Capitulo 11

ANDREW.

Hacía un día soleado, los rayos del sol traspasaban las hojas por el sendero en el que iban él y Valeria. El parque natural Mo'h Park era una reserva protegida por los indígenas cuyo nombre era Mohart, era un buen lugar para realizar excursiones y el indicado para conectar con la madre naturaleza para aquellos quienes amaban lo verde. Andrew había propuesto emprender el viaje al amanecer para aprovechar el día, pues estaba a 30,8 kilómetros al sur de Flor Verde. Había matorrales, arbustos con bayas silvestres, y varios tipos de árboles. El terreno del sendero era un poco accidentado, con huecos en la tierra dura, charcos de lodo y piedras caliza, pero no impedían el andar, no para los que tenían espíritu aventurero y por supuesto un estado físico regular. No obstante, no contaba con señalizaciones ni postes de luces LED, se mantenía cien por ciento natural, algo que le encantó a Valeria.

Descartaron los celulares, solo llevaron consigo lo necesario, alimento y agua. Andrew se permitió empacarse la cámara que Valeria le regaló para inmortalizar el paseo.

Ambos tenían ropa ligera para la ocasión, él no transpiraba tanto como ella, ni parecía sentir el trayecto exhaustivo como ella, así que hizo que pararán.

—¿Quieres descansar un poco?— dijo, con ambas manos sujetando las orejas del morral en su espalda.

—Sí, por favor— respondió Valeria, muy agitada.

Se detuvieron. Andrew le pasó una botella con agua mineral, y, buscaron un sitio debajo de un árbol para reposar.

Ya iban a la mitad de recorrido hacia su destino; un brazo de río que cruzaba el bosque.

—¿Ya estamos llegando?— preguntó Valeria, esperanzada, mientras calmaba su sed.

— Estamos a quince minutos, veinticinco, si seguimos a pasó de tortuga.

—Ay, mis piecesitos— se quejó Valeria.

Andrew soltó una carcajada al aire.— Esta es la naturaleza, lo que tú querías —. Le dio un golpecito en su muslo haciendo que ella diera un respingo.— Así que vamos, andando, Uvas.

Guardó el bote de agua en el morral, y reanudaron el rumbo.

Mientras caminaban, Andrew veía de reojo las expresiones protestantes de Valeria y, le causaba un poquito de gracia, pero le gustaba que, a pesar de eso seguía andando firme y decidida, más motivada, y no tanto por los ánimos que él le daba, sino por su propia fuerza de voluntad, y su capacidad de resistencia mental, ella era una persona que sabía aprovechar sus debilidades y camuflarlas como fortalezas, sí; había descubierto eso en ella, como ver a un camaleón, como Colón cuando llegó al nuevo mundo, pero en este caso, ella era América; un mundo virgen y puro, tan valiosa como el arte de sus cuadros.

El tiempo parecía pasar desapercibido con la distracción de las maravillas que miraban a sus alrededores, el revoloteo de las aves de todas clases y colores, hasta alcanzaron a divisar conejos y ardillas.

El día estaba siendo bastante bueno para ambos. Y el también consideró que necesitaba esa escapada. Su mejor amiga era una ecosexual, pero él no se quedaba atrás, igual compartía aquello en común con ella, los árboles en lugar que los edificios, el aire puro de la naturaleza, en ves del aire saturado de la ciudad.

Salieron al otro lado del sendero, las nubes se mostraron a su encuentro con el caudal que recorría apaciblemente hacia el horizonte. La satisfacción por llegar al fin se desbordó en alegría y saltos de victoria, habían cruzado un bosque, ahora iban a tomar un merecido descanso y llenar sus panzas, mientras admiraban la vista más espectacular y limpia que jamás verían de nuevo.

—Ubiquémonos ahí— dijo Andrew.

—Sí, señor— respondió Valeria, siguiéndolo.

Pusieron una manta sobre una parte en arena seca donde se sentaron a contemplar el entorno. Andrew sacó la cámara digital y comenzó a tomar instantáneas.

—¿Quieres cebolla en tú sándwich?— inquirió Valeria.

—No, claro que no— dijo él haciendo una mueca de desagrado. Irónico por la tomada de pelo de su amiga, puesto a que no había metido cebolla por qué no le gustaba.

El desquite sería al momento, chasqueo el disparador hacia Valeria mientras ella preparaba los sándwiches, cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde, él ya había tomado varias fotos de ella distraída.

—Te ves bien— manifestó con toda franqueza.

Ver como se puso colorada le arrugó el corazón.

Valeria le dio un plato de plástico con dos sándwiches. El roce con su mano hizo que se le electrificaran los nervios.

—Provecho— dijo Valeria, mirándolo a los ojos con una sonrisita.

