Los primeros días del nuevo emperador se trataban los asuntos de máxima importancia como los traidores, prisioneros, economía, negocios, pólvora y ejército. El consejo discutía sobre darle una nueva oportunidad a los templarios en las prisiones a cargo del alto sacerdote Louden (quería terminar el asunto a favor antes de la partida del supremo sacerdote). Aunque la duquesa dorada seguía en contra, pronto los argumentos aumentaron apoyando la propuesta del alto sacerdote. La decisión final recayó en Abraham quien accedió a pesar de las posibles y peligrosas consecuencias (que su maestra siempre mencionaba cada que podía). El emperador afirmó la importancia de regresar el número de soldados y caballeros hacía antes de la conquista. Tenían los fondos, pero no los hombres y mujeres, y los entrenamientos tardarían en pulir nuevos espadachines.
—Quiero una lista de los templarios sobrevivientes así como antecedentes. Ya que insistió tanto, señor Louden, será usted el encargado de este proyecto de perdón y le recuerdo que será sin la ayuda del supremo sacerdote debido a que regresará a la ciudad al final del mes.
—Muchas gracias majestad, le prometo entregar buenos resultados de la integración. Además, su santidad habló mucho con los presos, a partir de ahora puedo encargarme.
—Eso espero, porque los templarios llenaran los vacíos en la guardia real.
—Opino que eso ya es demasiado, majestad —dijo Jennifer—. Aunque sea envíelos a los leones negros, aun no es seguro que todos sean leales, no debe mantenerlos cerca de usted.
—En la guardia imperial serán más vigilados por los nuevos oficiales ascendidos por el general. Y no puedo enviarlos a los leones negros, cualquier acción traicionera costará muchas vidas en el desierto o la filtración de información —explico el emperador.
—Pero no se puede ignorar que la orden del león negro necesita más hombres, majestad.
—No tiene por qué preocuparse por eso, duquesa Raintras —esta vez fue el conde Henry quien habló—. El número de pérdidas no es mucho y casi se debe al ascenso y traslado de los oficiales hacia la guardia imperial. Llenaremos los vacíos con nuevos hombres leales.
—¿Y de dónde vendrán esos hombres leales, alto general?
—Eso es otro asunto, no alarguemos más la reunión con un tema no programado, por favor —dijo Daniel—. Ahora debemos proseguir con los impuestos y eso nos tomará más horas.
—El ministro de finanzas tiene razón —apoyó el emperador—. Continuemos.
Mientras la reunión proseguía con su último tema, en otra ala del palacio, Giovanni Arkent descansaba luego de una mañana llena de entrenamiento solitario. Susan lo acompaño con meriendas que trajo para compartir. Era su momento a solas que disfrutaban ahora que no hacían demasiado trabajo de espionaje o informantes. Por supuesto que el trabajo continuaba, pero los momentos de descanso aumentaron.
—¿Y la señora? —preguntó el escolta.
—Otra vez lee las anotaciones que le dio el emperador, pero hoy sí desayuno antes. No pudo evitarlo con los niños acompañándola toda la mañana.
—Me alegro… y además ha estado sonriendo mucho.
—¿Verdad? Puede estar en la posición de rehén, pero nunca la había visto más feliz. Aunque, no cambian las noches en que llora por su hijo.
—¿Ha habido noticias? No pregunte para no incomodarla.
—El hermano de la señora es quien se encarga de todos los informes y no hubo ninguna noticia mala. De hecho, el joven duque vendrá a la capital, terminó sus asuntos en Arank y al parecer vuelve con mucha información.
—¿Información? Me pregunto si tendrá relación con lo del hada y eso. Si es así, espero que nada llegue a oídos del duque Verlur.
—Tienes razón, ese hombre es capaz de venir y arrastrar a la señora solo por eso. Que mal matrimonio fue y parece que no terminara, el duque no envió la solicitud de divorcio de regreso.
—Es demasiado orgulloso como para rendirse por completo, menos cuando todo Verlur lo apoya maldiciendo a la señora. Me alegro de no vivir ahí más.
—¿Y no extrañas nada?
—Bueno, con sinceridad… extraño la nieve y los lagos congelados. Fue divertido enseñarte a patinar durante las vacaciones.
—¡¿Divertido?! ¡Pero si siempre me caía, tonto!
—Es parte de la práctica. Sobre todo cuando te aferrabas a mí con tanto amor gritando mí nombre. ¿No era romántico para ti, cariño?
