Eleonor era consciente de que no todo podía salvarse, su hijo estaba perdido pero esperaba continuar sus planes mediante su nieto y logrando evadir el castigo de su hijastro. Se apoyó en el argumento de que su lado materno la cegó ante el crimen de Joharel. Sin embargo, descubrir que Ismael era un homúnculo la venció tanto que ni pudo protestar al enterarse que sus peticiones fueron negadas por participar en la muerte de su nuera. Dentro de su alcoba vacía y lúgubre, el conde Henry le informo que pasaría el resto de su vida encerrada en lo alto de la Torre Gris, la última morada de la Reina Merilia antes de saltar hacia su muerte.
—Tu hijo fue decapitado ayer después del juicio, se le negó el derecho de entierro por lo que su cabeza está colgada en los muros afuera del palacio de justicia. Los restos del homúnculo fueron cremados, pero sus cosas aún permanecen en el palacio a la espera de tu decisión —le dijo Henry— ¿Quieres las pertenencias de tu nieto o no?
—¿Se supone que eso es benevolencia? Jugar con esos objetos luego de que escuchara la verdad… Eso solo puede ser obra de ese bastardo.
—¡Cuida tus palabras, ya no eres la emperatriz y estás insultando al futuro emperador delante del nuevo general del imperio!
—¿Acaso crees que me importa? Lo he perdido todo, excepto mi vida y no pienso enloquecer en esa torre con los juguetes de un nieto que nunca fue real. ¡Dile a tu emperador que mejor me decapite porque no sucumbiré a sus torturas!
—Soy de los que votó para matarte, Eleonor, pero fue decisión suya mantenerte con vida. Aun así, él no es la clase de hombre que perdería tiempo atormentando a sus enemigos.
Despojada de su palacio, joyas, prendas finas y el poderoso título de emperatriz, Eleonor fue arrastrada a la aislada y altísima Torre Gris, un asentamiento sombrío donde solo prevalecían la tristeza y la soledad con una ventana que daba a la puesta de sol y gran parte de Venesten. Era una vista tortuosa: la excentricidad y el lujo resplandeciendo cada mañana ante los ojos impotentes de su prisionera; lejana a todas las bellezas que la rodearon por muchos años. La cama de paja, los muebles antiguos, el gran espejo, los libros, velas, el papel y la tinta, la chimenea y ollas, ningún objeto cumplía el deber de distraerla, porque Eleonor Karen Cafder estaba al borde de sus cuarenta y nueve años. Ya no era joven, pero tampoco tan anciana como para decir adiós a su antigua y gloriosa vida. Pronto vería las hebras rubias de su cabellera volverse grises pelos secos y sus hermosos pares de zafiros en su rostro se tornarían opacos acompañados de más arrugas cada día.
—¿Qué tal la vista estos últimos días? —y no tardó en visitarla el verdugo de su hijo, la fuente de su miedo y el enemigo que nunca pudo vencer—. Aun me cuesta creer que ahora luces así, después de tantos años de verte espléndida y orgullosa en tu posición.
—Has tardado mucho en llegar para burlarte de mí. ¿Ya eres emperador?
—La coronación será pasado mañana, podrás ver la celebración desde esta gran altura. Sé que aún eres lo suficientemente orgullosa como para morir como mi madre, pero no puedo confiar en ti. La voluntad es fácil de quebrantar dentro de estos muros grisáceos y la única ventana que tienes será cubierta con rejas hoy mismo.
—¿De qué te sirve mantenerme con vida ahora que lograste todo lo que querías? Mataste a mi único hijo, le arrebataste lo que era suyo y me dejas sola.
—Joharel nunca fue apto para ser el emperador, aprende a vivir con eso y con el hecho de que él solo perdió al matar a nuestro padre. Lo que me lleva al verdadero motivo por el cual te mantengo con vida. Dime, ¿Por qué mi padre murió realmente? Él me odiaba, ¿no es así?
Eleonor desvió la mirada nerviosa y rápidamente tocó su garganta. El ardor del sello apareció con tan solo pensar en la verdad, una insoportable sensación atada a un día aterrador en el que creyó que moriría. Por eso se forzó a tratar de olvidar, esconder los secretos en lo más profundo de su memoria y vivir con una marca de condena. Sin embargo, no sabía qué responder, si mentía sería bastante obvio, pero tampoco era opcional revelar la verdad: Antonio amo a Abraham, protegió a su hijo aun cuando estaba forzado a no acercarse, porque fue ella, la preocupada emperatriz, quien envió a ese niño al desierto a morir.
