El reencuentro

Lucía

-..., sin más que decir. Bienvenida la institución, señora Hoffmann...

-Bernard. -Interrumpo a la directora de cabello castaño hasta la barbilla.

-Lo siento, señora Bernard. Le prometemos que su hijo se sentirá seguro en esta institución. Es un honor que haya puesta ésta confianza en nosotros.

-Eso lo veremos más adelante, y por favor diríjase a mi como la Señora Bernard.

-Como usted diga.

Me despido cordialmente de la directora y salgo de la oficina, camino hacia mi camioneta, me siento llena de nostalgia y creo que voy a llorar. Oli comenzó las clases hoy y estoy sumamente preocupada. ¿Cómo le estará yendo a mi bebé? Me pregunto mientras conduzco. Intento mantener mi mente positiva. Me detengo en un semáforo y aprovecho el momento para verificar mi maquillaje.

Hoy, después de cinco años, regreso a mis empresas, hoy regreso a mi trabajo de toda la vida. El puesto que me representa y que lo ha hecho por más de diez años. Bernard Interprises me espera y no entraré precisamente como Lucía Hoffmann. Tomé la decisión en dejar de usar el apellido de mi difunto marido y ahora es sólo Oliver quien lo lleva. Hoy regreso como Lucía Bernard. Sonrío en el espejo y cuando el semáforo se pone en verde, avanzo.

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Recorro la que una vez fue mi oficina. Todo está exactamente como yo lo dejé, hasta la propia silla giratoria. Cinco años han sido mucho tiempo, una eternidad. Me da nostalgia y recuerdo mis momentos más memorables en este sitio.

-La oficina sigue tal cual como usted la dejó, señora. No se hizo ningún tipo de remodelaciones por petición suya.

-Esta bien, Charlotte. Pero he cambiado de opinión -pongo mis ojos en ella-. Hazme una cita con la agente de inmobiliaria.

-¿Para cuándo?

-Esta misma antes del mediodía. Es hora de darle una cambios a este edificio.

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Me sentía genuinamente rara, un sensación extraña en mi estómago. Mis recuerdos retornan nuevamente, no tengo ganas de llorar pero... ¡Es raro! Volver a donde fuiste no tan feliz. Mi oficina seguía siendo la misma, nadie la ha tocado como tampoco han tocado las demás áreas del edificio.

-Es un gusto volver a verla, señora Bernard. ¿Qué tal le ha parecido su casa? -Dice la mujer activamente rubia de ojos azules, lleva un moño bien sujeto en cola de caballo y un blazer azul marino.

-La casa es estupenda. La llamo porque quiero hacer algunos retoques en el edificio y en mi oficina. He tenido la misma por ocho años, por supuesto sin contar los cinco otros que estuve fuera.

-Comprendo. -Asiente pensativa-. ¿Qué se le ocurre?

Saca libreta y bolígrafo.

-Quiero cambiar los sillones, ya esos están muy viejos y pasados de moda. Los cuadros como que ya no van conmigo...

Y le seguí hablando por bastante rato. Yo tenía una idea de cómo quería mi edificio, quería mi oficina más acoplada a mi nueva personalidad hogareña sin dejar el toque moderno.

Todos en la oficina parecen rígidos. Creo que debí avisar con más antelación mi regreso. Aunque no tengo tantas quejas, todo está tal cual como lo dejé y eso me aturde un poco.

Espero impaciente a que se hagan las doce del mediodía para ir a buscar a Oliver. Estoy emocionada de que me cuente como le fue hoy, de todas formas, hablaré con la maestra del grupo. Me bajo de la camioneta y camino con las manos dentro de la gabardina. Estoy altamente nerviosa y no es solo por Oliver sino porque tengo algo pánico encontrármelo hoy.

En algún momento tendré que enfrentarlo, verle la cara de frente y dirigirle la palabra. Tal vez fue por eso que no le tomé mucha revelacia de que Oliver estudie en el mismo colegio que el de su hijo. Hoy tuve la oportunidad de conocer a Sam de cerca, Lizy no exageraba cuando decía que era un niño maravilloso y altamente energético, comencé a dudar de que realmente padeciera de asma. Se veía un niño sano y fuerte y eso me sonreír. Erick a echo un excelente trabajo porque como padre, eso habla mucho de él.

Los niños han salido amontonados, saltando de sus aulas como pollitos siendo liberados del corral, se tropiezan entre sí y ríen entre sí, pero no encuentro a mi pollito.

Oliver no tarda en aparecer y viene de la mano de la maestra y de la otra mano viene agitando un hoja de papel y cuando me ve sale corriendo.

-¡Mamá! -Salta en mi brazos y se engancha a mi dorso como un cohala.

-Mami también te extrañó mucho, cariño.

