CAPÍTULO 15

La bondadosa Adelaida Luna Cafder resultó ser todo lo contrario, pero su lado cruel fue reservado únicamente para su propio esposo, quien si la amaba. Sin embargo, tal afecto terminó en cuanto descubrió la infidelidad de su esposa. Aun así, para el resto del imperio, aquella mujer murió siendo recordada como la personificación de la bondad.

Diannel no tuvo tiempo de continuar leyendo, por lo que le pidió a Maydi llevar todos los diarios a su cuarto y bien asegurados. Luego se dirigió al palacio del norte en carruaje con la mente intranquila por lo que descubrió y todo lo que se avecinaba. Llegar al lejano palacio protegido y siendo recibida por Issac y el conde Henry no disminuía sus nervios, aunque nada de eso la hacía perder su maravilloso control.  No temió o retrocedió ante el inminente dolor que se avecinaba, pues todo era para ganar su propia libertad y vencer sobre su demente madre. Primero fueron saludos cordiales, luego indicaciones a medida que avanzaban a la habitación especial de muros reforzados y con caballeros custodiando la entrada. Diannel notó que eran caballeros de alto rango como para ser escoltas de una puerta, por lo que sintió el sentimiento de miedo que generaba al adentrarse en terreno desconocido. En el momento en que comience su entrenamiento, sería considerada una posible amenaza, Abraham nunca se lo dijo de frente, pero ella siempre noto tal preocupación.

—Imagino que sabe el motivo de los guardias, duquesa —le dijo Henry sin nada de sutileza.

—Por supuesto y no me molesta en lo absoluto.

—¿Seguirá pensando igual aun si los caballeros se ven forzados a matarla, duquesa? —por supuesto, Issac no desaprovecho en añadir su sarcasmo y risa burlona a la situación.

—Tú siempre sabes que decir… —y como siempre, Diannel reaccionaba indiferente a los comentarios del médico—. Aunque, sería fastidioso para ti que muriera el primer día sin más posibilidades de ser tu sujeto de prueba con tus fórmulas inquietantes.

—Confió en que es una mujer difícil de matar, aun para una entidad divina —Issac le sonrió y luego comenzó a sacar varios frascos en lo que la duquesa se sentaba en la única silla. Mientras Henry ajustaba las correas, toda la sala se llenó de la única voz varonil y emocionante por lo que se avecinaba—. Hay muchas teorías sobre la mente humana. Lo resumiré en tres partes: la mente consciente, el inconsciente y el núcleo de todo. Para llegar a la siguiente parada de su inusual mente, primero debe hallar la entrada en el vasto laberinto de su memoria. No puedo asegurarle lo que verá, ya que no estarán solo sus recuerdos, duquesa. Debe afrontar el hecho de que su compañera no la dejará avanzar fácilmente.

—Así que… lo difícil ni ha empezado.

—Exacto, pero quien sabe lo que hallara dentro o lo que podría pasar —a pesar del peligro en el que la duquesa se metía, Issac no pudo evitar sentir emoción—. Por ahora empezaremos con un leve aroma de ensueño.

—¿Y para que las correas?

—Aunque no esté del todo sedada, es posible que el hada intente algo —dijo Henry—. Solo por seguridad… En todo caso, cuando termine con esto, habrá muchas razones para amarrarla en los siguientes días. Buena suerte, duquesa…

Issac abrió un frasco y vertió el líquido en una bola de algodón que acercó a la nariz de la duquesa haciéndola caer en un rápido sueño en el cual aún era consciente de su alrededor. Diannel solo vio oscuridad, pero aun oía las voces del alto general y el médico, aunque comenzaba a hacerse lejanas a medida que avanzaba hacia una puerta de roble oscuro. Antes de abrirla, se tomó el tiempo de observar y darse cuenta que era la puerta del ático en donde vivía en el pasado, una habitación pequeña y olvidada en el Castillo de las Rosas. En el instante en que tocó el pomo, una sensación escalofriante recorrió su cuerpo.

