CAPÍTULO 6

La vestidura ceremonial, que tanta dedicación y corazón tuvo en su confección, pronto cayó al suelo suavemente. Con Diannel acostada en la cama, la beso con ardiente pasión mientras entre los dos se ocupaban de su exceso de ropa. Cuando solo quedaron la camisa negra y los pantalones blancos, Abraham se colocó encima de su amante para deslizar sus labios por su cuello, acariciar sus piernas con sus manos y deleitar sus oídos con sus dulces gemidos. La añorada llegada del calor corporal hizo a las últimas prendas molestas. Así que no tardaron en retirar cada una con excesiva prisa, entre besos cortos y risas traviesas. Sus cuerpos desnudos se enredaron con las sábanas, sus dedos recorrieron la piel del otro a su manera: rápido y lento. Los besos en los labios comenzaron a ser reemplazados por ardientes recorridos en los cuerpos. Frente a frente, sentados y apegados continuaron el acto pasional con los ojos abiertos, atentos a las reacciones que impulsaban las acciones lujuriosas. Abraham acostó a Diannel y se tomó su tiempo para admirarla desnuda, luego besó sus labios, cuello, clavícula, pechos y así continuó hasta bajar su audaz lengua al centro del placer. Los dedos de Diannel recorrieron su cabellera, presionando en busca del éxtasis auténtico y cuando lo tuvo, tomó un breve descanso para lo que seguía después.

—Te extrañe… —le dijo—. Extrañamente, hoy te sentí tan lejos de mí.

—Fue por la coronación, eso es todo…

Abraham separó las piernas de su amante sin dejar de verla y pronto se acercó lo suficiente hasta conectarse con ella en la intimidad. Ambos gimieron al mismo tiempo, se besaron un largo rato hasta que los movimientos se les hicieron demasiado lentos. Ella susurró su nombre ahogada en el placer que le daba su amante y él le dijo que la deseaba por esta y todas las noches por venir. Las sinceras risas recordaron que no solo era lujuria. Nada sería tan placentero para ninguno si no fueran libres de expresar tanto afecto con sus ojos, besos, palabras. Mediante bromas, mordiscos y caricias, continuaron amándose. Los rápidos movimientos se llevaron los problemas y tristezas, cada embestida era tan fuerte como si fuera la última haciendo el cuerpo femenino más sensible. Las manos de Abraham se dirigieron a la espalda de Diannel e inesperadamente la levantó hasta sentarla sobre él y continuar con los movimientos. La sorpresa aumentó su sensibilidad, abrazo a Abraham por cuello y comenzó a moverse tratando de igualar el acelerador ritmo al que estaba acostumbrado su amante. Entre gemidos le suplico que no la soltara, sus palabras tenían más emoción que lujuria y él las sintió. Tal y como le prometió, no la dejó tranquila en casi toda la noche hasta que ella terminó agotada. La llevó a la bañera y juntos descansaron en el calor del agua con caricias y tiernos besos para luego salir, secarse y acostarse.

—Diannel, oí una voz en mi coronación… creo que provenía de la corona.

No hubo más palabras, pero la duquesa escuchó lo último. El tono de Abraham era preocupante, como si ya hubiera hecho algo malo. Sin saber que decir, Diannel lo abrazó más y comenzó a acariciar su cabellera negra. La sensación relajante tranquilizó al emperador quien abrazó a su amante aún más mientras hundía su cabeza y se perdía en el suave tacto. Había un ligero miedo que predominó en ambos, temblaron de vez en cuando sin poder sacar de sus cabezas el verdadero significado de la corona y un penoso futuro que deseaban evitar. Sin embargo, la decisión estaba hecha, Diannel aprendería a controlar al hada de la mano de quien podría dañarla si perdía el control. Tal elección traía más problemas en su secreta relación y no parecía haber una luz clara en esa oscuridad. Pero, lo que era seguro, es que superarían todo a su manera, así como sus caricias tiernas alejaban los pesados pensamientos, encontrarían la forma de alejar más penurias entre ellos.

