CAPÍTULO 9

Los días pasaron rápido y pronto la duquesa Raintras regreso a su ducado con la premisa de una larga ausencia. El trabajo de espionaje e información volvió a ser el centro en la vida de Diannel. Ya no dependía tanto de sus doncellas y escolta como para enviarlos a recoger información o reunirse con los espías. Además, ella no deseaba hacerlo tratándose de la duquesa dorada y su gran astucia para atrapar espías a su alrededor. Para eso contaba con un mejor súbdito que la obedecía sin cuestionar: el resucitado Lionert, una existencia que la duquesa aún mantenía en secreto.

—El ejército dorado sigue movilizándose, pero no pasan de su frontera. Ocultan sus campamentos en bosques y montañas, asesinan a los campesinos curiosos o desafortunados y están cargando mucha pólvora en varios carruajes.

—¿Y los hombres del emperador lo vieron todo?

—Así es y no fueron descubiertos. Pero ¿no sería mejor que se lo dijeras al emperador ya?

—Es mejor que Abraham descubra ciertas cosas de su maestra por su cuenta. Por ahora continúa vigilando los campamentos y protegiendo a los espías.

—Por supuesto.

—¿Y esa labor no te aburre?

—¡Para nada! Algo emocionante va a suceder en el imperio y estoy viendo las acciones que aceleran todo desde primera fila.

—Te aseguro que nada peligroso pasará, Abraham no permitirá que ocurra una guerra.

—En mis días de rey siempre he visto el avance de varias guerras a mí alrededor, aprendí que intentar detenerlas es inútil. La guerra te alcanza desde el momento en que aparece.

—Ya veremos. Eso es todo, puedes retirarte.

Lionert salió volando sin ser visto hasta el bosque Lowen donde se recostó en la copa de los árboles y comió algunos animales salvajes. Luego, inesperadamente, se rió de la duquesa Verlur al creer que una guerra podría evitarse o desaparecer. La burla terminó por el éxtasis de que pronto el escenario pacifico sería reemplazado por la sangre, el miedo y muerte. Aunque no estaba seguro del detonante o de quien comenzaría todo, era un hecho de que el reloj hacia el caos había comenzado a arrancar desde que el nuevo emperador ascendió al trono.

Diannel se quedó sola en su habitación, leyó de nuevo el libro Genealogía de la familia imperial y siempre se detenía en el mismo nombre: Adeleida Luna Cafder. Lo poco escrito sobre ella relataba su vida nada fuera de lo común y que cualquiera pudiera saber sin la necesidad del libro. Nacida en un marquesado, se decidió su compromiso a los catorce años y recibió toda la educación adecuada durante años. Para la nobleza era perfecta, hermosa y educada, por eso nunca comprendieron el motivo del odio que tenía su esposo (el emperador de aquel entonces) por ella. La pareja tuvo un normal comienzo en sus primeros años, pero se distanciaron luego del nacimiento del príncipe Antonio y la distancia cambió a desprecio.

“He leído estas páginas más de una vez como si esperara una pista mágicamente, pero no hay más información de la emperatriz Adeleida. Aun así siento que no debo dejarlo pasar. Seguro que lo importante está relacionado con el motivo de la disputa con su esposo. Tengo que buscar de otra forma, el palacio imperial está lleno de objetos relacionados a sus antiguos monarcas. Cuadros, esculturas, libros y quién sabe qué más. Algo debió quedar aquí sobre la emperatriz Adeleida”.

Susan tocó su puerta avisando que el baile ya había comenzado, Diannel respondió que no tardaría en bajar, se tomó un tiempo para despejar la mente y pensar sin prisa. Luego bajo sin escolta con lentitud y la mirada perdida en las decoraciones interiores. Así fue hasta que llegó al salón principal en el ala oeste donde se celebraba a los nuevos caballeros que serían nombrados por el emperador. Al ser un evento no tan formal o glamuroso, los invitados eran en su mayoría jóvenes solteros, pero los adultos no siempre podrían faltar, menos los que buscaban conexiones con el emperador. Aunque era un hecho quien sería la siguiente emperatriz, había quienes aseguraban que nada era seguro hasta la boda, otros apostaban por lugares más inferiores (impulsados por los rumores de la duquesa Verlur). Muchas damas solteras asistieron a la fiesta, escoltadas por algún pariente o una doncella; vestidas hermosamente y resplandeciendo todo tipo de bellezas, disfrutaron de la velada nocturna con galantes caballeros o esperaron la llegada del soberano del imperio.

