CAPÍTULO 16

Los vigías no tardaron en escribir sus respectivos reportes y dárselos a unos mensajeros en vez de enviarlo por un cuervo. Pues lo que escribieron era demasiado importante como para correr el riesgo de enviarlos por cuervos que podrían ser interceptados. Dos cartas llegaron a dos lugares distintos: la Cueva del Lobo y el Palacio imperial, hacia dos destinatarios: Sangre de León y el Lobo Blanco. Pero el contenido de ambas cartas era algo similar: monstruos. Inesperadamente, los vigías observaron a un grupo de monstruos (en sus respectivos territorios por supuesto) dirigirse hacia la frontera del otro territorio. Era sabido que entre Kiosef y Kolmat había una división de montañas, árboles y cañones que impedían el paso de cualquier criatura hacia el otro lado. Lo más extraño fue que desde ambos lados, los seres de la oscuridad comenzaron a agruparse. El comportamiento de los monstruos no podía ignorarse bajo ninguna circunstancia. Por eso, las respectivas órdenes de caballeros harían una expedición en el territorio bajo su jurisdicción.

Por el lado de la orden del León Negro, Abraham ya no era un teniente, sino el emperador. Además, tenía una misión aparte junto a Erika. Así que dejó el mando de la expedición a su alto general: el conde Henry (lo que pospondrá el entrenamiento mental de Diannel). Por otra parte, con los caballeros plateados, Oliver no dudó en partir para dirigir la expedición a pesar de su agotamiento físico y mental. Fue así, como las dos órdenes de caballeros partieron a los territorios de los monstruos en un grupo pequeño pero con caballeros habilidosos. Pues la misión pedía rapidez y discreción para lo que sea que encontraran en su meta.

Como nuevo león negro y con habilidades altas, Giovanni fue mencionado para la misión. Susan lo despidió nerviosa y feliz, su prometido cumplía sus funciones como caballero, pero lo hacía en un territorio plagado de maldad donde cualquier cosa podría salir mal. La doncella juró perseguir el alma de su amante si este no regresaba para su boda, a lo que el caballero afirmó que él sería quien la acose en caso no llegar a verla de blanco. Con esa despedida, el caballero partió y ahora estaba explorando el desierto infernal luego de tres días de partir de Venesten. Al ser un hombre de Verlur, el calor lo sofoco al punto de no tolerar el cuero en su vestidura y agradecer de que lo convencieran de no usar armadura (los leones negros no acostumbraban a usar armaduras completas en Kiosef). Fue ayudado por sus amigos cuando sentía que no podía avanzar más o casi agotaba su propia agua. Y en el camino hacia la frontera con Kolmat, no olvidó el favor que le pidió el hermano de su señora: encontrar un altar. Giovanni no tenía idea de cómo mentir para separarse y encontrar un altar en un gran desierto que desconocía. Para su suerte, estaba lo suficientemente listo como para no separarse y estar atento a una estructura a la que se acercaban para descansar. Un refugio yacía debajo de una edificación pequeña, rara y antigua de rocas: ruinas antiguas.

—Hay más ruinas así —le dijo el general Henry—. Los monstruos solían cuidarlas, pero con el tiempo, las abandonaron y quedaron así.

Nadie determinó que fuera ley mantener oculta toda información sobre los dos únicos territorios donde habitan los monstruos, pero los valientes caballeros guardaron silencio de todas formas, después de todo esos seres nacieron de la magia negra y tal práctica estaba prohibida. Fue en Kolmat donde se determinó tal ley, pero en Kiosef aún no había una orden de caballeros preparados para luchar en tal territorio. Fue por eso que, a espaldas de la corona, Verlur financió al príncipe Joshua Leiden Cafder para la creación de un ejército ligado a pelear contra los monstruos y mantener en secreto hasta el más mínimo detalle de información. Así nacieron los Caballeros del Alba en el año 920. Sin embargo, para decepción del ducado, la política corrupta no tardó en apoderarse de tal orden luego del fallecimiento de su fundador. Pero habían leales hombres que protegieron los secretos del desierto: como las piedras de maná, el mapeado correcto, los altares, los ancianos y durmientes; los mismos secretos que compartían con Kolmat. Por fortuna, los leones negros llegaron eliminando toda preocupación de filtración por corrupción.