—Te amo, Diannel…

—Te amo, Bram…

Luego de las confesiones, se durmieron abrazados en los últimos días del otoño. El invierno llegaría a la capital, una ligera disminución en la temperatura completamente diferente a Verlur. Los días pacíficos irían disminuyendo en cada rincón del imperio, anunciaban la llegada de un cambio en las mareas del destino en cada vestigio de Dios presente. Dos amantes se abrazaban mutuamente como si algo dentro de ellos presintiera la aparición de un hecho innegable que amenazaba con separarlos de una forma irreparable.

Con un nuevo emperador, la vida en la capital continuaba con señales de que el futuro que les esperaba relucía como nunca con la corona y la fe liderada por sus auténticos gobernantes. Los sacerdotes preparaban la pronta partida del supremo sacerdote hacia la ciudad santa en Verlur. Aunque su ceremonia procedió sin problema, aún le faltaba su oficial nombramiento en el templo Shajdy y conocer el Árbol de la Salvación. Pero antes de irse, decidió despedir en persona a las víctimas de Yodiveira. Los primeros fueron los fallecidos y que no tuvieron el derecho a las ceremonias fúnebres. Diannel acompañó a Elías junto a los líderes de la rebelión. La misa dentro del templo fue corta y emotiva para dar paso a la cremación de los cadáveres.

—Que Heitor reciba con dicha y gracia a Will Alderem y Carlos Heshion, dos prodigios asesinados injustamente por el usurpador y su padre —dijo Elías mientras le pasaba una antorcha a Luis, quien ahora podía lucir su apellido sin temor: Heshion. El actor caminó hasta la pira donde reposaba el cadáver de su hermano—. Es momento de decirles adiós.

Luis con cuidado bajo la sábana que cubría el cuerpo, las lágrimas salieron desde antes que comenzara la ceremonia y soltó un sollozo al ver de nuevo a su hermano. Los años dejaron pequeño el cadáver, huesos y nada más. Lord Henderson saco cada gota de sangre y carne de los inocentes prodigios y guardo los huesos esperando que fueran útiles en el futuro. Luis coloco su mano en el cráneo con mucho cuidado de no romperlo y se disculpó:

—Lamento haberme tardado, hermano… Lo siento tanto —Elías se acercó consolándolo hasta que el actor cayó de rodillas sin poder dejar de llorar.

Diannel se acercó para ayudarlo a levantarse junto a Elías, así el actor logró calmar su tristeza un poco y dirigir el fuego de la antorcha hacia la pira. Pronto el fuego se llevó los restos de las inocentes víctimas de lord Henderson en un lúgubre y nostálgico ambiente, pero también aliviador. Los responsables estaban muertos y, al fin Will y Carlos descansarían en paz.

—Mi señora, de no haberla impresionado ese día con mi actuación, seguro que no hubiera podido llegar hasta aquí —dijo Luis recordando su actuación callejera en un pueblo pequeño de Verlur y la extraña mujer encapuchada que lo veía entre una gran multitud.

—El gremio me dio tu nombre y ubicación, ellos estaban seguros de tu talento y lo comprobé ese día. Pero nunca imaginé que incluso el actor Luis Vandel era otra actuación.

—Una triste y miedosa que solo huía de los sacerdotes y ansiaba justicia para su hermano.

—Carlos Heshion… ¿Cómo era él?

—Una buena persona, no había otra forma de describirlo. Tal vez nuestra situación no era la mejor en casa, pero eso nunca desanimó a mi hermano en su bondad. Sin duda era todo lo que un sacerdote debía ser y creo que por eso fue escogido. Pero ni mi padre o yo imaginamos que tendría un horrible destino debido a ello. ¡Esos desgraciados! Le sacaron toda su sangre y luego su carne como si fuera un animal en el matadero. ¡Y el desgraciado de Yodiveira y su padre murieron rápido! ¡¿Qué clase de justicia es esa?!

—También lidie con esa sensación. Esperaba un resultado satisfactorio y no lo obtuve.

—¿Y cuál era el resultado que no obtuvo, duquesa?

—Ver a mi hermana tan loca por mí como yo lo estuve por ella. Pero subestimé su orgullo y hasta me dio envidia, por eso tuve que dejarla. Aferrarse también puede ser doloroso, aunque consigamos el resultado, no se van ni dolor ni las consecuencias.

—No lo tome a mal, pero no creí que llegaría el día en verla con una expresión tan culpable.