En cuanto Diannel apareció, silenciosa y tranquila, todas las miradas se dirigieron hacia ella, pero la duquesa pasó sin molestia hasta el lugar donde estaban su escolta y doncellas. Poco después llegó la duquesa Lershe acompañada de su esposo. El ambiente continuó festivo sin algún inconveniente y los oficiales comenzaron a hacer presencia como el conde Henry quien divisó a la valiosa rehén de la capital disfrutando de la fiesta. Las conversaciones en grupos cesaron en cuanto anunciaron la llegada del emperador y su prometida. Todos se inclinaron respetuosamente mientras admiraban la belleza de la pareja y comentaban lo bien que se veían juntos. Los que más pronunciaron tales palabras fueron los más cercanos a la duquesa Verlur junto a unas sutiles risas, pero ninguna obtuvo el resultado de hacerla enfadar o reaccionar mínimamente.

El emperador y su prometida avanzaron hasta sus lugares preparados escoltados por la guardia imperial compuesta de diez caballeros reconocidos y bastante populares. Entre ellos estaba el ex alto general sir Wester Han Viombert, quien pudo demostrar su lealtad hacia el nuevo monarca. La pareja avanzó hasta sus respectivos lugares para dar la bienvenida a todos y comenzar con el nombramiento de los nuevos caballeros. Rosenia se apartó mientras el conde Henry se acercaba y comenzaba a nombrar a los nuevos afortunados quienes, muy nerviosos, se acercaron, inclinaron mientras la espada del emperador tocaba sus hombros y juraban lealtad ante su nombre. Pronto fue el turno de Giovanni Arkent y los presentes reaccionaron a ese nombre de inmediato. Aunque la popularidad del ex caballero de Verlur se debía a su exilio, el nombre de su señora y la reputación de su familia, en dicho salón la mayoría habló de su rostro, hazañas en el torneo y práctico con el mismo emperador no hace mucho.

—Heitor, se testigo de mi juramento: juro defender al inocente, no ignorar la injusticia y jamás levantar mi espada con crueles intenciones. Juro nunca huir de la oscuridad, del desastre ni de un enemigo más fuerte. Juro enorgullecer el estandarte del león rojo y nunca ensuciarlo con deshonra o traición. Juro ante el único emperador entregar mi vida a sus deseos, mi espada a sus órdenes y mi lealtad a su existencia.

—Entonces, que se escriba en el libro de los héroes que a partir de hoy y hasta el día de su muerte, Giovanni Arkent es un caballero de la Orden del León Rojo —el emperador comenzó a nombrarlo colocando su espada en sus hombros y devolviéndole el título que le fue arrebatado—. En nombre de Heitor te encomiendo ser justo, en nombre del inocente te encomiendo tener piedad y en mi nombre te encomiendo ser leal. De pie, sir Giovanni Arkent, caballero de Leoveter.

Al igual que con el resto, aplaudieron al nuevo caballero quien se acercó a los leones rojos a un lado para ser recibido con apretones de manos y abrazos. El nombramiento siguió hasta el último y así el baile comenzó con música alegre dirigida a la juventud. Obviamente fueron el emperador y su prometida quienes bailaron primero luciendo como auténticos enamorados. Y mientras la fiesta seguía, las únicas duquesas presentes conversaron bebiendo a su gusto sin ser molestadas.

—Escuché que su majestad envió espías a la frontera de Raintras y verificó la información que le dieron sobre las acciones de su maestra —comentó Silvein.

—Aún no es suficiente y la duquesa Raintras fácilmente puede darle una buena excusa. La princesa Rosenia dice que esperemos al siguiente reporte de su espía —respondió Diannel.

