El final de Dominik y el juicio de Erick: parte III

Erick

Entro a la que era mi antigua habitación y azoto la puerta. Comienzo a caminar por toda la habitación como león enjaulado, le doy una mirada a mis manos y me doy cuenta que hay sangre de aquel miserable, siento asco y restrego mi mano en el sofá.

Segundo después, entran mi madre, Hugo y Mackenzie.

-Es increíble la humillación tan grande que nos acabas de hacer, Erick. Justo hoy, en el funeral de tu padre.

Les estoy dando la espalda, miro por la ventana todo el desorden que se ha hecho en el jardín.

-Golpeaste a uno de los hijos de los socios y mejores amigos de tu padre. ¿Qué va a pensar la gente de nosotros o de ti?

Me giro para encararla.

-Eso es lo único que te importa, ¿verdad? -Escupo con ira-. Molí a golpes a unos de los hijos de los socios y mejores amigos de mi padre. ¿Y qué? -Veo a mamá negando tapándose el rostro-. Yo no le debo cuentas a nadie y el muy miserable se estaba metiendo conmigo, y tuvo las pelotas para chantajearme en mi propia cara. Yo no sé lo iba a permitir.

-Haces más difíciles las cosas, Erick. Ten un poco de consideración.

Me dejo caer en el sillón y me sujeto la cabeza con las manos. Siento que alguien se agacha en frente de mí y oígo la sensible voz de Mackenzie.

-Cariño...

-¡No me toques! -aparto las manos rápidamente y pongo de pie-. ¡Tú, sobre todo tú, no quiero me toques! ¡No me vuelvas a poner una mano encima! ¡Me das asco! ¡Cada día que pasa intento odiarte menos, pero se me es imposible hacerlo porque cuando te tengo cerca solo siento asco y maldita sea la hora en que puse mis ojos en ti! ¡Me avergüenza que seas mi esposa, te detesto como mujer!... No vales nada, Mackenzie Morgan. Nada.

Ella palidece y parece que se va a ir hacia atrás. Le doy la espalda y escucho que Hugo le dice que salga de la habitación.

-¿Es éste es el ejemplo que le estás dando a tu hijo?

-Mamá, no voy a discutir contigo porque no tiene caso. A ti solo te importa el que dirán de la gente.

-Erick, tú deber desde que naciste es mantener el apellido de tu familia limpio.

-No quiero seguir con esto. Por favor, váyanse los dos de mi habitación.

Mamá suspira, enojada.

-Esta conversación no acaba aquí. -Dice y sale de la habitación.

Hugo se queda y me mira con una expresión ilegible.

-No voy a aplaudirte lo que hiciste ni tampoco voy a felicitarte. Estuvo mal, Erick. Te abalanzaste a ese tipo y comenzaste a golpearlo de la nada. -Niega con la cabeza con decepción-. No sé que habrá dicho para que te hiciera enojar.

Hugo se va y yo solo bufo, le doy una última mirada por la ventana y cierro las cortinas de golpe. No pienso salir de aquí a menos cuando me haya calmado considerablemente. Me acuesto en la cama, intento suavizar mi respiración, inhalo y exhalo hasta quedarme dormido.

Ya son un poco más de las cuatro cuando me levanto. Me rasco los ojos y me echo agua en la cara antes de salir al pasillo. Cuento hasta tres antes comenzar a caminar al salón. Todos me miran cuando aparezco y comienzan a murmurar entre ellos.

Tengo la boca seca, cruzo la puerta batible y entro a la cocina para servirme un vaso de agua. Lo bebo todo en solo tres tragos y dejo el vaso en la encimera, el sonido del vidrio con la cerámica resuena como eco en la cocina.

-Hasta que apareces. -Oígo la voz de Lucía.

La veo acercarse y me observa el rostro, buscando algún puñetazo.

-No te pegó. -Dice lentamente.

-Tampoco le dio tiempo. -Respondo tanjante.