—Gracias— contestó él, con la misma expresión.

Minutos más tarde, después de compartir con Valeria un rato de charlas cargadas de risas sin cuartel y, de haberse sentido inmarcesible en medio de emociones, de un momento a otro se quedó observando el río, las risas se fueron apagando en el viento, su mirada se perdió en el agua cristalina, que fluía en calma. En su memoria el caudal era distinto a como lo veía ese día, aún recordaba cómo fue, como fue que resbaló y cayó en la fuerte corriente, presión de agua, sentir una fuerza que lo arrastraba hacia abajo, el miedo y la desesperación corroyéndole por dentro avisándole que había llegado su hora, que estaba a punto de sumirse en el sueño profundo del limbo, los gritos a lo lejos de sus padres, sentir como se apagaban lentamente sus sentidos, y luego, nada más. No recordaba lo que pasó después de haber perdido la conciencia, ni el momento cuando lo sacaron de allí, solamente las voces distorsionadas de las personas a su alrededor, parecían estar al otro lado de una especie de barrera.

—¿Estás recordándolo, cierto?— escuchó la voz de Valeria, sacándole de ese episodio.

—Sí— dijo entre dientes.

Sintió la mano de Valeria posarse en su brazo.

—Estoy aquí, contigo— dijo ella, acomodando la cabeza en su hombro.

—Te lo agradezco, Uvas— respondió él, para luego estirar su brazo para abrazarla.

Estuvieron así durante otro largo rato, sintiendo la calidez de sus cuerpos, y la energía que cada uno se transmitía. Dejando en un segundo plano la noción del tiempo, permitiendo relajarse con los sonidos naturales del lugar.

Hacía tiempo que había superado el temor por el agua posterior al suceso donde casi se ahogaba. Sabía que tenía que confrontar a sus miedos, y, a sabiendas eligió ese sitio, quería demostrarse a si mismo que al fin era valiente. Y la presencia y apoyo de Valeria le daba las fuerzas para hacerlo, sí, lo haría — de verdad iba a hacerlo — y si más cabeza le daba a eso se acobardaría, y se odiaría por huir. Y no se lo iba a permitir. Ya estaba decidido, iba a meterse en el agua.

—¿Nadamos?— preguntó de repente.

Valeria frunció el entrecejo.— ¿Qué? ¿Estás bromeando? No traje ropa de baño.

Andrew soltó una carcajada.

—Tienes ropa debajo, es lo mismo.

La cara que puso Valeria le provocó reírse hasta el culo, pero aguantó. Y de nuevo ese rubor coloreando sus mejillas cohibiéndola.

—¿T-te refieres a mi ropa interior?— musitó Valeria con un toque de curiosidad en la voz.

—Sí— respondió él.

Hubo un breve silencio. Otra vez se creó la burbuja encerrándolos a los dos, tensionando el momento, hasta que Valeria terminó de meditar su contestación.

—Está bien— dijo finalmente, decidida.

La tensión se amilanó un poco, y de seguido nacieron sonrisas en complicidad.

Andrew se quitó la camiseta, exhibiendo su trabajado abdomen, no hacía falta tener sentido arácnido para enterarse que Valeria no le quitaba la mirada de encima, y que disimulaba cuando le echaba un vistazo. Le pidió ayuda para sacarse el pantalón y ella recatada se acercó para ayudarle, evitando infructuosamente repasarlo con sus ojos cuando quedó con solo su boxer.

Entonces, fue hasta la orilla del río, y se detuvo.

—Te espero adentro.

Cuando entro en contacto con el agua un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Se tomo un instante para inspirar hondo y envalentonarse. Luego se sumergió en las aguas.

—Tu turno— dijo cuando sacó la cabeza, el agua le llegaba por el pecho.

Valeria vaciló un momento. Pero después comenzó a desvestirse, primero su blusa, y luego lentamente su leggings. Andrew se quedó embelesado con su linda silueta, estaba asombrado con el hermoso cuerpo que ocultaba tras sus prendas. Jamás había fantaseado con Valeria como en ese instante, ni nunca había deseado tocar la piel de una mujer como quería hacerlo con ella.

La lencería que usaba ella era roja como sus labios, como la sangre, que le calentaba las venas, se veía tan jodidamente sexy, no podía apartar la vista de ella, y tampoco quería disimularlo si se daba cuenta.

Valeria entró al agua y se unió con él, en donde surgió y murió su temor. El cielo comenzó a teñirse de naranja, como también las aguas cristalinas como reflejo anteciendo el ocaso. Pronto acabaría el día, pero un sentimiento en su interior, más profundo, comenzaría a relucir.

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Comments

Vane Quiroga

Vane Quiroga

porfin la vio si ella es valeria ....aahy q emocion

2023-09-06

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