Cartas sobre la mesa

Las minas de los valles, están parcialmente agotadas, pero necesito inversión material para seguir explotándolas...- Victorio seguía con su monólogo, sin importarle que la tensión en el ambiente iba aumentando.- Estoy en un callejón sin salida desde hace tiempo, una salida que solo veo posible de la mano de nuestros vecinos Prosalos. Es por eso que me parece imprescindible una alianza formal , afianzada con el matrimonio del Príncipe heredero Prosalo y la Princesa heredera de Grana. Si lo miras bien, estoy ofreciéndote, a cambio de tu ayuda, el futuro control de mi reino para tu hijo, ya que según nuestra costumbre, la Princesa únicamente se convertirá en reina cuando tenga un esposo que se convierta en el soberano.

-Lo entiendo, Victorio. Pero mi hijo aún no está preparado para contraer matrimonio, y me gustaría que, cuando lo haga, se case por amor, no por obligación- Victorio intentó interrumpir- Sé que la forma en que educo a mis hijos, es objeto de muchas habladurías por la región; sin embargo, es mi deseo y el de mi esposa que los dos sean libres para elegir su forma de vivir, además de ser responsables como herederos- continuó diciendo Gregorio. Sharon prácticamente mordía sus uñas ante lo que estaba ocurriendo... esta reunión no tenía nada de diplomática, en cambio, parecía una bomba a punto de estallar.

-Ah....sí. El rey Gregorio y sus hijos excepcionales... ¿Acaso mi hija mayor no es suficiente para ganar el afecto de tu hijo? ¿O acaso mi reino no es valioso ante tus ojos? ¿Cómo debería tomar la ofensa que me haces hoy, al rechazar mi ofrecimiento?-

-No es una ofensa, Victorio, al contrario. Tu reino está pasando por un momento difícil, y te propongo ayuda, dándote participación del puerto más grande de mi territorio: el puerto Diamante. Sé que haciendo uso del gran comercio que allí confluye, encontrarás una salida a tu situación actual, lo único que pido a cambio, es que retires a tus hombres de mis tierras. Que dejen de invadir mi territorio, de dañar a mi pueblo y tendrán la oportunidad de comerciar libremente, incluso en otros de mis puertos- rebatio humildemente Gregorio. Sharon consideraba que su padre estaba siendo increíblemente indulgente frente a la situación, pero confiaba en su capacidad de mediar conflictos difíciles.

La situación se iba tensando perceptiblemente, pero a ojos de la princesa, los guardias no estaban demasiado atentos. Habían terminado de comer, y ahora bebían de una jarra de vino de forma pausada. Algo estaba ocurriendo y no estaba segura del que.

En un momento dado, logró entrever la mirada de Sir Graham, que era tan brillante y perspicaz como la suya.

-Querido Gregorio...tus palabras son unas y tus actos son otros. Dices querer ayudarnos, pero no quieres tener nada que ver con mi reino ni mis problemas. Ni con mi familia. Bien sabes que son pocos los recursos con los que contamos, bien sabes que un puerto no cambiará la realidad de mi pueblo. Necesitamos capital para seguir explotando las minas, no tengo forma de conseguirlo si no es a través de la colaboración de nuestros vecinos Prosalos...-

-Pues el reino Prosalo no puede ayudarte con eso, Victorio. Mi pueblo está a salvo de la ruina, pero no nada en riquezas ni sobra el capital. No tengo reservas para ofrecerte en préstamo, lo siento- intentó contener su malestar el rey Gregorio- No puedes despreciar el uso de los puertos, si bien dijiste hace un momento, no tienes medios de comercializar tus productos a gran escala. Son momentos difíciles, pero con un tiempo...-

-¿Cómo puedes decir eso, cuando tus tierras son las únicas de la región que sigue expandiendo las cosechas? Sin importar las lluvias o sequías, ustedes continúan creciendo. Los dioses los han bendecido con tierras fértiles y recursos inagotables, mientras que a mi pueblo lo azota el hambre de todas direcciones- la voz de Victorio iba aumentando de tono de forma inexorablemente

-Tal vez si sacrificaras parte de la opulencia de tu castillo, los sueldos de los mineros podría cubrirse, podrías traer más animales para reproducir y trabajar los campos. Una corona de oro puede llenar un granero de trigo para atravesar el invierno...- dejó caer Gregorio, ya harto de toda la pantomima que quería hacer su vecino.

