Capitulo 2

CARLA

—Sí. Sí. Ya te dije tres veces que llevo todo lo que me pediste —dijo Carla a voz alta para su auricular inalámbrico que estaba en su oreja derecha.

Salía por la puerta de sensor del centro comercial Carver Johnson cargando un par de bolsas de compras.

El sol de mediodía le cayó encima deslumbrándola como un foco en un escenario de teatro. Los cristales rojos de sus gafas de sol producían un brillo irisado a contraluz. Lucía increíblemente fabulosa y elegante con su chaqueta de jean, su pantalón de cuero negro y con esos calzados de plataforma alta, que la hacía parecer más estirada y más delgada de lo que era. Había dejado su cabello liso suelto, el cobrizo casi rubio tintado se iluminó tomando un color rojo que la hacía resaltar. Combinaban sus labios cubiertos por un bálsamo rosado junto a los pequeños retoques con maquillaje en su cutis blanco. Le encantaba sentirse el centro de atención. Tan llamativo era su personalidad que procuraba cuidar su apariencia hasta el mínimo detalle, desde comer sano para mantener una vida saludable, hasta usar varios productos para combatir las espinillas o hidratar su piel, o hacerse tratamientos capilares y pedicura con regularidad, aunque, a veces resultaba agobiante ser perfeccionista y todo el esfuerzo que hacía para siempre tener una buena facha. Era el tipo de persona que llevaría un perfume en su bolso para mantener su deliciosa fragancia.

Algunas dirían que era vanidad, otras dirían que era amor propio, otras simplemente que era una chica guapa que sabía como lucirse.

Para Carlota Barzini, era un estilo de vida. Desde niña siempre le llamaba la atención el glamour algo que aprendió de su madre, quien era una reconocida diseñadora de ropa italiana, si alguien era estrictamente perfeccionista era ella, su progenitora, y como dicen, de tal vaca tal cual la ternera.

En la acera se había aparcado un taxi esperándola.

—Creeme, Val. Si no fuera porque te quiero demasiado no me levantaba muy temprano un sábado. El agua es terriblemente fría— dijo mientras entraba al vehículo.

Hablaba con su amiga ¿he dicho su amiga?, mejor dicho su mejor amiga, su amiga del alma, su confidente, su gemela de otra madre. Valeria y ella eran lo que se dice en jerga vulgar 'como uña y mugre'.

Las dos juntas hacían la pareja perfecta de amigas del año. Complementadas la una a la otra.

—¡Sí, claro que lo sé! Yo también te quiero mucho. Agradezco el esfuerzo sobre humano que hiciste para hacerme este favorcito— dijo Valeria al otro lado de la línea.

—¿Favorcito? No sabes cuanto pesa este 'favorcito' — respondió refiriéndose a la susodicha bolsa y su contenido-. Esto va a cortar mi crecimiento, ¡me voy a quedar como un duende!.

La risa ahogada de su amiga llegó a sus oídos— Vamos, Carly. No exageres, que no son muchas cosas.

—No estoy exagerando. Cuando dijiste que solo eran unas cositas imaginé que solo eran unas cuantas cosas. No que saqueará casi todo el centro comercial.

Las risas al otro lado pasaron a ser carraspeos. Carla cambió su chip dramático por un chip de amiga preocupada.

—¿Ya tomaste la pastilla?— dijo con un tono más dulce.

—Sabes que odio las pastillas, pero si me la tomé porque odio más enfermarme— respondió con ternura Valeria.

Carla, adoraba a esa chica. Sabía que de todos sus amigos ella era la única que la entendía a la perfección. También sabía que podía contar con ella cuando más necesitaba a alguien para desahogarse, porque la escuchaba con atención mientras le contaba sus problemas. Por eso haría cualquier cosa por ella.

—Está bien, Cielito mío. Ya voy de camino para allá. Verás como va a quedar todo para esta noche.

—Ok. Date prisa porque el tiempo pasa volando y tenemos mucho por hacer.— Valeria se quedó sumida en sus pensamientos —. También recuerda que es una sorpresa.

—Recuerda que soy una caja fuerte.

Ambas amigas rieron en complicidad y colgaron la llamada.

Carla le dio una dirección al conductor. Y se pusieron en marcha.

Pasaron por calles y calles. Hasta que las zonas residenciales se volvieron en edificios empresariales. El taxi giró por una calle más ancha y luego se detuvo en la acera al frente de un imponente edificio de veintiún plantas con muchos cristales y ventanas. Arriba había unas letras metalizadas con las palabras: Carson investment.

Antes de bajarse le dijo al conductor que aguardará hasta que saliera, que no iba a demorarse, que si de ser necesario le daba más propinas, este asintió aceptando, pero le pidió que por favor no demorará porque tenía que entregar informe de ruta, pero cuando le extendió un billete de cinco este cambió su semblante de inmediato.

Abrió la portezuela del vehículo y salió.

