14to Capítulo - Invasión.

...AÑO 444 - PRANVERE, PROVINCIA DE LA PRIMAVERA, RIWA....

—¡¡PAPAAAA!!

—¡Edelin, quédate atrás!

Los soldados del Rey Cuervo atacaban a los guardias que protegían la residencia del gobernador. Los emboscadores arrasaban con todos los guerreros de la Primavera en un cruel y sangriento batallón, cumpliendo con la orden de apartar cualquier estorbo en su camino.

El gobernador de la Provincia, Exton Veshna, portaba su espada en mano pero en intento de mantenerse de pie y dejar el bastón que lo equilibraba aún siendo un hombre joven, cayó adolorido al suelo dejando caer su espada. Las intenciones de Exton por proteger a su hija se vieron imposibles. La joven Edelin no quiso refugiarse con su madre y hermanos sin llevar a su padre consigo.

Exton Veshna maldecía mil veces estar en esa situación, hubiese preferido morir que presenciar estas situaciones y no hacer nada por su invalidez. Trato de levantarse otra vez, sintiendo una presión en sus oídos que le advertían que si no se detenía cuanto antes se desmayaría.

Sacaría todas las fuerzas que almacenaba en su debilitado cuerpo con tal de defender su honor. Y su voluntad se volvió tan grande que el frecuente dolor en su columna vertebral desapareció.

La invasión era encabezada por Silvestre Saravi y Taorus Ralak, quienes junto a un séquito de soldados golpearon y asesinaron a los guardias de la residencia. Al resto los apartaban con los otros soldados caídos que yacían en el suelo.

—¡Pero miren al Deformadito! ¿Estás sacando todas las agallas que tienes? —Exclamó Silvestre burlón.

Taorus preparó su arco en dirección al gobernador, quien empuñaba su espada como podía. Dió un paso tembloroso y se tambaleaba de lado, sus piernas parecían debilitarse con cada movimiento. A pesar de que con su rostro inmune y serio empuñó su espada, un simple soplido seria necesario para tumbar a Exton.

—Verte dan ganas de llorar Deformadito, jeje... —Rió Silvestre—Pero ya sabes como evitar el mal rato.

—¡La-Largo! —El gobernador de la Primavera alzó la voz sin bajar su espada. —¡N-No iré a la guerra! ¡No me importan las malditas guerras del Rey Cuervo!

—Esto puede ser tomado como traición, amigo Exton. —Habló Taorus sereno y sin bajar la guardia con su arco. —Suelte su espada y arrodillese, todo estará bien...

Exton no sintió repercusión por sus palabras, y por el rabillo del ojo divisó a su hija quien estaba detrás de él, perpleja y sin saber que hacer. A Silvestre no le quedó de otra que ordenarle a sus soldados apresaran al hombre, pero después se arrepintió. Silvestre desenvainó su espada y se acercó con fuertes pisadas en dirección al gobernador. Cuando Exton quiso atacarlo, ni siquiera tuvo que tocarlo para perder el equilibrio a tal punto que se dio un brusco golpe con el suelo, quedando inmóvil bajo los pies de Silvestre.

El Guardia leal al Rey Cuervo guardo su espada, y con una sonrisa macabra pisoteó con descaro la cabeza del gobernador, haciéndo que este forcejeara y gritara del dolor que ponía la presión.

—¡NO! ¡Mi papá no! —Su hija Edelin tomó valor para defender a su padre e interponerse ante aquel superior. —¡Él está enfermo! ¡Váyanse de aquí, déjenlo en paz!

Silvestre no la escuchó, siguió pisoteando al hombre con más ímpetu ocasionandole marcas de sus botas en el rostro. Edelin se acercó a Silvestre queriendo apartarlo, pero el Guardia le dió una cachetada a la niña para que se apartara. Los soldados la sujetaron sin dificultad debido al golpe que la había aturdido.

—¿No le enseñaste a tu hija a cerrar la boca? —Cuestionó Silvestre hacia el gobernador.

—¡Infeliz, métete con alguien de tu tamaño! —Gruñó Exton.

—¿Quién? ¿Un deformadito como tú? —Comenzó a soltar carcajadas. —¡No me hagas reír!

Silvestre quitó su bota del rostro del gobernador, pero en vez de tenerlo piedad le proporcionó un dolor más grande pateándolo en la espalda ocasionando que diese un resonante grito de dolor, consciente de que esa zona era delicada para el.

—¿Dónde está tu mujer, tus hijos...? —Preguntó el capitán, caminando en círculos alrededor del cuerpo débil.

