...AÑO 444 — ISLA DE YENLIN, FENTEN....
La aspirante a reina Karaline Phoenix y su caballero Sir Strauker Relish habían navegado por varios días hasta que su viaje finalmente culminó en la isla de YenLin, una isla que debido a su cercanía geográfica con el Reino de Riwa antes fue una zona de reclamación por el mismo. No obstante, YenLin contaba y cuenta hasta hoy en día con una población de guerreros recios y atroces. Como consecuente, YenLin era denominada una isla independiente.
La reputación que poseían los habitantes de YenLin en el ámbito de guerra le llamó la atención a Karaline, consciente de que con tan sólo su apellido y estudios no podría infligir una amenaza digna para el Rey Cuervo. Necesitaba fuerza, necesitaba mostrar autoridad.
Cuando una persona compraba a más de 10 soldados de YenLin, de manera inmediata era visto como alguien respetuoso y de poder. Tanto por su dinero, como por la seguridad que habían adquirido.
Quizá YenLin no era la población más moderna o educada, al contrario, era una de las más atrasadas en cuanto a desarrollo humano. Pero aún así, lograban mantenerse gracias a la fuerza y la violencia bruta. Que aunque muchos lo negaban, esta también era esencial en la vida y una forma de impulsar la economía de una nación. Eso y el turismo. YenLin era una isla bellísima. El favorito de cualquier turista con sus playas cristalinas, bosques tropicales y sus endémicos pájaros exóticos que presumían de llamativos colores.
Karaline admiraba la Isla de las Palmas, llevaba un largo vestido negro con unas botas de cuero que vestían sus pies, una capa con capucha igualmente negra y encima de su cabeza portaba una tiara de oro que hacia juego con su pelo de fuego. Esta tiara se la había obsequiado su madrina, con la excusa de que Karaline se acostumbrara a llevar corona.
La vestimenta de Karaline fue elegida con la intención de pasar desapercibida, pero sería casi imposible, los habitantes de YenLin tenían su autóctono tono de piel oscura y cabellos semejantes al carbón. Por lo que una pelirroja de piel clara sería fácil de visualizar.
—¿Cómo cuántos guerreros negoció a través de las cartas, Sir Strauker? —Cuestionó Karaline mirando al caballero, mientras seguían a bordo del barco.
—Negociamos más de cinco mil soldados, Majestad. Una suma adecuada si queremos ponerle presión a su rival. —Contestó el caballero. —¿Qué le parece?
—Es una buena cantidad. —Opinó la pelirroja antes de soltar un suspiro. —Aunque sigo pensando en la importancia de tener aliados de Riwa.
—Majestad, un soldado de esta isla no se compara con los caballeros de Riwa. Estos son más fuertes, no tendrán miedo a matar. En cambio los de Riwa, dejarían a cualquiera vivir solo por tener una cara bonita y llorarles de rodillas. —Comentó Strauker, en su intención de aconsejar a Karaline.
—Pero estos soldados no son leales a mí, sino a su bolsillo. Debería establecer alianzas con las familias nobles de Riwa, yo seré su Reina y debo ganarme su lealtad. —Expresó Karaline. —Esto de comprar soldados no deja mi conciencia tranquila.
—Hasta yo lo haría si utilizará el término "comprar", como si fueran esclavos que la sirven en contra de su voluntad. —Argumentó Strauker, con un poco más de confianza y sin tanto protocolo. —No lo vea así majestad, piense que los está contratando.
—Contratar... está bien, intentaré verlo de esa forma. —Cedió Karaline pensativa. —Gracias Sir Strauker.
Al momento de estar listos para desembarcar, el caballero y la reina tomaron sus pertenencias. Mientras la reina bajaba del barco por una tabla, miró el mar instintivamente, lo que le ocasionó un sentimiento de vértigo. Se congeló por un tiempo suspendida en sus pensamientos, siendo un miembro de la tripulación quien le exigió que se moviera, y ella obedeció corriendo hasta el muelle.