Se dirigió a paso ligero hasta las grandes puertas de cristal. El vigilante, un hombre moreno de alta estatura le hizo un saludo formal cuando la vio entrar al vestíbulo. Al parecer no era la primera vez que se paseaba por ese edificio porque igual le saludaban otras personas que laboraban allí.

Su caminar era seguro, empoderada, continúo su trayecto por ese aséptico recinto. Todo desbordaba elegancia por donde pasaba. El piso por donde taconeaban sus zapatos era de un material blanco reluciente.

Subió al ascensor y pulsó el número del último piso. Mientras aguardaba adentro se repasaba a sí misma en el cristal-espejo.

Cuando las puertas se abrieron ya se hallaba en lugar donde personal ordinario no debería estar. ¿Entonces qué hacía ella allí?, no tenía una tarjeta de autorización, ni había solicitado una cita con los altos cargos de aquella empresa. Solo entro como pedro por su casa como si ella fuera la dueña de todo ese edificio.

Era más extraño que en ningún momento nadie de seguridad intentará prohibirle el paso, solo la saludaban como cuan jefa, era un poder del cual Carla no podía evitar sentirse cohibida, para alguien con la ambición de ella era un regocijo. Se planteaba que ella estaba para grandes cosas.

El recibidor del último piso era por supuesto más aséptico que el primero, tenía más cuadros y e inmobiliario que el propio Versalles, se denotaba el buen trabajo de los diseñadores de interiores contratados para mostrar el poder de los Carson, una familia que había conseguido ser una de las más relevantes e importantes de la ciudad, construyendo tiendas de supermercados, restaurantes, almacenes de ropa por todo Flor Verde, hasta dar sustanciosas caridades a programas de acción contra la pobreza. Si, viéndolo bien no eran tan malos ¿eh? Pero se empezaron a mezclar con la política y se sabe perfectamente que la honradez no es sinónimo de política.

Pero, a todo esto ¿qué pintaba ella ahí?

Pues quien iba a imaginarse que una extrovertida jovencita de diecinueve iba a enredarse con alguien de esa acaudalada familia, en este caso, Jacob Carson, quien le llevaba una década de diferencia en edad, con él que sostenía una relación abierta hará media docena de meses.

Carla ni siquiera observó a la secretaria que estaba sentada detrás de su escritorio quien a su vez atendía algunas llamadas, sino que pasó de largo en dirección a la oficina de su ¿amigo con beneficios o su amante?, ya se disponía a agarrar el pomo cuando escuchó un carraspeo a sus espaldas.

—Disculpe, señorita Barzini. No creo que él joven Jacob pueda atenderla ahora.

Con irritación dio un giro de ciento ochenta grados sobre su propio eje quedando frente a frente con la secretaria. Una muchacha de mediana edad, bien arreglada, se notaba que se tardaría horas para echarse kilos de maquillaje como para impresionar al mismo rey de muy muy lejano.

No sabía si eran ideas suyas o qué rayos le pasaba a esta cuando venía, era como si le tuviera algún tipo maña y ni trataba en ocultarlo, por sus expresiones borde hacia ella.

—¿Puedes decirme dónde está? — No pudo detener la pregunta.

La secretaria arqueó una ceja incrédula- El señor Jacob se encuentra ahora mismo almorzando con...

El elevador se detuvo resonando como un timbre. Al abrir sus puertas aparece el nombrado Jacob bien elegante con su traje negro de gala, tenía una corbata a cuadros, zapatos pulidos, y su cabello corto peinado hacia atrás. Se acomodaba el saco cuando cruzó mirada con Carla, por su expresión no esperaba verla allí.

Carla esbozó una sonrisa al verle tan guapo como le recordaba el día en que lo conoció.

De repente, sale de las espaldas de él una mujer. Provocándole un vuelco en su pecho borrándole su expresión alegre.

La tipa era alta, morena, también vestida de gala ajustada a su buen cuerpo, llevaba el cabello liso suelto, le pondría unos veinticinco o veintisiete años, con celosa admiración contuvo el aliento ante lo elegante que era.

Miraba a Jacob y la miraba a ella mientras se acercaban.

—Hola— dijo el primero con una sonrisa — ¿A qué se debe esta visita?

¡¿A verte a que más?! Quería decirle, pero sostuvo la cordura con su fuerte carácter.

—Vine a hablar con usted sobre el proyecto que acordamos.

El proyecto. Fue la causa de como se conocieron meses atrás cuando su madre le pidió que le supliera en aquella ocasión para llevarle algunos documentos acerca de diseños de nuevas prendas para comercializar. Desde entonces usan esa excusa para verse.

—Sí, por supuesto. Catalina ¿tienes alguna idea dónde está Donovan? — dijo dirigiéndose a la estirada secretaria.

—En este momento debe estar tomando un vuelo hacia Florencia— Le respondió sin quitarle la mirada de encima.

