VALERIA.
Carla y ella, habían armado una decoración agradable con las cosas que compró su amiga está mañana, con rollos de papel crepé y globos en negro y blanco que colgaban del techo, un mantel de tela negra cubría la mesa y arriba habían puesto una bandeja con nachos y queso cheddar, otra bandeja con lasaña, una jarra de margarita con hielo, y como no podía faltar un pastel con una vela que formaba el número veinte.
Tuvieron que correr para tener todo listo debido a un "pequeño" contratiempo por parte de su mejor amiga, la hermana que nunca tuvo, había llegado una hora después de que colgarán la llamada, aunque Valeria Castañeda no se quedó quieta en ese intervalo de tiempo, a pesar de su convalecencia, le parecía aburrido quedarse acostada en su cama, y aunque solo era tos seca, para su fortuna, creía firmemente en el dicho de su abuela materna <
Mientras esperaba a su queridísima amiga se encargó de asear la casa, su madre, Lucy Osorio, no podía detener el espíritu de fuerza de voluntad con la que su hija le heredó. También le decía con orgullo que había salido más fuerte y más hermosa.
Después que acabó de barrer y trapear el piso, con ayuda de su madre acomodó la mesa de vidrio del comedor, los sofás de la sala de estar, despejaron algunos muebles del medio para hacer más espacio para socializar, pues eso sería, una reunión de amigos, para festejar el cumpleaños de su mejor amigo, Andrew. Alguien que para ella era importante. Lo conocía desde la primaria, en ese entonces ella tendría doce y él trece. Se conocieron con un doloroso golpe de cabezas, por la prisa de aquel niño que llegaba tarde a su primer día de clases, mientras ella regresaba a su salón luego de sacar fotocopias. Era la mejor anécdota de ambos, se reían a carcajadas cuando lo recordaban, <
Porque se conocieron en una circunstancia compleja de sus vidas, a él le sirvió la compañía de ella para superar su miedo por el agua y su timidez. A ella le sirvió la compañía de él para sobrellevar sus crisis existenciales. Con el tiempo surgió una bonita amistad que hasta la última puesta del sol perduraría.
Al acabar con los quehaceres entro al baño para bañarse el sudor que transpiro, deseo que el agua de su mágica regadera le quitará la estúpida gripa.
Se puso unos pantalones holgados y un simple suéter para estar cómoda mientras llegaba la hora, se recogió el pelo en cola, y comió algo para la fatiga. Hasta que el timbre le avisó, que, por fin, Carla había llegado con las cosas que le pidió.
—Caramba, casi no llegas— dijo Valeria cuando abrió la puerta.
—Estoy aquí. A mí también me alegra verte, cielito—. Carla dejó las bolsas en el suelo para abrazarla.
No veía a su amiga desde el jueves por la noche cuando fueron a un bar club. Con el motivo de que era noche de chicas.
Aquella ocasión hablaron de muchas cosas, desde ocurrencias tribales, se reían porque a Carla le había salido un barrito en la puntita de la nariz y tuvo que usar el zafarrancho de limpieza contra el acné, y la envidia sana con ella porque su cutis era naturalmente limpio, sedoso y sin ningún puntito negro. Valeria le decía que eso le pasaba por utilizar tantos productos con químicos en lugar de echarse cosas más naturales. También, conversaron de arte, la elogiaba por el último trabajo que hicieron juntas dándole todo el merecido mérito a ella por su gran idea de combinar la tristeza con alegría en un mismo cuadro representado por una mitad con un paisaje nubarroso y tempestuoso, con rayos, cielo negro, y agua gris con barcazas rotas, la otra mitad era un resplandeciente día soleado en la playa, con sus puestos de descanso con sombrilla en la arena, una especie de cancha de voleibol con dos figuras femeninas a cada lado divirtiéndose.
La noche transcurrió a un ritmo vertiginoso llevando con el embriagante ambiente de la música junto con algo fuerte como una cerveza; preguntas más profundas. Carla le comentaba que había chicos que querían conocerla, que por qué no salía con alguno, teniendo pretendientes, incluyendo al hermano mayor de esta, preguntas y más preguntas, aun sabiendo la respuesta: enfocarse en los estudios. Pero, no conforme con eso lanzó una pregunta que ni ella misma se animaba a hacerse, una que evitaba a toda costa.
<< ¿Te gusta alguien? >>. En medio de la intriga le hizo dudar.
...***...
Los pocos invitados llegaron a la casa de Valeria que fue el artífice de toda la sorpresa, que junto con Carla llevaron a cabo. Todos hacían parte de su grupo de amigos, ellos eran; Luis, Tania, Herrinson, Joy, Sara y Marcos, este último llego con una botella de ginebra.
