Después de haber avanzado casi medio día, la princesa comenzó a acercarse a los lindes del bosque, tratando de localizar la posición exacta para salir al descubierto, rumbo al campamento. Cuando estuvo conforme con el ángulo que había logrado, se preparó, mirando de reojo al caballo que la seguía. El animal se mantenía sereno y expectante. No le quedaría más remedio que permitir que la siguiera también hasta si destino. Viendo el trayecto despejado, espoleo a su montura y partió como una flecha, atravesando la zona descampada que rodeaba a la frontera de los pueblos de Grana y los Prosalos. Cuando había recorrido más de la mitad de la distancia, un aguatero de Grana puso sobre aviso a los soldados de que dos jinetes se apresuraban a cruzar la línea. Trataron de interceptarla, por supuesto, pero Sharon tenía sus nervios tan fríos como la noche pasada. Bastaron un par de azotes de su espada, para defender su camino y que no pudieran alcanzarla.
Al acercarse a las líneas prosalas, quisieron cerrarle camino, para constatar su identidad, pero le bastó con levantarse el casco, para que los soldados dudarán. Desmontó con cansancio, y preguntó por Sir Graham al primer soldado que se acercó.
-¿Y quién pregunta? Si puede saberse...no te conozco- dijo el soldado acariciando la empuñadura de su espada
,Pues yo si te conozco, Prato. Y la que pregunta es tu Princesa- el pobre soldado quedó aturdido unos instantes, observándola de manera graciosa, hasta que reaccionó, hincando la rodilla en el piso
-Lo lamento, Princesa. No imaginaba verla aquí. Sir Graham y el Príncipe, se encuentran en la tienda azul, por alla- respondió señalando. Sharon asintió con la cabeza y se dirigió hacia allí sin más ceremonia.
-Dales de comer y beber a los caballos por favor- dijo de camino a la gran tienda.
Al entrar, vio a Sir Graham y a Germán siendo atendidos por los soldados más experimentados, que conocían un poco de medicina. Ambos estaban heridos, pero no de gravedad. Germán ya llevaba una venda cruzando su clavícula y Sir Graham estaba siendo vendado a la altura del hombro. Hablaban en voz baja, hasta que la vieron.
-Princesa...-
-¡Sharon! ¿Dónde está Padre?- dijo Germán sin sorprenderse de su presencia. Obviamente Sir Graham ya lo habia puesto al corriente de todo lo ocurrido en el castillo de Victorio y la huida.
Sharon trató de poner su pena en palabras, pero un nudo le cerraba la garganta con fuerza. Bastó con mirar a su hermano a los ojos, para que comprendiera.
-¡No! ¡Por favor dime que no es cierto!- rogó con los ojos cristalizados.
-Lo siento- alcanzo a susurrar, antes de que las lágrimas y la pena se unieran al cansancio, haciéndola caer de rodillas.
Ambos hombres se apresuraron a levantarla y abrazarla, conteniendo sus sollozos, mientras la instalaban en un catre y le buscaban agua con miel, también agua y unos lienzos para que pudiera quitarse la armadura y limpiarse en un rincón. Mientras Sharon se quitaba la ropa y la suciedad, trataron de ponerla al día de la situación en el frente
-Tenemos casi dos mil bajas, y los caídos de Grana superan los tres mil. Tuvimos que destinar una depresión de la llanura para prender fuego a los cuerpos por la noche. Siguen llegando llegandoles refuerzos, no sabemos como ni de donde, pero siguen llegando...- dijo Sir Graham
-El general de Victorio, Raynes, es un maldito despiadado. No le importa que caigan 20 de los suyos, con tal de quitarnos a 10 de los nuestros. Es una exterminacion asegurada, pues a ellos no les importa las bajas, solo quieren dañar nuestras defensas...- reflexionó Germán con impresión
Sharon, con túnicas limpias, y superado su acceso de llanto, reapareció en la estancia
-Raynes no tardará en volverse aún más sanguinario...- dijo
-¿Qué quieres decir?- preguntó Sir Graham mirándola con atención
-Cuando sepa que su rey está muerto- respondió fríamente
-¿Victorio esta muerto? pensé que los habían atacado para rescatarlo- dijo Germán confundido
-Así fue, o eso intentaron...- Sharon odiaba tener que relatar lo sucedido, pero debía informarles, para que estuvieran todos abocados a un plan- Enviaron tres hombres al bosque, a rastrillar en busca de un rastro de Victorio. Mate a dos de ellos mientras buscaba sitio para los caballos y un poco de agua. Al tercero lo encontré luchando con Padre, en la cueva donde lo dejé descansando con Victorio. Me enfrente a el, pero...él quiso ayudarme, y el bastardo le hirió en el costado. Sangraba mucho y no bastaron los vendajes para detenerlo...en unos minutos se había ido...-
-¿Y Victorio?- preguntó Germán con voz ronca
-Lo maté... ¡Insultó el honor de nuestro padre!- trato de justificarse cuando ambos hombres se cubrieron el rostro con las manos
-¡Diablos, Sharon! podríamos haberle usado para terminar con esto...-
-¡No iba a terminar con esto! ¡Solo quería nuestro reino! para hundirlo como lo hizo con el suyo, para consumir a nuestro pueblo como lo hizo con el pueblo de Grana. ¿Acaso no lo ves? Ese odio ciego que demuestra Raynes, es el espíritu de su maldito monarca. - dijo con toda la furia que le nacía de las entrañas
-¿Y ahora que haremos? ¿Qué proponen?- dijo Germán con desaliento. Sir Graham permanecía en silencio mirando las llamas de la hoguera en el centro de la tienda.
