Explicar cómo me siento en este instante sería una pérdida de tiempo. Justo ahora no sé cómo me siento; solo sé que todo es dolorosamente confuso y sofocante. En este instante, mi atención está en el techo, ya que no tengo nada más que hacer y tampoco puedo moverme para ponerme algo de ropa, pues la cabeza me da vueltas y tengo la sensación de que si hago movimientos bruscos, esta podría ser capaz de explotar en cualquier momento.
Estoy esperando a Pautry, el cual dijo que vendría y no hay rastros de él ni de la chica de antes; sé que lo de la medicina fue una excusa. Tengo suficientes medicamentos, puesto que el día que salimos del hospital se compró bastante, pero solo ahora, cuando me tomé mi medicación, me percaté de ello. No tener nada que hacer hace que ocupe mi mente con malos pensamientos.
Al sentirme cansada de estar en una misma posición, decido levantarme y justo en ese momento, él entra a la estancia y me mira por varios segundos para luego, con pasos calmados, aproximarse a mi encuentro.
—¿Dónde estabas? —pregunté, mientras Pautry me ayudó a sentarme con cuidado en la cama.
—Dije que iría por tus medicinas, pero la farmacia estaba cerrada cuando llegué —indicó con voz calmada, como si no fuera mentira, como si engañarme a la cara no es nada.
—¿Por qué mientes? —inquirí con una punzada en la garganta martirizándome.
Sus ojos se anclaron en mí por unos segundos hasta que no pudo más y apartó la mirada, yendo en dirección al armario. Dándome cuenta de que tratar de sacarle la verdad en este momento sería inútil, me exigí aflojar las preguntas.
—No he comido nada. Me trajiste aquí para cuidarme, no para dejarme en el abandono pasando hambre — enuncié probando como resultaría este cambio de tema.
Pautry se acerca a mí con algunas prendas en mano y me las extiende.
—¿Puedes ponerte esto? —pregunta ignorando mis palabras y solo me queda asentir.
Tomé entre mis manos la bata que trata de un vestido holgado junto a la ropa interior, cuando estoy a punto de quitarme la sábana para cambiarme él habla nuevamente.
—Saldré, cuando estés lista me llamas —hace saber y sale de la habitación cerrando la puerta detrás de él.
Me dispongo a cambiarme y cuando estoy lista, lo llamo, así como él me lo pidió, no vino de inmediato, pero cuando llegó trajo consigo una sopa en un tazón. Ya para ese momento, la medicina parece que hizo su función, el dolor disminuyó considerablemente y el mareo por igual.
—Gracias —emito sin ganas, percatándome de lo pesado en el ambiente.
Pautry deposita el tazón en la mesita de noche, que está al lado de la cama y sin decir nada más, lo atrapó entre mis manos y me dispongo a comer. Él se sienta en un extremo de la cama sin decir nada. Su vista está fija en un punto exacto de la habitación y lo veo lejos, está aquí conmigo, pero su mente está en otra parte. Me siento ansiosa por su profundo silencio.
Me aclaro la garganta para llamar su atención.
—No tengo ganas de hablar, Camila.
Un pinchazo fustiga mi pecho y aun así trato de mantenerme neutra, solo sigo comiendo en silencio.
—Quiero estar sola, si no es molestia —verbalizo, una vez termino, este asiente y se levanta casi de inmediato, me mira por varios segundos y sale de la habitación al poco tiempo. Cuando al fin me encuentro sola, empiezo a analizar la situación. Estamos mal y si Pautry está en una relación no podría soportarlo, pero tampoco podría impedirlo.
Entonces...
Eso solo me lleva a una solución. Debo buscar la manera de devolverle este cuerpo a Camila, y así mi amiga podrá volver a la vida y Pautry seguirá la suya sin que nadie ni nada se lo impida.
Pasaron los minutos, las horas y en toda la noche el sueño no vino a mí. La mañana llegó y supe lo que debía hacer, a dónde debo ir, el lugar en donde vi la luz del día con mis ojos por última vez. A la iglesia en donde me casé.
Dejé una nota encima de la mesa anunciando mi salida, aunque pensé mucho en no hacerlo, al final así se dio.
Salí de la casa y el frío viento golpeó mi rostro suavemente, estremeciéndome de pies a cabeza. Miré el cielo y el sol todavía no salía; todo a mi alrededor estaba oscuro como si aún fuera de noche. Iría caminando hasta allá, pues no tengo vehículo ni eran horas para llamar a un taxi, pero en verdad necesito hacer esto para no volverme loca porque sé que iba a caer en demencia si no hago esto ahora.
Ya con media hora caminando, a lo lejos pude ver la iglesia. Respiré con alivio por haber llegado sin contratiempos; el día ya se estaba aclarando y solo pude agradecer.
Llegué al lugar al fin y me encontré con que las puertas de la iglesia están abiertas, no lo pensé mucho. Me dispuse a entrar, cuando hice esta acción sentí nostalgia y sin poder evitarlo ganas de llorar me invadieron, pero no detuve mi andar ni mucho menos lloré.
Inspeccioné el lugar y no había nadie, me senté en uno de los bancos que están alejados de la capilla, a la vez que cerré los ojos y empecé a orar, a pedirle a Dios una respuesta, una señal, algo para saber qué camino debo seguir para poder hacer lo correcto y como si fuera magia o una respuesta a mis ruegos; una anciana se sentó junto a mí.
—Buenos días —dije con el corazón latiéndome como loco, por alguna razón creo que esta señora era eso lo cual busco.
Sonreí con burla por mi ocurrencia.
—Y estás en lo correcto —manifestó, mirándome; yo igual la miré—. Soy eso. Soy la respuesta a tus dudas, o mejor dicho, soy la que tiene las respuestas a todas tus preguntas, Kaie.
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Comments
Patricia Salazar
Wow 😱 que sorpresa 🤷♀️ cuál es la enseñanza o aprendizaje 🤔 para Kaie ?
2024-09-26
0
monit
me encanta tu manera de escribir autora👍
2024-01-26
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