—N-No te lo diré... —Respondió Exton a duras penas.

—¡Responde!

Le proporcionó un golpe en la cara que dejaría un gran moretón después con la sangrante nariz del gobernador. A pesar de eso, Exton no se inmutó.

—Bien... supongamos que te dejaron porque eres un miserable. —Masculló el capitán, dejando en paz al gobernador. No obstante, su atención se fijó en su hija Edelin, a la que miraba con morbosidad. —¿Qué tal si utilizamos a tu hija?

—¡A-A mi hija no la toques! —Se escuchó su grito, tratando de mantenerse con sus brazos.

—¡Que asco, no! Mi hija tiene su misma edad... además de que eso es inhumano. —Silvestre sacó una mini daga y la paseó por el cuello de la jovencita, quien se esforzaba en retener su llanto siendo sostenida por los soldados. —Su destino está en tus manos, Deformadito... solo debes arrodillarte.

—Suéltela, por favor te lo ruego...

—Arrodillate, o lo lamentarás. —Amenazó.

Exton se quedó en silencio, sólo negaba con la cabeza y sus ojos llenos de lágrimas observaban a su hija en las manos de ese despreciable hombre. No sabía que hacer, ya ni se molestaría en levantarse pero su orgullo no le permitía dar su brazo a torcer.

—Al parecer tu padre te odia, querida. No me deja otra opción.

Edelin cerró los ojos esperando el filo penetrar su piel. Más sin embargo, Silvestre bajó la daga y se puso a admirar con detalle el rostro de la jovencita. Esto extrañó a Edelin, pero no dejó de asustarla.

—Ralak, anunciale al pueblo de la Primavera que Exton Veshna se arrodilló ante el Rey Cedric Ravenly jurandole su alianza en esta guerra. No obstante, que debido a sus achaques estará indispuesto y le dará el control al capitán de la Guardia Real y al Ministro Naval. —Habló Silvestre, dirigiéndose a su compañero.

—Entendido, capitán. —Asintió Taorus con el arco a su espalda, dirigiéndose a un Exton inmóvil en el suelo. —¿Qué haremos con él?

—Encierrenlo, o no sé, no me importa. No es como que pueda ir muy lejos. —Silvestre tomó desprevenida el rostro de Edelin, para que no bajara la mirada. —Pero primero, que no se pierda de este espectáculo...

Edelin comenzó a ver todo en cámara lenta, cuando Silvestre desenvainó nuevamente su daga y la acercó a su rostro no supo que hacer. Sintió el dolor punzante y el líquido sanguíneo correr por su rostro. De repente se quedó sin fuerzas, sus piernas temblaron al ver la sangre caer en sus manos y vestido, y bajó la sonrisa cínica de su atacante y los gritos de su padre de fondo perdió la conciencia.

—¡NOO! —Las lágrimas de Exton no tardaron en salir al ver como ultrajaron el rostro de de hija, dejándola sangrando en el suelo. -¡¿Cómo pudiste?! ¡También tienes una hija!

Los soldados tomaron a Exton de los brazos con la intención de llevarselo, pero la rabia y el forcejeo constante no lo hacían tarea fácil. Silvestre se detuvo serio y luego de unos segundos se acercó a el sonriéndole de forma cínica.

—Si con ella no tuve compasión... ¿Por qué la tendría con la tuya? —Pronunció el Capitán con malicia. —A partir de hoy, serán la familia de las deformaciones.

Cuando Silvestre se fue de la sala junto a Taorus, Exton finalmente se arrodilló lleno el dolor e ineficiencia gritando el nombre de su hija, como si con sus súplicas fuese a despertar. Ironicamente, el dolor y la desesperanza era el sentimiento con el que todos alguna vez se arrodillaron ante el Rey Cuervo...

...AÑO 444 - PUERTO MANZANARES, PROVINCIA DEL OTOÑO, RIWA....

—¿¡Dónde está la reina!?

Lady Asoia Yunshark salió del templo junto a su hija Noami llena de inquietud, buscando con demencia a la chica Phoenix. El escándalo de la mujer fue tan grande que Kara la escuchó desde el lago donde se encontraba junto a Shyna. Ambas se separaron alarmadas, dejaron de hacer lo que hacían y salieron a ver lo que sucedía.

—¡Majestad, al fin la encuentro! —Exhaló Asoia apenas la reina salió del bosque. —¡Necesito hablar con usted urgentemente!

