El comienzo del reinado de Germán

Luego de saludar por horas en el el balcón, la reina fue consciente de que el pueblo estaba emocionado y expectante aún. La novedad de que Sharon fuera nombrada asesora real, los ponía en la situación de demostrar su confianza y fidelidad. Por eso, decidió que el camino al palacio se hiciera a pie, para que el Rey y sus "manos" saludaban a la multitud.

Después de resguardar los objetos mágicos, se despidieron del sumo sacerdote, y junto a la guardia comenzaron a caminar hacia el palacio, donde se haría un brindis solamente como conmemoración al momento. La comitiva rodeaba a los agasajados en forma de rombo, ya que el Rey caminaba adelante, la Princesa y Sir Graham en el centro, y la reina cerraba la figura, caminando detrás. Muchos nobles ofrecieron su brazo, pero la reina prefirió caminar sola, admirando las sonrisas, las bendiciones y buenos deseos que la gente arrojaba sobre sus hijos. La pena y el orgullo se entremezclaban en su pecho, y hacía que brillantes lágrimas corrieran por su rostro de manera constante.

Antes de tomar el desvío hacia la entrada del castillo, una niña solitaria se acercó a los guardias, y apresuró sus delgadas piernas, casi corriendo al lado de los pasos largos de los mayores.

-Su majestad, su majestad- gritó para llamar la atención de Virginia, que sonrió en su dirección- ¡No estés triste! El rey te esperará siempre, pero tus hijos aún te necesitan-

Por alguna extraña razón, las palabras de la niña no escandalizaron a la reina, por el contrario, sintió una oleada de paz y de afecto que le entibio el corazón y le permitió sonreír aún más y seguir la procesión hasta su hogar con fuerzas renovadas... a menudo, en los lugares menos esperados, surgía la palabra justa para confortarnos, pensó.

Después de cumplir con los protocolos, y recibir las interminables felicitaciones y concejos de los nobles, la familia real despidió a los presentes, y se retiró. En el salón de té, los tres se reunieron de la mano, y se miraron un momento con ojos brillantes. Por fin, se fundieron en un largo abrazo que permitía fluir todo el amor, la tristeza, y las palabras que no hacía falta pronunciar.

-¿Quieren que les pida algo de comer? Yo me siento muy cansada, pero ustedes pueden comer algo, apenas está anocheciendo- dijo la reina

-Estaremos bien, madre. Ve a descansar- dijo Germán, apretando su mano con cariño y la reina se retiró a sus aposentos. Los hermanos se sentaron en el salón, y pidieron una cena liviana y un poco de agua de frutas para cenar.

-¿Cómo te sientes?- pregunto Sharon con sincera curiosidad

-Igual que siempre- rio Germán- no hubo ninguna transformación mágica que me convirtiera en rey ni tampoco en sabio-

-Te equivocas- afirmó la princesa- En el momento en que la corona brilló, te transformaste en el legítimo rey de Prosal. Y la sabiduría llega con los años, no es un regalo que nos puedan hacer los dioses.-

-Probablemente, eso sea cierto, pero no puedo quitarme de la mente, que esperaba algún tipo de iluminación, de instrucciones divinas, algo de lo que aferrarme para saber que hacer...-

-Por supuesto que sabrás que hacer. Después de todo, te has preparado todos estos años para recibir el reino, padre te instruyó bien y tendrás mucha gente que te pondrá en camino...no puedes pretender que las respuestas estén escritas de antemano en algún manual- respondió la Princesa con una sonrisa, mientras comía uvas de un cuenco

-Espero que sea así...no me siento listo para esto- eso hizo que su hermana agrandara los ojos- sé toda la teoría, sobre cómo gestionar permisos, calcular tributos, actualizar condiciones, contratos y conceder títulos y demás... pero eso no te hace rey... hay mucho que arde en la periferia de mi mente y me pone inquieto...-

-Es lógico que sea así, Germán. Ninguno de nosotros estábamos listos para lo que ocurrió, pero estamos aquí ¿cierto? Todos queremos que Prosal sea un reino próspero y seguro, todos estaremos juntos en este barco. No dejes que tu mente te encierre en un lugar en el que no deseas estar- respondió Sharon muy segura