-¿Por qué te peleaste con él, Erick? -Frunce sus perfectas cenas depiladas y se cruza de brazos.

-Porque es un imbécil. Un cerdo. -Digo y siento como se me remueve el estómago.

-Dijo algo de mí, ¿cierto? Noté como me miraba.

Oprimo lo labios, suspirando huyo de su mirada. Ya no tengo por qué negarlo.

-Ted lo sabe, Lucía. Ted lo sabe todo.

-¿Cómo qué todo? -Dice ella impresionada.

-Sabe lo de nuestra relación, sabe lo de nuestro pasado. Lo sabe todo, Lucía, y me chantajeó diciéndome que si no conseguía que te acostaras con él, iba a decirlo todo.

-Obviamente, tú se lo negaste, ¿verdad, Erick?

Me tomo el puente de la nariz y resoplo.

-Lucía, escúchame...

-¿Qué vamos a hacer ahora, Erick? Ese imbécil puede abrir la boca y ahora sí, todo se va a ir a la basura.

-No va a decir nada y baja la voz, que nos pueden escuchar.

-¿Cómo lo sabes? -Susurra entre dientes, enojada-. Lo golpeaste, lo tiraste al suelo, lo humillaste en frente de toda esa gente, ¿y aún así dices que no va a decir nada?

-Lu...

-¿Cómo se enteró?

-Mackenzie le contó todo. Temo también que le haya contado el pasado de mis padres y del supuesto ex amante de mi madre. Lucía, mi amor, no discutamos ahora, no me siento bien.

-Esto está siendo muy peligroso. Ya mucha gente sabe lo de nuestro, también sospechan, Erick -la veo desesperada-. Maldición. ¿Qué vamos a hacer?

-¿De qué estás hablando? -Pregunto confundido.

-Yo creo que lo mejor es que dejemos todo hasta aquí.

-¿Dejarlo todo? -Frunzo el ceño. ¿De qué está hablando?

-Separarnos. De eso es lo que hablo. Debemos terminar y mantenernos alejados un tiempo.

La sigo mirando si entender.

-Lucía, ¿Tú estás terminando conmigo?

-Es lo mejor, Erick.

Desvío la mirada sin parpadear, tomo aire y cuento hasta veinte. La miro nuevamente. ¿De verdad está haciendo esto?

-Voy a hacer como que no oí eso. Lucía, lo nuestro no se puede terminar por culpa de un imbécil buena para nada. Si quieres, voy ahora mismo a la clínica que esté y le pido perdón de rodillas, o llego a un acuerdo con él, ¡no lo sé! Pero no puedes terminarme, no ahora cuando más te necesito en mi vida.

-No intentes manipularme.

-Yo no te manipulo. Te estoy diciendo que soy capaz de ir a pedirle perdón a ese cerdo para que no te vayas de mi lado -hago una pausa para inhalar porque siento que me falta él aire-. No sé por qué no me sorprende tu actitud. Siempre has sido así. Eres una cobarde, Lucía Bernard.

-¡No vamos a discutir por eso en este momento!

-Siempre quieres terminarlo todo por miedo.

-Yo solo pienso lo que es mejor para los dos. Algo que claramente tú no haces porque siempre te dejas llevar por lo que sientes y solo piensas en ti y no en los demás. Eres un egoísta.

Miro el pasillo de la cocina, me doy cuenta de que no hay nadie y que no nos han escuchado. O eso creo. La tomo por los hombros y la acorralo en la nevera.

-Vamos a dejar esto hasta aquí y tú y yo no vamos a terminar. Eso no es una opción. Además, Ted no tiene pruebas de nada, apuesto que solo lo dijo porque estaba enojado, ya que no le hiciste caso y... Mi amor, no podemos permitir que la historia vuelva a repetirse, no quiero perderte otra vez.

-Esto está siendo muy difícil.

