A un día de la esperada coronación, la gran villa Venesten recibió con gozo y amor a la princesa Rosenia Melly Raintras, quien ahora ocuparía el palacio de la emperatriz incluso aun sin estar casada con su prometido. La joya del imperio llegó deslumbrante en un sencillo vestido marfil y acompañada de varios escoltas. Fue Abraham quien la recibió cortésmente y demostrando que aún no había planes de romper su compromiso. Un beso en el dorso de la mano y dulces palabras de bienvenida cautivaron a todos los presentes y aclararon toda duda o rompieron toda esperanza de presentar a sus hijas. ¿Quién podría igualar la belleza y estatus de la belleza celestial de la princesa de Raintras, hija de la gran duquesa dorada?
Rosenia se acomodó en su nuevo palacio, varios sirvientes corretearon de un lado a otro cambiando o moviendo muebles (todos empleados de Raintras). Al mediodía, la princesa fue invitada para almorzar con su ilustre prometido en el jardín de las orquídeas. Cuando llegó, recibió muchas miradas de respeto y admiración junto a una mesa redonda llena de comida en un kiosco decorado de rosales y sin nadie cerca alrededor.
—Gracias por la invitación, alteza. El clima comienza a enfriarse pero al menos los mediodías continúan frescos y soleados.
—Hay mucho trabajo por la llegada del invierno, lo que sirve como excusa para retrasar la boda. ¿Qué princesa heredera desearía casarse en una temporada tan fría? Sin embargo, ninguno de los dos sabe con certeza el futuro de este matrimonio. Aún estás lejos de ser duquesa, Rosenia.
Ambos se sentaron y comenzaron a degustar las delicias del cocinero real y mientras tanto, Rosenia aprovechó para confesar un secreto que podría salvarla o arruinarla. Se aseguró de que nadie pudiera oírlos y hablo suave pero rápidamente:
—Estoy embarazada.
Fue dos semanas antes de regresar a Venesten que Rosenia descubrió su embarazo de dos meses. Una rutinaria revisión médica que realizaba con un joven sacerdote sin revelar su identidad. Desde que comenzó a planear rebelarse contra su madre, el pánico de cualquier peligro la dominó a tal punto de siempre revisar lo que come y su salud en secreto. Pero la princesa de Raintras nunca imaginó encontrarse con tal noticia. Afortunadamente aún era un secreto bastante asegurado, pero seguía sin comprender cómo era posible cuando nunca ignoró el cuidado en sus relaciones con Lucas. Y su amante tuvo miedo al principio, igual que ella, pero ambos enamorados ignoraron los problemas solo para concentrarse en la nueva vida que comenzaba a formarse para nacer.
La reacción de Abraham no fue nada sorpresiva para Rosenia: enojado y angustiado en todo su derecho. Fue tratada como una niña que cometió un irreparable error pero con sutileza y respeto. Ella imagino que seguro así era la forma en la que reaccionaban los padres comunes ante un pronto embarazo de sus hijas, pero no su madre, la duquesa dorada detestaba cuando las cosas no salían como querían. Cada palabra de su madre era ley, y Rosenia sabía que nunca la dejaría ser feliz al lado de un simple capitán plebeyo en vez de ser emperatriz como siempre lo planeo.
Durante la merienda de la tarde, la nueva princesa heredera invitó a la duquesa Verlur para contarle su secreto así como su mayor anhelo de convertirse en duquesa. Aunque pronto la conversación se dirigió hacia temas más comunes sobre el primer embarazo. Rosenia recibió con gusto cada consejo de su amiga y pudo liberarse del miedo envolviéndose de la hermosa ilusión de ser madre por primera vez. Cuando la hora terminó, Diannel se despidió y rápido fue al palacio imperial (su nuevo hogar) y llamó a Erika, ahora conocida como Lorena (cambiaba de apariencia cada cierto tiempo debido a la cercanía y sospechas de su madre). Le informo la situación de su hermana menor así como un problema grave con un valioso espía.