-Vamos a retirarnos- eso llamó la atención de ambos- Vamos a hacerles creer que nos retiramos, que huimos hacia el bosque- levantó un dedo para que no le interrumpieran- Tu y yo dividiremos a los hombres en dos columnas, y los colocaremos estrategicamente en la zona de las colinas, conocemos hasta la última roca de ese territorio. Allí los emboscaremos.-
-¿Y exactamente como planeas vencer? ¿Solo con la ventaja del terreno?- preguntó su hermano con dudas
-Con astucia, con el bosque de nuestro lado, y un poco de ayuda de su majestad, el rey Gregorio- dijo absolutamente segura. Al ver las miradas de ambos hombres, insistió- Germán, los hombres te respetan, te admiran incluso. Solo tu puedes dirigir una parte de este ejército, y yo necesito a Sir Graham, porque aunque me protejan con sus vidas, no me respetan como comandante. Te lo digo, es la única manera de terminar esta revuelta y que los problemas no nos sigan a casa. No habrá territorios a salvo, hasta que no paremos a Grana-
Después de reflexionar, discutir y planear, finalmente acordaron confiar en Sharon. La princesa había demostrado con anterioridad su capacidad de estrategia, y era una hábil luchadora. Por el momento, nadie debería saber de la muerte de los dos monarcas. Podría desmoralizar a los Prosalos y encender a las filas de Grana.
Después de reunir a los principales comandantes prosalos, se les suministraron las indicaciones más básicas sobre la retirada al bosque. Debían cargar solo las armas y agua. Todo el resto del campamento sería abandonado, en pos de la retirada sorpresiva. Partirian en dos horas y todos debían estar listos.
Mientras la noticia se regaba por el campamento Prosalo, Germán se recostó junto al fuego abrazando a su hermana
-Descansa, testaruda. Nos espera un largo camino a casa-
-¿Sabes que desde anoche, eres el Rey de Prosal? El rey Germán...ya no tendrás tiempo de consolar a tu hermana...-
-Rey o no, siempre tendré tiempo para ti. Además, te tengo una noticia, también te espera trabajo, solo tú puedes ser la mano derecha del rey...- respondió besando su cabeza
-Lo seré. Siempre seré tu mano derecha- dijo antes de cerrar los ojos.
Al despertar, todo el campamento parecía una bestia agazapada. Sharon se fijó en que Sir Graham sostenía su armadura junto a la hoguera, pensativo.
-Habrá que diseñar una armadura para la Princesa, estoy seguro que esto no le resulta cómodo-
-No lo es, pero puedo resistirlo- dijo Sharon tomando la pechera, para comenzar a armarse.
-Lo sé... estoy orgulloso de usted, Princesa- dijo su mentor con la mirada gacha, mientras abandonaba la estancia para prepararse.
Germán apareció, ya armado, y le ayudó a ceñirse la armadura. Al terminar, puso en su mano una espada corta, como las que usaban para entrenar en el reino.
- Se que te será más comoda- dijo entregándole también los puñales con los que había llegado al campamento
-Estoy lista- repuso la princesa- Confía, hermano. Volveremos a casa-
-Lo sé. Confío en ti- Ambos salieron al frio de la tarde, a reunirse con sus soldados que esperaban las órdenes.
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