Alembergh rodó por el suelo, esquivando por poco las garras del infectado que lo perseguía. Se levantó rápidamente y adoptó una postura defensiva, con la determinación brillando en sus ojos.
— No puedo rendirme —murmuró Alembergh, hablando consigo mismo—. Ya he sufrido demasiado. Tengo que encontrar una recompensa para todo esto.
Mónica, al escuchar esas palabras, abrió los ojos con sorpresa. Las palabras de Alembergh le recordaron la voz de Santiago. Las similitudes eran asombrosas, y Mónica empezó a sospechar que esto no podía ser una simple coincidencia.
— No, esto no puede ser una simple coincidencia —pensó Mónica, mientras seguía mirando a Alembergh luchar contra los infectados.
El infectado aulló, pero Alembergh aprovechó el momento. Se lanzó contra los infectados con valentía, sin dejar que el temor lo dominara.
Alembergh intentó patear al infectado, pero sus esfuerzos parecían inútiles. La criatura era demasiado fuerte y rápida. Sin embargo, Alembergh encontró una apertura y tomó al científico infectado por la cabeza, que parecía estar a punto de desprenderse de su cuerpo. Girando con fuerza, logró arrancar la cabeza del científico infectado.
El infectado principal se abalanzó para atacar, pero Alembergh interpuso el cuerpo sin cabeza del científico en su camino. La fuerza del infectado era sobrenatural y descomunal, y el cuerpo del científico infectado fue lanzado al aire, impactando violentamente contra la pared.
Alembergh quedó sorprendido por la fuerza y ferocidad de la criatura que tenía delante. Sabía que no podía subestimar a ese enemigo. A pesar del agotamiento y el dolor, su determinación seguía intacta.
— Esto es una locura, pero acabaré contigo —dijo Alembergh, enfrentando al infectado con la firme convicción de que debía detener a esa criatura antes de que causara más daño.
El infectado se lanzó sobre Alembergh con ferocidad, pero el soldado logró agarrarlo por el brazo. Utilizando su propia fuerza en su beneficio, Alembergh levantó al infectado por el aire y lo estrelló violentamente contra el suelo. Un rugido gutural escapó de la garganta del infectado mientras se retorcía de dolor.
Mónica observó la asombrosa hazaña de Alembergh con los ojos abiertos de par en par. La sorpresa se reflejó en su rostro al ver la fuerza y valentía de su compañero.
Sin embargo, Alembergh sabía que esta victoria sería efímera. Respirando agitadamente, retrocedió unos pasos, consciente de que la criatura no se daría por vencida tan fácilmente. Sin perder tiempo, se giró para entrar en la habitación donde Mónica se encontraba. La seguridad momentánea de la habitación era un alivio, pero la situación estaba lejos de haberse resuelto.
Un sonido similar al de un látigo cortando el aire llamó la atención de Alembergh. Se volvió rápidamente para ver qué estaba sucediendo, y su corazón pareció detenerse al observar al científico infectado.
El científico se levantaba, y algo parecido a raíces negras y retorcidas emergía de su cuello y cabeza. Era una mutación grotesca y aterradora. Alembergh no podía evitar la pregunta que brotó de sus labios.
— ¿Pero qué diablos? —murmuró Alembergh, incapaz de comprender lo que estaba viendo—. ¿Qué son esas cosas?
Sin darse cuenta, Alembergh se había distraído con la extraña mutación del científico. No percibió la raíz que emergía del suelo y que se envolvía rápidamente alrededor de su pierna derecha.
— ¡Mierda! —exclamó Alembergh cuando se dio cuenta de que algo lo retenía. Miró aterrado la raíz enredada en su pierna, pero no tenía tiempo para analizarla en profundidad. La cabeza del científico infectado se acercaba rápidamente a él, abriendo y cerrando la boca en un intento desesperado de morderlo.
Mónica, en la habitación, miraba con horror lo que ocurría. La impotencia la invadió mientras veía a Alembergh luchando por liberarse. Las raíces que emergían de la cabeza del científico parecían tener un poder sobrenatural.
Alembergh intentó desesperadamente safarse del agarre de las raíces, pero parecían increíblemente fuertes y persistentes. La cabeza del científico estaba a punto de alcanzarlo, y la situación se volvía cada vez más angustiosa.
— ¡No puedo safarme! —exclamó Alembergh, su voz cargada de pánico, mientras luchaba por mantener la calma en medio de la pesadilla que estaba viviendo.
Mientras Alembergh luchaba desesperadamente por liberarse de las raíces que lo habían atrapado, Mónica se ocultaba detrás de la pared, dentro de la habitación, con la puerta abierta. Sus lágrimas caían silenciosamente mientras la tristeza y la impotencia la invadían. Sentía que su debilidad era una carga para los demás, que siempre tenían que rescatarla. Mientras miraba la herida en su pierna, cubierta de vendajes ensangrentados, las preguntas la atormentaban.
— ¿Por qué soy tan débil? ¿Por qué siempre los demás tienen que venir en mi ayuda? —se preguntaba Mónica con frustración.
Su mente la llevó de regreso al momento en que le dispararon en la pierna y sus compañeros, a pesar de la desventaja en fuerza, no dudaron en arriesgar sus vidas para rescatarla. Recordó las palabras de Santiago que le habían sonado a la vez sabias y extrañas.
Sintió algo en su bolsillo y metió la mano en él, encontrando un mechero. Lo miró fijamente mientras el recuerdo de las palabras de Santiago resonaba en su cabeza.
— "Toma esto. La próxima vez que te encuentres en apuros, esto encenderá tu llama interior para luchar y seguir adelante" —había dicho Santiago con un tono irónico que a menudo lo caracterizaba.
Mónica sonrió, aunque un poco tristemente, por las palabras y la ironía de Santiago. Aquellas palabras habían parecido una especie de broma en ese momento, dada la inusual elección de un mechero como símbolo de fuerza interior. Pero ahora, en medio de la angustia, comenzaba a entender su significado.
— Cuando escuché tus palabras, pensé que era como una especie de broma. Por la ironía del mechero que utilizaría para encender mi llama interior. Pero ya lo entiendo después de mucho, Santiago —susurró Mónica en sus pensamientos, encontrando un nuevo sentido y determinación en medio de la adversidad.
Afuera, Alembergh seguía luchando contra las raíces y la amenaza inminente de la cabeza del científico infectado que se acercaba, mientras Mónica se preparaba mentalmente, con la llama interior de su determinación encendiéndose lentamente. Era el momento de enfrentar sus propios miedos y debilidades, decidida a encontrar la fuerza para superar los desafíos que les esperaban.
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