—¿Uno? ¿Qué sucedió con los otros?

—Dos murieron, por suerte no sabían nada importante y la princesa no tuvo otra opción que reducirlo a uno. El envío de información será más lento, pero al menos sucederá.

—Debemos averiguar de dónde obtiene tanta pólvora. Las armas de fuego están en su etapa final de proceso, en unos meses harán la primera prueba, pero presiento que la duquesa Raintras ya obtuvo resultados. ¿Por qué otra razón acumularía tanta pólvora si no?

—Las cosas están cambiando bastante rápido.

—Es por el emperador, a diferencia de sus enemigos, él no ignora a los innovadores que le sacan provecho a la pólvora o sus mentes brillantes.

“En el pasado nada de esto sucedió por la tiranía. Ahora no es solo la pólvora, varios hombres hablan de máquinas grandes, promesas de transporte y más innovaciones que aceleran su proceso de construcción gracias a Abraham. No conozco este futuro, así que no puedo sacarle provecho con información, pero lo que sé es que la duquesa Raintras no planea algo bueno”. La preocupación se notó en el rostro de Diannel, tanto que Silvein tuvo que decirle que cambiara de expresión.

—Envíame a mí primero al espía que planees infiltrar en Raintras.

—Claro, necesito de tu magia para asegurar su vida. ¿Y cómo lo haces realmente?

—Es un secreto.

—Oh, Diannel… creí que nuestra amistad ya era una en la que no había secretos.

—Las mejores amigas no se cuentan todo —le dijo Diannel sonriendo.

—Y por eso seremos amigas por mucho tiempo —ambas chocaron sus copas y bebieron.

Los bailes aumentaron junto a las risas, coqueteos y paseos por los jardines. Ni siquiera las duquesas pudieron evitar a los caballeros ilustres. Diannel incluso bailó con Giovanni, luego de que él bailara muchas veces con Susan y algunas otras con Maydi. Al terminar, la duquesa Verlur quiso descansar en un balcón, pero fue sorprendida por el conde Henry quien inesperadamente la invitó a bailar. Aun sin saber cómo tratar al alto general y súbdito más leal del emperador, Diannel respondió con una sonrisa algo dudosa.

—La note algo preocupada cuando su escolta escogió a los leones negros, duquesa.

—Conozco a Giovanni y le tengo mucho aprecio, es normal que me preocupe.

—Pero no discutió su decisión al final.

—No tenía porque, es la elección de Giovanni y he visto de lo que es capaz. Espero que los leones negros lo reciban bien.

—Lo harán, no discriminan a quien se ofrece voluntariamente a matar monstruos en ese desierto. Es muy sencillo formar lazos de hermandad y muchos lo vieron en el torneo.

—Gracias por sus palabras, pero dudo mucho que me invitara a bailar solo para decirme eso.

—Tiene razón, en realidad tenía un asunto pendiente respecto al anterior emperador. Sé que ambos hablaron un día antes de su encierro por los sacerdotes. Quería saber si no es una molestia preguntar el tema de su conversación ahora que los enemigos de su majestad han caído.

—Solo le pedí ayuda con respecto al 1º príncipe, le dije sobre su extraña colección y lo muy importante que era. Pero créame que jamás comente algo que lo impulsara a tomar esa drástica decisión de poner su vida en juego, yo…

—Está bien, le creo. Lo cierto es que era algo que él ya tenía planeado hacer, solo necesitaba el momento oportuno y usted lo ayudó. Antonio no quería hacerla sentir culpable, y me pidió que se lo dijera junto a un sincero gracias por ser una gran amiga y aliada de su hijo.

—Sus palabras son reconfortantes, muchas gracias. Pero aun no entiendo el motivo por el cual el antiguo emperador era tan distante con su hijo. Abraham no puede estar tranquilo con ese asunto sin resolver, hay noches en las que ni siquiera puede dormir. Pretende que no fue nada importante, pero le atormenta no saber por qué su padre lo amaba y alejaba al mismo tiempo.

—Admito que su preocupación es sincera, pero no creo que sea un tema que le incumba.

