asesinó a mi esposo y a todos los sirvientes leales a él; no tardará mucho en hacer lo mismo con nosotras.

—Salió hace pocos minutos, si está ejecutando su plan debería tardar en regresar. Mientras eso ocurre, nosotras ya estaremos lejos, majestad. —La doncella hablaba intentando calmar a su reina.

—Ese maldito, seguramente fue a manipular al pueblo para que lo proclamaran rey. —dijo Jolene apretando los dientes. Bajó la mirada y divisó a su hija recién nacida, que dormía profundamente. —Ese derecho es tuyo por ley, mi pequeña. Cédric no tiene pruebas de que Miorino lo haya proclamado rey; tengo fe en que el pueblo luchará por su legítima heredera.

La reina Jolene conocía todo el malévolo plan de Cédric Ravenly. Aquel mediodía, Cédric se había colado en su habitación y le había contado su plan de asesinar al rey y acusar a la enfermedad. Y, para más descaro, le había pedido que fuera su consorte. Si lo rechazaba, la amenazó con que Jolene y su hija sufrirían las consecuencias.

Jolene rechazó la oferta horrorizada, así que Cédric la encerró en su habitación para encargarse de ella más tarde.

Afortunadamente, aún contaba con su doncella y la sacó de su encierro, pero para ese momento ya era tarde para impedir la muerte de su esposo, por lo que ella y su doncella decidieron escapar del castillo.

De repente, se empezó a escuchar un alboroto al otro lado de las paredes. Las dos mujeres se alarmaron al darse cuenta de que debían actuar cuanto antes.

—Corra, rápido. Allá está la salida. —Susurró la doncella acelerando el paso y tomándola de la mano.

—Reina mía, yo no iría por ahí si estuviera en su lugar.

Aquella voz las frenó al instante. Ambas se voltearon lentamente hacia atrás, donde estaba un caballero con una sonrisa cínica frente a otros tres soldados.

—¡Befano! —gruñó la reina.

—Si no se inclina, morirá, su majestad. No tiene más opciones. —Pronunció el caballero, dando pasos hacia adelante.

Las dos repetieron esa acción, pero hacia atrás.

—¡Maldito seas por tal traición, Befano! —Exclamó Jolene, abrazando a su bebé.

Befano se acercó a la reina y desenvainó su espada con la intención de matarla. Pero no contaba con que la doncella sacaría una daga y se abalanzaría sobre él para apuñalarlo.

—¡Huyan, mi reina, huyan!

Los soldados decidieron responder al ataque desenvainando sus espadas para asesinarlas. Jolene, con lágrimas en los ojos, le dedicó una última mirada a su doncella antes de salir corriendo y escuchar, desde la lejanía, sus gritos de agonía.

Jolene salió del castillo. La oscuridad de la noche habría invadido su visión de no ser por las llamas que lo consumían todo a su alrededor. El castillo estaba cubierto de cenizas. Había casas incendiadas, bosques desforestados; el reino estaba destruido.

Pero para Cédric, ese caos era un renacer para Riwa.

Un caballo merodeaba por allí. Jolene se montó en él y se fue lejos de allí con su pequeña bebé en brazos.

Los soldados que se encontraban en la torre de vigilancia distinguieron a Jolene cuando intentaba escapar. Alzaron sus arcos y flechas; desafortunadamente, una de ellas la alcanzó en el hombro y la hirió, pero logró alejarse del castillo y adentrarse en el bosque.

Jolene había perdido mucha sangre, y cuando sintió un fuerte mareo, entró en conciencia de que no podía proteger a su bebé.

En medio de la nada, Jolene encontró una casa aislada que estaba habitada, ya que se veía humo salir de la chimenea. Dejó a su bebé en la puerta y una nota en la que explicaba su nombre y quién era realmente.

La vió por última vez.