—Si el espía de Rosenia intenta salir de su refugio, morirá al instante. La duquesa Raintras es consciente de que alguien la está investigando y comenzó la eliminación de cualquier sospechoso. Ese informante tiene valiosa información, pero no dirá nada ya que conoce el valor de lo que sabe y teme por su vida. Sabe que igual perecería aunque jurará guardar silencio.
—Entiendo, con la ubicación será sencillo traerlo a salvo.
La relación entre ambas ya no era la misma, Erika no tardó en confesar que ya no era esclava de Diannel, pero que accedió a ayudarla por su hermana y descubrir los secretos de su madre. Por supuesto existía otro motivo: la duquesa era el recipiente del hada. Aunque los motivos de la ex princesa iban más allá que temor o sacar algún provecho. Su manera de vengarse de los partidarios de Vitto Herk en Dareinka era proteger a quienes deseaban muertos. Pues Vitto la mantuvo como su prisionera solo por su poder de transformación, alguien fácil de desechar en cualquier momento peligroso de su peligrosa y traicionera misión. Erika se reía de cómo las cosas resultaron: ella provocó el declive de todo el esfuerzo de Vitto, la muerte de dos magos talentosos, la traición de uno y el absoluto fracaso en la muerte del recipiente del hada. Diannel le preguntó si no le guardaba resentimiento por esclavizarla, obvio que Erika le dijo que sí, pero que tampoco podía quejarse de ser una simple mensajera con protección, casa, comida y hasta pago. Ninguna lo reconocería, pero eran más cercanas que antes debido a que ahora sus mentes compartían un único objetivo: Jennifer Otty Raintras y lo que desea en realidad.
Con el sol descendiendo, la maga mestiza se fue usando la reliquia de teletransportación que Quill le dejó antes de partir a Dareinka. Llegó a una lejana y concurrida ciudad de la capital, rápidamente se reunió con el espía para llevarse antes de que los soldados de Raintras los descubrieran. Únicamente pidió el silencio del espía cuando su hermana le preguntara cómo logro llegar tan rápido, Erika aún no se sentía preparada para ver a Rosenia, ayudarla desde la distancia en su esfuerzo por ser duquesa era todo lo que podía hacer. Siempre protegiéndola de los ojos agudos de su madre o espías que la rodeaban sin respeto en el palacio de la emperatriz.
—Mi madre está movilizando su ejército hacia la frontera entre Raintras y la capital, y lo hace en secreto con cuidado, como si no quisiera revelar su acción a nadie —le dijo la princesa heredera a Diannel. Había ido al palacio imperial de incógnito sin poder esperar a revelar la noticia—. Si le decimos a Abraham de inmediato, seguro que mi madre le dará una buena excusa para eliminar cualquier sospecha.
—¿Qué propones entonces?
—Hay que decirle, pero para que guarde silencio y averigüe por su cuenta lo que planea mi madre. La semilla de la duda ya fue plantada en Abraham hace mucho por la duquesa Lershe, pero el brote no ha crecido adecuadamente. Ahora que mañana será emperador y sus enemigos han muerto, podrá darse el tiempo de investigar a su maestra. Díselo tú, por favor, te escuchara más a ti.
Diannel accedió y luego de despedir a Rosenia, Erika salió de su escondite pensando en las inesperadas acciones de su madre. El conflicto por la corona había terminado, ¿Cuál era la necesidad de movilizar un ejército? ¿Qué guerra esperaba la duquesa Raintras? Las interrogantes sin respuesta solo incentivaron a ambas mujeres a hablar con Abraham y concentrar todos sus esfuerzos en la duquesa dorada.
—¿Qué hay sobre lo que averiguaste de la ex emperatriz? —preguntó Diannel.
—Solo dijo el nombre de Adeleida Luna Cafder, la madre del fallecido emperador Antonio.
—No sé mucho sobre ella.
—Y con razón, la mayor parte de su información fue quemada luego de su funeral por orden de su esposo. Muchos ex trabajadores afirmaron que la pareja tuvo una fuerte pelea que los mantuvo alejados por años. Pero una antigua sirvienta, muy mayor para recordar, me dijo que la emperatriz Adeleida estaba obsesionada con su juventud y buscaba desesperadamente tener una hija. Pero al final solo tuvo un hijo varón quien luego tuvo dos hijos.