—Descuida, en un principio me determine a no sentir culpa, pero al parecer sigo siendo bastante sentimental, aunque eso no quita lo desgraciada que soy.

—¿En serio asistirá a los refugios? Varios de ellos fueron atacados porque era parte del plan.

—Debo hacerlo, esconderme no aliviará mi culpa.

—Pero ir  tampoco, ¿o sí?

—No, claro que no.

—Sin la venganza parece otra persona, duquesa.

—Creo que solo estoy volviendo a ser quien era, aunque cargando con todo lo que hice.

Primero fue una extraña sensación de vacío con lo que Diannel lidio varios días. Con sus enemigos muertos o castigados, tuvo que admitir, en voz alta, que al fin logró vengarse. Luego, la ira comenzó a discernirse y llevándose consigo la memoria de aquellos terribles días. Los rostros de esos hombres, el nombre del bar, la dificultad de la dueña con su hijo y su vida inhumana en las calles. En su opinión, todo era consecuencia de la gran culpa que sentía por las cosas que hizo para salirse con la suya. Incluso deseó haber sido más desalmada y tener un final acorde a sus actos, pero dentro de sí misma aún quedaba la sensibilidad y empatía por otros desafortunados. Finalmente, Diannel aceptó todo, lo que le dio dificultades para dormir. No por atroces pesadillas, sino por tristes recuerdos y pensamientos nostálgicos.

Mucho cambió desde entonces, su cercanía con sus súbditos aumentó al punto en que los consideraba cercanos e irremplazables amigos. Comenzó a ser una verdadera madrina para Alder y María, compartió conversaciones sin etiqueta con Susan y Maydi, y obvio que empezó a salir del papel de ama con su escolta para ser su amiga. A pesar de sus esfuerzos, sus cercanos aún mantenían el respeto, pero de vez en cuando se dejaban llevar por la nueva actitud de su señora tuteándola o acercándose demás.

Cerca de la tarde, el supremo sacerdote llegó a la ciudad de Kanel para ayudar con el refugio y escuela de los hijos ilegítimos. Un lugar que fungió como símbolo de rebelión debido a ser el primero en ser descubierto por los nobles. Profesores voluntarios castigados y bastardos asesinados, víctimas recordadas en un día especial originado de un día atroz lleno de actos inhumanos. Diannel acompañó a los voluntarios y al fin vio la nueva escuela y más allá las tumbas de sus víctimas.

Habían víctimas del prostíbulo ilegal del Templo, aunque Diannel considero demasiada coincidencia reencontrarse con cierta niña que degustaba unas fresas sentada en el césped y alejada de los grupos. Una de las cuidadoras le dijo que su nombre era Anahí (un nombre que le pusieron en el refugio debido a que ningún conocido sabía su auténtico nombre o si tuvo uno). La pequeña era complicada de tratar durante las primeras semanas, no le gustaba salir y cualquier ruido le molestaba. Pero con paciencia y varios cuidados, comenzó a tranquilizarse, disfrutar el aire libre y no agredir a los de su alrededor. Estaba lejos de tener una vida normal, pero no significaba que se rindieron con ella. Diannel se acercó con cuidado, sus ligeros pasos fueron notados por Anahí quien abrió los ojos sorprendida de volver a ver a la mujer que la sacó de la oscura habitación donde nació. Sin saber qué decir o hacer, la niña solo tomó una fresa y la extendió.

—¿Para mí? —preguntó Diannel a lo que la pequeña asintió con timidez—. Gracias… —la tomó y comió aun manteniendo la distancia. Atrás los niños y jóvenes reían con los regalos de los sacerdotes y el supremo sacerdote quien jugaba con los más pequeños. La duquesa sin saber qué hacer, decidió acompañar a Anahí—. Me enteré que ya tienes un nombre y es muy bonito…

La niña solo asintió comiendo y compartiendo sus fresas. Como había mucho trabajo, Diannel tuvo que dejar a Anahí para ayudar con la repartición de comida. Al terminar continúo con la administración para verificar que todo estuviera bien. Se habría quedado el resto del día metida en papeles si no fuera por Elías y su consideración en traerle comida.

—Si no come se desmayara antes de terminar —le dijo con respeto deslizando el plato por el escritorio junto a un vaso de jugo de uva—. Es guiso de pollo y hasta con queso, no se atreva a desperdiciar ni una pizca.