“Una advertencia en el primer momento”. Diannel abrió la puerta y una luz blanca la cegó por unos instantes. Con la mano extendida hacia adelante, avanzo poco a poco hasta que el resplandor cegador ceso permitiéndole abrir los ojos. Lo que vio fue un largo pasillo lleno de puertas de diferentes tamaños, formas y colores. Volteo la mirada y noto más pasillos, escaleras, muros con puertas hacia un agotador infinito que se extendía en todas las direcciones. “Me tomará años hallar la dichosa entrada…” Pero no se desanimó, pues su orgullo era alto como para dejarse vencer en su propia mente. Recordó las clases de Issac y las anotaciones en sus cuadernos que estudió por varias noches. Según lo aprendido, ahora se encontraba en su mente consciente dominado principalmente por el laberinto de la memoria. Y para hallar la entrada hacia una parte más profunda en su mente, debía buscar algún recuerdo que sirviera como escudo. Pues Issac le aseguro que el hada no la dejaría avanzar fácilmente si su intención era controlarla. Un ejemplo claro era que toda su memoria se había transformado en un laberinto infinito. “Encontrar un recuerdo que a ella le sirva como escudo. Un recuerdo que sea tan desagradable para mí como para no querer verlo o hasta olvidarlo”. Soltó una risa larga al notar lo complicado de su misión que la orillaba a la única opción de revisar puerta por puerta y hallar el recuerdo correcto por mera suerte.

—¡Si crees que vas a ganarme solo por estorbarme, entonces aún estás lejos de conocerme!

A pesar de no recibir respuesta sabía que ella la escuchaba y sin perder más tiempo, abrió la primera puerta, la segunda, tercera, cuarta y así sucesivamente. No perdía el tiempo observado además el recuerdo tras cada puerta, una sola mirada era más que suficiente para saber que no estaba cerca de hallar la entrada hacia su inconsciente. En su búsqueda, trataba de recordar los peores momentos de su vida, gracias a ello el laberinto reaccionaba y señalaba una puerta en específico. Fue así como inició el avance entre escaleras, subía, bajaba, daba vueltas, descansaba y continuaba. Y aunque sus miradas hacia los recuerdos se volvieron paradas de cierto periodo de minutos, continuaba lejos y más cansada. Entonces, una ligera idea vino a su mente: buscaba las memorias incorrectas, debía ir por aquellas que yacían más ocultos, los días de un tiempo borrado por su regresión. Sin embargo, aunque pensaba en esos días, ninguna puerta estaba señalada.

“¿Están muy lejos, o ella las escondió bien?” Sonrió alegre al darse cuenta que iba por buen camino, pero luego indagó en cómo hallar las puertas de su pasado borrado. Tuvo la idea de primero ir por los recuerdos que tuvieran relación poco a poco. Empezó con los últimos días antes de su repentino regreso, continuó con la muerte de sus enemigos u obstáculos mediante sus planes y, finalmente, las puertas de ciertas memorias comenzaron a mostrarse muy cerca. Cautelosamente, Diannel controló sus pensamientos y primero revisó las nuevas puertas encontrándose con sus días angustiantes en el castillo, su viaje de regreso a Arank y la ejecución de su esposo. Fue cuando noto que, siguiendo el orden respectivo, se saltó un recuerdo importante. “Había olvidado esos días, ¿fue porque invadiste mi mente? Aun así es brillante, yo misma me esforcé desde que regrese en tratar de olvidar aquella posada”. Una nueva puerta apareció, de color rojo, rectangular y con arañazos en varias partes (como si alguien intentara escapar). Abrió la manija sin pensarlo, pero se tomó el tiempo al empujar la puerta, alzar la mirada ante lo que había oculto y entrar de regreso al pasado.

Un pueblo común y corriente, a las afueras de una gran ciudad en la capital, con el sol tocándolo tarde por las murallas y el gran número de personas durante las mañanas y tardes. Había edificios de varias formas y tamaños, con sus respectivos negocios o asuntos, pero Diannel solo miro la posada administrada por una madre soltera y desesperada.

—Nunca tuviste el valor de volver —y una inquietante figura apareció detrás. La silueta de una seductora mujer, con un caballero violeta y ojos oscuros rodeando sus pupilas violetas

—Supongo que en mi mente tienes ciertas libertades… —pero Diannel no se inmuto.

