Los Bosques De Sharon

Los Bosques De Sharon

Una leyenda...

-Abuelo, ¿por qué el bosque tiene nombre de mujer?- preguntó la pequeña con su cabello color miel esparcido sobre el césped de su patio. Había estado recolectando pétalos de diferentes flores silvestres y ahora se concentraba en crear nuevas flores, combinándolos como hermosos arcoíris pequeños.

-Eso es porque este bosque tiene una leyenda muy antigua- respondió su abuelo enigmáticamente, al tiempo que la niña giraba y se colocaba boca abajo para poderlo ver de frente.

-¿Una leyenda? ¿Y tú la sabes, abuelo?-

-Pues claro que la conozco. Verás, estos terrenos le fueron entregados a mi familia hace más de 300 años. Siempre hemos vivido alrededor de estos bosques, y siempre hemos transmitido su historia a los herederos de la tierra-

-¿Y yo algún día seré la heredera? Entonces me lo puedes contar- picada por la curiosidad, la niña se acomodó la falda, sacudiendo las briznas de hierbas que se habían adherido a la tela.

-Claro que lo serás, mi niña. Tú eres mi heredera y como tal, te contaré la historia del bosque, pero tienes que ser paciente, porque es una historia bastante larga- reflexionó el hombre

-Muy larga, abuelo? ¿Y si mejor me cuentas solo porque tiene ese nombre?- dijo la pequeña queriendo convencer al anciano

-De acuerdo... te diré esto: se llama el bosque de Sharon en honor a la única reina guerrera que hubo jamás en estas tierras.

Una mujer muy valiente que llevó a su pueblo a la salvación- dijo y permaneció unos minutos en silencio, atento a la cara de la niña que observaba todo a su alrededor.

El abuelo conocía bien el carácter impaciente de su nieta, por eso debía esperar a que ella misma estuviera dispuesta a oír.

-Está bien abuelo, seré paciente, quiero que me cuentes la leyenda- respondió, vencida por la curiosidad.

-Como ordene, mi Señora. Preparemos la merienda, que ya está corriendo viento y es mejor un chocolate caliente con las historias- Le respondió poniéndose de pie y ofreciéndole la mano a la pequeña dama que permanecía en el césped.

Ya sentados en la mesa de la cocina, con un chocolate caliente y unas galletas al frente, el abuelo comenzó a narrar la historia:

- Hace unos 300 años, más o menos, nuestro país estaba gobernado por un Rey llamado Gregorio. Era un rey justo y trabajador, que velaba por qué a su pueblo no le faltara el pan, ni el trabajo. El rey Gregorio se casó ya teniendo una edad avanzada para las costumbres de la época, con una Princesa del Reino de Dragos. A pesar de su diferencia de edad, la reina fue una excelente esposa y madre. Tuvieron dos hijos, el primero se llamaba Germán y la segunda se llamó Sharon. Los reyes, a pesar de sus muchas ocupaciones, se encargaron de que sus hijos fueran instruidos, cultos, personas de bien y sobre todo, ciudadanos honestos y justos. Los educaron a ambos por igual, algo que para la época podía resultar escandaloso, pero los reyes habían jurado darles a sus hijos las mismas oportunidades...-

-¿A qué te refieres abuelo? ¿Por qué era escandaloso?- se extrañó la pequeña

-Porque en aquella época las mujeres eran educadas para ser buenas esposas, madres y encargarse de la servidumbre y del hogar, solamente. No podían trabajar ni estudiar tanto como los hombres...-

-¿Por qué no?- insistió la niña

-Pues, porque... porque en esos años se consideraba que las mujeres solo servían para esas cosas, y los hombres para trabajar y gobernar y...- otra vez no pudo seguir el incómodo discurso

-¡Qué tontería! Yo siempre quise ser una princesa, pero ya no me gusta la idea. ¡Nadie puede decirme lo que yo puedo ser!- exclamó muy convencida

-Claro que no, eso es muy cierto. Hoy, tú y todas las mujeres pueden decidir lo que quieren ser y lo que quieren hacer, gracias a mujeres tan valientes como Sharon, que le mostraron al mundo de lo que son capaces las mujeres- dijo el abuelo, tratando de llevar la atención de la pequeña feminista, de vuelta a la historia.

-Cuéntame abuelo- volvió a tomar de su taza, permitiendo que se retomara el relato.

- Pues bien. De esa manera los hermanos fueron educados y formados en diferentes aspectos, intentando conservar la igualdad en todo momento.