La maestra llega hasta nosotros, Oliver no quiere bajarse y lo acomodo mejor entre mis brazos.

-Señora Bernard, que gusto saludarle de nuevo.

-Igualmente. ¿Cómo le ha ido?

-Para ser su primer día en una nueva institución en un nuevo país, le ha ido de maravilla. Se logró integrar rápidamente al grupo.

-Eso es estupendo.

-Haremos actividades recreativas durante las primeras semanas, se integrará fácil, además también contamos con la ayuda de la psicóloga.

-No sabe lo mucho que me alivia escuchar eso, maestra. Oliver es un niño tranquilo y muy tímido.

-La timidez es algo que se puede vencer y, mientras sea más temprano, es mucho mejor.

Miro a Oliver que parece neutro y con un mohín en los labios. Le doy un besito en la mejilla y vuelve a sonreír bonito.

La maestra se va y centro toda mi atención en Oliver.

-¿Qué tal?

-Bien.

-¿Sí te gustó? ¿Hiciste amiguitos?

-Solo uno. -Me dice en un tono de voz muy bajo.

-Bueno, por algo se empieza.

Lo bajo al suelo cuando comienzo a sentir escalambrazos es los brazos.

-Para ti, mami. -Me estrecha la hoja de papel y veo un hermoso dibujos. Claramente somos nosotros, Julián, Oliver y yo. Juntos tomados de la mano.

-Es hermoso, Oli.

Oliver no era el mejor dibujante, de hecho, rara vez lo hace y es cuando no tiene nada que hacer que es cuando está en su máximo aburrimiento. Mi hijo sonríe pero cambia drasticamente y se pega a mi pierna. He intentando ser casi omiso a aquello, pero claramente Oliver no. La gente nos mira con los ojos muy abierto, no apartan la vista de nosotros, están tan embelesados que ni siquiera se molestan en disimularlo.

Sí, la hija de la poderoso Magnus Bernard es madre. Lucía Bernard tiene un hijo de casi cinco años.

Escucho el sonido de las cámaras detrás de mí.

-¡Lucía! -Oígo las voz de Lizy y la miro caminar con dificultad por su gran panza de siete meses.

-Hola, Lizy, ¿qué tal?

-Pues bien, y lo mismo te pregunto yo a ti, ¿Sucede algo?

-La gente acaba de darse cuenta que tengo un hijo.

Lizy mira a sus alrededores y se da cuenta de la fuerte tensión que se ha creado. Los camareografos están fijado en sacarnos fotos de distintos ángulo. Vale, es hora de irnos. Cojo a Oliver en brazos nuevamente y camino hasta al coche. Me doy cuenta de que Lizy me sigue. Acomodo a mi hijo en el asiento trasero y le aseguro el cinturón.

-Quería decirte que los niños y yo planeamos ir esta misma tarde al parque -se detiene-, por si quieres venir y pasar un rato con nosotros.

-Ya veremos. Adiós.

-Adiós, Lucy.

Nos despedimos en un beso en la mejilla y yo me subo al coche y arranco de inmediato.

Estoy pendiente del tráfico y de Oli al mismo tiempo. Lo veo un poco intranquilo, como asustado y tiene la vista fija en sus botas. Cuando lo miro de esa forma, me pregunto si hice bien en mudarnos de ciudad. Yo sabía y estaba consciente del cambio que podía causar en su personalidad y de manera emocional, no es fácil para él ni para mi mucho menos. Hace mucho tiempo que no vivía una experiencia como esas, un montón de fotos sobre mí, el ojo público encima de mí cabeza a plena luz del sol y peor aún, ¡estaba con mi hijo! Oli no está acostumbrado nada de esto, no le hablé nunca sobre lo que tendría que enfrentar solamente por ser hijo mío y nieto de unos de difuntos empresarios más exitosos de Europa. Pero me he decidido que tendremos una conversación esta noche antes de irnos a dormir.

Llegamos a casa, estaciono el carro y me bajo para sacar a Oliver. La camioneta es algo alta, por lo tanto tengo que sacarlo de volandas y luego dejarlo en el suelo aún lleno de nieve. Tomo su mano y ambos caminamos hasta la entrada, pasamos por al lado del muñeco de nieve que hicimos ayer y Oliver lo saluda como si fuera real.

Emma tiene el almuerzo listo, así que acompaño a Oliver para cambiarse y lavarse las manos.

-¿Cómo le fue en su primer día? -Pregunta Emma.

-Yo creo que le fue bien, para ser su primer día. -Digo mientras pico el trozo de carne.

Oliver come y mastica la comida de la forma más paciente del mundo, no tiene prisa.

-Se irá acostumbrado. Y dime, ¿te lo encontraste?