Susan comenzó a decirle que no mientras punzaba su cadera provocándole cosquillas. La pareja pronto comenzó a molestarse más hasta acostarse en el césped bastante cerca del otro. Pararon los ágiles movimientos de los dedos para entrelazar sus manos y verse a los ojos mientras sus labios se acercaban hasta unirse en un apasionado beso. Con risas y comentarios de que alguien los viera (por parte de Susan) y de que no había nadie (por parte de Giovanni) continuaron con los besos añadiendo dulces palabras y caricias tiernas. El momento se vio forzado a terminar cuando el alto general, el conde Henry, apareció de la nada llamando al escolta por su nombre completo.
—¡Giovanni Arkent! —la pareja se separó y se levantó rápidamente, como dos adolescentes descubiertos en una situación bastante incómoda. Lo cual era, solo que ambos eran adultos—. Las interacciones íntimas son dentro de una habitación privada, no en un campo de entrenamiento abandonado. ¡¿Quedó claro?!
—¡Si, señor! ¡En verdad lo lamento…!
—Bueno ya, su majestad quiere verte ahora. Sígueme.
Henry avanzó con Giovanni detrás, bastante nervioso pero no tanto como enviarle besos a su amante quien correspondía de igual forma. El general no los veía, pero presentía sus interacciones y de nuevo gritó el nombre del escolta como advertencia. Llegaron a la otra ala del palacio, en una sala de entrenamiento exclusiva para el emperador. Ahí, Giovanni observó las superiores habilidades de Sangre de León. El guerrero que había en su interior no pudo evitar perderse en el análisis del estilo de pelea, la admiración varonil y el sutil toque de inferioridad.
—Giovanni Arkent, toma una espada y ven… —ordenó el emperador sin dejar de practicar.
Aunque Giovanni intentó evadir el combate, el general lo empujó a obedecer dándole una espada de madera. El escolta observó que el emperador dejó su espada de metal para tomar una de madera igualmente. Suspiro de alivio, pero no tanto al recordar la diferencia de nivel que había.
—¿Por qué estás tan nervioso? Imagina que es como esa noche en que me atacaste en la cueva del lobo cuando me confundiste con un asesino.
—No sabía quién era y… su majestad no peleo en serio aquella vez.
—Es cierto, pero era porque no podía causar más problemas en Verlur, no porque me burlara de tus habilidades. Sé que eres fuerte y que la única razón por la que terminaste como mercenario fue por tu apellido. No dudes y demuéstrame tu talento porque tu apellido no me interesa.
El combate tuvo una duración de cuarenta minutos y Giovanni ni una vez le dio un solo golpe o simple roce al emperador, pero sí evadió cada ataque que lanzó. Lidiar con la velocidad de Sangre de León no era sencillo, pero el escolta de la duquesa pudo soportar de pie un largo rato. La evaluación de Abraham tardó unos quince minutos junto al conde Henry. Ambos caballeros tomaron una decisión inmediata.
—Giovanni Arkent… —habló el emperador—, tus habilidades debieron darte el nombramiento de caballero hace muchos años. Sin duda hubieras alcanzado el puesto de comandante en Verlur, si tan solo el duque no fuera tan ciego.
—Se lo agradezco, majestad…
—Por eso te hago una propuesta: la guardia imperial o la orden del león negro.
—¿Cómo dice…?
—Te doy a escoger solo uno luego de nombrarte caballero yo mismo. Y ni siquiera te atrevas a pensar que te quitaré el título si me haces enfadar. El título de un caballero no es un regalo que dar y quitar como a uno se le antoje, es un honor que nadie puede quitarte. Toma una decisión pronto y dale la respuesta a Henry, tienes tres días.
Giovanni se retiró de regreso al campo donde entrenaba solo, Susan ya no estaba lo cual agradeció porque necesitaba un momento a solas. Las palabras del emperador seguían bastante vigentes en su cabeza, porque habían borrado las del duque Verlur. El pequeño nombramiento que tuvo (a la fuerza) quedaría tan insignificante comparado con el que pronto recibiría. Durante días extraño el título de caballero y el respeto que comenzaba a ganar en Verlur, pero desde que comenzó su vida en el palacio imperial junto a sus seres queridos, no echaba de menos nada en realidad. La nieve o los lagos congelados eran divertidos, la vista de las montañas blancas espectacular y la Sagrada Neurel formaba parte de él como cualquier habitante del ducado del Lobo Blanco. Sin embargo, era fácil odiarlo por la sola mención de su apellido, no importo cuanto se esforzó, apenas unos cuantos lo trataron medianamente bien. Las pesadas miradas y sutiles insultos solo dejaron en claro que no cambiaría nada. Por eso, “¿de qué sirve ser un caballero ahí? ¿Por qué no comenzar de nuevo aquí, en la capital?”, fueron las preguntas de Giovanni.