El Príncipe Germán, (destinado a ser el heredero del trono) fue instruido por sacerdotes, profesores, entrenadores y diferentes oficiales, convirtiéndose en un joven valiente, honesto, hábil con las espadas y también con las palabras. Sabía conquistar con su buena voluntad, e imponerse con su magnífica autoridad cuando era necesario. Era un príncipe amado y respetado por sus súbditos, ya que su humildad era reconocida en todo el reino. Germán sabía leer mapas, trazar estrategias, hacer cuentas, podar una planta, forjar una espada o construir una cerca. Había aprendido lo mejor de cada oficio y lo usaba para beneficiar a todos los que lo rodeaban. Era generoso con su tiempo y su cariño, tanto es así, que era el mejor amigo de su hermana, que solo era un año y medio más pequeña que él. Juntos fueron traviesos, amorosos, tenaces y estrategas, simplemente compañeros en toda su vida juntos.

A la princesa Sharon, en cambio, le tocó vivir un poco más de complicaciones que su hermano, ya que por esa época, las mujeres debían vestir de determinada manera, hacer solo actividades femeninas, aprender solo un poco de cultura y manejo del hogar y en general, dedicarse a los acontecimientos sociales y benéficos. Pero sus padres apoyaron a Sharon para que se vistiera con pantalones de hombre y calzara botines cómodos para los entrenamientos.

Sobre su ropa, llevaba túnicas livianas, para cubrir su cuerpo hasta la cadera y su cabello estaba siempre prolijamente recogido en la coronilla con cinchas de cuero o cordones. Únicamente en ocasiones de fiestas o visitas diplomáticas, se le pedía llevar vestido y cabello suelto con joyas y zapatos femeninos. Estudio, entrenó y aprendió junto a su hermano, recibiendo las mismas lecciones y padeciendo el cansancio, los golpes y quemaduras que fueran necesarias para instruirla en todos los oficios posibles, lo que aceptaba agradecida, pues era muy curiosa y le gustaba sentirse útil para su familia y su pueblo-

-Dijiste que los hermanos eran muy unidos, ¿eso quiere decir que eran compañeros en la escuela también?- interrumpió la niña

-En esos días no existía la escuela. Había maestros e institutrices que enseñaban a los nobles a leer, escribir y todo lo que fuera necesario sobre historia, geografía, química...-

-¿Y los que no eran nobles?- la pequeña no cesaba de preguntar, pero su abuelo estaba acostumbrado a responder a su curiosidad

-Los plebeyos no tenían la posibilidad de aprender, en la mayoría de los casos. Se limitaban a aprender a trabajar la tierra o un oficio y no podían convivir con los nobles, a menos que fuera como sirvientes o algún contacto ocasional por sus ocupaciones-

-Que feo... era una época muy injusta-

-Así fue, mi niña. Pero gracias a muchos héroes y heroínas, las cosas cambiaron con el tiempo- volvió a insistir el hombre para recordarle a su nieta el hilo.

-Si, sí. Sigue abuelo, esto se pone interesante- dijo acomodando sus manos bajo el mentón, lista para seguir oyendo.

-Sharon amaba la equitación y el uso de espadas. Por eso era frecuente verla avanzar hacia el bosque con su armadura de entrenamiento y a su hermano perseguirla, para luchar entrenando en terrenos más complicados.

Se divertían midiendo sus fuerzas, su habilidad, su ingenio y velocidad. Muchas veces Germán debía doblegar su orgullo para rendirse ante las habilidades de Sharon, y a su vez que la incentivaba a ser más rápida, más fuerte, más hábil e ingeniosa. Amaba a su hermana, y no soportaba la idea de verla convertida en el adorno de algún príncipe que no la respetara ni valorara su carácter único.

Sharon era apasionada y obstinada la mayor cantidad de veces, pero también era solidaria y cariñosa con aquellos que llegaban a su corazón. Su capacidad de planeación y estrategia, superó muy pronto a la de los maestros, quienes destinaron a instruirla al general de los ejércitos reales. Sir Graham era la mano derecha del rey, y solo en caso de tener que defender la ciudad, se apartaba de su majestad, aunque a partir de ese momento, también tuvo que instruir a Sharon.

Al principio, le parecía una pérdida de tiempo, educar en los artes de la guerra a una princesa que jamás pasaría un campo de batalla, pero muy pronto cambió de opinión. Su nueva alumna era inteligente, decidida, temeraria en ocasiones... aprendía con rapidez, captaba las ideas como si tuviera una conexión mental con su mentor. Siempre hacía sugerencias útiles a los problemas prácticos, y memorizaba estrategias y defensas como un juego.

Pronto, Sharon se convirtió en la alumna preferida de Sir Graham, ya que el príncipe, al ser instruido por otros profesores, era un poco más estructurado en sus respuestas y razonamientos.

Sharon crecía y avanzaba en paralelo a su hermano, e incluso se la consideraba destinada a compartir con él el reinado, pues era tan capaz como el mismo príncipe.

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2023-11-09

1

Elizabeth Sánchez Herrera

Elizabeth Sánchez Herrera

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2023-07-03

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