—No sé de qué hablas, ya sabías que te odiaba… —intento mentir.
—¿Entonces por qué murió para mi beneficio? ¿Qué razón tenía para fingir odiarme toda mi vida si planeaba morir de tal forma? ¡Dímelo!
“Abraham… Te amo hijo, serás un gran emperador”.
Las últimas palabras de su padre resonaron como un insoportable martilleo atormentando su mente sin parar y la desesperación en hallar la verdad tras esa confesión. Pero no hubo más que silencio, frustración y rabia en los ojos de su madrastra. Abraham noto que ella conocía la verdad pero por alguna razón no era incapaz de decírselo. Cansado de presionar, se retiró asegurándole que le sacara la verdad de una u otra forma y su gran determinación aterrorizó a Eleonor.
“¡¿Crees que no quiero decirlo?! ¡La clase de monstruo que es mi hermana como para hacerme esto! ¡Que fue ella quien evitó que tu madre y tu escaparan de Venesten! ¡Que me susurró al oído sobre cómo le quitarías todo a mi hijo para empujarme a matarte! ¡De su gran y aterrador sueño que nos destruirá a todos! ¡Quiero gritarlo y liberarme, pero no puedo! ¡Con solo pensarlo, el sello en mi garganta arde como advertencia de mi muerte!”
Esa noche, Eleonor luchaba para conciliar el sueño debido al fuerte ardor y el miedo de morir. Con la ventana asegurada para evitar su muerte, no tuvo más remedio que calentarse junto a la chimenea y tratar de olvidar. Pronto la tristeza la invadió al recordar que su hijo no sería enterrador y que su cabeza era expuesta a las afueras del palacio de justicia para que los plebeyos se burlaran y los cuervos se dieran un gran festín. De nuevo se atormentó con preguntas sin respuesta: ¿Por qué su hijo resultó ser así? Le había dado todo desde que nació, ni siquiera dejó que alguna niñera lo cargará o que sus deberes reales la alejaran de cuidarlo. Lo amo tanto que incluso pensó que tal vez fue eso lo que cambió a su precioso hijo. ¿Era el excesivo amor la fuente del aburrimiento que llevó a la atroz e inentendible locura de Joharel? Aún no tenía una respuesta, pero si tenía tiempo de sobra para pensarlo.
Al calor del fuego, la madera crujiente en las llamas rojas, un extraño camino por las largas escaleras de la Torre Gris hasta la puerta de hierro, abrió con la llave en su bolsillo y se encontró a la ex emperatriz frente al fuego muy sorprendida de su aparición. El extraño usaba ropas negras y cubría su rostro con una capucha y pañuelo, la daga en su mano reveló sus intenciones y Eleonor supo quién lo envió. Sabiendo que no tenía salida, simplemente se quedó quieta a la espera de su final, pero ocurrió algo sorpresivo: el asesino fue derribado por un ataque invisible al ojo humano común detrás. Cuando cayó al suelo después de gritar, Eleonor observó un rostro que reconoció al instante a pesar de los largos años en los que no lo vio: su sobrina Erika.
—Hola tía —la saludo cordialmente—, supongo que ya sabes que mi madre te quiere muerta, pero dudo mucho que sea por odio. Sabes algo, ¿verdad? Y Bram está dispuesto a todo para averiguarlo y seguro eso no le agrado a mi madre.
—¿Erika…? Pero, ¿Dónde has estado…?
—Ahora no hay tiempo de eso, tía. Puedo asegurarte que no dejaré que ningún asesino llegue a herirte, pero debes hacer un esfuerzo por decirme algo. Sé que tienes un sello de silencio, al igual que el conde Henry y el fallecido emperador. No te pido que me digas algo importante a costa de tu vida, solo algo mínimo que al sello no le de importancia, pero algo de lo que pueda partir.
—No… ¡No puedo, moriré si digo algo, no me obligues Erika!
