Capitulo 14

MARCOS.

Se acomodó por cuarta vez su pelo azabache antes de tocar el timbre. Sus piernas se batían en un tic involuntario y la ansiedad se elevó un par de rayitas más. Cuando la puerta de la casa de Carla se abrió apareció la hermana pequeña de esta; Aisha.

—Hola tú ¿Vienes a llevarte a mi hermana?

—Sí— respondió él.

—Ella está arriba arreglándose, me ha dicho que por favor la esperes— dijo Aisha, asomada, con la puerta a medio abrir.

Marcos soltó un gruñido leve, la paciencia no era su fuerte, era una virtud de la que carecía, juraba afirmar que cuando repartieron la paciencia él estaba dándose puñetazos con la maquinita tragamonedas.

No obstante, estaba tan emocionado por la idea de salir con Carla en plan de cita ¿No? Que podría esperar todo el tiempo que le llevará esperar.

—Está bien— asintió.

Aisha cerró la puerta y al rato volvió a abrirla nuevamente.

Por un momento creyó que la hermana de Carla le convidaría a pasar adentro, sin embargo, nada de eso sucedió y tampoco se dignó a pedir permiso.

—Oye, ¿Te puedo hacer una pregunta?— inquirió Aisha, con mucha curiosidad infantil.

—Sí, adelante nena.

—¿Tienes dinero?

La pregunta le resultó muy graciosa a la par que quisquillosa, no pudo evitar reírse.

—Claro que tengo— dijo con seguridad —. ¿Por qué?— preguntó mofándose.

—No le digas lo que te voy a decir, pero mi hermana tiene APOD.

—¿APOD?

—Sí, amor por el dinero ¡O sea!

—¡Ooh! ¿En serio?

—¡Aisha, cállate!— bramó Carla de repente, reprendiendo a su traviesa hermanita.

Al momento justo cuando vio a Carla aparecer en el umbral de la puerta fue como cuando recibió su primer regalo de navidad, como jugar por primera vez con la Play Station 2, una sensación inexplicable, pero palpable que solo lo logra provocar las primeras veces de algo especial.

—Hola, estás muy guapa — dijo él, mirándola de arriba abajo, desde sus tacones de amarres y todo su vestido negro aterciopelado ajustado a su talle.

Pensó con satisfacción que valió la pena esperarla después de todo.

—Tú también lo estás— respondió ella, bastante risueña.

—¿Nos vamos?— preguntó él

—Sí, perdón por hacerte esperar— se excusó.

—Descuida, el día aún no acaba— le ofreció su mano y ella la sujetó sin rechistar —. Adiós Aisha.

—Me cuidas a mí mana— Gritó esta desde adentro.

Carla y él caminaron hacia la acera donde estaba parqueada su moto.

—¿Por qué a los hombres les encantan las motos?

—Por la adrenalina— contestó —. ¿No te gustan las motos?

—Si me gustan, pero prefiero cuatro ruedas, sobre todo cuando uso vestido.

—Pues no hay problema, iré despacio, y te encantará.

—Ok— finiquitó Carla.

Marcos cogió su casco y se lo puso, seguidamente agarró otro.

—Tienes que ponértelo.

Carla asintió con la cabeza. Él se aproximó hasta respirar el mismo aire que ella, estiró sus brazos por encima de su cabeza y, a continuación, le colocó el casco, ambos se quedaron mirando, hasta que él le bajó la visera y soltó una carcajada escuchando el grito furioso ahogado de ella.

...***...

La velada estaba yendo como lo había imaginado, perfecta según su parecer, él dejó que eligiera lo que iban a cenar, asimismo accedió que corriera por cuenta de ella, solo con la condición de ir después al planetario; a observar un evento cósmico, un eclipse de luna roja que sucederá pasadas las 9 de la noche.