Karaline se colocó su capucha para no llamar la atención. La costa estaba muy poblada por mercaderes de mariscos y marineros. ella disfrutaba de andar entre esa gente, a diferencia de otras niñas en Kanda que les aterraban los marineros. Karaline escuchaba encantada todas las historias y canciones de los marineros que llegaban a la casa de su madrina.
Sir Strauker era lo contrario, él quería irse lo más antes posible de allí, pensaba que ese 'criadero de ratas marinas' no era lugar para alguien como Karaline. Por no decir que el olor a pescado le disgustaba.
Mientras ambos, reina y caballero, caminaban por el mercado, un grupo de marineros empezaron a tocar una canción que atrapó la atención de la reina;
Una lluvia fuerte arrastraba las corrientes.
Los tripulantes creían que terminarían en tragedia.
Pensaban que era un castigo de los dioses, por sus crímenes feroces.
El capitán se negaba a creer lo que decían sus tripulantes.
Y a todo pulmón, reveló sus pensares:
"—Este día no es un castigo, este día esta bendito."
Los dioses no están molestos, están felices por nuestro reencuentro...
Debido al apuro de Sir Strauker Karaline no pudo escuchar la canción hasta el final. Ella se quejó por esto.
—No vinimos a escuchar marineros cantar, majestad. Debemos centrarnos en nuestro objetivo. —Dijo Sir Strauker en su habitual semblante serio.
Reina y caballero llegaron a la Fortaleza Municipal, que servía como ayuntamiento de YenLin. Ahí los esperaba el señor Catriel di Mur, el ejercía el cargo de concejal y comerciante. Era la persona con la que Sir Strauker negoció los soldados a través de cartas. El señor Catriel le ofreció una buena cantidad de soldados, considerando el hecho de que serían para una monarca, pero más por el dinero que aspiraba a tener.
—Majestad, es un honor recibirla. —Saludó el concejal, realizando una leve reverencia a la joven. Karaline se quitó la capucha en una muestra de respeto. —Impresionante, su cabello simula las mismísimas llamas ardientes. Una verdadera Phoenix sin duda...
—Espero que tenga los soldados que nos prometió. —Interrumpió Strauker.
—Oh, claro que sí. Vengan, les aclararé sus dudas en el camino. —Catriel di Mur los invitó a pasear por el interior de la fortaleza. —Los soldados de YenLin poseen buena fama debido a sus antepasados, pero no piensen que nuestro esfuerzo se desvaneció con los años. Todos estos soldados son fuertes y resistentes guerreros, entrenados desde que nacen pueden permanecer hasta dos días sin comer, beber o dormir, brindándole protección, así tenga que dar su último aliento. —Continuó el comerciante. —Su disciplina y lealtad son completas, no le temen a nada, por lo que no cederán ante extorsiones...
—Se ha demostrado que hasta los más fuertes poseen una debilidad. —Agregó Karaline, cruzándose de brazos.
—¡Jajá! ¿Una debilidad? Lo peor que podrían atravesar estos hombres es la muerte, y para ellos eso no significa nada. —Rió Catriel di Mur, desbordando soberbia.
—Bien... Nos prometió cinco mil soldados según recuerdo. Pero exactamente, ¿Cuántos tiene y cuánto cobraría por ellos? —Preguntó Strauker.
—Actualmente le puedo vender seis mil soldados al precio de sesenta mil...
—¡¿Sesenta mil?! —Exclamó Karaline, sus ojos se abrieron sorprendidos al escuchar el precio. —Pensaba que el precio no pasaba de 25.
—Eso era antes de que una hogaza de pan sobrepasara las 10 mil. Somos un pueblo guerrero, no granjero, nuestros alimentos son importados de su Reino y estos aumentan de precio cada día, por lo que nosotros también. —Explicó Catriel di Mur con simpleza, como si la sobreinflación fuese un tema de lo más neutral. —Dejaré que lo piensen, les daré hasta mañana. Les aconsejo que se apresuren, ya que otros compradores están interesados.
