CAPÍTULO 1

La pérdida de noción del tiempo le era indiferente, era consciente de que en cuanto las puertas de su celda se abrieran, caminaría hacia una segura muerte, pero al 1º príncipe le daba igual, su único alivio que lo hacía reír era recordar como asesino a su padre con la única hacha dentro (de alguna historia del pasado que lo entristecía recordar). Pensó muchas formas de recuperar lo perdido, tal vez salir, explorar y encontrar más objetos hermosos y empezaría con los ojos de Diannel para así emocionarse al recordar que ella vivía su segunda vida. Sin embargo, sus momentos de locura se esfumaban regresando a su triste realidad: era su fin. Los magos estaban muertos, lo atraparon asesinando al emperador, Carmina testificará en su contra y su falso hijo fue descubierto. No era que se rindiera, simplemente estaba decaído como para seguir viviendo. Si su colección no hubiera sido destruida, rápidamente habría asesinado a Carmina, envenenado al homúnculo para culpar a su hermano y asesinado a su madre culpando a su tía. Porque así de sencillo era para él ganar, la guerra por el trono era un juego y no era divertido si venciera fácilmente. Por supuesto que sus planes frustrados nunca tomaron en cuenta que su padre marioneta recuperaría su voluntad, ni la determinación de Diannel y Elías para sufrir arriesgadamente a cambio de ganar.

Cuando Joharel escuchó los pasos de soldados en armaduras, supo que la espera al fin concluyó. A pesar de su largo encierro, fue tratado con respeto: sin tortura ni falta de comida pues, según sus enemigos, ese hermoso rostro que engaño a tantos debía ser mantenido tanto en el juicio como la decapitación. El 2º príncipe no permitiría ni una sola muestra de simpatía hacia su demente hermano mayor. Aún faltaban dos semanas para la coronación, por eso Abraham decidió anunciar el juicio ya que su primer acto como emperador oficial no sería asesinar a su hermano, solo sino terminar la larga guerra por la corona y cada rumor malicioso que creó la emperatriz.

—¡Así que por fin ha llegado el momento! ¡Mi tonto hermano menor se tardó demasiado! ¿No quiere matarme como emperador? ¿Por eso tardo tanto? Dígame algo, conde Henry… ¡Ah! Me equivoque, ahora es el alto general del imperio.

El conde Henry fue quien llevó al 1º príncipe al Palacio de Justicia con bastante seguridad, y es que debido al atroz crimen de matar al emperador, la gente a las afueras de Venesten estaba enloquecida. Esposado, con una camisa azul oscura planchada, pantalones negros y zapatos de cuero lustrados, Joharel descansaba a pesar del bullicio afuera, los guardias presionados y las maldiciones a gritos que le decían. Henry frunció el ceño por la excesiva tranquilidad del príncipe.

—¿Por qué la molestia, conde? El imperio entero me detesta… debería ser yo quien pusiera esa expresión tan molesta y cansada… —comenzó a reír a su singular manera burlesca.

—¿Entiende lo que pasa? No tiene forma de ganar, la decapitación es su destino

—Por supuesto que lo sé, ¿me cree un tonto? ¿Realmente esperaban que me pusiera loco o suplicara por mi vida? Ah… —apoyó su cabeza en la ventana ignorando todavía más al alboroto—. Todo lo que me importaba fue convertido en cenizas por el estúpido de mi padre.

—¡No hable del emperador de esa forma! ¡¿Cómo pudo matarlo tan horriblemente?!

—Su molestia me es indiferente, más cuando mi padre tenía planeado morir por mi mano desde hace tiempo ¿no es así? Usted y él fueron grandes amigos en su juventud, me cuesta creer que realmente se odiaron de la nada. Hay cosas que no entiendo por la decisión que tomo mi padre, pero de una cosa estoy seguro: usted lo sabía, conde Henry, y todo este tiempo ha estado junto a mi hermano para protegerlo en nombre del emperador y su gran amigo. Lo que me genera mucha curiosidad es ¿de que debía protegerlo exactamente? Porque Abraham podía cuidarse de mi madre y de mí y hasta del resto de los nobles. ¡Henry Kel Genorin, un ilustre caballero y conde una gran ciudad en la gran capital! ¿De qué peligro protegías al monstruoso e ingenuo de mi hermano? —pero no hubo respuesta, solo una mordida de labios para lidiar con la frustración de un silencio forzado. Joharel se dio cuenta y carcajeó más fuerte que hasta el mismo conde ya no escuchó el escándalo de afuera—. ¡Realmente no puedes decirlo! Así como mi padre nunca pudo expresar el amor que tenía por su hijo, ni mi madre enfrentarse a su hermana mayor como una auténtica emperatriz… Ustedes tres… ¿De qué manera han vivido todos estos años?