—Tía, cada día sin saber los verdaderos motivos de mi madre es un avance para sus auténticos planes. Bram puede vencerla, tiene el poder para derribarla tanto política como físicamente. Pero no puedo ir con él sin mostrarle pruebas necesarias de la traición de su maestra, ella lo salvo y cuido por años cuando tu trataste de matarlo. Apenas sospecha de ella, pero no lo suficiente como para considerarla su enemiga. ¿Quieres que ella gane, tía? Si aún queda algo de tu alto orgullo, úsalo para decirme algo que al sello no le importe. Un detalle insignificante que me lleve a los secretos que ocultas contra tu voluntad.
Por años ha vivido con miedo a otros por su fuerte sentimiento de inferioridad. Siempre intentó sobrepasar a su hermana mayor en todo, pero era consciente de que nunca podría vencer a alguien con una ambición demasiado alta. El sueño de Jennifer era todo lo que le importaba, por el cual se esforzó tanto, manipulo a varios y espero años para acomodar las piezas. Eleonor imagino cómo sería ver a su hermana mayor hundida en la desesperación de la auténtica derrota. Por eso pensó y buscó en su mente lo que su sobrina le pidió: información que el sello no consideraría importante, pero algo que pueda indicar el camino a seguir para revelar la oscuridad de su hermana:
—Adeleida Luna Cafder… —susurro con temor, de inmediato tapó su boca y tembló al creer que moriría, pero nada ocurrió, aunque el sello seguía ardiendo por sus pensamientos.
Erika agradeció el esfuerzo de su tía, se llevó el cuerpo del asesino con su magia retirándose por la única puerta de la torre. Toda la noche busco información del nombre que oyó y espero hasta la mañana siguiente para reunirse con alguien y compartir la información obtenida. Disfrazada como doncella de un palacio cualquiera de la villa, se dirigió con calma hacia el palacio imperial. Pasó por la residencia del duque Arank y recordó que los caballeros rojos se preparaban para llevarse en secreto a la antigua princesa que todo el imperio dio por muerta por sus crímenes.
Carmina había cumplido su promesa: confesar ante todos con mentiras para el favor del 2º príncipe a cambio de solo ver a su padre antes de esfumarse a un encierro mayor, uno donde todos la daban por muerta. Parte de sus esperanzas revivieron al saber que su padre accedió a reunirse con ella, y al entrar el salón, lo vio de nuevo: despierto, vivo, más anciano por supuesto, pero desprendiendo la elegancia de los Arank aun con los años sobre sus hombros. Muchas veces imagino lo que diría la primera vez: ¿estás bien? ¿Cómo está tu salud? Debes descansar y más similares pensamientos preocupantes y nostálgicos para despedirse adecuadamente. Pero cada palabra se esfumó de su boca y simplemente soltó balbuceos.
—Carmina, pediste esta última reunión a cambio de confesar. Debo admitir que me alegro, no me atreví a visitarte en tu encierro, no quería verte en tal estado porque aún no puedo entenderlo. Te di todo desde que naciste, rodeada de lujos y afecto para que crecieras hermosamente —de pie y a una gran distancia de la puerta, observó a su irreconocible hija con tristeza y decepción—. Aunque todos me dicen que soy honorable por aceptar tu muerte, no puedo dejar morir a mi hija a pesar de que cometió crímenes imperdonables. Apenas desperté pensé en ti, en tu fiesta de cumpleaños y como todo se derrumbó cuando apuñalaste a Diannel.
—Papá fue ella quien…
—Lo sé, hija. Diannel me lo confesó todo esa misma noche luego de asegurarse de que no despertara para ayudarte. Y lo agradezco, porque mi juicio habría sido confundido por el amor que te tenía, mi hija. Creo que yo mismo me habría hecho a un lado para que Vladimir continuara con todo, así que el resultado no hubiera cambiado.
—Entonces, ¿igual me hubieras abandonado?
—Es obvio que el primer en abandonarlos fui yo, con el alcohol y Alba. Deje que esa mujer los criara aun sabiendo que sus creencias eran contrarias a las de su madre. De haber sido un verdadero hombre y padre, no la hubiera aceptado de nuevo, me habría hecho cargo de todos mis hijos por igual. Si lo hubiera hecho todo correctamente, ahora mismo podríamos haber sido una hermosa familia unida por la memoria de Emilia y su bondad.