La bebé era una niña preciosa, con los ojos de un verde lima y el cabello rojo como el fuego, rasgo principal de su familia paterna. Tenía la piel clara que hacía resaltar sus pequeños y rosados labios. Entre lágrimas, Jolene le rezaba a los dioses para que velaran por su seguridad.

Dejó la nota junto a la niña y, con un beso de despedida, Jolene huyó con las escasas fuerzas que le quedaban para despistar a los soldados de Ravenly que la buscaban.

Ese atardecer, en medio del caos, las llamas que extinguirían toda una dinastía por un plan malévolo que ni los propios dioses serían capaces de perdonar. Cédric Ravenly fue proclamado rey de todo el continente de Riwa.

Las primeras acciones del rey Cédric fueron modificar algunas de las antiguas leyes que podrían beneficiarle. Estableció una dictadura con la que dejó al pueblo sin comida ni suministros básicos. Al mismo tiempo, aumentó los impuestos de manera que el reino cayó fácilmente en una gran pobreza.

También reforzó la obligación de dar limosnas a los templos, dinero que iba obviamente destinado a él. Prohibió la brujería, la homosexualidad, el incesto y el ateísmo, delitos que se castigaban con la pena de muerte.

Poco a poco, el reino comenzó a ser víctima de injusticias y, con el tiempo, Cédric Ravenly comenzó a ser apodado el «Rey Cuervo», por el odio que le guardaban en silencio.

No podían protestar ni quejarse, temían lo que el rey Cédric era capaz de hacer si alguien lo contradecía.

—¿Me estás contradiciendo? —preguntó el Rey Cuervo furioso a un campesino comerciante. —¿Te atreves a decirme cómo debo gobernar?

—¡N-No, majestad! No fue mi intención... —El comerciante empezó a temblar de miedo.

—Capitán Silvestre, haz que nunca vuelva a contradecirme. —ordenó el rey.

Dos soldados tomaron de los brazos a aquel comerciante, Silvestre desenvainó un cuchillo para cortarle la lengua, manchando el suelo con un charco de sangre y dejando escuchar los gritos de dolor por todo el salón.

—Yo soy el rey, mi palabra es ley. —dijo Cédric para sí mismo, mientras tomaba vino de su copa.

Los habitantes de Riwa no sabían qué hacer. Varios negocios se fueron a la ruina, los precios aumentaban cada día y la mayoría tenía que hacer al menos tres trabajos para poder comer.

Emigrar al otro continente no era una opción viable, ya que cada barco que entraba y salía del reino era estrictamente vigilado. Escapar de Riwa también sería catalogado como traición y castigado con la muerte.

Durante los últimos años, a los pueblerinos no les quedó más remedio que adaptarse al nuevo estilo de vida. Pero, en esos momentos de reflexión, antes de dormir o cuando fallecía un conocido y le rezaban a los dioses por un futuro mejor, muchos no podían evitar preguntarse: ¿De verdad merecían esto?

Y, si era así, ¿merecían ser salvados o deberían adaptarse a lo que ellos mismos habían elegido?

Por la ley de los Cuatro Dioses, no existía ningún mal que durara cien años.

Ni cuerpo que lo aguantara.

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Comments

🪐Ⓙⓤⓝⓐ🌷

🪐Ⓙⓤⓝⓐ🌷

Ellos mismo quisieron que el fuese su rey y ahora se preguntan que si merecen eso, lamentablemente así ocurre la mayoría de las veces con los gobernantes que el pueblo elige

2024-08-02

1

Liliana Barros

Liliana Barros

Y todavía se preguntan si merecen lo que les pasa?? Parece que se les olvidó que ellos mismos pidieron eso al renegar de la princesa y pedir un hombre que los gobierne. Ahora se aguantan mientras sufren las consecuencias. Son unos traidores

2024-07-14

1

Asle Chiquinquirá Urdaneta Morillo

Asle Chiquinquirá Urdaneta Morillo

Que tristeza!!!
Este pueblo tan próspero y afable, engañado por éste Cuervo que sólo mordió la mano de quien le dió de comer...