—Es difícil que nazca una princesa en la familia Cafder. El linaje del león rojo exige fuerza y por ende sus descendientes siempre han sido hombres lo que a veces provocaba pleitos por la sucesión. Por eso los emperadores siguientes se conformaron con un solo heredero y algún que otro bastardo oculto en caso de emergencia.
—La emperatriz Adeleida no debió saberlo, tal vez eso provocó la discordia con su esposo.
—Pero tampoco nos dice algo, ¿Por qué te lo habrá dicho tu tía? ¿Alguna vez la conoció?
—Cuando era joven, aunque mi madre debió conocerla primero ya que fue candidata a princesa heredera, pero nunca la oí hablar de ella, menos a mí tía. Además, Adeleida falleció antes de la boda de su hijo. ¡Es un camino enredoso o tal vez vacío!
—Pero dudo que Eleonor te haya mentido. Es muy extraño que el emperador de aquel entonces desapareciera las cosas de su esposa. Aun así, siempre quedan rastros que uno no logro ver adecuadamente y el palacio es muy grande, seguro que algo debió quedarse.
—Aun así es una misión poco importante comparada con la información del espía de mi hermana. Hay que vigilar de más cerca a mi madre, pero con cuidado. Un solo error y la vida de Rosenia peligraría, y ahora ella debe lidiar con su bebé. Si mi madre descubre su embarazo…
—¿Qué tan terribles cosas puede hacerle a tu hermana? A pesar de como es, no deja de ser su hija quien le dará un nieto de su sangre. ¿De verdad sería capaz de cosas inhumanas?
—Ni siquiera nos ve como sus hijas. No dudes, Diannel, tuviste una madre cruel, pero no se compara con la mía. A una mujer como la duquesa dorada solo le importa su propia persona. En su mundo de perfección y orgullo, sus hijas no son más que decepciones y herramientas.
La duquesa Verlur se quedó sola al fin luego de un día ajetreado el cual debió ser un descanso relajante antes de la coronación. Se debatía entre si ir o no con Abraham, mañana era su gran momento y tener la mente de dudas hacia su maestra sin duda arruinaría tal dicha. Pero tampoco podía callar algo tan importante al futuro emperador, se trataban de las acciones de una súbdita y aliada. Suspirando con preocupación, salió de su habitación y caminó con una linterna hacia la recámara real sin que nadie obstruyera su avance. Los sirvientes leales sabían guardar silencio a la perfección sobre como varias veces la duquesa rehén iba a la habitación del futuro monarca o él a la de ella. Pero los rumores siempre sabían cómo viajar, aunque transformándose de boca a boca hasta casi estar lejos de la verdad. No era un problema para Diannel lidiar con su nueva reputación, la sombría sociedad se convirtió en una nimiedad insignificante.
Diannel llegó a la habitación real, los escoltas se inclinaron respetuosamente y la dejaron pasar. Gracias a las grandes ventanas y la luz de la luna no hubo necesidad de prender alguna vela. El silencio en el interior solo indicaba que su ocupante ya estaba despierto. Una sutil sonrisa invadió el rostro de Diannel quien luego se acercó a la gran cama encontrando al futuro emperador pretendiendo estar dormido. Él tenía el sueño ligero debido a las cientos de veces que intentaron matarlo y sus travesías en el desierto, así que despertarlo era sencillo.
—¿Por qué sigues fingiendo dormir? —le pregunto sentándose al borde la cama, cerca de él y atenta a sus movimientos.
—¿No es algo común sorprender a tu amante mientras duerme? Ni siquiera me acariciaste, me siento decepcionado —Abraham se sentó en la cama revelando estar desnudo solo en la parte superior de su cuerpo. El cabello negro despeinado y el torso perfecto formaban una seductora imagen que Diannel ya conocía bien.
—Debo admitir que tu lado romántico-sarcástico es ideal para ti.
—Soy un pésimo amante, ya lo sabes bien. ¿Cómo es que no me dejas hasta ahora?
—Tal vez porque yo soy peor amante.