Aparentemente, asistieron con la bienaventurada razón que se les suministró vía chat en un grupo exclusivo para ellos. Ahora que todos sus amigos estaban allí. La comida estaba lista. La decoración de cumpleaños estaba lista. El pastel tenía la velita lista para encenderla. Solo faltaba el cumpleañero quien apagaría el fueguito.
Valeria les explicó a los presentes la dinámica, que consistía en ponerse en modo sigilo, agazapados detrás de la mesa, agachados y pegados uno con otro como rehenes en un atraco bancario. Apagarían las luces, y todos deberían guardar silencio; una regla difícil por los cuchicheos a boca suelta.
—¡Silencio todos! Valeria hará la llamada para que Andrew venga—. Carla tomó el control.
—Vamos, Val, demuestra tus dotes de actuación— dijo Luis.
—Dile que estás cachonda — carcajeo Joy.
—Venga rápido. Ya quiero comer pastel— Herrinson soltó una ocurrencia, mientras acariciaba el hombro de Tania, su novia.
—Si quieres puedo hacerla yo— dijo Marcos, asegurando que tenía una idea brillante para hacerlo venir en un dos por tres.
—Contrólate, por favor— le espetó Carla a Marcos dándole un empujoncito.
—Shhhh—. la dueña de casa los chito a todos.- Mi idea es mejor.
Ya lo tenía todo planeado. La fiesta sorpresa. La decoración con su color favorito. El regalo.
Sus amigos guardaron silencio, o mejor dicho bajaron la voz.
Marcó el número telefónico y a la segunda timbrada alguien alzó la llamada.
—¿Aló?
—Hola, señora Amelia— respondió cordialmente a la madre de Andrew.
—Hola, Valeria ¿Ya es hora?— Amelia Sanz inquirió en un susurro.
—Sí, señora. Está todo preparado. Solo falta su hijo —. La afirmación salió de su boca con un toque de travesura.
—Oh, vaya. De acuerdo. Esperaré hasta que salga de la ducha para decirle. Que Dios me perdone por la mentira que le diré a mi hijo.
—Lo sé, señora. Pero es por una buena causa, ya sabe... es una sorpresa para él. De todos modos yo cargaré con el peso de lo que dirá, después de todo fue mi loca idea— dijo risueña. Amelia también se permitió dejar escapar una risa.
Era uno de los dones de Valeria el ser agradable, imposible no contagiarse con la alegría que ella transmitía.
—De acuerdo, cariño. Pero me mandas un buen trozo de pudin con Andy.
—Perfecto. Claro que sí— dijo y se despidieron.
La espera se hacía cada vez más corta con el pasar de las manillas del reloj. A cada minuto que transcurría la ponía más y más ansiosa. Trataba de serenarse uniéndose a la conversación con los demás. Se bajaba el tapabocas de tela negra para beber margarita de una copa que transparentaba la delgada línea entre emoción y nerviosismo de sus manos. Después de tantos
El mensaje de texto de la madre de Andrew informándole que él ya se dirigía con prisa a su casa le hizo saltar todas las alarmas. Valeria sentía que se sofocaba como si estuviera encerrada en un cuarto muy pequeño. Se miró al espejo como reacción, pero estaba preciosa, se veía espectacular con su liso cabello negro suelto, su vestido amarillo y sandalias negras, un look sencillo, cómodo y sofisticado.
Todos empezaban entre traspiés a ponerse en sus puestos. Las luces dejaron de iluminar la estancia, solo se veían las caras alumbradas por sus celulares.
El cronómetro comenzó a retroceder de nuevo hasta que Joy con un grito agudo nada varonil retumbo la sala.
—¡Ya viene, ya viene!— aulló desde la ventana.
Este se apartó de la ventana y se tiró al piso con ellos. Los murmullos callaron cuando el timbre resonó. Una y otra vez con insistencia. Fueron casi diez timbradas y toques fuertes a la puerta. Pero nadie se animaba a abrir. Pronto se debatían en susurros como diantres iba a entrar.
Nadie, excepto Valeria, sabía la existencia de una copia de la llave auténtica escondida en una de las macetas con una planta, y eso, igual lo sabía Andrew. Que pronto dejó de tocar.
El sonido de la llave contra la chapa de la puerta casi los agarró por sorpresa, hasta a Valeria le dio un vuelco, cuando se abre la puerta de par en par.
Fue como si el aire se hubiera evaporado. Nadie movía un músculo. Nadie respiraba.
Valeria veía a Andrew entrar. Observaba su movimiento. Como su sombra acariciaba la pared hasta que halló el interruptor encendiendo la luz de golpe.
—¡Valeria...!
Y tal cual un gol al último minuto todos se levantaron gritando al unísono.
—¡SORPRESA!.
Como se lo imaginaba, Andrew ya iba directo hacia arriba, hacia su habitación.