-Shh. -Toco sus labios rojos con mi dedo índice-. Después de que esto termine, llevaré a Sam, lo voy a acostar y tú haces lo mismo con Oliver. Luego vas y me esperas en el nuestro departamento, ahí hablaremos tranquilamente de este asunto, ¿sí?

Lucía asiente y yo no me contengo a darle un beso en los labios, pero rápidamente se aparta y me echa para atrás.

-No, Erick. Aquí no.

-Bueno, pero por lo menos dame un abrazo.

Ella no lo piensa y me envuelve en sus brazos, yo le rodeo lo cintura y hundo mi rostro en su cuello. Lucía tiene el cabello muy suave y liso, todo en ella huele a lavanda, aspiro su olor cerrando los ojos y no veo la hora de fundirme en ella.

-No tienes idea de lo mucho que te necesito.

Ella separa la cabeza de mi hombro y nuestras narices rozan y siento su respiración y su aliento cálido en mis labios.

-Yo también me muero de ganas por estar contigo. Quiero ser tuya, tuya, y solo tuya.

Antes de que pudiéramos darnos un semejante beso, por el ruido de la puerta de la cocina hace que nos separaremos y miremos perplejos a la persona que está parada en el marco.

-Rebecca.

Su nombre es lo único que me sale de la boca. Lucía la mira y noto que su expresión, por un extraño razón, se ha relajado y mira a Rebecca con gran interés.

-Rebecca, que sorpresa verte aquí. -Me suelto de Lucía

-Vine a darte el pésame. -Dice acercándose.

Lucía no le quita la mirada de encima.

-Lucía, ella es Rebecca, mi secretaria.

-¿Tu secretaria? -Me pregunta y alza una ceja.

-Sí. Rebecca, ella es Lucía. Creo que en algún momento te he hablado de ella.

A Rebecca se le ilumina la cara y sonríe.

-Lucía Bernard. He oído mucho de usted -Ambas se estrechan la mano-. Es un gusto por fin conocerla.

-También es un gusto, Rebecca. Lástima que tengamos que conocernos en estas circunstancias tan lamentables.

-Lo mismo digo.

Lucía sonríe y se echa el pelo para atrás, se acomoda su cartera.

-Bueno, yo creo que ya es hora de que me retire. Mi hijo me está esperando y no me gusta dejarlo tanto tiempo solo. Adiós, Erick, y nuevamente, fue un gusto conocerte, Rebecca.

Ella nos da una última y luego se va dejando su fragancia en el aire, yo la sigo con la mirada hasta que desaparece. Regreso mi mirada a Rebecca.

-Rebecca...

-Es ella, ¿verdad?

-¿A qué te refieres?

-Es ella por quien terminaste lo nuestro.

-Lucía es solo una amiga cercana de la familia, nos conocemos desde hacr veinte años. Ella fue la novia de mi hermano hace algún tiempo.

-No me mientas. Yo sé que es ella la mujer de la que estás enamorado. Eres muy evidente. La forma en como la miras y en como le hablas.

-Con todo respeto, Rebecca. Yo no tengo por qué darte explicaciones de absolutamente nada de lo que haga yo con mi vida. Lo nuestro se terminó para siempre. Y otra vez me disculpo si te hice ilusiones falsas porque no era mi intención.

-Honestamente, agradezco que seas sincero conmigo, aunque no voy a negarte que me duele.

No sé que decirle y me quedo callado con un sentimiento incómodo y de pena.

-Yo..., pensé mucho en venir. Pero necesitaba ver como estabas, no podía conformarme con solo una llamada o por lo que dicen los demás. Llegué y me enteré de inmediato que...

-Sí, todo el mundo está hablando de eso.

-Erick, yo necesito hablar contigo de un asunto muy importante. Pero considero que no es el momento.

-Podemos quedar un día.

-En mi departamento. Yo te aviso.

...⸺⚋ׅㅤ♡ㅤׁ⚋⸺ׅㅤ♡ㅤׁ⸺⚋ׅㅤ♡ㅤׁ⚋⸺...