Con esto dicho el concejal se retiró del lugar, dejando solos a una reina y a un caballero aturdidos.
—Esto es más grave de lo que pensé, no podemos entregarle los sesenta mil. Si lo hacemos no podríamos mantener el ejército ni un día, no podríamos comprar algo para comer. —Dijo Karaline llena de preocupación.
—Habla de comida, si los compramos nos quedaríamos estancados aquí. Necesitamos barcos para trasladar el ejército hasta Riwa, y con el dinero que nos sobra no sería suficiente. —Dijo Strauker.
—Pero no podemos esperar... como acaba de decir, si no los compramos mañana nos quedaremos sin ejército. Y por lo visto, si la sobreinflación sigue en pie con el paso del tiempo costaran más caro.
Ambos se quedaron en silencio, era una situación difícil. Karaline tenía la esperanza de que los dioses la iluminara con la respuesta a su problema. Nada llegó, de vez en cuando miraba a Sir Strauker, quien lucía más perdido que ella. No había iluminación, ni tampoco consejos. Sólo seguiría su instinto...
—Yo digo que los compremos. —Habló Karaline. Sir Strauker la vió con el ceño fruncido. —Los compraremos para mantenerlos asegurados, mientras... alguien de aquí debería llevarnos a tierra firme con el poco dinero restante. En Riwa conseguiremos la ayuda de las familias nobles, y con su apoyo me darán barcos para trasladar el ejército. —La reina expresaba su plan de manera que sonará convincente.
—Suena bien, pero las cosas no son así de sencillas, majestad. Las familias nobles en Riwa sufrieron mucho por no apoyar al Rey Cuervo durante su proclamación, todos le temen. Si se unen a usted implicaría un peligro para sus vidas y la de sus familias. Otro caso sería que digan apoyarla, pero que en realidad sea una trampa y la terminen traicionando...
—Riwa posee más de 100 familias de alta nobleza. Alguien debe estar cansado de la dictadura de Cedric Ravenly, alguien debe ser todavía leal a mi familia. Porque un pueblo tenga miedo no significa que deba ser callado. —La decisión de Karaline estaba tomada.
—No es que sea negativo o no confié en usted, majestad. Pero con todo respeto habría que mantener cuidado, no todos confiarían rápidamente en... alguien como usted.
Karaline al principio no entendió la indirecta. Confundida se quedó pensando en sus palabras, hasta que finalmente entendió no pudo evitar sorprenderse y mucho menos, ofenderse.
—¿Alguien como yo? —Cuestionó Karaline, enfrentando al caballero. —¿Otra vez estas desconfiando de mí por ser mujer, Sir Strauker?
—No majestad, claro que no. No es eso a lo que refiero...
—Pues no está a discusión. No todo está perdido Sir Strauker, de todos modos si los nobles no me siguen... el pueblo lo hará.
Strauker asintió apenado, y sin intercambiar más palabras ambos fueron a hospedarse.
Hacía algunos días, mientras viajaban a YenLin Karaline le hizo diversas preguntas al caballero sobre el temperamento que debía tener al presentarse, es decir, la imagen que debía venderle al público. Strauker le aconsejó que se mostrase como una persona firme y segura de si misma, que si pudiese ser intimidante mejor todavía, pero que al mismo tiempo no perdiera su elegancia.
Decidieron practicar un poco este comportamiento, no obstante el caballero nunca quedaba satisfecho del todo. Karaline de alguna manera siempre daba a lucir su dulzura y amabilidad, y Sir Strauker temía que estos rasgos fuesen captados por sus enemigos y que la trataran como menos. Erróneamente, el caballero comentó que esto se debía a su "naturaleza de mujer", y que nunca podría ganarse el respeto de los nobles.