La perspicacia del 1º príncipe no era ninguna sorpresa para el conde, pero sorprenderse era inevitable cuando se trataba de su más profundo secreto. Instintivamente tocó su garganta, un ligero ardor le escoció por el deseo de hablar. Para su suerte, el príncipe se limitó a burlarse de otras cosas sin mostrar miedo ante su cercana muerte hasta  llegar al Palacio de Justicia, con más plebeyos furiosos que en el camino. Los nobles hablaban sin parar hasta que el amado príncipe del imperio ingresó a la mayor sala de audiencias. En el centro y frente al estrado, Joharel observó a su hermano en un alto balcón junto a varios de sus aliados (incluyendo a la duquesa rehén en la capital), al supremo sacerdote en primera fila y a su madre junto a él, separados por una gran distancia y una indiferencia total de parte del príncipe hacia la emperatriz. Minutos después llegó el Gran Juez, todos lo saludaron respetuosamente y el juicio comenzó con bastante elocuencia y orden.

—Demos comienzo al juicio contra el 1º príncipe de Leoveter: su alteza Joharel Viktor Cafder y sus crímenes contra el imperio: alianza con el usurpador del Templo, relacionarse con magos y el asesinato hacia el emperador: su majestad Antonio Phillip Cafder.

La fuerte, senil y autoritaria voz del Gran Juez fue la única pronunciada en el gran salón de audiencias. Comenzó a enlistar los crímenes del príncipe Joharel y luego a detallar cada uno junto a las pruebas para después dar paso a los testigos. En la primera acusación varios testigos pasaron al estrado (sirvientes, escoltas y espías del príncipe que apenas lograron sobrevivir al ataque que sufrió la villa). Uno a uno relató las acciones de su señor en relación al usurpador, tales como la creación de los templarios, los negocios ilegales y sus fondos. Pero fue Elías quien dio el testimonio más importante: el 1º príncipe sabía de la falsedad de Yodiveira, lo cual no era mentira, solo que a Joharel nunca le dio importancia. Con respecto a la segunda acusación, tanto el supremo sacerdote como el 2º príncipe dieron los argumentos necesarios para condenar al acusado.

Únicamente pudieron condenar a Joharel por dos actos relacionados con los magos. En el primer caso fue la trampa que atrapo al ejército de los leones negros en Kiosef por dos años. Abraham obligó a Oliver a entregar pruebas de la filtración de tal información para hacerlo ver como un robo en lugar de una clara cooperación.

—Su firma, su plan y sus espías… —dijo Abraham con papeles en mano relacionados a los rituales mágicos que alteraban las runas—. Los magos que atacaron el bosque Lowen mientras se rescataba al heredero de Verlur llevaban un sello en sus ropas bastante similar al mago muerto que hallamos en Kiosef y que se sacrificó para atraparme junto a varios leones negros.

—También hallé rastros de maná en el templo de la villa durante mi estadía y, por si fuera poco, durante mi encierro también fui visitado por el 1º príncipe —las palabras del supremo sacerdote no necesitaban pruebas, nadie se atrevió a cuestionar si decía o no la verdad, menos la emperatriz quien apretaba su vestido con excesiva frustración. Todo lo contrario a su hijo, Joharel escuchaba cada testimonio sin objetar, con una ligera y atractiva sonrisa, ojos burlones hartando a todos a su alrededor. Elías no soportó tal actitud y habló sin temor—. ¿Qué le parece tan divertido, su alteza? Las pruebas y testimonios solo aumentan su culpabilidad y le cierran cualquier oportunidad de probar su inocencia.