Busco a Gaten y lo encuentro recostado en una pared con una bolsa de hielo en la mejilla. Suspiro y me le acerco con la mirada en el suelo.

Se me cae la cara de vergüenza.

-Gaten, te debo una disculpa. Yo realmente no quería...

-Está bien. No te preocupes. Aunque debería de matarte, siento mi cara una calabaza en este mismo instante. -Se aparta la bolsa un instante y señala su mejilla y ojo morado.

-Si lo haces me sentiré menos culpable.

Gaten dice que se han llevado a Ted a la clínica y que sus padres están muy enojados.

-No me importa, en este momento no me importa nada, Gaten. Nada.

En este momento, tengo indignación de aquí a Saturno.

-No te diré nada, Erick. En este momento te encuentras en un juicio mental y peleando con tu peor enemigo que eres tú mismo. Deberías de ir a psicólogo, amigo. No te lo digo por qué crea que estés loco o... bueno, si creo que estés loco. Pero el punto es que hablar de tus cosas con un profesional te va a ayudar a reflexionar de las situaciones.

-Lo haré. Gracias por el consejo.

Gaten cambia de tema y me da unos codazos leves.

-Oye, se te juntó el ganado.

Pongo los ojos en blancos y suelto un sonido de frustración, mi mejor amigo se ríe y comienza a bromear.

-¿Quieres callarte?

-Tienes a las tres aquí, juntas en el mismo salón. ¿Cómo te sientes?

-Como se nota que ese golpe te dejó más imbécil de lo que ya eres. Estoy tratando de no pensar tanto en ellas, sobre todo en Rebecca.

-¿Estás seguro de que tu relación con ella ya terminó?

Me aparto el pelo de la frente y lo miro a los ojos.

-Lo mío con ella se terminó desde que Lucía Bernard volvió a pisar este país. Ya no me interesa ninguna mujer que no sea ella. -Le doy una mirada rápida a Lucía, que habla animadamente con otras mujeres-. Lucía Bernard no tiene competencia. Siempre regresaré a ella.

...⸺⚋ׅㅤ♡ㅤׁ⚋⸺ׅㅤ♡ㅤׁ⸺⚋ׅㅤ♡ㅤׁ⚋⸺...

Abro los ojos abruptamente y me siento en la cama de un tirón. Miro el lugar en donde estoy. Es mi habitación, mi antigua habitación de color azul marino, con póster de Frank Sinatra, Beethoven, Chopin y otros artistas de música clásica. Mi escritorio está lleno de libros de ciencia, cajas de marcadores y colores de todos los tonos.

La luz blanca de la lámpara en forma de Luna ilumina tenuemente la habitación, los rincones son como cuevas oscuras y el suelo casi no se distingue. Siento escalofríos, la temperatura está muy baja y la brisa fría entra por el balcón abierto, donde las cortinas blancas se balancean en una danza no sincronizada. Contengo el aliento y pongo mis pues en el suelo, me doy cuenta de qué estoy descalzo, llevo uno pantalones grises de algodón y un suéter azul marino de lana.

Me siento más bajo, más pequeño, como si estuviese en otro cuerpo. Me pongo de pie y camino al tocador de la habitación y al mirarme en el espejo, inevitablemente me echo para atrás al ver mi reflejo de mi yo adolescente. Siento el golpe seco en los talones con el sofá y caigo sentado en él.

-Esto debe de ser un sueño.

Oígo un fuerte estruendo, luego gritos de una mujer. Golpes, latigazos, el llanto de un bebé. Oígo pisadas en el pasillo y me sujeto muy fuerte del sofá. La puerta se abre de golpe y la figura de mi padre con un látigo en la mano entra, se ve gigante e imponente.

-Me desobedeciste. Te comportaste como un niñato rebelde y tú ya eres un hombre.

-¿Qué le hiciste a mamá?