La mente del escolta aún seguía en duda por otro motivo: ¿Cuál orden escoger? Aunque al principio pensó en la guardia real, recordó a su señora y su confesión sobre el hada que habitaba en su cuerpo junto a las acciones que sucederán en el futuro:
—Su majestad me ayudará a controlar al ser que vive en mi interior, pero no será sencillo y además la falta de información pesará mucho. Estaré bastante ocupada en el futuro.
“Si me convierto en un león negro, ¿podre tener acceso a la información clasificada? O mejor aún: podría ir a ese desierto y hallar algo, lo que sea, que ayude a mi señora”.
La decisión de Giovanni no pesó solo en su señora, sino en los caballeros plateados. Quería demostrarles, sobre todo a los comandantes, que era un auténtico caballero, mejor que ellos. Y la forma más rápida de ascender era logrando hazañas en los territorios de los monstruos. Porque ahora el emperador era un caballero que lucho contra el mal heroicamente, los leones negros ya no serían la burla o desprecio del imperio nunca más. Así la ambición del escolta aumentó junto al sueño infantil que le fue arrebatado por la sociedad en Verlur. Arkent ya no sería un apellido que insultar en el ducado del Lobo Blanco, sino una familia respetada de caballeros en la capital.
“Las segundas oportunidades existen, eso lo aprendí con la señora y no voy a desaprovechar la oferta de su majestad. Voy a destrozar la sombra que me persiguió toda la vida”.
Los asuntos de los nuevos caballeros seguían presentes en las reuniones, comenzaron los entrenamientos de los templarios y sus pruebas de lealtades. El alto sacerdote Louden estuvo bastante ocupado y ni una vez se quejó. Así pasaron los días, lentos y pacíficos en Venesten con el imperio recuperando el control y una larga fila de buenas acciones del nuevo emperador. Fue así como iniciaron los días de despedida con un hasta pronto. Ligeros vientos iniciaron la temporada de invierno, los últimos meses del año y grandes banquetes que planear.
El supremo sacerdote partiría a la ciudad santa en tan solo unas horas, tres días después sería la fiesta de despedida de las duquesas Raintras y Lershe, pues las dos ya se habían ausentado mucho de sus ducados. Por ende, Rosenia y Diannel se relajarían de la presencia peligrosa de Jennifer y volverían a concentrarse en sus objetivos con ayuda de Silvein desde su ducado. Sin embargo, como si aún pudiera molestar antes de irse, la duquesa dorada visitó inesperadamente a Diannel en su habitual paseo en los jardines acuáticos. Ella leía a gusto hasta que fue sorprendida por Jennifer quien tomó su libro para leer el título en voz alta:
—¿Genealogía de la familia imperial? No creí que estos libros fueran de su gusto, duquesa Verlur. Además, no creo que deba leer algo así en la situación actual. Puede ser un pensamiento anticuado y estrecho, pero se creía que si uno leía algo así luego de un nombramiento real, era porque se buscaba la posibilidad de hallar un pariente escondido. Es tonto lo sé, pero muchos fueron decapitados con cargos de traición por estos libros. Por eso se espera a que pase un año para leerlos.
—Sin duda es un pensamiento anticuado y absurdo, que bueno que ya no es recordado.
—Tiene razón, pero esa gente que murió también tuvo la culpa.
—¿Por qué lo dice?
—Porque no tuvieron cuidado con sus acciones —esas palabras sonaron tan amenazantes que Diannel sintió un cosquilleo en la nuca. Miro de reojo a Jennifer y se encontró con mirándola con una expresión nada contenta—. Uno debe pensar en las cosas que hacer antes de seguir adelante o podría terminar muy mal. Es el problema de las personas bañadas con excesiva arrogancia: creen que pueden hacerlo todo y no sufrir consecuencias.
—Estoy segura de que sabe que me desagrada hablar con rodeos y siempre voy directo al punto. Por eso me atrevo a decir que me está amenazando, duquesa Raintras.
—Tampoco debe decirle de tal forma —Jennifer volteo la cabeza hacia los estanques y de nuevo colocó su habitual sonrisa, pero luego de tal oscura expresión, su sonrisa lucía más aterradora para Diannel—. Únicamente le doy un consejo importante.