—Su santidad, nunca tuve la intención de luchar estúpidamente en este juicio —sus palabras confiadas y altaneras provocaron una ola masiva de susurros en el salón. El gran juez tuvo que golpear su martillo varias veces hasta el regreso del orden—. Estas formalidades del juicio no son más que pérdidas de tiempo que mi hermano decidió aceptar solo para que a todos les quede claro que no será un matasangre en el momento en que me corte la cabeza. ¡Pero lo que no puede controlar es a mí mismo! —los ojos rojos brillantes de Joharel se dirigieron a los rojos oscuros de Abraham—. ¿Te da rabia que no me arrastre suplicante como tú en el pasado, hermanito?

Era totalmente cierto que al 2º príncipe le irritaba ver tanta tranquilidad en su hermano mayor. Por años soñó con vencer y ver a sus enemigos arrodillados, humillados y suplicantes hacia él en busca de una tenue piedad que no regalaría a la ligera. Sin embargo, Joharel no temía a la muerte, era indiferente a su reputación y apenas recordaba que su madre también sería castigada. Abraham incluso dedujo que ni encerrándolo con el monstruo más aterrador del desierto lograría obtener la reacción que esperaba. Porque detrás de ese bello y angelical rostro vivía un auténtico demonio que lo atormentó toda su vida únicamente para saciar su aburrimiento.

—Es suficiente, no mancillaré mi honor cayendo ante tus provocaciones. Por lo que, terminare con esto de una vez —ignorando la sonrisa burlona y soportando las sutiles risas de su hermano mayor, el 2º príncipe se dirigió ante el gran juez para proseguir y así fue.

En el segundo caso (relacionado al crimen de relacionarse con magos) se reveló la falsedad del supuesto príncipe Ismael Alan Cafder. Una alarmante noticia que la emperatriz no pudo evitar refutar de corazón. Alzó su voz y exigió a su hijastro disculparse por acusar a su nieto de ser un hijo ilegítimo y el supremo sacerdote aclaró eso último:

—Nadie acusa al niño de ser ilegítimo, majestad. De lo que se acusa es no ser un ser humano real, su amado nieto es un homúnculo creado por la magia a petición de su hijo.

—Eso no es cierto… ¡¿Cómo pueden decir tal aberración?! —Eleonor corrió hacia Elías y nadie la detuvo a petición de Abraham. Con lágrimas en los ojos y un tono de voz nada contento, siguió defendiendo a su nieto—. Ismael es real… Yo misma lo recibí cuando llegó a Venesten, lo cargue, lo alimente y acompañe cada día desde que llegó… ¡Mi nieto es real! ¡Joharel, por favor, diles! ¡Di que tu hijo no es un niño falso, por favor!

Arrodillada, vencida y desesperada, la emperatriz viuda miró a su único hijo esperando oír la respuesta que añoraba: “mi nieto es real” eso repetía en su mente con angustia. Pero recibió una herida en su corazón y un golpe de realidad por parte del hijo por el cual dio e hizo todo:

—¿Qué sentido tiene negar todo ahora, madre? Admito que es el único crimen del cual eres inocente. ¿Cómo hubieras podido amar a ese niño si supieras que era falso desde el principio? Lo amaste tanto y eso negó cualquier sospecha de su existencia más que de su nacimiento.

—No… Joharel, no… no… ¡Por favor dime que es mentira lo que dijiste!

—Sin duda habrías sido una gran abuela, pero temo que ese acto ya terminó. Es una buena noticia, ¿no lo crees? Ya no tienes que preocuparte por cómo va a vivir tu nieto.

Eleonor no pudo resistir más, los recuerdos felices junto a su nieto pasaron en su mente como un largo y rápido recorrido. La dulce e inocente risa de aquel niño que la llamaba abuela se desvaneció en la oscuridad, el pequeño y suave cuerpo se convirtió en barro que se deshizo en sus manos mientras su hijo reía a sus espaldas como si hubiera visto una gran comedia. Un lamentoso grito resonó en todo el salón y todos presenciaron el desmayo de la madre del imperio y la indiferencia de su hijo. Elías la revisó y aunque conocía de sus crímenes, no pudo evitar sentir pena por la madre ingenua que no quiso ver a qué clase de hijo le dio todo su amor y sacrificio. La desmayada y noble mujer fue levantada por un guardia a petición de Abraham, quien no sintió pena, porque en su corazón no hallaba la forma de perdonar a la mujer que lo atormentó solo por existir.

