Los dos subordinados del mayor observaron en cámara lenta cómo sus camaradas caían uno tras otro ante la implacable marea de infectados. La incredulidad, el miedo y una profunda tristeza los invadieron mientras presenciaban la masacre que tenía lugar ante sus ojos.
Los infectados rompieron la puerta de cristal con una ferocidad desmedida y se abalanzaron hacia el interior. Sin dudarlo, los dos soldados comenzaron a disparar, luchando desesperadamente para evitar que los infectados avanzaran aún más. Uno tras otro, los infectados caían al suelo, sus cuerpos destrozados por las balas. La escena era caótica y ensordecedora, con los aullidos de las criaturas resonando en el aire mientras caían bajo el fuego implacable.
— ¿Qué diablos son estas cosas? —exclamó uno de los soldados, su voz cargada de frustración y miedo mientras veía cómo los infectados se levantaban una y otra vez, como si la muerte no pudiera retenerlos.
Los soldados continuaron disparando, intentando frenar el avance de los infectados. Sin embargo, la entrada estaba ahora repleta de estas criaturas, y su número parecía infinito. La situación se volvía cada vez más desesperada mientras retrocedían lentamente, manteniendo sus armas listas para disparar.
Los dos soldados se encontraban en un estado de total desesperación. El miedo y el pánico los habían abrumado por completo, y su habilidad para apuntar con precisión se había deteriorado. Los infectados se movían con astucia, esquivando los disparos y avanzando inexorablemente hacia ellos.
El caos se apoderaba de la escena mientras más infectados se unían a la masacre. Los soldados, incapaces de mantener la calma, comenzaron a gritar, sus voces llenas de terror. Uno de los infectados logró romper sus defensas y se lanzó sobre uno de los soldados, derribándolo con fuerza y arrojándolo varios metros hacia atrás.
— ¡No! —gritó el compañero al ver cómo el infectado se abalanzaba sobre su camarada. Sus ojos se llenaron de impotencia al observar la lucha desesperada que se desarrollaba en el suelo. El soldado intentaba mantener al infectado a raya con su arma, pero la criatura era fuerte y amenazante. Con desesperación, el soldado luchaba para evitar que el infectado lo mordiera, sosteniendo el arma contra el cuello del monstruo.
— ¡Ayúdame! —clamaba el soldado atrapado, su voz llena de terror y agonía. Su compañero lo miraba, paralizado por la angustia, sin saber cómo actuar ante la situación.
Sin embargo, la tragedia se desvió momentáneamente cuando una bala certera alcanzó al infectado que yacía sobre el soldado atrapado. El soldado sano reaccionó con rapidez, arrojando al infectado a un lado y arrastrándose por el suelo para alejarse de la amenaza.
Más disparos resonaron en el interior del edificio, y las balas cortaban el aire mientras los soldados intentaban repeler a las criaturas que habían invadido la entrada. De repente, una serie de explosiones sacudió el edificio, creando una lluvia de escombros y una nube de humo que los envolvió. El suelo temblaba bajo el impacto de las explosiones, y la sangre se esparcía por el interior, mezclada con vísceras y partes humanas destrozadas.
Los soldados habían ganado unos preciados segundos gracias a las granadas, pero la amenaza de los infectados aún estaba presente, y su lucha por sobrevivir continuaba en medio de un escenario de pesadilla.
— ¡Maldita sea! —gritó el otro soldado, sintiendo la impotencia de no poder hacer más. Cambió el cargador de su arma en un intento frenético por seguir disparando, pero la abrumadora cantidad de infectados los superaba. Eran demasiados, y ya no podían mantenerlos a raya.
En medio del caos y la desesperación, uno de los infectados logró escabullirse entre los disparos y se lanzó sobre los soldados. Fue seguido por otros más, que avanzaron con ferocidad hacia sus presas. La lucha se volvía aún más frenética y mortal, mientras los dos soldados luchaban por sobrevivir en medio de la pesadilla que se desataba a su alrededor.
Los dos soldados se encontraban en un estado de total desesperación. El miedo y el pánico los habían abrumado por completo, y su habilidad para apuntar con precisión se había deteriorado. Los infectados se movían con astucia, esquivando los disparos y avanzando inexorablemente hacia ellos.
El caos se apoderaba de la escena mientras más infectados se unían a la masacre. Los soldados, incapaces de mantener la calma, comenzaron a gritar, sus voces llenas de terror. Uno de los infectados logró romper sus defensas y se lanzó sobre uno de los soldados, derribándolo con fuerza y arrojándolo varios metros hacia atrás.
— ¡No! —gritó el compañero al ver cómo el infectado se abalanzaba sobre su camarada. Sus ojos se llenaron de impotencia al observar la lucha desesperada que se desarrollaba en el suelo. El soldado intentaba mantener al infectado a raya con su arma, pero la criatura era fuerte y amenazante. Con desesperación, el soldado luchaba para evitar que el infectado lo mordiera, sosteniendo el arma contra el cuello del monstruo.
— ¡Ayúdame! —clamaba el soldado atrapado, su voz llena de terror y agonía. Su compañero lo miraba, paralizado por la angustia, sin saber cómo actuar ante la situación.
Sin embargo, la tragedia se desvió momentáneamente cuando una bala certera alcanzó al infectado que yacía sobre el soldado atrapado. El soldado sano reaccionó con rapidez, arrojando al infectado a un lado y arrastrándose por el suelo para alejarse de la amenaza.
Más disparos resonaron en el interior del edificio, y las balas cortaban el aire mientras los soldados intentaban repeler a las criaturas que habían invadido la entrada. De repente, una serie de explosiones sacudió el edificio, creando una lluvia de escombros y una nube de humo que los envolvió. El suelo temblaba bajo el impacto de las explosiones, y la sangre se esparcía por el interior, mezclada con vísceras y partes humanas destrozadas.
Los soldados habían ganado unos preciados segundos gracias a las granadas, pero la amenaza de los infectados aún estaba presente, y su lucha por sobrevivir continuaba en medio de un escenario de pesadilla.
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