Se refiere a Erick. La verdad es que yo esperaba encontrarmelo y por sorpresa mía, no fue así. Niego con la cabeza y miro a Oliver de reojo.

-Algún día lo hará. Oliver -lo llama y él voltea a verla-, ¿hiciste amigos?

-Solo uno.

-Que bueno, ¿y cómo se llama?

-Sam.

Emma me mira y sonríe orgullosa. Yo parpadeo, lo hace a propósito.

-Sigue contándome, pequeñin.

-Se llama Samuel, pero todos le dicen Sam. Se me acercó y me preguntó si quería ser su amigo y yo le dije que esta bien y jugamos mucho junto con Mika.

-¡Los tres mosqueteros! -Exclama Emma llena de ironía.

Niego con la cabeza y Oli sigue hablando de la escuela; estoy atenta a lo que dice y me quedo mucho más tranquila al saber que todos sus compañeros le dieron una buena bienvenida.

-Oli, ¿Quieres ir al parque esta misma tarde con tia Lizy y Mika?

-¡Sí!

Me sorprende su respuesta porque esperaba a que dijera un rotundo no. Terminamos de cenar y luego lo acompaño a lavarse los dientes.

-Cepillarse bien los dientes es una obligación, hijito. Es importante porque así evitamos las caries.

-¿Qué son caries? -Dice con la boca llena de pasta de niños sin menta.

-Son bichos feos que aparecen en los dientes y pican. Listo. Sácate la boca. -Le tiendo la toalla de color azul rey y se seca la mandíbula. Esta a la misma altura de mis hombros porque está montado encima de un banquito especialmente para él. Lo miro a través del espejo y suspiro. Creo que es el momento.

-Oliver, hay algo de lo que tengo que hablarte.

Deja la toalla y pone sus ojos en mí, muy abierto, verdosos y atentos.

Dios, ¿cómo comienzo a...?

-¿Recuerdas esta tarde cuando te fui a buscar a la escuela y habían un montón de cámaras?

Él asiente, confundido.

-Mami antes de tenerte era una figura pública muy conocida.

-¿Qué es un figura pública?

-Alguien de mucha revelancia y que tiene algún tipo de influencia en el mundo. Para explicártelo mejor -me detengo-. ¿Ves esos cantantes en la televisión o todo esos actores? Ellos son figuras pública.

Lo miro esperando una respuesta, frunce el ceño. Genial, ahora esta más confundido que antes.

-El punto es, Oliver, que, tu mamá, yo, tengo a ciertas personas detrás de mí siguiendome para tomar fotos de cualquier cosa que haga. Es normal y con un mucha frecuencia puedes que veas a esas personas llamadas paparazzis.

-Paparazzis.

-Sí, paparazzis, eso. Oliver, no tienes porque asustarte, cuando estás con mamá no hay por qué tener miedo, porque yo te protegeré y cuidaré de ti siempre, incluso después de la muerte.

Él parpadea. Sus ojos se ven reflexivos, está analizando lo que acaba de decirle.

-Yo también te quiero, mami.

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Después de una pequeña siesta, Oli y yo nos preparamos para ir al parque.

-¿Segura que no quieres venir con nosotros, Emma?

Emma se acomoda un poco más en el sofá y le da un sorbo a su chocolate caliente.

-Aquí estoy bien.

Oliver baja las escaleras y lleva puesto el mismo gorrito azul pastel con amarillo.

-Listo. -Me dice y me coge la mano.

Nos despedimos de Emma y salimos de la casa. El parque no está a muchas cuadras, así que nos vamos caminando.

-Recuerda lo que dijo mamá, Oli.

-Sí, mami.

Caminamos tranquilos tomados de la mano. Gente se nos queda viendo pero no me importa, Oliver está en su mundo y parece muy contento, tanto que a veces pega pequeños saltos sin soltar mi mano. Un señor mayor viene caminando a la dirección contraria de nosotros y trae consigo a un perro dalmata.

-¡Perrito! -Grita señalando al animal-. ¡Mira, mami, un perrito!

-Sí, es lindo el perrito.

Oliver no puede evitar tocar al dalmata del señor, se llama Scooty y mueve su cola cuando mi hijo le acaricia la cabeza.

Dios mío, esto es una señal. Claramente lo es. Balto no puede venir con nosotros, ya es un perro viejo que estuvo por muchos años con Julián. Oliver lo quiere mucho porque fue su primer amigo. Le encantan los animales incluso desde que era un bebé.

Nos despedimos del señor y del dalmata. Seguimos nuestro recorrido tranquilamente, llegamos al parque, por suerte es una zona pública con seguridad, hay policías al rededor y eso me tranquiliza.

