El compañero ayudó al soldado enviado por el mayor a ponerse de pie, ambos respirando agitadamente mientras se mantenían alerta en medio del caos que los rodeaba.
El aullido de las criaturas resonó entre la nube de polvo que inundaba la entrada del edificio, haciendo que todos se tensaran. Una de las criaturas apareció arrastrándose, desprovista de piernas y con un solo brazo, pero con una persistencia espeluznante mientras intentaba morder a los soldados. La determinación de estas criaturas desconcertaba a los militares.
— ¡Vaya, son persistentes! —exclamó uno de los militares, su rostro mostrando su molestia al ver cómo más y más de esas criaturas se arrastraban por el suelo, incesantes en su búsqueda de carne humana.
— ¿Acaso no mueren? —se preguntó otro soldado en voz alta, contemplando la asombrosa resistencia de los infectados.
Uno de los militares dio la orden de retroceder, consciente de que no podrían luchar contra la creciente horda de infectados que rodeaba el edificio. Los disparos resonaron nuevamente mientras retrocedían, sus armas siendo la única defensa que tenían contra las criaturas.
— ¿Son todos? —preguntó el soldado enviado por el mayor a uno de sus compañeros, sus ojos reflejando la incertidumbre en medio del caos.
— No lo sé, hay un pequeño grupo buscando a los civiles y tratando de llevarlos a los camiones para escapar de este maldito infierno, pero dudo mucho que tengan éxito —respondió el compañero, su voz cargada de frustración—. Esas malditas cosas no mueren, y cada vez llegan más.
El soldado enviado por el mayor asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. A pesar de la misión de encontrar al hijo del mayor, la prioridad ahora era sobrevivir en medio de la invasión de los infectados.
— Iremos con los demás, pero debemos cumplir con nuestra misión. De todos modos, parece que estamos perdidos —afirmó el soldado enviado por el mayor, mientras recargaba su arma y continuaba disparando.
La lucha por la supervivencia se volvía cada vez más desesperada, mientras los militares avanzaban retrocediendo, disparando a las criaturas que se abalanzaban sobre ellos. La base militar se encontraba rodeada por los infectados, y la esperanza de escapar de ese infierno se desvanecía con cada minuto que pasaba.
En el exterior, la base militar se extendía como un bastión asediado por las criaturas infectadas. No quedaba un solo espacio libre, todo estaba plagado de esas abominaciones. La situación empeoraba a medida que los ojos se perdían en la distancia, ya que más y más infectados de la ciudad convergían hacia la base militar. Como si fueran atraídos por algún impulso inexplicable o guiados por una fuerza desconocida, los infectados se dirigían en masa hacia ese lugar.
El soldado enviado por el mayor intercambió una mirada con su compañero y, sin necesidad de palabras, ambos comprendieron la urgencia de cumplir las últimas palabras del mayor.
— No puedo morir, no sin antes cumplir las últimas palabras del mayor —murmuró el soldado, sumido en sus pensamientos mientras avanzaban por los pasillos caóticos del edificio.
Finalmente, llegaron a una intersección de pasillos y se detuvieron, evaluando sus opciones en medio del caos que los rodeaba.
— ¿Hacia dónde? —preguntó su compañero, consciente de que el tiempo apremiaba.
El soldado enviado por el mayor se mordió el labio inferior, sintiendo la presión de la responsabilidad sobre sus hombros.
— No lo sé. No tenemos tiempo para revisar todo este maldito edificio —respondió con determinación—. Vamos a los dormitorios. Tal vez podamos encontrarlo allí.
El corazón les latía con fuerza mientras escuchaban el estruendo del caos que se desataba en el complejo militar. Cada paso que daban los acercaba un poco más a su objetivo, pero también aumentaba la incertidumbre.
— ¿Y si no está en ese lugar? —preguntó el soldado, preocupado por las consecuencias de su elección.
Su compañero lo miró con seriedad y le brindó su apoyo.
— No tendremos tiempo para buscar en otro lugar. Si no lo encontramos, la culpa será toda mía. Tú no habrás fallado. Seré yo quien cargue con ese peso.
El soldado enviado por el mayor asintió, aceptando la responsabilidad que compartían. Ambos sabían que no había margen para el error, y sus pasos resonaron en el pasillo mientras se dirigían hacia los dormitorios, con la esperanza de que el hijo del mayor estuviera allí y que pudieran cumplir con la última voluntad de su superior.
Alembergh se aferraba a la pared, sintiendo cómo las explosiones sacudían todo el edificio. Sus ojos se posaron en la escalera que descendía al piso inferior, pero la explosión cercana lo hacía dudar sobre si era seguro bajar. Los disparos resonaban cada vez más cerca de las escaleras, aumentando la tensión en el pequeño grupo de sobrevivientes que él lideraba.
— ¿Qué vamos a hacer? ¿A dónde iremos? —preguntó un hombre mayor, su voz temblorosa reflejando el miedo que todos sentían.
Alembergh no respondió de inmediato, perdido en sus pensamientos mientras intentaba encontrar una solución en medio del caos. El hombre mayor lo tocó en el hombro, provocando que Alembergh se girara bruscamente, con el arma en mano y los ojos llenos de miedo.
— Tranquilo, hijo. Solo es una pregunta —dijo el hombre mayor, retrocediendo con las manos en alto, consciente de lo cerca que había estado de ser herido.
Alembergh luchó por controlar su respiración agitada mientras intentaba recuperar la compostura. Sabía que debía tomar una decisión pronto, pero las opciones se desvanecían en medio del caos que los rodeaba.
De repente, un grito aterrador resonó desde la escalera que conducía al piso inferior.
— ¡Me arde! ¡Esto duele mucho! ¡Mátenme! ¡Quiero morir! —las palabras llenas de desesperación se escuchaban desde abajo, causando escalofríos a todos los presentes.
Los sobrevivientes se tensaron, y Alembergh giró la cabeza hacia las escaleras, donde el sonido de disparos se mezclaba con el grito de terror.
El joven corría por los pasillos, la desesperación reflejada en sus ojos mientras murmuraba palabras de angustia.— Maldita sea, están por todas partes —masculló entre dientes, su corazón latiendo desbocado—. Espero que los demás aún se encuentren con vida.
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