—¡Dios!. ¡Que susto me han dado!— bramó él sobresaltado. Mirándolos a todos como un niño pillado por su madre haciendo algo indebido.
Las facciones de él estaban contraídas, mostraba cierta impresión, sin lugar a dudas no esperaba la sorpresa, pero también denotaba un hilo de preocupación en su rostro. Valeria sintió compasión por él, imaginándose como habrá recibido la noticia de lo que sucedía, para venir con demasiado ímpetu, decidido a salvarla.
Sus amigos lo rodearon en bandada a felicitarlo, a abrazarlo, a estrecharlo, a darle el tradicional feliz cumpleaños. Carla le dio un abrazo tan fuerte que lo hizo tambalear, si no fuera por su resistencia terminarían trapeando el piso. Sara, por su parte fue más gentil. Luis lo saludo con un estiloso y personalizado choque de manos. Herrinson, y Tania se turnaron. Joy casi le quita el color de su jersey negro. Marcos le dio un abrazo y palmadita de coleguita, después le dio un shot. Y, por último, Valeria se encontró cara a cara con su víctima. Su mejor amigo estaba a pasos cortos, que luego pasaron a ser escasos centímetros cuando ella se acercó a él.
—Hola—dijo Valeria, casi bloqueada, sin saber que era lo que debía decir.— Eh... deseo un... perdón, quiero desearte un feliz cumpleaños.
¿Qué era esa extraña aura que si lo miraba a los ojos sentía que temblaban sus piernas?
Una sonrisa torcida se formó en la cara de Andrew.— Gracias, Uvas.
Ella tomó impulso para abrazarlo, pero él fue más rápido y la envolvió, rodeando con sus brazos alrededor de su cuello haciendo que ella anidará su cabeza en su pecho. Ella lo sujetaba de la cintura casi sin agarre, como si él hubiera absorbido toda su energía.
—No te imaginas. Cuando mamá me dijo que habías llamado sin aire, asustada, diciendo que escuchaste pisadas de alguien afuera, que por el miedo comenzaste a ahogarte. Yo me preocupe mucho, me puse lo primero que agarre, ni me dio tiempo de rociarme perfume, solo salí corriendo como loco hasta acá.
El calor que emanaba de él mientras hablaba era relajante. Podía percibir lo exaltado que estaba, las vibraciones y las pulsaciones aun alteradas en su interior, eran tan potentes que no se daba cuenta de las suyas propias.
Valeria se sentía alegre porque su plan causo el efecto que quería causar. Pero también sentía pena por hacerle pasar una preocupación como esa. Si se notaba que ella era muy importante para él, no cabía duda, después de haber corrido cien metros planos a su casa.
Ella alzó la cabeza para conectar miradas.
—Sé que fue algo extremadamente loco. Lo sé, lo sé.— Se le dibujó una sonrisita en los labios.— Pero a poco no te lo esperabas ¿eh?
—Sí, fue algo muy loco— dijo él, luego se puso pensativo.— Aunque ya decía que algo raro había. Pero me preguntó, ¿cómo lo hiciste?
—Nada se te escapa. Salvo esta vez— bromeó risueña.— Te conozco demasiado. Y sí, fue muy dramático. Pero sabes, lo pensé dos veces, creí que no saldría como esperaba, pero si fue así, salió tal cual como lo esperaba— dijo triunfante.
Andrew, sonrío, aceptándolo — Tu inteligencia delata lo increíble que eres.
Pero las sorpresas aun no acababan. Valeria lo jaló con ella hasta donde iniciaban las escaleras y le dijo que esperara. Subió arriba. Al rato bajaba con una bolsita y una caja adentro en su regazo.
—Es para ti.
Valeria vió como lo agarraba con cara incrédula, le aseguró que las bromas pesadas ya habían acabado, pero seguía sospechando.
Sin embargo, cuando abrió la bolsa su expresión pasó de biche a madura, de intriga a emoción, el regalo de Valeria era una Nikon D750. Como un niño brincaba de un solo pie. Se abalanzó sobre ella y la abrazó de nuevo.
Valeria escuchó sus cálidas palabras cerca de su oído.
—¡Muchas gracias, Uvas!. Es el mejor regalo de cumpleaños que me han dado.
En medio de su ingravidez, no esperaba que le diera un beso en la mejilla por encima de su tapabocas provocándole un delicioso espasmo de emoción.
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Comments
Nora Ezquerra Llamas
Me imagino la escena es muy de amigos y tan bien relatada que yo lo viví este cap ,bien muy bien 👏👏
2024-01-24
2
😄😄😄
me encanta los protagonistas de la serie /Smile/ es muy interesante
2023-10-24
1
Unicornio magico🦄
que bien que sean buenas decorando
2023-09-18
1