-¿Osas decirme en mi casa, como debo manejar mis finanzas? Tu atrevimiento no tiene límites y tu arrogancia es aún más grande de lo que imaginaba. Los dioses fueron injustos en su distribución de gracia, evidentemente-

-¿En serio? ¿Acaso ve límites tu ambición y tu corrupción? Tu pueblo muere de hambre, y lo único que se te ocurre es que ¿los recursos se agotaron? No has hecho un poco de autocrítica respecto a tu forma de llevar los asuntos del reino, en cambio, buscas sumir mi territorio en la pobreza para sacar a flote el tuyo.

Lo lamento, Victorio, eso no sucederá. Quise ofrecerte los puertos para que vieras un acto de buena voluntad, pero si esta es tu postura, no me queda más remedio que regresar a mis tierras y seguir resistiendo los ataques que quieras lanzarme. Mi pueblo no es un pueblo guerrero, pero no se rendirán ante los ataques de un tirano- dijo Gregorio poniéndose de pie. No le importaba que ya hubiera caído la noche, solo quería volver junto a su hijo a la línea de fuego. Pero Sir Graham y el propio monarca vieron con asombro, que todos los guardias se encontraban inmóviles. Tarde comprendieron que estaban inconscientes o muertos.

-Que pena que quieras batallar con tus propios vecinos... que decepción Gregorio. Verás, no puedo permitir que te vayas así...- Victorio era la viva imagen de la maldad y sus hombres fueron apareciendo en escena, a medida que se iban acercando desde los rincones de la sala del trono. Esto era una emboscada con todas las letras, y los Prosalos comprendieron muy tarde, que no tenían oportunidad de enfrentar un ataque en este momento.

-Dime que pretendes hacer, Victorio. ¿Acaso vas a darme muerte, y pretender hacerte de mi reino a la fuerza? Ya te lo dije, no funcionará. Mis hijos resistirán, mi pueblo resistirá, tus planes están destinados a fracasar si lo intentas- a pesar de la situación, Gregorio no dudó en levantar su voz imponente y transparente.

-Pero Gregorio, ¿Con quién crees que estás hablando? ¿De verdad piensas que me arriesgaría a una empresa tan burda? Solamente estoy dispuesto a mostrarte con cortesía, el fondo de mis mazmorras, de modo que disfrutes de la hospitalidad de Grana por unos días. Estoy seguro de que tu hijo, aceptará gustoso el matrimonio que le propongo, a fin de liberar a su amado padre. Fin del conflicto- dijo con arrogancia Victorio, al tiempo que sus guardias se acercaban para apresar a Sir Graham, que ya ponía su espada en movimiento.

Nadie había reparado en el diminuto guardia que aún se encontraba consciente y tenía el puñal entre los dedos, aguardando el momento preciso.

-Sir Graham, por favor. No lo hagas, amigo- detuvo Gregorio a su mano derecha antes que atacara al primer guardia de Victorio

-No hay necesidad de derramar más sangre, eso es seguro. No tuve intención de llegar a esto, las primeras jarras de vino eran solo vino, pero al captar tu proceder arrogante, tuve que dar señal de envenenar a tus hombre. Ya ves, vecino, todo esto podría haberse evitado con tu buena voluntad- se burló cruelmente Victorio mientras le indicaba con un gesto a los guardias que procedieran a la aprehensión de Gregorio y Sir Graham.

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