capítulo 11: "El Camino hacia la Esperanza"

El joven corría desesperadamente hacia los dormitorios, con el complejo militar sumido en el caos, los disparos menguaban mientras los gritos de las personas atrapadas por las criaturas aumentaban en intensidad. Al doblar en uno de los pasillos, se encontró de frente con un grupo de militares que avanzaban por el corredor. Retrocedió un poco para dejarles paso y evitar cualquier confrontación. Uno de los uniformados lo observó y le gritó con autoridad.

— ¿Qué estás haciendo aquí? Regresa de inmediato a tu dormitorio y espera a que te recojan —ordenó el soldado, tratando de mantener la situación bajo control.

El joven bajó la cabeza, intentando pasar desapercibido. No pronunció palabra alguna y simplemente asintió con la cabeza, evitando el contacto visual con el militar. Luego, corrió con determinación, con el corazón latiendo desbocado mientras se alejaba del grupo de soldados.

Los militares lo vieron pasar, pero el joven no les prestó atención, estaba centrado en llegar a su destino lo más rápido posible. Abrió la puerta de su dormitorio de un fuerte golpe, sorprendiendo a Alex, quien estaba a punto de abrirla.

Alex retrocedió un paso, evitando que la puerta lo golpeara, y observó al joven sudoroso, agitado y nervioso entrar en su habitación y cerrar la puerta con seguro. El joven se recostó contra la puerta, dejándose deslizar hacia el suelo mientras luchaba por recuperar el aliento. Mayra, al ver la repentina llegada de Diego, exclamó sorprendida.

— ¡Diego! ¿Dónde te habías metido? —preguntó Mayra, preocupada por la condición en la que encontraba a su compañero.

Diego, aún sin aliento y visiblemente afectado por la situación, se puso de pie lentamente. No pronunció palabra alguna y, con dificultad, se dirigió hacia sus pertenencias.

Alex observaba con creciente preocupación a Diego mientras este guardaba sus pertenencias en la mochila. La expresión de confusión en el rostro de Alex era evidente, y no podía evitar sentirse molesto por la falta de respuestas de su compañero.

— Diego, ¿qué está pasando allá afuera? —insistió Alex, esperando obtener una respuesta clara.

Diego, sin levantar la vista de sus pertenencias, finalmente rompió su silencio.

— Estamos todos muertos —declaró con solemnidad, sus palabras resonando en la habitación.

Alex parpadeó, sin poder creer lo que estaba escuchando.

— ¿Qué estás diciendo? —preguntó, sus pensamientos llenos de confusión y temor.

Mayra, que había estado observando en silencio, también se inquietó por las palabras de Diego. La atmósfera en la habitación se volvió aún más tensa.

Diego continuó, su voz tensa y cargada de gravedad.

— No lo escuchaste bien. Estamos todos muertos. Esas cosas afuera, los infectados o lo que quieras llamarlos, lograron entrar en el complejo militar.

La noticia cayó como un peso sobre Alex y Mayra. La idea de que los infectados hubieran invadido su refugio seguro era aterradora y difícil de aceptar.

— Pero, ¿cómo es posible? —preguntó Alex, buscando una explicación que tuviera sentido en medio de la confusión.

Antes de que Diego pudiera responder, una explosión sacudió nuevamente el edificio. El techo tembló, haciendo que un poco de polvo cayera sobre ellos y la luz parpadeara brevemente antes de regresar.

Alex miró hacia el techo, inquieto por la inestabilidad del edificio, pero luego volvió la mirada a Diego.

— No lo sé —respondió Diego, finalmente levantando la vista y encontrando la mirada de Alex—. Pero espero que eso te quite cualquier duda de que ya están dentro.

Diego continuó empacando sus pertenencias, con una determinación sombría en su rostro. La certeza de que su refugio se había convertido en un peligroso campo de batalla pesaba sobre ellos, y ahora debían tomar decisiones difíciles para sobrevivir en medio del caos que los rodeaba.

Diego se sorprendió al escuchar que Santiago y Mónica no estaban en la habitación. Su rostro reflejó su preocupación mientras absorbía la noticia.

— ¿Santiago y Mónica no están aquí? —preguntó, su voz teñida de ansiedad.

Mayra asintió con tristeza, una lágrima asomándose en sus ojos.

— Mónica tenía hambre, y Santiago la acompañó al comedor para cenar algo —respondió en voz baja.

Las palabras de Mayra hicieron que Diego se enfureciera. La idea de que sus amigos estuvieran expuestos al peligro afuera lo llenó de preocupación y frustración.

— Lo que faltaba —murmuró Diego con enojo mientras terminaba de preparar su mochila.

Permaneció en silencio, observando la puerta con una expresión sombría en el rostro. La incertidumbre y la amenaza que se cernían sobre ellos pesaban en el aire.

Mayra, con los ojos llenos de lágrimas, rompió el silencio.

— ¿Qué haremos? —preguntó con voz temblorosa, su mirada fija en Diego.

Diego miró a Mayra, su enojo desvaneciéndose ante la tristeza de su amiga.

— ¿También crees que es una buena idea abandonarlos? —le preguntó Mayra, su voz llena de dolor al pensar que podría perder a su hermana.

Diego se sintió confundido por la pregunta de Mayra, pero antes de que pudiera responder, Alex, ya preparado con su mochila, intervino.

— Saldremos a buscarlos —declaró Diego con determinación mientras se dirigía hacia la puerta.

Alex se apresuró a seguirlo, preocupado por la idea de dejar la habitación en medio del caos que reinaba en el complejo militar. Lo detuvo agarrando el hombro derecho de Diego.

— Espera, ¿qué estás diciendo? —le preguntó Alex, su voz llena de preocupación.

Diego se detuvo y se giró hacia Alex, su expresión seria.

— El edificio está infestado de esas cosas —dijo Diego, sus ojos fijos en los de Alex—. Esto es una completa locura.

Alex intentó razonar con Diego, tratando de disuadirlo de su peligroso plan.

— ¿Y tú crees que es una locura escapar en medio de todo este caos? —contraatacó Alex—. ¿Por dónde planeas escapar? ¿A través de la puerta principal? ¿O acaso conoces alguna salida segura?

La habitación quedó en silencio por un momento, mientras las palabras de Diego resonaban en sus mentes. El ambiente estaba cargado de tensión, y la incertidumbre parecía asfixiarlos.

Diego, con una mirada determinada, agarró el pomo de la puerta, listo para enfrentar lo que se encontrara al otro lado. Su convicción era clara mientras continuaba.

— De igual forma, salgamos o no de esta habitación, estamos muertos. Solo es cuestión de minutos para que todo esto acabe. Somos los últimos sobrevivientes que quedan en la ciudad, pero pronto todo eso cambiará, y la humanidad habrá desaparecido.

La decisión de Diego había sido tomada, y ahora enfrentarían el mundo exterior en busca de sus amigos, con la esperanza de que el destino les brindara una oportunidad de sobrevivir en medio de la pesadilla que los rodeaba.

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