Se rieron juntos un instante, viéndose a los ojos como dos inocentes enamorados mientras sus manos se entrelazaban debajo de las sabanas en otro momento que deseaban que fuera eterno. Pero conocían la situación en la que estaba su relación (secreta, prohibida y lejana a la estabilidad). Abraham supo que ella no vino a verlo para otro momento ardiente o una plática común como descanso habitual del peso que cargaban, así que le preguntó el motivo detrás de la inesperada, y bonita, visita. Diannel, temerosa de las consecuencias de sus palabras, bajó la cabeza y habló:
—Rosenia descubrió que su madre está movilizando su ejército a la frontera entre su ducado y la capital. Conoce la ubicación del campamento, con gusto podría decírtelo si estás interesado en saber las acciones que hacen actuar a la duquesa dorada a tus espaldas.
—Por la forma en que lo dices, parece que estás determinada a que sospeche de mi maestra.
—Solo aplico el mismo tono que la princesa heredera. Ahora está más determinada en convertirse en duquesa. Deberías apoyarla, ¿o acaso planeas criar a su hijo o tener otro con ella?
—Adoro tus celos, pero no cuando hay política y honor incluidos. Mi maestra hizo tanto por mí, casarme con su hija ni siquiera compensa todo lo que le debo.
—No son celos esta vez, me preocupa a dónde llegará esto si no haces algo. Todos sabemos que apenas te atreves a dudar de la duquesa Raintras, por eso no te digo esto adrede. Pero ¿no te parece demasiado sospechoso que todos nos sintamos inseguros con ella y tú no? Ni siquiera a ti te consta que este sea el final para todo. Porque es imposible que alguien como tu maestra haya luchado tanto solo para hacer a su hija emperatriz.
Abraham se levantó de la cama, tomó su bata y la ató mientras se servía vino para refrescar sus seca garganta y despejar su revoltosa mente por unos segundos. Diannel lo observo en silencio a la espera de una respuesta, pero como el silencio predominaba demasiado, agrego otro asunto:
—Erika tiene algo importante que decirte —de nuevo atrapó la atención de su amante—. Está relacionado a la ex emperatriz. Cree que hay algo más detrás de su silencio y no es la única en tal estado, pero debes oírlo de ella.
—No esperaba que habláramos sobre Erika tan pronto. ¿Planeabas decirme ese secreto si no hubieras perdido el control sobre ella?
—Por favor, Bram… no quiero discutir y tu menos. Ve con ella, espera en la torre del laberinto. Ya me siento demasiado culpable por arruinar tu ánimo con la coronación a la vuelta.
—Fuiste sincera y eso lo compensa —sirvió vino en otra copa y se lo entregó a ella quien aceptó gustosa y fascinada por el embriagador sabor—. Sé que las cosas no iban a ser fáciles en cuanto fuera el emperador, aunque es aliviador saber que no estoy solo. Al principio solo me imaginaba a mi maestra como mi única aliada, pero tengo más aliados, súbditos y amigos. Dudar de mi maestra no fue sencillo, actuar en su contra es más complicado para mí.
—Lo entiendo… —creyó que era la respuesta definitiva.
—Es complicado pero aun así estoy obligado a hacerlo. Nunca fui ciego a la inseguridad de mis aliados con respecto a mi maestra, así como nunca ignore la posibilidad de que haya algo más que esto. Me hubiera gustado que sea el final de todo, pero al tomar la villa, sentarme en el trono y ver a mi maestra alegre por mi victoria, supe que estaba lejos de estar en paz.
Esa noche los amantes no compartieron ningún contacto íntimo, Diannel regresó a su habitación con guardias y sirvientes observándola, un preludio de una nueva ola de rumores que no tardarían en saltar de oído a oído. Mientras tanto, el futuro emperador visitó la torre del laberinto encantado, ayudado por las sombras, la ex princesa de Raintras apareció en su campo de visión, encapuchada y lista para revelar algo peligroso.
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Comments
milagros estanga
Cada capítulo es toda una aventura de Diannel y Abraham: conspiraciones, intrigas, aliados, amigos. Gracias autora 🥰🥰🥰🥰
2023-07-21
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