Ocultar el mapeado evitaba la infiltración de cualquiera. Solo los leones negros conocían de los tres oasis en el desierto (igual de peligrosos por supuesto), los antiguos altares, asentamientos de los monstruos durmientes y ancianos, y los refugios subterráneos (construidos meticulosamente para evitar llamar la atención de los monstruos). Lo mismo sucedía en Kolmat, tan solo los caballeros plateados sabían del Bosque Oscuro cerca de la frontera con el desierto, asentamientos de los monstruos durmientes y ancianos, las altas torres (que también fungen como refugios para sus exploraciones).  Sobre los llamados durmientes y ancianos, eran detalles de los que no hablaban en el imperio. Los durmientes se referían a los monstruos más peligrosos que cayeron en sueño hace muchos años (exactamente cuando Genys fue vencida la primera vez). Matarlos era imposible sin mencionar que arriesgado, porque aún inconscientes sus cuerpos eran duros para miles de espadas, la magia o una pizca de poder de los vestigios. Aun así, solo hay dos que lograron sobrevivir por el eterno sueño: Urek, el señor de las serpientes (duerme en lo más profundo del lago congelado en Kolmat) y Ayok, el felino devorador (duerme bajo las montañas de los delkits). Aunque era extraño que ambos monstruos cayeran en un territorio lejano al suyo, era aliviador pues se creía que estar en un ambiente no compatible alargaba su sueño. No representaban un serio problema, al igual que los monstruos ancianos, quienes habían vivido por siglos y seguramente vivirían más. La incógnita de su larga vida se debía a que eludían a los caballeros y nunca se acercaban a las fronteras. Habían de varios niveles, tamaños y números, por lo general eran ignorados pues casi siempre estaban tranquilos (paseando, comiendo, esperando).

Giovanni notó que las ruinas tenían una gran semejanza a un altar. Cuando lo mencionó, el general Henry dijo que antes no hubiera creído que los monstruos pudieran tener alguna clase de fe. Pero al saber la verdad sobre Genys y la Calamidad (de boca del emperador y la duquesa), comenzaba a preocuparse de que un refugio estuviera bajo los pies de un lugar santo. Pero con la llegada de una próxima y feroz tormenta, el general no tuvo tiempo de seguir indagando en esas ideas. Ordenó a todos que entraran al refugio. Un gran compartimiento fue abierto y cada quien entró a caballo.  Giovanni caminó por un angosto y largo túnel hasta una puerta sin cerradura. “Me enseñaron que estas puertas solo se abren a los leones negros por el tatuaje de iniciación. Imagino que es la magia del emperador que menciono mi señora”. El caballero reveló su tatuaje en el hombro y la puerta se abrió permitiéndole el paso. Dentro noto camas, cajas llenas de provisiones, medicina y artefactos para la exploración. Más al fondo habían corrales para los caballos, al otro lado una gran mesa empolvada que fue limpiada y arriba varios conductos para el aire.

El alto general y los oficiales de alto rango discutieron la trayectoria, enviaron exploradores, comieron, descansaron hasta el regreso de los exploradores. Al determinar su destino y asegurarse que no habría problemas en su camino, durmieron para levantarse a primera hora en la mañana. Giovanni aprovechó la noche, salió luego de que la tormenta terminara para ver de cerca cada rincón del altar en ruinas. Al no saber que apuntar con exactitud, decidió dibujar todo a su manera pero con cuidado (sobre todo en los extraños símbolos).

—¿Qué es lo que haces? —y fue sorprendido por el alto general.

—Señor… —Giovanni se detuvo y saludó, pero el alto general tomó sus dibujos y lo miro esperando su explicación—. Lo lamento, el joven duque de Arank me pidió como favor investigar estos altares. Me aseguro que no tenía malas intenciones puesto que es aliado de…

—Suficiente, sir Giovanni. Creo que has comprendido mal tu situación: eres un león negro, un caballero del emperador que sirve a sus órdenes. Hiciste un juramento y en ese momento dejaste de estar bajo las órdenes de la duquesa Verlur.

—No fue mi señora quién me pidió esto…

—Pero lo hiciste por ella y eso es insubordinación. Sé que eres leal y que la duquesa Verlur no traicionaría al emperador, pero hay un límite cuando se trata de Kiosef y los monstruos. Y el joven duque de Arank es un civil que no tiene permiso para esta información.

—Ah… pero él ya sabía de estos altares.

—Y por eso tendrá una larga conversación con el emperador. Ahora no es momento de preocuparse de conspiraciones, hay una misión y no permitiré distracciones que pongan en riesgo a ningún león negro. Eso te incluye, sir Giovanni, despeja tu mente de este pedido y concéntrate. Cuando un monstruo del desierto intente devorarte, quiero saber que en tu mente solo prevalecerán los pensamientos de pelear, ganar y volver con vida.

—¡Si, alto general!

—Vuelva al refugio, sir y descanse…

“Creí que castigaría de inmediato, pero note su preocupación por mí. El duque Verlur sin duda me habría acusado de traición, ese hombre solo me nombró caballero para atar a mi señora. Vaya… así se siente ser un auténtico caballero entre caballeros que te reconocen”. Giovanni sabía que le esperaba un castigo y problemas al regresar, pero ni eso pudo ocultar su alegría ante la consideración del alto general.