—Que maravilla. Mi hermano mayor se va de vacaciones mientras yo debo hacer todo el trabajo- bufó con ironía, revoloteándose entre las tres mujeres—. Bueno, gracias al cielo Juliana volvió del extranjero.

—¿Quiere que le avise cuando llegue? — Catalina se apresuró a inquirirle.

—Sí, te lo agradecería- dijo con suma firmeza. Luego se giró hacia la mujer elegante con la que llegó-. Bethany. Te importaría esperarme en mi oficina mientras arreglo unos asuntos con...— Miro a Carla — la señorita aquí presente.

—Claro que sí, no hay problema— dijo con una pequeña sonrisita en sus labios.

A Carla le pareció que le miro con ojos de corazón cuando asintió. Trataba con sus fuerzas contener la rabia que le emanaba en su interior.

Vio sin pestañear como él le abrió la puerta para que entrara. Después de cerrar la puerta volvió a donde ella, pero no se detuvo.

—Señorita Barzini, por favor sígame a la sala de juntas.

Se enderezó y le siguió los pasos obedeciendo como si fuera una orden.

La llevó por un pasillo bien iluminado hasta toparse con dos puertas de madera refinada.

Una decía y la otra está última le pertenecía a su padre. Jacob se declinó sin pensarlo a la segunda, abrió la puerta y jaló consigo a Carla que dio un respingo por tal repentina acción.

—¡Suéltame! —Vociferó zafándose de su agarre.

Jacob se puso un dedo en sus labios — Baja la voz y cálmate.

—No. No me voy a calmar hasta que me digas quien coño es esa tipa— dijo Carla desbaratando todo su autocontrol característico.

Esperaba una respuesta rápida sin tener que repetir dos veces. No estaba acostumbrada a hacer reclamos. Pero le llenaba de indignación como él solo la miraba de esa forma tan seria, con su mirada fría clavándole sus oscuros ojos negros como la noche.

—¿Por qué debería decírtelo? — se limitó a decir con el ceño fruncido. Alguna que otra arruga se le apreció en su semblante, consecuencia de su trabajo, le hacía parecer como si tuviera más edad.

Esa expresión le hacía enrojecer más. No iba a permitir que él viera como se moría de celos, le disgustaba tanto haciendo algo insípido como los reclamos, le hacía parecer patética.

Así que como pudo se las arreglo y cambio su postura.

—Ok. No me importa. Esta será la última vez que me verás porque decido romper esto ahora. Adiós.

Lo rodeó sin mirarle a la cara. Pero antes de que pudiera poner un pie afuera en el pasillo él agarró su muñeca de nuevo.

—¡He dicho que me sueltes! — Volvió a soltarse con todas sus fuerzas.— No puedo seguir con esto, Jacob — el agobio que la oprimía salió a flor de piel — Sé que acordamos no celarnos, ni ilusionarnos, ni mezclar nuestras palabras con los sentimientos, ¡pero no puedo!, no puedo..., d-de... repente empecé a sentir algo por ti. Sé que no puedo hacerte reclamos, pero solo dime ¿es ella tu nueva amante?

Jacob sacudió la cabeza, pero no le quitaba la vista de sus ojos.

—Ella es Bethany Wilson, copresidenta del diario El Mañana. Está mañana vino para hacer un reporte acerca de la campaña electoral de mi padre, pero no pudo recibirla hoy porque tiene muchos asuntos que atender, así que solo fui amable y le invité un café. Eso es todo.

Ya no podía pensar con claridad mientras se le arremolinaban desproporcionadas emociones en la cabeza.

—Carla, ahora debo pedirte que confíes en mí— le decía mientras se acercaba a ella —. Yo te echo de menos cuando no estás. Después de terminar todo ese jodido papeleo, después de las largas horas de trabajo, solo pienso en estar contigo... en tocarte— Le acariciaba lentamente con sus manos los hombros — con mirarte...— Alzó su barbilla haciendo que le mirará a los ojos — con besarte...— se inclinó con la decidida intención de juntar sus labios con los de ella, y ella lo permitió sin protestar.

En otro momento sus besos le sabrían de maravilla, y sentiría el efecto de cosquilleo en su barriga. Pero ahora solo le sabían a poco, simples, grises, y forzados. Sentía rabia por permitir que él la tratase como niña cuando hace tiempo dejó de serlo, estaba ante el hombre que le arrebató su virtud, así como también la inocencia que en ella habitaba. Ahora era lo que él había forjado, su mujer.

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Comments

Hanan Jkhan

Hanan Jkhan

¡No puedo creer lo bien que describes cada escena! ¡Necesito más capítulos!

2023-08-11

2

Unicornio magico🦄

Unicornio magico🦄

me facina

2023-09-18

1

Unicornio magico🦄

Unicornio magico🦄

el dicho de la vaca y la ternera.Es como de tal palo tal estilla

2023-09-18

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