—¿Qué ocurre, señora

Asoia? Me preocupa... —Cuestionó Karaline, con Shyna detrás de ella.

—Venga al templo, rápido. —Demandó Asoia retirándose a toda prisa.

En el templo se encontraba el consejo de Lady Asoia, o sea Las Valkirias, y Karaline no tardó en reunirse también con su gente y saber que alarmaba a la madre de las mareas.

—Esta mañana, Exton Veshna se declaró fiel a la corona Ravenly. —Informó Asoia mostrandole la carta a Karaline con ese mismo mensaje. —Los Veshna cuentan con miles de hombres a caballo, la situación se nos está complicando...

—Ellos cuentan con caballos, nosotros con barcos. Tenemos una ventaja que podemos utilizar a nuestro favor: atacar la costa de la capital. —Propusó Kara.

—Nuestra batalla no es en el mar, y no somos la única casa que posee una flota. Cedric Ravenly cuenta con la alianza de la mayoría de las familias más poderosas de Riwa, y de Fenten. Seguimos perdiendo ventaja... —Refutó la mujer mayor.

—Lady Alyn me prometió que hablaría con el gobernador de la Provincia Nocturna para aliarse a mi causa. —Comentó Kara. —Si nos apoya, Cedric y yo tendremos alianzas equilibradas. Y por la gente de Fenten no se preocupe, crecí ahí por lo que ya tengo una buena reputación establecida...

—No entiendo porque meten a la gente de otro continente en asuntos que no son suyos. —Comentó Noami, la hija de Asoia. —Mejor centrémonos en los afectados directos...

—¿El pueblo?

—¡Que pueblo tu también! —Exclamó Noami con desagrado. —¿Por qué no planeamos una alianza con los Wolfheard? Ellos no se han proclamado fieles a nadie.

Silencio total.

Todas quedaron viéndose las caras sin saber que responder. Fue Shyna la que no pudo aguantar la risa, y sin poder ocultarlo más soltó la carcajada bajo la mirada de las presentes.

—Por supuesto que no. —Respondió Shyna de inmediato, calmando su risa.

—Esa no es una respuesta coherente. —Contestó Noami frunciendo el ceño.

—Que coherencia tu también. —Argumentó Shyna con descaro. —No tengo que darte explicaciones, simplemente no. No hay tiempo, y no nos conviene gastar su saliva en esos engreídos...

—A mi no me importa lo que tu pienses. Lo haremos si es necesario, ellos también tienen derecho a decidir lo que quieren de de reino, no unos niños extranjeros. —La enfrentó Noami. El resto solo se quedó viendo como ambas discutían.

—Y a ti te recuerdo que tú no mandas en esta guerra, sino Karaline. —Espetó Shyna, luciendo intimidante y usando su altura superior a favor.

—¿Quién te crees que eres...?

—Noami...

—¿Crees que puedes doblegarme? Te puedes hacer la ruda y amenazante pero a nosotras no nos gobierna nadie, ¡Somos Valkirias y nunca nos dejamos pisotear por nadie! —Decía la joven alzando la voz y señalando con desdén a la mercenaria.

—¡Basta ya, dejen de discutir! —Explotó Karaline harta. —¡Quiero que le manden una carta a Lady Alyn para saber si consiguió el apoyo de los Mithernatch y se acabó!

La reina no pudo terminar cuando una Valkiria entró a la sala de consejo ajetreada, y no bastó más tiempo para transmitirle la preocupación que cargaba a los demás.

—¡Asoia, soldados del Rey Cuervo se acercan!

La noticia sorprendió a todos en la sala, rompieron el silencio para expresar su preocupación y desconcierto. Asoia tragó seco para luego exigir silencio mientras se dirigia a su hija.

—Noami, quiero que te quedes aquí con la Reina y su séquito. —Noami asintió ante la orden de su madre. —¡Las Valkirias vamos a pelear, tomen armas para defender nuestro territorio!

Asoia se marchó de la sala junto a las Valkirias, dejando solamente a su hija con la Reina y Marella. Sin pensarlo dos veces Shyna alistó sus dagas plateadas y se dignó a ir detrás de ellas, pero fue detenida por Kara.

—¿A dónde crees que vas?

—A pelear, obvio. —Antes de que Kara la sermoneara Shyna la interrumpió. —Quédate aquí con Marella donde estarán a salvo, si algo malo pasa usa la daga que te di, ¿De acuerdo?

Sin esperar respuesta por parte de su reina se fue, ansiosa de participar en el campo de batalla.

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