-A veces creo que los dioses se equivocaron en algo más que en nuestra fecha de nacimiento... eres mucho más valiente que yo, y mucho más intrépida...tú deberías reinar, y yo quedarme a bordar y tomar té- respondió riendo Germán, esquivando el golpe que le arrojó su hermana

-Yo hago mucho más que bordar o tomar té, y mi hermano no es ningún cobarde, así que ya puedes dejar de decir tonterías. Las cosas son, de la manera en que deben ser. Ni más ni menos... Todo saldrá bien, ya verás que cada día te irás sintiendo más seguro, más firme en tu puesto y luego todo será... natural-

-Tienes razón. Creo que solo estoy cansado y temeroso. Pero nuestro padre no crío ningún cobarde, así que mañana comenzará una nueva era, para todos nosotros-

-Eso es lo que quería oír- replicó Sharon- y deja de infiltrarte en mis aposentos, o madre te dará la paliza de tu vida, tengas o no tengas corona-

- Eso sería divertido de plasmar en la historia de nuestro reino, ¿No lo crees? La reina azotando al rey para inculcarle sentido común- ambos estallaron en carcajadas y terminaron de cenar en un agradable silencio. Luego se despidieron con un abrazo y cada uno se dirigió a sí cuarto.

Sharon tenía muchas cosas en mente, los pensamientos bombardeando constantemente su conciencia e inquietando su cuerpo, hasta que decidió cambiar de rutina, y llamó a sus doncellas con la campanilla. En un segundo aparecieron en la puerta, sorprendidas.

-Lo siento¿podrían prepararme un baño y quedarse conmigo?- pidió Sharon con el rostro ruborizado. Era la primera vez que pedía eso, así que la sorpresa en el rostro de las doncellas era genuina.

-Por supuesto, Princesa, en un momento estará listo- dijo Samanta con los ojos brillantes de emoción

Unos minutos más tarde, la bañera estaba llena (cortesía de los fogones que ardían constantemente en el palacio) y repleta de espuma perfumada, donde Sharon se sumergió con gusto, mojando su cabello y permitiendo que el agua la tapara por completo. Después de unos minutos, se irguió, un poco avergonzada

-Lamento haber mojado mi cabello, ahora tendré que mantenerlas despiertas por más tiempo...-

-¿Es una broma, Princesa? Nos encantaría cepillar su cabello cada día- dijo con una risita alegre Samanta, y se le unió Lanka, la doncella más joven, que ya había removido el fuego de la chimenea, haciendo que el aire se entibiara agradablemente.

Cuando Sharon salió del agua, la aguardaban gloriosas toallas suaves y perfumadas, y a pesar de que solo se colocaría el camisón, sus acompañantes se apresuraron a masajear su cuerpo con lociones y vestirla como... como a una princesa. Excepto que esta princesa, nunca permitía tantos cuidados; sin embargo, esta noche, necesitaba la distracción y la sensación de paz que le proporcionaban sus atenciones.

La sentaron cerca de la chimenea, y secaron su largo cabello cepillándolo hasta dejarlo seco y suave como una pluma. La recostaron y la arroparon como cuando era niña, y cuando les agradeció sinceramente, oyó a Lanka decir suavemente:

-Es un honor, Princesa. Descanse- y sintió el roce sobre las mantas de dos manos que la acariciaban con tanto afecto, que era imposible no sentirse enternecida y contenida. Finalmente, los sueños la fueron guiando a un descanso tranquilo y reparador.

La mañana llegó irrumpiendo a través de las cortinas, y Sharon se preparó para enfrentarse a una nueva rutina aún no establecida. Pensaba seguir entrenando, seguir recibiendo instrucción, pero no estaba muy segura de que planes tendrían su madre y su hermano, así que se vistió con sus túnicas y pantalones como siempre, y dejo que los nervios se los llevara el viento. Después de todo, estaban juntos en esto, y sin la guía de Gregorio, todos deberían marcar el ritmo...

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