La tensión se mantenía en la habitación mientras Alembergh y Mónica intentaban recuperarse de la aterradora experiencia de las llamas y el enfrentamiento con los infectados. La tranquilidad se rompió con un fuerte golpe que azotó la puerta desde el exterior del pasillo, haciendo que Alembergh se sobresaltara al ver cómo la puerta casi cedía bajo el impacto.
— ¡Maldita sea! —exclamó Alembergh, frustrado y herido por la situación. Los infectados demostraban una resistencia sobrenatural y una ferocidad que los convertía en una amenaza continua.
Mónica observaba con miedo mientras escuchaba los gruñidos de los infectados en el pasillo. El segundo golpe sacudió la puerta, y la ansiedad se apoderó de ambos.
— ¿Qué es lo que vamos a hacer? —preguntó Mónica, con la voz cargada de temor. La incertidumbre y el peligro acechaban en cada esquina.
Alembergh miró a Mónica con preocupación, consciente de que su situación era precaria.
— No lo sé —admitió con sinceridad—. No sabemos nada sobre ellos. Lo único que sabemos es que parecen haber evolucionado en una especie de bestias, luchando como si se sintieran amenazados.
Alembergh observó la camilla y luego a Mónica.
— Ayúdame a poner esto contra la puerta —le pidió a Mónica. La esperanza de ganar tiempo era frágil, pero era todo lo que tenían.
— Pero eso no los detendrá —señaló Mónica, escéptica sobre la efectividad de la medida.
— ¿Acaso tienes una mejor idea? —le preguntó Alembergh con franqueza, reflejando la urgencia de la situación.
Mónica comprendió que, en ese momento, no tenían muchas opciones.
— Sé que no los detendrá, pero tal vez podamos ganar algo de tiempo mientras se olvidan de nosotros y se van —explicó Alembergh. Era una estrategia arriesgada, pero no tenían muchas más alternativas.
— Espero que funcione —respondió Mónica, llena de dudas pero determinada a hacer todo lo que estuviera a su alcance.
Ambos levantaron la colchoneta de la camilla y la colocaron contra la puerta, presionándola con todas sus fuerzas. El sonido de otro golpe resonó en la puerta, pero Alembergh y Mónica se mantuvieron firmes, evitando que esta se abriera.
— Reza para que se vayan —le dijo Alembergh a Mónica en un susurro cargado de urgencia y ansiedad mientras luchaban por mantener la puerta cerrada y ganar el tiempo que tanto necesitaban.
Alembergh y Mónica luchaban desesperadamente por mantener la colchoneta presionando la puerta, sabiendo que su única esperanza era ganar un poco de tiempo. La tensión en la habitación era insoportable mientras los golpes seguían resonando en la puerta.
Mónica no pudo evitar gritar de desesperación, y Alembergh sentía cómo la puerta cedía poco a poco bajo la presión de los infectados en el pasillo.
— ¡Maldita sea! —maldijo Alembergh en sus pensamientos mientras luchaba con todas sus fuerzas para mantener la puerta cerrada—. Ya no puedo más.
El agotamiento se apoderaba de él, y solo podía esperar un milagro que los salvara.
Mientras tanto, Diego y Alex seguían corriendo con desesperación en medio del polvo y la confusión. Lo que habían presenciado los dejó en estado de shock, pero no tenían tiempo para procesarlo. Su única preocupación en ese momento era encontrar a su amiga Mayra y asegurarse de que estuviera viva.
Diego, sin previo aviso, comenzó a sentir cómo algo húmedo le escurría de los ojos, y su mano se manchó de sangre cuando trató de limpiarse. La visión de su propia sangre lo llenó de miedo y desconcierto.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes? —preguntó Alex a Diego, preocupado por la súbita hemorragia.
Diego levantó la cabeza, mirando a Alex con ojos llenos de terror y confusión. Los dos amigos se encontraban en un mundo en caos y no tenían respuestas.
Mientras tanto, las luces de emergencia en el complejo se apagaron de repente, sumiéndolo todo en una oscuridad total. La oscuridad solo era interrumpida por una extraña ventisca eléctrica que comenzó a iluminar el cielo, acompañada de un sonido similar a trompetas, que se elevaba en el aire.
Alex estaba aterrado y confundido.
— ¿Qué está pasando? —se preguntó en voz alta, mientras intentaba comprender la tormenta eléctrica que se avecinaba en medio de la oscuridad. Los acontecimientos se volvían cada vez más extraños e incomprensibles, y la sensación de que algo sobrenatural estaba ocurriendo se hizo presente.
Diego y Alex se encontraban en un estado de completa desconexión de la realidad. La histeria y los gritos habían desaparecido, dejando un silencio inquietante. La extraña luz azul que se intensificaba fuera del edificio los llevó a investigar. Avanzaron con cautela hacia la ventana, ansiosos por entender lo que estaba ocurriendo.
— ¿Qué es eso? —se preguntó Alex, mientras observaba la misteriosa luz que parecía emanar del cielo.
Diego siguió a Alex, y ambos se asomaron por la ventana, pero no lograron ver nada que explicara el origen de la luz.
— ¡Qué rayos! —exclamaron al unísono, sorprendidos por el espectáculo sobrenatural que se desarrollaba ante sus ojos. En el cielo, cientos de portales se formaban, o al menos eso parecía. A través de estos portales, se podía vislumbrar una realidad desconocida, una dimensión que escapaba a su comprensión.
Diego, con asombro, susurró en voz baja, como si temiera que Alex lo escuchara.
— ¡Ya han llegado!
La mirada confundida de Alex no se hizo esperar, y preguntó con curiosidad:
— ¿Quiénes han llegado? ¿De qué estás hablando?
Diego, sorprendido por el comentario de Alex, se mantuvo en silencio. Lo que había dicho era un pensamiento, pero de alguna manera lo dijo en voz baja, Alex lo había percibido. Ambos amigos continuaron mirando hacia el cielo, tratando de entender el significado de los portales y la luz misteriosa que los rodeaba.
Mientras tanto, en el interior del complejo, Alembergh y Mónica compartieron una mirada de confusión y preocupación cuando escucharon un sonido distante, similar a trompetas. Alembergh intentó llamar la atención de Mónica sobre ello.
— ¿Escuchaste eso? —le preguntó, pero Mónica, atrapada en su miedo, no había percibido el sonido. Sin embargo, el inusual ataque de los infectados se detuvo, dejando un silencio inquietante en el complejo. La extrañeza de la situación solo se profundizaba, y todos en el complejo luchaban por comprender los eventos que estaban ocurriendo a su alrededor.
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