»Vladimir sería más abierto con sus emociones, habría disfrutado de su juventud con más amigos, en compañía de alguna hermosa doncella y protegiendo a sus dos hermanas de los peligros del mundo. Tú, Carmina, serias la viva memoria de la bondad de tu madre, amable con todos, disfrutando tus talentos y tu vivaz rebeldía en los hermosos campos del verano. Y Diannel, ella habría sido amada como parte de la familia, consentida como la menor y cuidada por dos hermanos de los peligrosos deseos de cualquiera que se atreviera a dudar de su nacimiento. Yo pude ser un padre orgulloso de tres hijos, aliviado de tener un gran heredero que sería feliz, lidiando con dos hijas inseparables como hermanas y siempre cuidando de mi salud u ocultándome secretos de mujeres que nunca compartirían conmigo. Y todos caminaríamos juntos por los jardines, el bosque silbante o por los largos pasillos de nuestro castillo hasta el final de mis años, para irme en paz sabiendo que todos mis hijos serian felices y mi tierra sería cuidada sin que alguno sufriera.
La bella ilusión hizo llorar a padre e hija por igual, los rastros de esa felicidad fantasiosa se esfumaron para revelar la actual y cruel realidad.
—¡Lo siento papá! —Carmina se arrodilló lamentándose de nunca haber soñado con algo tan hermoso—. ¡Lamento todo lo que hice, papá! ¡Perdón! —Carmina quería ver a su padre esperando ser salvada al ser su hija, pero al final terminó lamentándose al ver a su padre llorar mientras relataba la clase de familia que pudieron ser y aceptando que todo era su culpa—. ¡De no haber caído ante Joharel! No… de no haber dejado que Alba me manipulara, ¡tu sueño se habría cumplido y no hubiera terminado así! ¡Si tan solo le hubiera entregado esa carta a Diannel, seguro que las cosas habrían cambiado! ¡Debí disculparme, lo siento, papá!
—Está bien, Carmina… Vive como un ser humano decente, déjame a mí el castigo después de la muerte. Yo fui quien los abandonó primero y en serio lo lamento tanto.
—No, no, no… hice demasiadas cosas malas y ya no quiero verte sufrir. ¡Lo lamento tanto! ¡No sé por qué desee más, no sé por qué la odiaba tanto! ¡No sé nada y lo siento!
Su carta de disculpa de recuperación para su media hermana seguía guardada en las páginas de un libro en su repisa, oculta por años guardando el arrepentimiento de una arrogante niña que pudo cambiar para bien de no haber escuchado los consejos de adultos crueles. Una última vez, William abrazó a su hija y acarició su cabeza para decirle adiós para siempre. Carmina viviría mejor, con una salud recuperándose, ropas cómodas, una habitación decente y comidas sencillas pero sin faltar. Sin embargo, cada día de su vida lo pasaría en una torre única para ella, encerrada cual cadáver en su propio averno y lejos de la vida del hermoso verano que pasaría frente a sus ojos sin cesar y perdiéndose la felicidad que siempre tuvo pero que dejó ir por un amor dañino y cruel.
Mientras el resto del imperio creía en la muerte de la criminal Carmina, ella viajaba con el manto de la noche y guardias rojos encapuchados de regreso hacia Arank. Fue el último viaje de la antigua rosa de la sociedad, un último deseo antes de pagar todos sus crímenes. Los bellos paisajes, los bosques sombríos y las altas montañas, cada lugar permanecería en su memoria mientras se arrepentía de no haber viajado a más lugares que la capital o Verlur. Pudo cabalgar hacia Lershe en compañía de los caballos salvajes del bosque Velkan, o disfrutar de las altas construcciones de Raintras. Tomar un barco e ir más allá hacia las tierras lejanas y regresar con grandes historias para ser de verdad lo que pretendió ser por años: una mujer libre que rompía los estándares de la alta sociedad y de la que todo el mundo hablara.
La historia de Carmina Alí Arank termina junto a la muerte del 1º príncipe, el hombre que la cegó de su propia felicidad, su talento y del futuro pintoresco que pudo tener de haber ignorado las palabras de su nada y reconocer su propia belleza tanto exterior como interior.
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Updated 129 Episodes
Comments
Jeidy Arled Riascos Ordoñez
Sería buena la historia de la reencarnación de carmína para corregir su historia
2024-02-26
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Ophelia Palafox
que triste 😥 es cierto los adultos formamos a los niños
2023-09-30
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Jess
Al menos se arrepintió....
2023-07-30
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