El juicio prosiguió rápido hacia la tercera acusación: la muerte del emperador. A pesar de ser el crimen más atroz, este pudo proceder sin problemas (a excepción de los graves insultos que llovieron sobre el 1º príncipe). Fue cuando Abraham decidió cumplir su promesa con el marqués Genon y condenar a su madrastra antes de que consiguiera ganar. Dio la señal para que ingresara su último testigo. El duque Arank y su hijo no desviaron la mirada ante la llegada de la hija y hermana preciada del ducado de las rosas. Carmina, una criminal de la Torre Negra y expulsada de su familia, pasó con la cabeza agachada y con deseos de correr ante el peso de las oscuras miradas y los maliciosos susurros. Pero la acción que más le dolió, aunque no lo reconociera, fue la indiferencia de la causante de su caída. Diannel la observó tan solo unos momentos sin reaccionar y luego desvió sus ojos como si la antigua rosa de la alta sociedad no fuera nada importante.

—No hay pruebas que acusen a la emperatriz de algún otro crimen excepto el de proteger al 1º príncipe al momento de matar al emperador, aunque ella afirmó que su lado materno pesó más en tal momento y no supo actuar acorde a su posición —dijo el gran juez—. Por tal motivo, su castigo no iba a ser tan alto como el de su hijo y se le iba a permitir su retiro y asilo. Sin embargo, no se cumplirán ninguna de sus peticiones debido a que ella ocultó otro crimen del 1º príncipe junto a la destronada princesa de Arank. Joven Carmina, pase adelante y confiese sus pecados.

—Asesine a la princesa heredera Viviana Sol Genon a petición del 1º príncipe con el veneno que me dio, el mismo veneno que usó en el duque Verlur y el emperador.

Carmina relató cada detalle de la muerte de la princesa heredera sin atreverse a levantar la cabeza. Todo lo que ansiaba era salir corriendo antes de seguir siendo observada o tolerar más insultos. Explicó sus motivos con mucha vergüenza: estaba enamorada. Y aunque pudo causar lastima por ser usada, pronto la pena se esfumó ante su alto crimen y arrogante persona que fue en el pasado como la mujer más hermosa de la sociedad.

—La emperatriz lo sabía, ella se deshizo de las tazas de té —su último testimonio fue una mentira. Eleonor no supo de la verdad tras la muerte de su nuera hasta meses después, pero a Abraham le convenía culparla para castigarla a su modo—. No quería perder el apoyo del marqués Genon, pero tampoco podía permitir que su hijo este casado con una mujer infértil.  La princesa heredera nunca estuvo embarazada, todo fue un delirio suyo que el 1º príncipe y la emperatriz apoyaron para ocultar la verdadera causa de su muerte.

Aunque era una clara mentira, Joharel no objetó nada, tan solo miraba el deplorable estado de Carmina quien lo miró una última vez antes de irse y no volver a verlo nunca más. Cada paso que dio de regreso fue doloroso ante las miles de preguntas que tenía hacia el hombre que amo locamente. Pero sabía que cada respuesta sería la misma: dolorosa porque él nunca la amo. En silencio le dijo adiós a su oscuro amor, grabó su hermoso en su memoria y deseo verse hermosa solo para no sentirse tan perdedora.

—¡A la emperatriz se le negara el perdón, asilo y retiro por su silencio, la condenó al encierro total en la Torre Gris sin títulos ni propiedades! ¡La criminal Carmina deberá pagar con su vida por la muerte de la fallecida princesa Viviana Sol Genon! ¡Y el 1º príncipe, autor principal de todos los crímenes, la relación con magos, el engaño con un niño hacia el imperio y la brutal muerte del emperador, lo condenó a muerte por decapitación sin derecho al entierro!

Todos en la sala de audiencias aplaudieron el resultado e insultaron al, alguna vez, amado príncipe del imperio, pero él seguía igual: cansado y burlón de esperar lo inevitable. Lo arrastraron fuera del palacio de justicia para su muerte, el gran escenario de su muerte estaba armado y el público abucheó a los dos criminales a punto de morir. El verdugo se preparó para decapitar a una sola persona: la ex princesa Carmina, pero Joharel se rio en cuanto vio a una mujer que no era su antigua amante y marioneta.

