18. No soy Camila.

Narra Pautry: 

La responsabilidad que yace en mis manos es tan pesada que nubla mi mente y me debilita. Culpa, vergüenza, amor... son sentimientos que hoy me acompañan, desgarrando la diafanidad del camino que una vez no tuvo baches. No sé por qué sucedió, pero penosamente no hay marcha atrás ni con lo ocurrido ayer ni con lo que vendrá hoy.

En un arrebato, la seguí. ¿Para qué? ¿Por qué? No lo sé. Algo me impulsó a hacerlo.

Los ojos de Camila se asemejan desorbitados, frente a mí, en este momento. La vi entrar unos minutos atrás y de la misma forma apresurada en que lo hizo, de igual manera salió. Corrió despavorida hacia la salida y por cómo lo hacía, no se fijó en mi presencia. Nuestros cuerpos chocaron y cuando iba a desvanecerse por el impacto, la sostuve con firmeza.

Su mirada era abrumadora, a pesar de que ni siquiera me enfocaba, su presencia está aquí, pero se asemejaba ausente. Sin detenerme a pensar en lo que está pasando, la tomé de la mano y nos dirigí, haciéndonos camino hacia un lugar más privado, donde no obstruyéramos el paso.

Camila se dejó llevar tal cual títere sin vida. Si ella no estuviera caminando por su propio pie, juraría que es de esta manera.

Mi mandíbula se tensó cuando miré su rostro por encima de mi hombro y me hizo recordar ese día. Ese en donde unos días antes de mi boda se me confesó y el remordimiento se acentuó en mi pecho al recordar la forma tan cruel en la que la rechacé y pensar en lo que habíamos hecho. Me convertí involuntariamente en un hipócrita.

A nuestras espaldas se escuchó una voz conocida y me detuve para ver de quién se trataba. Giré sobre mis talones para encontrarme con un Liam viniendo en nuestra dirección gritando algo incomprensible para mis oídos por la distancia que nos separaba.

Eso que gritaba a todo pulmón lo pude escuchar con claridad cuando ya se encontró lo suficientemente cerca.

—¡Kaie! —vociferó aquel nombre, una y otra vez, profanando su muerte.

Solté la mano de Camila y fui a su encuentro. Cuando ya estuve frente a él, sin detenerme a pensarlo ni por un instante, le metí tal puñetazo que lo único que hizo este fue retroceder varios pasos, aturdido y agarrarse la zona en donde fue depositado el golpe.

—¡¿Estás demente?! —mi tono de voz fue brusco.

Liam me miró luego de que se recuperó del golpe que le había proporcionado y detrás de él venía una chica desconocida con aspecto desesperado.

—No entiendes nada —masculló en mi dirección, sin prestarle atención a aquella persona que venía a socorrerlo.

—¿Qué debo entender?, ilumíname.

Este, con una negación de cabeza, declinó mi pregunta y me pasó por el costado para hacerse paso hacia Camila, quien estaba en la misma posición en que la dejé, sobre sus pies, mirando un punto fijo, sin hacer ningún movimiento.

—¿Qué haces? —le pregunté—, no te acerques a ella, no estás en tus cabales.

Liam ignoró todo lo que le dije y siguió avanzando hacia ella. Yo empecé a caminar con rapidez hacia él para detenerlo, pero cuando los dos estábamos en frente de Camila; esta movió sus manos y buscó las mías. Las puso de una manera en la cual sus palmas y las mías quedaron unidas y luego de eso me miró con confusión.

—Pautry... —de sus labios salió mi nombre y yo me quedé quieto sin saber qué hacer o decir, porque esto para mí fue inesperado, extraño.

—¿Liam?, ¿estás bien?

La chica de antes se nos unió e inmediatamente interrogó, acercándose íntimamente a Liam. Tocó su mejilla, sus hombros y todo lo que estuvo a su alcance para el público, sin esperarlo, él abrió su boca para pronunciar algo, pero lo obtenido fue un cuerpo que se desplomó con un ruido sordo en el suelo.

Todos contuvimos un chillido de sorpresa y fuimos a su ayuda; la chica de antes tomó su rostro entre sus manos y le habló con la esperanza de que reaccionara. Yo estoy agachado, verificando su pulso y Camila está a mi lado de pie, mirando en silencio, sin intervenir, la escena.

—Donde todo empezó —Liam empezó a hablar con los ojos cerrados—, esa es la clave, ella está ahí.

Nadie entendía lo que está pasando, pero Camila pareció comprender de inmediato lo que dijo y rápidamente se posó a su lado y se puso de rodillas.

—¿Dónde está ese lugar? —ella le habló, pero este seguía en estado de inconsciencia. Medio me aparté con un sentimiento inquieto plasmado en mi pecho—, ¡dime!, ¡Habla, Liam!

Camila quitó a la chica de su camino y cogió la cara de Liam entre sus manos y la sacudió con un poco de brusquedad.

—Están conectados y deben detener esto o él morirá —a medida que Liam pronunciaba esas palabras, Camila se alteraba cada vez más y tuve que intervenir.

—¡¿Qué significa eso?!, ¡¿de qué estás hablando?! —ella le gritó y lo removió con mucha fuerza; la tomé de los hombros e hice que se levantara, y como lo esperaba, forcejeó conmigo, pero pude alejarla, ejerciendo más fuerza de la que quería mi agarre.

—Cálmate, Camila.

Ella me miró, una vez dicho esto.

—No me digas que me calme —masculló con cierta sombría en su entonación—, tú en vez de alejarme de la única persona que podría ayudarnos a resolver esto, deberías apartarte de mi camino y dejarme arreglar las cosas antes de que se deterioren incluso más.

—¿Qué estás diciendo? ¿Qué está pasando?

—No soy Camila, deberías saberlo —su determinación y seguridad al mencionar esas palabras me estremecieron.

No tuve tiempo de pensar en sus palabras o de responder, puesto que la chica había llamado para que la ayudáramos a cargar a Liam. Camila se levantó de inmediato y fue a su encuentro.

—Tómalo sobre tu espalda, vamos —me indicó con calma, como si lo de antes no hubiera pasado.

Acaté su orden con la chica a mi lado, verificando si él estaba en una buena posición para que no fuera a caerse.

Empecé a caminar hacia las puertas del hospital y, luego de eso, una enfermera conocida de Liam fue quien nos recibió, alarmada. Cuando se lo llevaron, me quedé solo con la chica de antes y ahí me percaté de que Camila no había venido con nosotros.

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