-A tu madre la enderecé como debía, de la misma forma que lo voy a hacer contigo. Quítate la ropa y ponte de espalda en la pared.

Hago lo que me dice, obedezco sumiso y me saco la pijama con el cuerpo temblando y solo quedo ropa interior.

-Las manos en la pared.

Obedezco. Segundo después, siento el primero ardor y pinchazo en la espalda, como millones de agujas clavándose en el mismo punto, luego otro, otro y otro... Contengo la respiración y lloro, pero no por el daño físico, sino emocional y de rabia.

-No lloras por el dolor, lloras porque no puede ser yo en este momento. Porque no puedes tener un látigo en tu mano y hacerme lo mismo, lloras porque no puedes hacerme daño.

Siento que poco a poco voy perdiendo la conciencia y caígo de rodillas al suelo con la frente en la pared.

-No mires esto como un castigo, Erick. Míralo como algo que te hace más fuerte. Algún día, serás como yo.

Con el rostro bañado en lágrimas, el cabello regado por la frente y con la respiración lenta, hablo.

-Yo nunca seré como tú.

Otra persona entra a la habitación, es mamá.

-Dominik, termina con esto de una vez por todas y ya déjalo en paz.

-¡Yo soy tu padre y no permitiré que dañes la reputación de la familia! Embarazaste a esa niña pubertad y ahora su padre exije que le respondas.

-¡Suéltame!

-¡Dominik, ya basta!

-Hay que darle un lección.

-Tiene dieciséis años, Erick no se merece eso, es tu hijo, Dominik.

Pero él no oye las imploraciones de mi madre. Comienza a pegarme nuevamente una y otra vez. Los gritos de mi mamá se comenzaron a oír lejanos, yo también comienzo a implorar a que me suelte.

-Erick, despierta. Es un sueño.

Una tras otro. No se detiene y estoy a punto de desmayarme. Abruptamente, siento que causo al vacío y suelto grito de defensa.

-¡Dije que me sueltes!

Y siento algo duro pero a la misma vez blando chocar con mis nudillos. Abro los ojos y ya no estoy en mi antigua habitación adolescente. Estoy en una habitación distinta, tiene paredes negras con gris, un gran ventanal donde se ve la noche oscura y sin estrellas. La cama tiene colchas negras y almohadas rojas de seda. El olor es distinto, huele a perfume y a suavizante. Me percato de que estoy desnudo en la cama.

Oigo las quejas de una mujer. ¡Maldición!

-Lucía -la llamo, pero ella soga soltando quejas con la mano en la mejilla-. Lucía, cariño, mírame. Yo..., no fue mi intención, de verdad, lo siento tanto. Déjame ver.

Me acerco a ella y tomo sus muñecas, le aparto el pelo de la cara y me fijo en el golpe rojo que ha aparecido en la mejilla, muy cerca de su ojo. Le paso el pulgar por encima y eso hace que gima y se aparte de mí.

-Lucía, déjame ver, por favor. ¿Te duele mucho?

-Creo que tienes la mano un poco pesadita -dice ella en con ironía-. Ya me imagino como debe de estar Ted.

-Lo siento, mi amor. Sabes que yo...

-Lo sé, Erick. Fue solo una pesadilla, estabas dormido. ¿Qué soñaste?

No le respondo y me pongo de píe, busco mi bata negra y me la pongo mientras voy a la cocina. Saco una toalla y del congelador unos cubos de hielo, amarro la toalla y luego regreso a la habitación. Lucía se ha puesto su bata púrpura de satén.

-Te pondré esto en la mejilla. Está frío.

-Dame eso. -Me arrebata la toalla y de la mano y se la colocala mejillailla.

Yo miro recostarse en la cabecera de la cama con las piernas estiradas. Me mira pensativa, como si tratase de adivinar lo que pienso. Yo la sigo y me recuesto en su lado.

-¿Estás enojada? ¿En qué piensas?

Lucía cambia la expresión y suelta un suspiro.