—Bueno, a usted sí pero no parece alguien que responda todas las preguntas.

El baile terminó y el conde Henry se despidió cortésmente sin decir nada más, fue cuando Diannel al fin pudo descansar aunque esta vez se dirigió a una sala de descanso. En el camino, noto a Giovanni y Susan saliendo al jardín. La pareja caminó tranquilamente entre las rosas y árboles muy juntos por el clima frío de la noche. Hablaron de varias cosas, aunque por un momento discutieron por la decisión del caballero en unirse a los leones negros. Pero la doncella comprendió los sentimientos de su amante en cuanto él se los explicó detalladamente. Continuaron su paseo nocturno hasta una fuente de piedra adornada con arcos de rosales y flores resplandecientes extrañas. Y en esa soledad romántica, Giovanni se hinco en una rodilla frente a su amante.

—¿Giovanni? ¿Qué haces…? —pregunto confundida y nerviosa, aunque no tanto como él quien apenas pudo controlar sus manos temblorosas para sacar una pequeña caja de su bolsillo.

—Una vez alcance esa felicidad que tanto me negaban y mi hijo nació, pero la desgracia llegó pronto y comencé a creer que era todo para mí. Pero la vida me dio otra oportunidad y en ella te conocí, y supe que aun puedo ser más feliz. No quiero esperar para decírtelo y tampoco quedarme de brazos cruzados si la desgracia vuelve a tocar mi puerta. Por eso prometo ser más fuerte para proteger a los que amo y te pregunto si quieres acompañarme —la caja se abrió revelando un anillo de oro sencillo con un diamante en el centro—. Giselle Susan Venei, ¿me darías el honor de tomar tu mano en matrimonio?

—Giovanni… —Susan comenzó a llorar de alegría sin dejar de ver al caballero ansioso por su respuesta—. ¡Si…! ¡Claro que sí! ¡Siempre será un sí para ti!

—¡¿De verdad?! —emocionado, tampoco pudo evitar llorar pero pudo controlarse y colocar el anillo en el dedo de su prometida y futura esposa—. ¡Gracias! ¡Ah…! ¡Te amo tanto!

Giovanni se levantó, abrazó a Susan y dio vueltas emocionado sin dejar de llorar junto a ella. La beso en su frente repetidas veces, luego en sus mejillas limpiando sus lágrimas y finalmente en sus labios pero en un solo beso profundo, lento y cautivador. Al terminar, se miraron a los ojos sin más lágrimas pero con el vivaz sentimiento en sus corazones aun persistentes.

—¡Hasta que por fin se animó! —de sorpresa, Maydi salió de su escondite entre los arbustos y corrió hacia la feliz pareja—. ¡Mi hermana mayor se va a casar!

—¡Entonces ya puedo llamar a Susan mi mamá! —y detrás corrió María junto con Alder.

Antes de que la pareja pudiera preguntar porque los espiaban, su señora salió detrás del árbol junto a esos arbustos explicando que Maydi los arrastró a todos sin poder aguardar el momento. Ambos lo comprendieron y compartieron su felicidad con todos.

—Muchas felicidades a los dos —dijo Diannel y luego Susan hablo contenta:

—Gracias por formar parte de este momento… Diannel.

Antes de que cualquiera notará el tuteo de Susan, ella abrazó a la duquesa y todos los demás la siguieron. La duquesa los abrazó a todos como pudo y terminó riendo con ellos. Nunca creyó que fuera capaz de sentirse tan feliz por otros, Diannel comprendió lo importante que eran ellos en su vida y deseo poder seguir formando parte de su felicidad.

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Comments

Alicia Quintana

Alicia Quintana

que hermosa pareja

2024-05-01

1

Faty

Faty

mi queridísima autora porfa no tardes en actualizar está historia está increíble!!

2023-08-02

0

Ana Yebra

Ana Yebra

ojalá y ese cariño que siente por ellos le ayude a calmar el deseo de venganza del hada y así pueda ser feliz, por qué si hay alguien que a sufrido por los caprichos de los demás es Diannel, todos han tratado de ser felices a través de hacerla desgraciada.

2023-08-02

3

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