4. Sola.

Sitúo ambas manos en aquel cristal polvoriento, mientras, asfixiada por mi angustia, doy un suspiro cargado al viento. Me acerco incluso más, sin creerlo, sin saber si esta es una trampa encarceladora de mi propia mente.

—Esto no es real —murmuro entre dientes, alejando mis manos.

Niego con la cabeza.

—Debe ser un sueño, estoy soñando. Esto no puede ser posible —expongo, a la par que niego y me limpio las lágrimas con dificultad.

Cierro mis ojos con fuerza y empiezo a exhalar y expulsar aire lentamente en un intento vago de tranquilizarme. Humedezco mis labios con mi lengua y comienzo a aclarar mis pensamientos, todavía con mis ojos cerrados, con la esperanza de que cuando la claridad me pegue de lleno, tendré mi cuerpo y me daré cuenta de que esto es solo una ilusión, un sueño, y juro por Dios que si este no es el caso, preferiría estar muerta.

No puedo, no quiero, no abro los ojos porque estoy consciente de que ese rostro tan conocido y ahora tan desconocido para mí, me está esperando.

Debo enfrentarlo.

Debo hacerlo.

Unos minutos pasan donde acojo todo el valor necesario y empiezo a abrir los ojos con pesadez y dolorosa lentitud.

—Esta no soy yo —digo mirándome por segunda vez y negando con la cabeza—, no soy yo.

Mi mente trata de crear una mentira que suene verídica para todo esto que está pasando; quiero creer que es mentira, pero me es imposible porque esto, ante estos ojos, se presenta como real, tan real como el hecho de que verdaderamente morí.

Doy la vuelta sobre los talones y desesperada busco con la mirada a Liam, quien me está mirando desde su lugar.

Sus ojos reflejan el temor que ahora mismo siento, la angustia que me está ahogando y también muestran las inmensas ganas de correr y escapar que lo poseen.

—No puedo escapar, ¿cierto? —pregunto con la voz entrecortada, mientras comienzo a encaminarme torpemente hasta él y lágrimas ardientes se instalan en mis ojos al ver que, con cada paso que doy, él retrocede.

—¡No te acerques! —arremete en mi dirección.

Hago caso omiso a sus palabras y sigo acercándome, mis manos encuentran las suyas al instante en que no hay distancia que nos separe, pero Liam aparta las suyas con brusquedad, empujándome en el acto.

Caigo de bruces al suelo y solo cuando puedo asimilar que estoy en el duro pavimento, lo miro con dolor. No obstante, él no puede verme, pues me ha dado la espalda.

Sin pensarlo mucho, me levanto con apuro y nuevamente me acerco a él. Lágrimas saladas brotan de mis ojos al ver su rechazo hacia mi persona, pero ahora me siento muy sola como para dejarlo ir.

Toco su hombro, insegura, y Liam se voltea hacia mí con una brusquedad que no esperaba.

—Liam, por favor. Amigo mío —le imploro, pero no me escucha.

Me vuelve a empujar, pero esta vez no caigo al suelo; me acerco nuevamente y él hace la misma acción de antes. Por el impacto, retrocedo varios pasos.

Liam me vuelve a dar la espalda y se echa a andar. Corro para alcanzarlo y desde atrás lo abrazo.

Él trata de zafarse de mi abrazo, pero no cedo. Con todas mis fuerzas, me mantengo ahí a su lado, abrazándolo. Aferrándome.

Hay un instante en donde se cansa de pelear y solo permanece quieto.

—No sé qué está pasando, lo único que tengo claro es que tengo mucho miedo, Liam. Por favor, no me dejes ahora, eres mi única persona en este momento y sin ti realmente estaré sola —declaré a media voz.

No me responde, no se aparta, no hace nada más que estar ahí en silencio conmigo; yo abrazándolo desde atrás sin medir las consecuencias de todo esto.

Me aparto para limpiar mi empapado rostro y me detengo cuando, por más que limpio, las lágrimas siguen cayendo y solo en ese momento supe la gravedad de todo.

Estoy sola.

Ya no tengo a nadie que limpie mis lágrimas como antes disponía.

No tengo a nadie que me consuele cuando creía que el mundo se me venía encima.

Yo...

Kaie, ahora una usurpadora.

Me encuentro absolutamente sola.

Le doy la espalda a Liam y lloro con ganas.

Sollozos, dolor, lamentos, preocupación y tristeza.

Lloro por todas esas cosas que sé que no tienen arreglo ni salvación, aquellas cosas que, a pesar del tiempo y dedicación, ya no tienen arreglo.

Yo aquí y ahora, ya no tengo arreglo.

•••

—¿Camila? —soy Kaie.

Mi cabeza se dirige por inercia hacia la puerta que es abierta con cautela y mis ojos se agrandan para después llenarse de lágrimas que no puedo retener al verlo.

Me levanto de la cama tan rápido como puedo, y por mis pies desnudos, siento el frío suelo; esto hace que me estremezca, pero eso no me detiene y doy los últimos pasos para llegar a él y finalmente rodearlo con mis brazos.

Pautry me devuelve el abrazo espontáneo.

Empiezo a llorar sin parar sobre su pecho y este me estruja más sobre sí, y hoy después de tanto, en este preciso momento, me siento a salvo. Siento que, aunque todo vaya mal, pronto mejorarán las cosas, pese a que ya no formo parte de este mundo. Sé que todo estará bien. Simplemente por este abrazo, el cual no sabía que necesitaba hasta ahora.

Pasaron varios minutos hasta que nos separamos. Miro directamente su rostro, inspeccionándolo. Deposito una de mis manos inconscientes sobre su mejilla humedecida por sus lágrimas, de las cuales no me había percatado hasta ahora.

—Pautry —digo su nombre. No para llamarlo, no para qué me miré como lo está haciendo ahora, sino porque necesito hacerlo. Decir su nombre con esta voz y así he de asegurarme de que realmente no soy yo y que esto no es un sueño.

—Se fue —murmuró en un hilo de voz, más lágrimas salieron—, ella realmente se fue...

Mi pecho dolió.

La puerta que está detrás de nosotros se encuentra abierta, personas pasaban por el pasillo y se quedaban mirando la escena. Quise cerrarla para que él tuviera más privacidad, pero cuando iba a hacerlo, Pautry me agarró de los hombros y esta vez fue él quien me abrazó sin autorización. Apoyo su mandíbula en mi hombro y solo hasta que escuché el primer sollozo proveniente de sus labios reaccioné y con lamento en mi voz dije:

—P-perdón.

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