Busco a Lizy con la mirada pero no la veo. Hay mucho niños en el parque jugando y corriendo, otro encima de sus bici y patines y lo demás se balancean en el columpio con ayuda de sus padres. Veo a Lizy sentada en una banca y camino hasta ella. Las mirada no faltan, nos siguen en cada paso que damos. Cojo más fuerte la mano de Oliver.

-¡Lucy, haz venido!

La saludo, no está sola, junto con ella están otras madres que no me quitan el ojo de encima.

-Hace mucho tiempo que no te vemos, Lucía. Estás muy cambiada y más hogareña. -Dice una mujer de unos treinta y muchos de pelo negro.

-Sí, la maternidad me cambió rotundamente.

-¿Este es tu pequeñin? -Pregunta otra mirando a Oliver.

-Sí, así es. Saluda, Oli.

-Hola. -Dice pero esta más pendiente en los demás niños.

-Mika está cerca al igual que Niko, en la zona de las telarañas -Lizy le señala la dirección donde está Mika y otro niño más que no reconozco, pero no veo rastros de Niko-. ¿No irás, Oli?

Oliver mira a Lizy y después me mira a mí, esperando mi autorización.

-Ve. -Le animo, me suelta la mano y camina tranquilamente hasta llegar a Mika.

-Tienes a un niño muy guapo, Lucía.

-Sí, ya lo sé. -Digo orgullosa.

-Vamos. Siéntate con nosotras y pongámonos al día.

Miro a Lizy de reojo que me dice con la mirada "Lo siento". No quiero sentarme con el par de señoras chismosas pero recuerdo que tengo modales y le tomo la palabra.

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Había olvidado como de sentía al estar hablando con señoras chismosas, algunas veces podía ser divertido pero como otras veces también podía ser irritante. Es mi caso, era la última.

-Mi marido hace viajes constantes al Sur de Francia por cuestiones de trabajo, es un lugar maravilloso -dirige a mí con interes-, ¿has ido alguna vez, querida?

Pestañeo y tardo en responder.

-Sí, he ido un par de veces.

-¿A tu difunto marido le gustaba viajar?

Esa pregunta me gusta y sobretodo me conmueve y se me pasa un poco la rabieta.

-Le encantaba.

Oigo un suspiro por parte de las demás.

-Es una tragedia lamentable y más cuando ha dejado a un niño pequeño, ¿Piensas en volverte a casar, Lucía?

Su pregunta me toma por algo de sorpresa.

-Bueno, eh..., supongo que en algún momento, no lo sé. Mi esposo acaba de morir hace menos de un año y tener una pareja en este momento no está en mis planes.

-¿Y qué planeas hacer por el momento?

-Recuperar mis negocios y retomar mi puesto como presidenta y directora ejecutiva en mis empresas, pero sobretodo apoyar a mi hijo en su proceso de adaptación en un nuevo país y escuela nueva.

Veo compasión en sus caras. Me vuelvo inmersa a mis recuerdos junto a Julián, como casi siempre sucede. La campana del carrito de la helado me despavila, los niños comienzan a alborotarse y pedir u que les compren un helado y Oliver no es una excepción.

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Ya son un poco más de la siete y he perdido de vista a Oliver. Lo busco tratando de contener el pánico y camino pasivamente por el parque con un presión en el pecho. Siento que la bufanda está comenzando a horcarme. Lo busco y lo busco, personas ya se han ido con sus niños y quedan unos cuantos. No me queda de otra que salir del parque y la idea de que alguien se lo haya llevado me vuelve loca.

¿Cómo pude descuidarme tan estúpidamente? Estaba tan entretenida con las demás madres que se me olvidó que Oliver está allí. Camino mientras grito si nombre y pregunto a personas si lo han visto. Cruzo la calle con rapidez y me adentro a una plaza que más bien, parecía un laberinto rodeado de jardines y árboles inmensos.

-¡Oliver! ¿Dónde estás hijito?

Intento mantener la calma. Mantén la calma, Lucía. Esas serían palabras que Julián diría sin duda alguna.

Camino mirando hacia los lados hasta que por fin lo veo, ¡he encontrado a mi hijo y nadie se lo ha llevado! Gracias a Dios.

-Oliver. -Lo llamo, está sentado en una banca y un sujpero no está solo y hay alguien más agachado a su lado. -Oliver.

Mi hijo gira la cabeza a mi dirección y luego sonríe apuntándome con su dedo.

-¡Es ella! ¡Ella es mi mamá! ¡Mamá!

Yo detengo mis pasos y me quedo como una estatua; cuando la persona que está sentado junto a él voltea.

Maldición. Es Erick.

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Comments

🌸Nanu🌸

🌸Nanu🌸

más cap porfavor ME ENCANTA!!🥺❤️

2023-12-05

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