Karaline percibió este mensaje de mala manera, pues se sentía juzgada por ser bonita y ser comparada con una fuerza masculina. Ella no quiso darle importancia a una pelea tan ridícula, por lo que lo dejaron hasta ahí, pero aun había indicios de ese tema que le molestaba rotundamente.
Al día siguiente se dirigieron con Catriel di Mur nuevamente, y después de una charla llegaron a un acuerdo. Karaline compró... perdóneme, contrató a un ejército de 6 mil hombres. Sin embargo ese mismo día la reina y el caballero debían partir, por lo que antes quiso hablar con su ejército.
En el inmenso campo de la Fortaleza Municipal los 6 mil soldados se formaron, y ante ellos Karaline se subió a una tarima para poder hablar con ellos con facilidad. Karaline se aclaró la voz y Sir Strauker solo mantenía su vista desconfiada sin quitar su mano de la empuñadura de su espada.
—¡Buenas tardes a todos! ¡Mi nombre es Karaline! ¡Karaline Phoenix! —Exclamó la pelirroja, presentándose. Algunos concejales alrededor de la fortaleza empezaron a murmurar entre ellos. —¡Todos escucharon! ¡Soy la última descendiente de la Dinastía Phoenix! ¡Y no estoy aquí para obligarlos a hacer algo que no deseen! ¡Si alguno quiere irse, está en todo su derecho! ¡Hoy son libres! ¡La libertad está en sus manos!
Sir Strauker miró a la chica impresionado. ¿Qué demonios estaba haciendo?
«La libertad antes que todo. »
Pensó Karaline. No quería ser como el Rey Cuervo, que gobernaba un pueblo infeliz que era obligado a jurarle lealtad. Seguía el consejo de su caballero, no los estaba comprando, los estaba contratando. Y cada trabajador tenía todo el derecho de renunciar si se quería.
Todo estaba callado, los soldados no se movían. A decir verdad, la noticia fue más relevante para los externos.
—¡No es un engaño, se lo juro por los Cuatro Dioses Supremos! —Gritó Karaline. Todo seguía callado. —¡Si es así, pueden pelear conmigo para vencer la dictadura del traidor Cedric Ravenly y ayudarme a recuperar mi reino! ¡Basta de comer mal! ¡Basta de la falta de insumos! ¡Si pelean por mi, si son leales a mí! ¡Sé que juntos podremos recuperar la estabilidad de Riwa! ¡Juntos podremos vencer al Rey Cuervo! ¡Juntos podremos empezar de nuevo!
El silencio reinó después del discurso de Karaline. Ella tragó saliva nerviosa e impaciente por alguna respuesta. De repente, un soldado que encabezaba una de las formaciones desenvainó su espada y la alzó al cielo, este soldado fue seguido por otro, y otro... y otros. Hasta que todos los soldados alzaron sus espadas, expresando que pelearían por la causa de la Reina Phoenix.
Una sonrisa no dudó en escaparse de los labios de Karaline. Sin poder creerlo había conseguido su primer ejército leal y de criterio Libre.
—¡Les doy las gracias por apoyarme! ¡No saben lo agradecida que estoy! ¡Pero por desgracia no puedo llevarlos conmigo por ahora! ¡Tengo que conseguir barcos para llevarlos conmigo! ¡Depende si ustedes deciden esperarme!
—¡Que los Dioses salven a la Reina!
—¡POR PHOENIX! —Gritaron los soldados al unísono, mostrando su apoyo a la joven Reina.
Después de aquella reunión, la reina y el caballero partieron al muelle para tratar de negociar con algún capitán que los llevará a los dos a tierra firme con el dinero que les sobraba, lo cual fue algo complicado.
Al fin cayó suerte, habían negociado con el capitán del barco 'La Noche Oscura', quien aceptó el dinero con tal de llevarlos al pueblo donde tenía que llevar su mercancía.