—¿Y puedo preguntar cuál fue el motivo que la impulsó al darme este consejo?
—La sospecha de que mi hermana es una hija ilegítima.
—¿Cómo?
—Abraham tenía planeado hundir a Eleonor con tal acusación sin fundamentos, pero lo detuve hacerlo ya que no era cierto. Luego me vi en la obligación de llegar a la persona que le metió tal absurdo pensamiento y… aquí estoy.
—Supongo que negarlo no sirve de nada, pero le informo que yo solo lo mencione una vez y hubiera sido un buen plan para derribar a la ex emperatriz. Incluso eso habría afectado al fallecido 1º príncipe. ¿Negara que fuera una buena estrategia?
—No, pero aun así no lo iba aceptar. Escuche, duquesa Verlur, mi hermana tiene muchas cosas malas, pero no es una hija ilegítima. Es mi hermana de sangre, las dos nacimos del mismo padre y madre. Y aunque su persona en sí no fue del todo mi agrado, sigue siendo mi hermana.
—Una hermana derrotada en la Torre Gris y privada de todos sus lujos y títulos. Participó en su contra para coronar a Abraham emperador y ayudó en la muerte de su único hijo. No sé cómo hizo todo eso sí aún la consideraba su hermana. ¿O me dice que no la odiaba tanto como creí?
—¿Odiarla? Para nada, nunca sentí algún resentimiento por ella, pero tampoco éramos tan unidas como para ser inseparables. Mi hermana perseguía una cosa, yo otra y simplemente su sueño perjudicaba el mío. Uno tiene que ser leal así mismo antes que con otros, pero eso no quita la responsabilidad que tengo con ella por compartir mi sangre. Por lo que no permitiré que se indague más en su nacimiento. Eleonor es una hija legítima de Raintras y eso es todo. A menos, claro, que posea alguna prueba que contradiga mi afirmación.
“¿Prueba? Nunca obtuve nada. En el pasado, fue Abraham quien anunció el origen ilegítimo de Eleonor luego de masacrar a todos los Cafder. Pero nunca mostró alguna prueba o dijo algún dato de importancia. Creí que solo lo dijo por el odio hacia su madrastra, pero ¿Qué razón tendría el tirano del pasado para mentir sobre una muerta? Aun así, ¿no es demasiado sospechoso que la duquesa Raintras me advierta sobre este asunto con tanta insistencia? Incluso Eleonor reaccionó todas las veces que lo mencioné indirectamente. ¿O tal la duquesa no lo sabe?”
—Por supuesto que no, y puede estar tranquila ya que deje ese asunto muy olvidado.
—Como me alegro, duquesa Verlur —Jennifer se levantó para irse a lo que Diannel agradeció internamente—. Pronto regresaré a mi ducado y estaré ausente mucho tiempo, espero contar con su ayuda para que la reputación de mi hija no se vea afectada.
—Por supuesto.
—Bien, un rehén es un rehén, pero un amante puede provocar risas hacia mi apellido. Estoy segura de que lo entiende, pero sabe que no puede seguir con esa relación para siempre. Usted sigue siendo una mujer casada y dudo mucho que su esposo la deje libre alguna vez. Solo diez años aquí, luego volverá a Verlur con su familia.
—No debería dar por hecho cual es mi futuro, duquesa Raintras. Porque eso es algo que solo yo sé y decido. Y para su información, no soy prisionera de mi esposo y no lo volveré a hacer. Mi libertad no es algo que tome tan a la ligera como para perderla sin luchar.
—Como usted diga, la dejó con su lectura, hasta pronto.
Diannel suspiro solo cuando se aseguró de que estaba sola. Ya no pudo concentrarse en su lectura de nuevo, pero sí tuvo mucho que pensar sobre el origen ilegítimo de la ex emperatriz. Una vez se lo preguntó a Eleonor, pero ella la rechazó negando todo y maldiciendo su existencia.
—¿Qué secretos guarda el poderoso y lujoso ducado Raintras? ¿Oro? ¿Magia? ¿Qué?
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Comments
milagros estanga
Duquesa Raintras acabas de comenzar a cavar tu tumba. Creías que ibas a amenazar a Diannel, nuestra Prota que ha luchado ferozmente para contener al Hada y enemigos. Diannel iniciará la derrota de ella y Akemi, par de traidoras 😏😏😏
2023-07-26
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