—El duque Arank es incapaz de ver morir a uno de sus hijos por más despreciables que sean —le dijo a Abraham—. Pero, ¿Cómo vivirá Carmina ahora? Ella no es capaz de vivir sin sus lujos, atención o hasta sin mí. Dudo mucho que sea perdonada y admitida en el castillo de las rosas.

—Seguirá encerrada, pero en otra torre —respondió Abraham observando a una criminal cualquier morir por asesinato y robo mientras sabía que la verdadera Carmina ya estaba lejos del palacio de justicia—. En cambio tú morirás, no permitiré que alguien más muera en tu lugar.

—Y por eso lo harás tú mismo. ¡Debe ser agridulce cortarle la cabeza a alguien que poco le importa! ¡Mi sonrisa seguirá en mi rostro hasta el final y te perseguirá en vida!

La suplente de Carmina murió, la gente alabó al verdugo y aplaudió. Pronto Joharel fue arrastrado hacia el mismo lugar. Con las manos esposadas atrás, arrodillado frente al pueblo de Leoveter y bajo un cielo nublado que comenzaba a arrastrar la llegada del invierno hasta el último día del año 937. Su hermano, alguna vez atormentado y humillado, avanzó elegante y aclamado en vez de desastroso u odiado. Joharel pensó en su muerte muchas veces, pero nunca imagino que un auténtico emperador le daría fin, porque a sus ojos, Abraham solo podía ser un tirano demente al haber crecido entre la muerte, el odio y el abandono.

—¿En qué momento el niño vengativo pasó a ser un príncipe soñando con ser emperador? —le pregunto mirando hacia arriba por primera vez.

—No hay un momento clave, día tras día mi odio crecía sediento de sangre, pero día tras día conocí a muchas personas que veían en mí mucha más que venganza. En una familia pequeña, corrupta y débil, yo nací para salvar al imperio de todo eso con grandeza y honor.

—Oh, hermanito… ¿y si todo el sendero que recorriste es el plan maestro de algún otro? ¿Qué tal si toda tu vida es un acto escrito para conveniencia de alguien más ambicioso?

—Entonces le agradeceré por ponerme en el camino y lo matare por creer que puede pisotear mi sueño con los suyos. Aunque, sabes bien que todo acaba aquí y que nunca permitiré que alguien me arrebate mi trono.

—Por supuesto que lo sé… —Joharel recordó su conversación con el conde Henry y pronto tuvo una respuesta a su mayor duda. Observó a su tía al otro lado del gran escenario y se preguntó lo que buscaba obtener al convertir a su alumno e hija en emperadores—. Sin duda, existe una ambición más grande que ser emperador. Buena suerte con eso, hermanito.

Una última sonrisa de Joharel Viktor Cafder para su hermano, para sus enemigos y para el pueblo común. Un rostro pulcro y un alma bañada en la locura y el amor hacia las peculiares historias y sus rastros. Mientras la peligrosa espada de su hermano era desenvainada, pensó en cómo sería recordado luego de morir. Pues era un auténtico criminal, poseedor de una belleza angelical, autor de varios engaños y el anfitrión de los magos. Él sería parte de la gran y única historia que se relataría sobre el emperador Sangre de León. Y por tal razón, bajo su propia perspectiva, sería parte de la belleza que tanto tiempo persiguió. Por tal motivo, bajó la cabeza gustoso y dio la bienvenida al filo de la muerte. Un corte limpio acabó con la vida del 1º príncipe a manos de su hermano menor. Un criminal decapitado por el auténtico elegido de la sagrada corona de los diez rubíes. Y ese fue el último acto que Abraham hizo como príncipe del imperio.

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Comments

Pamela Gonzalez

Pamela Gonzalez

Wow!!🤯

2023-09-03

0

Yoba OG

Yoba OG

sipi, aún no sabemos que busca la tía...

2023-07-19

1

Laura Aguado

Laura Aguado

👏👏👏👏👏

2023-07-19

0

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1 PRÓLOGO
2 PRIMERA PARTE: VESTIGIOS DE DIOS
3 CAPÍTULO 1
4 CAPÍTULO 2
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7 CAPÍTULO 5
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