2024-01-10

1

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Capítulos
1 PRÓLOGO • Un trono usurpado...
2 EL REINO DE RIWA
3 1er Capítulo • Resurgir de las Cenizas...
4 2do Capítulo • Presa o Cazador.
5 3er Capítulo • Libertad
6 4to Capítulo - Justicia
7 5to Capítulo - Emboscada.
8 6to Capítulo - ¿Por qué creer?
9 7mo Capítulo - Viviendo como el Pueblo.
10 8vo Capítulo - ¿Quién Soy?
11 9no Capítulo - Invisible...
12 10mo Capítulo - La Reina Niña.
13 11mo Capítulo - Fiesta Otoñal.
14 12mo Capítulo - En busca de Aliados.
15 13er Capítulo - Reyes del Mar.
16 14to Capítulo - Invasión.
17 15to Capítulo - Valkirias.
18 16to Capítulo - Sangre de Dragón.
19 17mo Capítulo - Nada.
20 18vo Capítulo - Tierras de Lava.
21 19no Capítulo - Presencia de Sangre.
22 20mo Capítulo - Abrazo Traicionero.
23 21er Capítulo - Pasado.
24 22mo Capítulo - Furia de Volcán.
25 23mo Capítulo - La Profecía.
26 24mo Capítulo - Unión.
27 25mo Capítulo - Marchito.
28 26mo Capítulo - Alborada.
29 27mo Capítulo - Hombres del Alfa
30 28mo Capítulo - Invierno en Primavera.
31 29mo Capítulo - Jardines Colgantes.
32 30mo capítulo - El Peso de una Guerra.
33 31er Capítulo - Catatumbo.
34 32do Capítulo - Quédate.
35 33er Capítulo - La Reunión
36 34to Capítulo - Hogar.
37 35to Capítulo - El Declive de la Humildad.
38 36to Capítulo - Puñales de Fuego.
39 37mo Capítulo - Revolución.
40 38vo Capítulo - Abrazo de Espinas.
41 39no Capítulo - Almas Gemelas.
42 40mo Capítulo - La Daga de Fuego
43 41er Capítulo - Reina de Reyes.
44 42do Capítulo - Coronación.
45 THE FIRE QUEEN AND THE SILVER QUEEN.
46 DATOS CURIOSOS.
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2
EL REINO DE RIWA
3
1er Capítulo • Resurgir de las Cenizas...
4
2do Capítulo • Presa o Cazador.
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3er Capítulo • Libertad
6
4to Capítulo - Justicia
7
5to Capítulo - Emboscada.
8
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9
7mo Capítulo - Viviendo como el Pueblo.
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8vo Capítulo - ¿Quién Soy?
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9no Capítulo - Invisible...
12
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11mo Capítulo - Fiesta Otoñal.
14
12mo Capítulo - En busca de Aliados.
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13er Capítulo - Reyes del Mar.
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14to Capítulo - Invasión.
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15to Capítulo - Valkirias.
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16to Capítulo - Sangre de Dragón.
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17mo Capítulo - Nada.
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18vo Capítulo - Tierras de Lava.
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19no Capítulo - Presencia de Sangre.
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20mo Capítulo - Abrazo Traicionero.
23
21er Capítulo - Pasado.
24
22mo Capítulo - Furia de Volcán.
25
23mo Capítulo - La Profecía.
26
24mo Capítulo - Unión.
27
25mo Capítulo - Marchito.
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26mo Capítulo - Alborada.
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28mo Capítulo - Invierno en Primavera.
31
29mo Capítulo - Jardines Colgantes.
32
30mo capítulo - El Peso de una Guerra.
33
31er Capítulo - Catatumbo.
34
32do Capítulo - Quédate.
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35to Capítulo - El Declive de la Humildad.
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