—Tu alma es mi jaula y tu mente mi entretenimiento. Suelo pasar por el laberinto y ver las memorias más interesantes. Fue así como halle esta puerta y tuve la cortesía de esconderla.

—No esperes que te lo agradezca, odio que toques mis recuerdos.

—Pero si ansiabas olvidar todo esto —Genys se rió y comenzó a obsérvala y fastidiarla—. Cualquiera diría que te pesaba por el dolor, pero yo tengo mi propia opinión: querías olvidar porque te aterraba lo que pudieras hacer, ¿no es así? —susurro a su oído maliciosamente en busca de aquella oscuridad que su recipiente quería desaparecer—. Cuando despertaste, lo hiciste con un puro odio hacia tus enemigos, una fuerte emoción que no se detendría en prevalecer sin importar las consecuencias. Pero tristemente, esas llamas se fueron apagando a pesar de la victoria. En vez de ignorar las consecuencias de tus actos, dejas que la culpa te persiga. ¿Acaso quieres compensar las vidas que perecieron por tus planes dejando vivir a escorias como ella? —señaló a la dueña—. Ella no dudó en ofrecerte a sus clientes y cobrar por ti. Ni siquiera tuvo la decencia de tratarte mejor, te daba las mismas sobras, el mismo techo y el mismo jabón para bañarte en el río helado.  ¿Cuál fue su excusa? ¿Un hijo enfermo? El amor de una madre puede ser terriblemente venenoso, ¿verdad?

—Sigue hablando cuanto quieras, no perderé mi tiempo contigo… —Diannel avanzó hacia la posada, entró como si nada en busca de la entrada hacia la siguiente parte de su mente.

—¡Es lindo cuando finges tranquilidad! Deja de fingir, Diannel…  ¿Qué planes tenías para este lugar? Primero era quemarlo, luego acusar a la madre y quitarle a su hijo, torturar a los que te profanaron hasta quedar satisfecha y matarlos con tus propias manos. ¿Por qué renunciaste a tales hermosas ideas? De haberlo hecho sin duda se habría convertido en mi puerta favorita —pero su recipiente aún la ignoraba, entonces Genys aceleró los recuerdos hacia los días infernales—. ¡Mírate! ¡Te arrastran hacia la habitación y esa mujer ni siquiera se inmuta!

—¡¿Qué esperas conseguir con todo esto?! ¡He vivido todo esto, es imposible olvidar cada momento, sensación y dolor! ¡Vivo arrastrando estas memorias y verlas no cambiará nada!

—Solo quería mostrarte lo parecida que somos: las dos disfrutamos cuando impartimos la auténtica justicia hacia la escoria humana. De haber cumplido con tus planes en este lugar, nos habríamos entendido mejor.

—Tú quieres una aniquilación completa, yo solo persigo a los que me dañaron. Mi venganza terminó, ahora quiero el control total de mi destino.

—Ah, Diannel… ¿Qué sucedió contigo? Sabes muy bien que todo está lejos de terminar y aun puedo ver el odio en ti. Pero está bien… —una inusual puerta apareció de pronto arrasando con toda la memoria: era grande, blanca y fina—, necesitas acercarte para que te muestre la única salida.

—¿Y cuál es esa salida, según tú? —pregunto desconfiada al hada.

—Avanzar… adéntrate en los rincones más profundos de tu mente y velo por ti misma. Yo te estaré esperando en cada paso hasta el núcleo y ahí se decidirá quién tomará el control.

El hada desapareció dejando sola a Diannel quien primero observó cada detalle de la gran puerta y luego la abrió con demasiada fuerza para que al fin ceda. Pero al otro lado no vio nada, entonces atravesó el umbral hacia su inconsciente, la puerta se cerró y ella cayó. El proceso había terminado, despertó en la misma sala y rápidamente pidió a gritos que la desataran. Henry soltó las correas y la duquesa lo empujó sin pensarlo por sus ansias de vomitar junto al dolor de cabeza. Issac previno tal resultado y de antemano dejó un balde a una esquina y comenzó a escribir los síntomas de la duquesa mientras la oía vomitar y toser.