-No estoy enojada, cielo. Entiendo que todo esto te esté afectando. Pienso en que no recordaba cuanto te afectaban esas pesadillas.

-Hace un mes que no las tenía.

-¿Puedo saber que soñabas?

-No fue una pesadilla. Más que eso, fue un recuerdo, porque realmente sucedió. Soñé que mi papá me pegaba, me daba latigazos, uno tras otro mientras que mi madre gritaba que me soltara. Tenía dieciséis.

-¿Por qué te pegaba?

La razón por la que me lastimó en edad ocasión, fue una en específico.

-Lo que estoy a punto de contarte, es algo que no se ha hablado por más de quince años en mi familia. Casi nadie sabe las razones, solo las personas involucradas -tomo aire y medito por unos segundos-. Mackenzie y yo íbamos a ser padres cuando ambos teníamos dieciséis.

La miro de reojo y veo que se le han dilatado las pupilas.

-Cuando Mackenzie y yo nos conocimos y nos hicimos pareja, las cosas se dieron muy rápido. Éramos unos adolescentes y como es normal, los dos teníamos las hormonas hasta cielo, teníamos relaciones cada vez que se nos presentaba la oportunidad. Nos cuidábamos, por supuesto, Gaten solía regalarme preservativos y de vez en cuando nos cubría... pero algo salió mal. Mackenzie dejó de asistir al colegio y un día me llamó para que nos viéramos, me dijo que estaba embarazada. Yo no me puse feliz, le pregunté que si lo quería tener y me dijo que sí. Cuando fui a hablar con sus padres, se hicieron los sorprendidos pero algo me decía que ya lo sabían.

>>Decidimos tenerlo, pero lo escondimos. Cuando mi madre se enteró, ella se indignó y se puso histérica, mi padre se puso como una bestia caída del infierno. Los padres de ella hablaron con el instituto y quedaron en que Mackenzie tomaría clases desde casa por unos meses, quizá hasta un año entero. Íbamos a casarnos con el permiso de nuestros padres y la aprobación de un juez, los padres de Mackenzie no querían un niño bastardo.

-¿Qué sucedió con el bebé?

-Lo perdió. un aborto espontáneo, su cuerpo no resistió y... salió de la nada.

-¿Qué pasó después?

-Los padres de ella se enojaron, mis padres celebraron y Mackenzie y yo nos separamos. Terminamos por todo un año entero, luego ella me buscó y volvimos. Mi padre tampoco lo aprobó pero de un momento a otro, así de la nada, acepto a Mackenzie a regaña dientes.

-¿Quiénes lo saben?

-Lo saben mis suegros, mis padres, Mackenzie, yo y ahora tú. -Por primera vez en largos minutos, la miro a los ojos.

-¿Ni siquiera Hugo?

-Ni siquiera Hugo. Ni Gaten que es mi mejor amigo y sabe todo sobre mí, no lo sabe. Es un secreto que se ha mantenido oculto hasta entonces, nadie habla ni mencionan a ese bebé.

-¿Lo querías?

-¿Al bebé? Llegué a encariñarme con él, demasiado, lo llegué a querer muchísimo y me dolió cuando Mackenzie lo perdió. Pero siendo realistas..., me atrevería a decir que fue lo mejor que pudo haber pasado, yo aun ni siquiera habia terminado la secundaria. Po eso cuando perdiste tu primer embarazo, en parte me sentí conectado contigo. Ambos habíamos perdido a un bebé. Compartíamos un sentimiento mutuo.

-Erick.

-Si las cosas hubiesen salido de otra manera, ahora mismo, ese bebé fuera un muchacho y estuviera cumpliendo dieciocho años. A veces pienso que todo eso fue planeado, como el embarazo no resultó, entonces usaron de lo de mi madre. Malcolm solo buscaba la manera de como amarrarse a mi familia.

-¿Crees qué ese hombre es capaz de obligar a su hija adolescente a que se embarace?