A primera hora, todos se levantaron y salieron del refugio. Cabalgaron con cuidado bajo el sol abrasador, se detuvieron luego de unas horas al notar pisadas fuertes y oír fuertes rugidos. Un explorador subió las dunas de al frente y confirmó la presencia de varios monstruos. Con sigilo, se dividieron en dos grupos (uno para cuidar los caballos y los otros para observar desde las dunas).  Giovanni estuvo en el segundo grupo y, agachado y escondido, observó cómo eran los seres del desierto. Lo primero que vio fue a los orcos en un gran número, de una tonalidad similar al desierto, con ropas de cuero y de igual tamaño que los de Kolmat. Luego noto a una gran serpiente con cuernos en su cabeza, colmillos grandes, ojos oscuros con pupilas de fuego, escamas grandes y resplandecientes y sus salivas venenosas como ácido. Entrecerrando los ojos pudo notar a otra clase de monstruos más pequeños pero de apariencia repugnante: los diltres. Flacos, de piel peluda y verdosa, con brazos y piernas largos, la cabeza descubierta revelando el cráneo, peligrosamente rápidos y una verdadera amenaza cuando atacaban en manada.

—Los diltres no salen de los oasis, en el desierto son blancos fáciles —dijo Henry—. Que salieran muchos es bastante problemático…

Los caballeros voltearon la vista hacia los monstruos ante el fuerte estallido que ocasionaba la serpiente al golpear las montañas. Los demás monstruos aullaban y gruñían alabando tal acción. Henry sabía que al otro lado de esas montañas estaba el bosque oscuro de Kolmat. No tardó en darse cuenta que la intención de los monstruos era crear un camino hacia el otro lado, ordenó a sus caballeros retirarse para atacar y asegurar la zona.

Era la misma situación en Kolmat, los caballeros plateados se encontraron con los monstruos limpiando el bosque oscuro para hacer un camino hacia las montañas en la frontera con Kiosef. El ataque fue rápido y eficaz. La ausencia de una tormenta gélida y la memorización del bosque ayudó bastante a esa victoria implacable. Caso contrario en el desierto, donde todo estaba despejado y los monstruos no tardarían en ver a los leones negros. Para tal situación, los valientes caballeros siempre acostumbraban a cegar a sus enemigos con pólvora, fuego y humo. Los arqueros se posicionaron adelante, las flechas apuntaron hacia los monstruos, se tomaron el tiempo de calcular mientras su compañeros encendían la pólvora antes de que dispararon. Y en cuanto llegaron al cielo, estallaron simultáneamente creando nubes de fuego que cayeron a los cuerpos de los monstruos. El humo no tardó en aparecer y cegar a los enemigos, los leones negros avanzaron a caballo con rapidez y listos para la batalla.

Al agudo oído de los diltres detectó a los caballeros, con sus rugidos agudos advirtieron a los orcos quienes avanzaron hasta salir del humo y correr hacia sus enemigos. La embestida de caballeros se dividió en dos grupos, lanzaron flechas hasta que la distancia se minimizará y entonces el inevitable choque sucedió. Los orcos aplastaron algunos caballos con sus propios cuerpos, sus armas se balancearon hacia los hombres, pero fueron evadidos y comenzaron a ser cortados. Otro grupo avanzó directo a los diltres metiéndose en el humo, con cautela agudizaron sus sentidos para no ser sorprendidos por los escurridizos monstruos de los pantanos. Mientras tanto, el general Henry (y un grupo selecto de oficiales) atacaron directo a la gran serpiente que aumentó los golpes hacia la montaña. El gigante reptil escupió su veneno al sentir las espadas clavándose en su cuerpo, pero el cuero de los caballeros los protegía.

El alto general demostró su habilidad como león negro y porque nadie más se merecía el puesto de alto general. Subió por el lomo de la serpiente mientras sus compañeros atacaron otros puntos vitales como distracción. Y en cuanto el ilustre caballero llegó al cuello de la criatura, los demás se abalanzaron mientras otros arqueros disparaban a los ojos. El caos que rodeó al monstruo no le permitió reaccionar en contra del caballero en su cuello quien rápidamente apuñaló su espada y la deslizo hasta abajo. Un horrible rugido agonizante lastimó los oídos humanos y cesó a medida que la sangre negra caía sobre la arena para dar paso al enorme cuerpo que resonó con fuerza. Los demás monstruos enfurecieron aumentando la fiereza de sus ataques, pero estaban condenados en cuanto vieron a los leones negros. Solo unas cuantas horas y cada enemigo cayó muerto a los pies de los valientes hombres quienes vieron asombrados el enorme agujero en la montaña. No hubo gritos de celebración o planes para un banquete, sólo la urgencia de volver a la capital e informar lo sucedido. Henry sospechaba el motivo por el cual los monstruos comenzaron a actuar extraños.

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Comments

Alicia Quintana

Alicia Quintana

que maravillosa forma de relato, es como si lo estuviera viendo

2024-05-09

2

Yoba OG

Yoba OG

se están coordinando, alguien los está guiando? porque la duquesa dorada no quería que el lobo muriera?

2023-09-27

0

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