PRIMERA PARTE: VESTIGIOS DE DIOS

Heitor no dejó muchos rastros al perecer luego de la dura batalla contra su primer hijo. Su cuerpo dejó el Árbol de la Salvación, el primer y más importante de sus vestigios. Un puente que conectaba al prodigio elegido con su voz y profecías. Sin embargo, el Templo creó leyes que limitaron el uso del poder divino a tal punto de que ningún supremo sacerdote pudo escuchar o ver algo.

Cuando terminó la segunda batalla contra Genys, a manos del 1º emperador y los cuatro duques, más vestigios de Heitor se quedaron en el mundo terrenal, cada uno con su propio propósito de existir por la eternidad o hasta que alguna extrema fuerza los derrote.

Vermish, el lobo gigante de hielo, siempre vigilaba al hada, bendecía a los primogénitos de Verlur y los guiaba en su importante deber con Dios. Su morada yace en las montañas del lobo, rodeado de una gran variedad de lobos salvajes que devoraban a cualquier intruso. Sus ojos de hielo veían lo que el ojo humano es incapaz de atrapar. Y su presencia gélida congelaba a cualquier que se atreviera a acercarse con crueles intenciones. Vivía solo para proteger la sangre de Verlur y evitar la mínima fuga del hada del odio.

Un nombre inexistente, excepto para los que fueron sus portadores: Rower, el león de melena y ojos rojos que fue enviado para que el linaje de los Cafder continuará. Ya que en esa línea familiar uno sería coronado en caso de que la rebelde hada lograra escapar. Su gloriosa forma fue quebrada por su mismo creador y toda su existencia habita en la Corona de los Diez rubíes. Creado a partir del maná oscuro, vive solo para atormentar al hada de la misma forma en que los humanos lo hicieron. Pero su propia vil personalidad ocasionó que persiguiera un egoísmo propio ligado al portador. Un tirano, un torturador o un verdugo, da igual lo que sea, mientras su ambición sea la más alta entre todos los Cafder, será el elegido para ser un auténtico león tiránico.

Un último vestigio acompañó a los otros dos en la comprensión de la inmortalidad y un solo propósito, pero no recibió un nombre o alguna forma en concreto. Tocar el poder de los cielos ocasionó desgracias, para evitarlo Heitor dejó un castigo para cualquiera que se atreviera a manipular a cualquier nacido o creado de su poder. “Él” siempre toma la forma que ocasionó la cruel ambición del criminal para transformarla en su propia caída: obligado a reconocer la verdad hasta verse obligado a morir y sufrir eternamente en el averno sin una segunda oportunidad.

Obviamente, Genys y Eikon son también vestigios de Heitor, pero son los únicos a los que no se les dio un propósito en concreto más que vivir. Y ahora ella vive solo para culminar su añorada venganza y él para pagar las millones de vida que tomó en una eterna soledad.

Por fin llegamos al inicio del fin. Me siento contenta de llegar a esta parte, la conclusión comienza y por instagram anunciaré los dias de publicación. Muchas gracias.