—¿Qué le sucede? —preguntó molesto el conde Henry.

—Parece que debo disminuir la dosis del sedante. Es complicado debido a que se trata de fórmulas de los magos, así que las reacciones al cuerpo son sorpresivas… ¡Bueno, duquesa, vomite cuanto pueda y luego beba mucho alcohol para el mareo!

—¡¿Me recetas alcohol, demente?! —Diannel siguió vomitando.

—Son pociones, funcionan y se tratan de otra manera. Pero con esto le aseguro que mañana no vomitara como hoy ya que sufrirá otra clase de síntomas.

Diannel quería insultarlo, pero estaba lejos de parar el vómito. Tuvo que oír a Issac hablar de otras consecuencias y luego lo vio irse como si nada. El conde Henry no la dejó sola, pidió una botella de vino y tuvo la cortesía de servirle una copa. Ella lo tomó sin pensarlo y pronto el asco comenzaba a esfumarse de su lengua.

—¿Lo logró? —le pregunto mientras le pasaba su pañuelo y ella lo tomó.

—Por supuesto, odiaría darle ventaja a la desgraciada…

—Felicidades, duquesa… El verdadero entrenamiento mental comienza mañana.

“Que alentador…” Diannel tomó la botella y comenzó a beber de ella hasta que el vómito desapareció de su cuerpo. Con cuidado se levantó y se fue de regreso al palacio imperial donde sus doncellas la esperaban junto a su hermano. Totalmente agotada, cayó rendida en los brazos de Vladimir quien la cargó con cuidado hasta su habitación.

Vladimir hubiera preferido hablar en la mañana, pero Diannel ocupó su agenda con la lectura en los diarios de la emperatriz Adeleida. Además, presentía que su hermano averiguó algo importante desde que le contó toda la verdad sobre el hada. Y no se equivocaba, al saber el objetivo de su hermana en controlar a una entidad poderosa, el joven duque investigó sin cesar en busca de cualquier cosa que pudiera ayudarla. Fue gracias a la colección de libros en su castillo que su búsqueda no fue en vano y ahora estaba listo para decirlo todo:

—Hay un libro escrito por uno de nuestros antepasados sobre Kiosef y Kolmat. Se obsesionó con esas tierras a tal punto de enviar a varios espías entre los sirvientes y caballeros. Uno de sus capítulos habla sobre la existencia de altares en esos lugares y que fueron construidos por los monstruos hacia una presencia divina sin nombre. Las órdenes de caballeros investigaron hasta el fondo y detectaron algo que llamaron “vacío de maná”.

»Le pregunté a la traductora del texto que me presentaste, dijo que se denominan así a los lugares en los que no hay presencia de maná o poder divino. Es decir, que un mago no podría sacar magia de ninguna parte, ni de sí mismo pues hasta para eso se necesita magia. Hasta un mago poderoso sería vencido por un humano en un lugar así. Y lo mejor de todo, es que se podían alterar estos lugares para darle ventaja a uno sobre otro.

—Significa que si yo voy a uno de esos vacíos de maná, ¿podría dominar a Genys rápidamente? Es tan bueno que parece irreal, y aunque lo fuera sería peligroso…

—¿Más peligroso que tu entrenamiento mental? Diannel, solo tendrías que viajar a Kiosef, pedirle a un león negro que te guie hasta un altar y alterar ese lugar para que tu tengas la ventaja. Aunque claro, primero habría que descifrar cómo funcionan los altares ya que fueron construidos por monstruos al final.

—No es un camino determinado, está incompleto. Vladimir, no debes decirle esto a nadie, menos al emperador. Al menos no hasta que descubramos más de esta opción.

—De acuerdo, investigare más y solo espero que no se requiera de un mago para esto.

En cuanto Diannel se quedó sola, pensó en la opción más rápida que ofreció su hermano. Sin embargo, el verdadero problema era viajar a una tierra plagada de monstruos siendo ella el recipiente del hada y peor aún, con el riesgo de que la jaula tuviera fisuras por su entrenamiento. “Aún no es momento de añadir monstruos a la situación actual”, pensó Diannel. Lamentablemente, esos seres no requerían de su permiso para empezar a actuar.

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