-Ese hombre es capaz de hacer cualquier cosa por dinero. Por eso mi madre le tiene tanto miedo.

Lucía voltea el trapo y lo cambia de posición.

-¿Qué hay de Rebecca?

-¿Rebecca?

-Sí, tu secretaria. No te hagas el loco, Erick. Esa mujer está enamoradísima de ti.

Suelto un soplido y no me queda de otra que contarle toda la verdad.

-Rebecca fue mi amante. Todo acabó. No hay mucho que contar.

-¿La dejaste por mí?

-Técnicamente sí. Lo que pasa con Rebecca es que..., es joven y tiene un gran futuro por delante. Le gusta estudiar, es dedicada, responsable y sobre todo inteligente. Conmigo no va a ser feliz, es mejor soltarla. No me sorprendería que algún día presente su carta de renuncia.

-Se nota que la lastimaste.

-El amor duele -reprimo una risa, mirándola-. No lo sabremos nosotros.

Ella también sonríe y me da un pequeño beso en los labios.

-Te amo, Erick. Agradezco mucho que me hayas confiado esto.

-Eres la persona en la que más confío, Lu. Yo también te amo y siento muchísimo el golpe. De seguro es estrés postraumático o algo así.

-No fue tu intención.

Se acurruca en mi pecho y nos tapamos con las colchas. Son al rededor de las tres de la mañana, tenemos al menos una hora antes de volver a nuestras casas. Por suerte, es sábado.

-Me sorprendió no ver a Oliver hoy.

-Se moría de ganas por venir, yo no lo dejé.

-Yo tampoco quería que Sam fuera, pero fue.

-Lo que sucede con Oli es que él es un niño especial.

Eso me despierta el interés.

-¿Especial?

-No está enfermo ni nada es solo que... Oliver ve cosas.

-¿Qué cosas?

-Cosas paranormales. Después no puede dormir.

-Eso si es fuerte.

-Dice que sueña con Julián y hasta puede verlo.

-Yo también veía cosas de niño. Muchas veces vi a mi abuela después de morir y nadie nunca me creyó.

-Yo sí le creo a mi hijo. -Dice con determinación.

-Cuéntame como supiste que estabas embarazada de él.

Siento su cuerpo ponerse rígido y se remueve un poco.

-Solo lo sospeché, me hice la prueba y salió positivo.

-Dijiste que Sam es un niño prematuro. Para serlo, es un niño muy sano.

-Sí lo es.

-Los dos somos alérgicos a la misma cosa y tenemos gustos similares. Qué casualidad, ¿no? -Bajo la cabeza para mirarla.

-Sí, que casualidad.

-¿Le gusta dibujar?

-A veces.

-Que gracioso.

Lucía se levanta y solo se me queda viendo, sin ningún expreso.

-¿Qué pasa? -Pregunto.

-No es lo que estás pensando.

-¿Y qué es lo que estoy pensando? Según tú. -También me levanto y la miro directo a los ojos.

Le he dado en el blanco.

No dice nada y se ha puesto nerviosa.

-Mi amor, no quiero romper este lindo y romántico ambiente que hemos creado. La única cosa que te voy a decir, Lucía, es que a veces pueda que sea un poco tontos, inclusive, hasta torpe, pero no soy ningún imbécil y no te le preguntaré directamente por qué no me dirás la verdad, al menos no por los momentos. -Vuelvo a recostarme y miro mi reloj-. Bueno, cariño, nos queda poco tiempo, así qué, aprovechémoslo.

No quería alargar la discusión. Tarde o temprano, sabría la verdad. Independientemente, si ella me lo dice o no. No tiene opción.

-Cariño, relájate. Estás muy tensa.

-Descarado.

Más populares

Comments

Diana Blanco

Diana Blanco

bueno es casi una confianza muy importante pero no completa, falta lo más importante!!!

2024-06-17

0

Elimar Delpimo

Elimar Delpimo

bueno pero monta uno solo

2024-02-03

2

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play