Al momento de subir al barco, Karaline nuevamente miró hacia abajo sin querer y el sentimiento de vértigo y el temor de caerse no tardaron en invadirla. Muchas veces se recriminaba por su temor a las aguas profundas. Karaline no sabía nadar, y tampoco sentía mucha motivación en aprender.
Todo pasó cuando era niña, despertó en la madrugada para ejercer su trabajo como la Dulcinera de Kanda, mientras caminaba por el puerto se tropezó y la cesta de los dulces cayó flotando en el mar. Intentando alcanzarlos accidentalmente se cayó y se sumergió en el mar profundo. No estaría presente en este momento de no ser por él... por Calux, quien la salvó.
—¡Muévete, mujer! —Exclamó un marinero.
Por estar hundida en sus pensamientos no se fijó de que estorbaba el camino. Karaline corrió hasta llegar a la borda. El barco era completamente Negro, la madera, las velas, las cuerdas, todo. De allí venia el nombre 'La Noche Oscura'. El capitán explicó que esto era para que durante las noches pudiesen viajar y no fueran asaltados por piratas.
Karaline quería quedarse unos segundos más en cubierta. Pero Strauker quería entrar lo más antes posible a la cabina, ya que la mayoría de los tripulantes miraban de manera indebida y poco disimulada a Karaline. Karaline se rindió y junto a Strauker entraron en la cabina.
—Sir Strauker, quiero que escriba ocho cartas. Siete cartas para cada gobernante de cada provincia en Riwa. Será una carta en la cual me presentaré y manifestaré mis intenciones. —Ordenó Karaline.
—Majestad, ¿Riwa no tiene nueve provincias?
—Una provincia es gobernada por el Rey Cuervo, no voy a arriesgarme así de fácil.
Strauker obedeció y empezó a escribir la carta, la cual decía:
..."Yo, Karaline Phoenix, primera del nombre. Hija primogénita del Rey Miorino Phoenix y de la Reina Jolene Lomond, proclamo como míos los títulos de Señora Suprema de Riwa y Monarca de Riwa, títulos que por derecho le pertenecen a mi familia. Declaro como traidor a Cedric Ravenly alias "El Rey Cuervo", el cual organizó un complot contra mi padre y despojó a mi familia de sus títulos. Pido a las casas más poderosas de Riwa que se unan a su legítima Reina, todo por un mejor futuro para Riwa."...
Después de esto Karaline decidió dormir un poco, no sabía cuándo sería la última vez que tendría la oportunidad de dormir. Mientras Sir Strauker se mantuvo despierto haciendo guardia.
Varias veces Karaline se despertaba pidiéndole que durmiera un momento, convencida de que estaban seguros en aquel lugar. Él se negaba, y no era porque no tenía sueño o porque fuese desconfiado con todo el mundo, sino porque disfrutaba ver a Karaline dormir.
La apariencia dulce que tanto criticaba Sir Strauker era lo que lo volvía cada vez más loco. Strauker se había enamorado de la Dulcinera de Kanda desde que la vió por primera vez vendiendo sus famosos dulces de niña, pero nunca se atrevió a dirigirle palabra. Fue gracias a su amigo Johan quien le comentó que Karaline necesitaba un guerrero de confianza que él sacó la valentía para servirle y así poder estar cerca de ella.
Intentaba no mirarla tanto para no parecer un acosador, pero era imposible. Su cabello bicolor, sus mejillas rosadas y su rostro lleno de carisma, todo era un cuadro perfecto al cual se estaba volviendo adicto. Sir Strauker estaba agotado, solo quería llegar cuanto antes al siguiente pueblo.
Ese pueblo era Deiber.
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Updated 48 Episodes
Comments
Asle Chiquinquirá Urdaneta Morillo
Totalmente fantástico!!!!
La fuerza de Karaline es única
2024-01-11
2
Eriel Ricardo Velázquez
I like
2023-12-31
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