Ambos conversaron sobre sí mismos, Marcos percibió que por primera vez estaba siendo completamente honesto con una chica, y no le costaba nada en absoluto. De la misma manera no se esperaba congeniar con Carla en ciertos aspectos, tanto ideales como cosas de la vida.

—Cuéntame más acerca de esa etapa tuya como estudiante de medicina— dijo Carla.

Marcos picó algo de sushi.

—Te voy a confesar algo, tuve un rollo con la instructora de la clase, y por eso lo dejé.

—¡Joder! ¿En serio? Bah, no te creo. Eso lo acabas de inventar— bufó Carla.

Marcos rechinó.— Claro que sí... lo he inventado, solo quería ver tu reacción— mofó —. Pero me veía muy sexy con mi uniforme blanco.

—Siempre me han parecido sexis los doctores con su bata— dijo Carla, muy expresiva.

—Menos mal que aún lo conservo en mi armario — manifestó él, con tono lúgubre.

Carla agarró su copa con vino tinto y le guiñó un ojo.— Hay que ver.

Marcos sonrió.

La melodía del ambiente era relajada, el restaurante de estilo japonés había sido escogido por Carla, quien ordenó sushi para variar, a él no le importaba cualquier cosa más que la maravillosa tarde que estaba pasando. Le gustaba en proporciones medias y altas el humor y lo pícara que ella solía ser.

Se llegó a preguntar ¿Cómo es que estaba teniendo una cita con Carla Barzini? Cuando, a decir verdad, se había imaginado esa escena con Dayana White, pero, ella jamás le demostró interés, bueno, no lo comparaba, la cita con Carla había superado con creces sus expectativas, y para ser francos; era una mujer increíble, guapa, elegante y con buen sentido del humor, todo lo que deseaba en una chica, ella lo poseía en abundancia.

—Y ¿Qué es eso de amor por el dinero?— inquirió enarcando una ceja.

Carla dejó escapar una risa.— Es que una vez estaba jugando monopolio con mis hermanos y conseguí adueñarme de casi todo el inmobiliario, entonces, me volví muy cabrona con el cobro, dije que todo el dinero era mío, mío y solo mío.

—Me imagino— dijo él, luego se puso serio —. Aunque dudo de que me ganes una partida de monopolio — la retó.

—Ya veremos— aseveró Carla, mirándolo directo a los ojos.

...***...

Llegaron a mitad de las 8 de la noche al planetario, el lugar normalmente cerraría en dos horas y que precisamente en ese horario la gente comienza a irse, pero ese día era más bien al contrario, el sitio se encontraba abarrotado de personas, familias, parejas, amantes y fanáticos del cosmos, todos esperando el acontecimiento del año, y tal vez del siglo. El plan de Marcos era usar uno de los telescopios para apreciar mejor el suceso astronómico.

Mientras aguardaban exploraron las estancias del lugar, observando las pantallas gigantes y alimentándose de datos interesantes sobre la tierra y el vasto e inconmensurable universo.

—Aquí dice que los primeros humanos no distinguían género y que parecían más monos que humanos— dijo Marcos, mirando una pantalla.

—Y aquí dice que supuestamente no se besaban, solo se apareaban ¡Vaya!, sexo sin besos, esos no tenían sentimientos— dijo Carla, riéndose.

En la tenue luz azul Marcos tomó la barbilla de Carla con su mano y miró sus labios rosados.

—Si estuviéramos en el paleolítico yo no me resistiría a estos labios carnosos— expresó, pasándole su pulgar.

—No creo que seas capaz de negarte— contestó ella.

Marcos inspiró hondamente, hasta que sus pulmones se ensancharon demasiado, y se arrojó sobre los labios de ella sin dudar, aún la sujetaba de la barbilla, mientras se besaban lento y pausadamente.

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Comments

Nora Ezquerra Llamas

Nora Ezquerra Llamas

deseo que Marcos no se desilusione

2024-01-24

1

Unicornio magico🦄

Unicornio magico🦄

A Marco le faltaba la paciencia

2023-09-23

0

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