—Gracias, Elías… —iba a comer, aunque no tuviera hambre.

—Ha estado muy exigente consigo misma desde que llegamos. Se el motivo, pero aun así le digo que no debería trabajar hasta desmayarse, eso no cambiará nada. Aún falta mucho para que los hijos ilegítimos sean aceptados por completo y creo que ayudar al cambio es mejor.

—Pero eso no cambiará lo que hice.

—Si lo que busca es eso, entonces la dejaría torturarse sola, pero es un icono de la rebelión. No tengo más opción que apoyarla antes de permitir que se supiera lo que hizo. Pero no cargue con todo, fueron decisiones a voto. Es tan culpable como las demás duquesas, nobles y yo.

—Conocía bien el dolor y aun así lo impartí a otros en peor situación.

—Todos pagamos nuestros pecados, por eso es tonto vivir pretendiendo bondad o añorándola con desesperación. Mejor viva y deje que el castigo la tome por sorpresa.

—¿No es eso más horrible, su santidad?

—Tal vez, pero es mejor que vivir cada día pensando cómo compensar las malas acciones. El peso no desaparecerá, pero eso no significa que deba sufrir para siempre. Llegará el momento en que tenga que lidiar con las personas que murieron por sus planes, pero no hoy o mañana. Aún tiene muchos años por vivir, disfrútelos antes de que sea tarde.

—Y yo creí que me odiabas…

—Sería tonto odiarla, me salvo, aconsejo y ayudo a llegar aquí. Claro que a base de amenazas, manipulación y abuso de poder, pero eso no cambia el resultado.

—¿Por qué hasta tú ves el lado bueno de las cosas?

—Porque sé que solo ver el lado malo no cambiará nada, eso lo aprendí de usted. En vez de temer todos los días a ser descubierto, decidí exponerme y luchar aunque eso me costara la vida. Muchos estamos donde estamos debido a usted, no pasaron cosas lindas, pero el agradecimiento no desaparece. Así que… gracias, señorita Diannel.

La sincera sonrisa del supremo sacerdote tomó por sorpresa a la duquesa así como la cómoda mención de su nombre. Acepto el agradecimiento y luego de le dio tanta hambre que comió todo el guiso con la cabeza agachada y soltando pequeñas y silenciosas lágrimas. Elías se retiró tranquilo no sin antes oír otra molestia sobre Maydi:

—Deberías seguir tus propios consejos: confiésate con Maydi antes de que sea tarde.

—¡Ah! ¡¿Otra vez con eso?! ¡Me arrepiento de lo que dije! ¡Es mala y punto! ¡Adiós!

Diannel se rió con la expresión sonrojada y molesta de Elías, el joven se fue azotando la puerta con un rubor que no hacía más que aumentar debido a sus pensamientos llenos de la joven doncella. “El adolescente ahora es irrespetuoso conmigo, parece que disfruta de su nueva posición regañando a los mayores”, pensó la duquesa satisfecha con la comida para después continuar su trabajo. Al anochecer, se retiró con los demás voluntarios, pero antes divisó a Anahí muy atrás pero presente para levantar su mano y despedirse. Diannel sonrió correspondiendo a su gesto de igual manera. “Pagaré lo que hice en su momento. Hasta que ese día llegue, disfrutaré tanto como no pude. No llevaré conmigo ningún arrepentimiento, la culpa es suficiente”.

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Comments

flor

flor

esto es un maldito deja vú maldición!!!!

2023-11-20

0

Ana Yebra

Ana Yebra

Me encanta la novela

2023-07-25

1

Patricia Melendez Franco

Patricia Melendez Franco

Bello capítulo!!!! ojalá Bram y Dianel logren ser felices , se lo merecen

2023-07-25

3

Total
Capítulos
1 PRÓLOGO
2 PRIMERA PARTE: VESTIGIOS DE DIOS
3 CAPÍTULO 1
4 CAPÍTULO 2
5 CAPÍTULO 3
6 CAPÍTULO 4
7 CAPÍTULO 5
8 CAPÍTULO 6
9 CAPÍTULO 7
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62 CAPÍTULO 60
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PRIMERA PARTE: VESTIGIOS DE DIOS
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