Separación

Durante los días que tardaron en acercarse al campamento Prosalo, Sharon dormía unas pocas horas, siempre con el puñal en la mano, mientras Sir Graham intercambiaba lugares con ella para vigilar al rehén. En una de las pausas que hicieron para dar de comer y beber a los caballos agotados, decidieron que era hora de enviar al cochero a avisar sobre los cambios acontecidos. Para eso, a partir de allí, Sharon y Sir Graham no podrían descansar pues tendrían que llevar el carruaje y mantener a raya al prisionero. Cuando hicieron subir a Victorio al carruaje, el rey Gregorio se acercó a Sharon y besó su sucia frente con ternura

-Milagro mío, no me alcanzan las palabras para expresarte mi gratitud y mi orgullo. Cuídate y mantente lucida y atenta para que regresemos a casa- dijo casi en un susurro

-Así lo haré, padre. Por favor no confíes un segundo en esa serpiente que llevas contigo en el carruaje- replicó Sharon colocándose el casco de la armadura para tomar las riendas

Siguieron adelante, por horas y horas. Todos estaban agotados, y sentían la posibilidad (muy cercana) de que los caballos cayeran rendidos sin haber alcanzado el campamento. Los perseguidores de Grana, aparentemente, conservaban su distancia y no habían vuelto a verlos aunque estaban seguros de su presencia.

Finalmente, unos cuantos kilómetros antes de llegar a la línea de Grana, detectaron humo proveniente del campamento. Para Sharon la situación era clara: se había entablado batalla al conocerse la noticia de que el Rey Victorio era retenido como rehén y que la comitiva Prosala había sido emboscada en su visita. No importaba si el cochero había sido interrogado antes o después de llegar al campamento, solo sabía que la lucha se había precipitado y debían tomar una decisión urgente.

Detuvo el carruaje en un recodo del camino, para tener buena visibilidad de ambos lados e hizo descender a los pasajeros. Sin responder a los interrogantes de los tres, tomó las riendas de uno de los caballos y ató con ellas a Victorio, antes de alejarse con su padre y Sir Graham.

-Debemos tomar una decisión muy importante, y debe ser pronto- comenzó Sharon- Hay fuego en el campamento, y se levanta polvo en medio del humo, lo que significa...-

-Que se ha desatado la batalla- terminó Sir Graham oteando el horizonte revuelto- Debemos proteger a su majestad-

-¿Y Germán? ¡No podemos dejarlo solo!- exclamó Gregorio desesperado- Debemos llegar al campamento a como de lugar-

-No es posible, Padre. Si te llevamos allí serás ejecutado por el primer soldado de Grana que logre acercarse, además Victorio será liberado de inmediato en cualquier revuelta que nos crucemos- intentó razonar la Princesa

-¡No me iré sin mi hijo! ¡Sabes que haría lo mismo por ti! No podemos dejarlo atrás...-

-Lo sé, solo nos queda una opción...-

-Dividirnos- terminó Sir Graham otra vez.

Permanecieron en silencio unos segundos, trazando en su mente todas las posibilidades. La idea de separarse les parecía una locura; sin embargo, no veían otra opción para llegar de alguna forma al campamento y rescatar al Príncipe, sin perder a ninguno de los monarcas.

— No podemos enviar a Sharon, no podemos poner a ambos herederos en peligro- declaró Sir Graham

-Nadie sabe que estoy aquí- repuso Sharon- eso podría ser una ventaja para llegar al campamento-

- No por mucho tiempo, si han interrogado al cochero, sabrán que eres mujer y significará algo atroz para ti si te capturan, aun si no supieran que eres tú- rebatió Sir Graham

-Además, tú conoces los bosques mejor que ninguno de nosotros, solo tú puedes guiarnos a salvo a través de ellos- recalcó su padre

-¡Pero Sir Graham no puede ir solo! Será un blanco fácil- dijo histérica la princesa

-Por ahora es lo mejor que podemos hacer. Es mi decisión. ¿Puedes guiar el carruaje con solo dos caballos?- preguntó el rey

-Si, su majestad. Disimularé lo mejor posible hasta acercarme a la línea- repuso Sir Graham

-Bien, entonces, Sharon, libera a los otros dos caballos y tráelos, nos servirán por un trecho- dijo Gregorio con amargura.

-Padre, no quiero faltarte el respeto, pero no lograremos mucho avance con dos caballos cansados...-

-Lo sé, hija. Lleguemos al bosque, y buscaremos un escondite para descansar y alimentarlos un poco- dijo sencillamente

Sir Graham ayudó a Sharon a desatar los caballos, e ignoraron las preguntas incesantes del prisionero. Sacaron también del carruaje las pocas provisiones de agua y pan que quedaban y dos mantos reales para cubrirse por la noche. Acomodaron todo sobre los caballos desatados y montaron a Victorio sobre un animal, y a Gregorio sobre otro. Como Sharon iría más pendiente del camino, no podría vigilar todo el tiempo al prisionero, que tuvo que resignarse a viajar atado también.

Al despedirse, Gregorio le encomendó a Sir Graham la seguridad de Germán, le rogó que si era la única opción, eligieran volver ellos dos a salvo a Prosal, pero que no dejaran la vida en la batalla.

Sir Graham, por su parte, se acercó a Sharon y tiró de su cabello para acercarla a un abrazo paternal. Susurró en su oído:

-Princesa, llevas fuego en tu sangre y miel en tu corazón... eres mi orgullo y mi legado como maestro, no lo desperdicies. Confío en ti-

-Yo también confío en ti, maestro. Aún no has terminado de enseñarme, así que vuelve seguro- respondió Sharon antes de palmear las ancas de los caballos para que echaran a andar hacia la derecha del camino.

El terreno por ahí era más bajo, y les permitiría desaparecer de la vista por un rato hasta que el carruaje se alejara. Solo quedaba rogar, que los soldados perseguidores picaran el anzuelo y no los descubrieran antes de llegar al bosque.

La asquerosa voz de Victorio no paraba de provocar a Gregorio y a Sharon, a tal punto que Sharon comenzaba a buscar cualquier cuerda corta para amordazarlo.

-Nunca lo conseguirán, inútiles. Van a morir todos, allá en el frente y aquí, tratando de huir como las ratas que son...-

-Quizás no lo logremos, Victorio, pero por mi honor, serás el primero en caer de los tres- respondió la Princesa

-¿Qué "honor" puedes tener? ¿Una zorra vestida de hombre, andrajosa y sin modales? ¿Quién crees que eres, maldita plebeya, para hablarme así?- antes que Gregorio terminara de acercar su caballo para golpear a Victorio, Sharon dio un saltito apoyada en el cuello del caballo y tomó la pechera de la túnica de Victorio para acercarlo a su nivel

-¿Quieres saber quien soy, maldito tirano?

Mi nombre es Sharon, Princesa de Prosal, dueña y señora de estos bosques, y tu verdugo, si así lo eliges...- los ojos de Saron se encendieron de ira mientras escupía cada silaba

La piel de Victorio se estremeció de repente, pues las palabras de Sharon fueron acompañadas de un fuerte vendaval que parecía arremolinarse en torno a ellos. Las hojas de los árboles producían sonidos extraños y amenazantes...parecían susurros de un bosque que apoyaba los dichos de su princesa...

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